viernes, 17 de agosto de 2012

EL PANORAMA MODERNO



(1) En Colombia es casi imposible eludir los mensajes del mercado persa en que se han convertido las empresas de comunicaciones de telefonía celular. En este país, sin importar el plan o la empresa que se escoja al comprar un celular, a cada instante del día y de la noche llegan por los aparatos mensajes que, entre otras cosas, ofrecen rifas de dinero en efectivo, carros, motos, viajes, mensajes bíblicos, fórmulas para poner cuernos, para descubrir sí se los están poniendo a uno, el número favorito en cada signo para ganarse el chance, oír chistes, bajar discos, echar a la suegra, las últimas noticias de la tv, el significado de los sueños; en fin, las ofertas son infinitas y es casi imposible evitar la molestia de los mensajes basura.
Y lo más perverso de esos mensajes es que con pulsar una tecla se activan, indefinidamente, las ventas propuestas en ellos, en otras palabras: el usuario queda convertido en vaca lechera, vaya a saber de quién, con el mero hecho de pulsar una tecla. Por ejemplo, si al celular llega un mensaje que dice: su celular número tal ha sido escogido para participar en una rifa de diez millones de pesos diarios. Valor de la oferta cinco mil pesos. Si pulsa la tecla aceptar, le toca pagar 5.000 pesos diarios y después ni se gana la rifa ni es fácil quitarse ese ordeñe diario. Y la tecla ‘aceptar’ muchas veces es pulsada accidentalmente, con cualquier cosa, pero para desactivar el supuesto plan ‘aceptado’ se necesita Dios y ayuda. Por lo general hay que ir a hacer cola a la empresa de comunicaciones, para que un ‘Asesor Comercial’ le solucione el problema. Además, los celulares son como los abogados corruptos, entre más inteligentes, más bandidos en potencia suelen ser.
(2) Sin lugar a dudas, los colombianos poseemos el mayor número de bancos del mundo. En este caso me refiero a los muy comunes ‘bancolchones’, o sea los lugares donde varios millones de colombianos nos vemos obligados a guardar el dinero. La razón de la existencia de los ‘bancolchones’ surge porque, además del interés del cuatro por mil en los depósitos bancarios y los cobros por manejos administrativos, los bancos comerciales cobran por recibir consignaciones, por hacer retiros, tanto por ventanilla como con tarjeta en los cajeros. También cobran por dar el saldo, y cobran comisiones cuando se paga con tarjeta débito, es decir como si el banco prestara el dinero, siendo que la entidad bancaria lo único que hace es deducirlo del saldo que posee en el banco el usuario de la tarjeta. Y, claro está, cobran intereses por todo, así como todos los servicios que presten. 
Aunque cada banco aplica precios distintos a sus ‘productos’, en la práctica lo que varía es el costo que hay que pagar por las cosas. Por ejemplo, recibir el reporte de la pérdida de una tarjeta de crédito en un banco le puede costar el equivalente a 2 dólares y en otro 25. En resumen: Lo único que les falta a los bancos en este país es que pongan peajes en las puertas y cobren la entrada para tener que hacer las enormes y lentas colas que se forman en cada ventanilla.

(3) La mayoría de los productos asiáticos que llegan a Colombia, son de tan mala calidad que, sin rodeos, la gente los llama ‘basura china’. Si se compara los precios de éstos, con los productos nacionales, parecen baratos, pero, al utilizarlos, resultan siendo una estafa. Infortunadamente, al gobierno de este país lo único que le preocupa es el ingreso de impuestos y, por eso, exige un precio mínimo en los productos importados, pero no hay control de calidad en las cosas que se importan. El resultado es que los asiáticos nos compran chatarra y nos venden basura. Pero vale reconocer que los industriales nacionales han hecho un gran esfuerzo y hoy en día los productos colombianos están entre los mejores del mundo, cosa que deberíamos tener en cuenta especialmente al comprar ropa y calzado.
(4) En Colombia, gran parte de los senadores, representantes a la cámara, gobernadores, ministros, magistrados, alcaldes, jueces, directores de empresas del gobierno y contratistas del Estado resultan siendo delincuentes y van a parar a la cárcel. De urgencia, para no mezclar a los delincuentes de ‘cuello blanco’ con los demás prisioneros, han sido habilitados varios lugares y están siendo usados como cárceles de la delincuencia especializada. Pero cada día crece el hacinamiento en esos lugares habilitados y, según las directrices carcelarias, dentro de poco no quedará otro remedio que llevar a los de cuello blanco a las cárceles normales. El asunto que no han tenido en cuenta las directrices carcelarias es que, para que le rebajen las penas, los delincuentes de cuello blanco suelen trabajar de profesores en las prisiones. Colombia siempre ha tenido la delincuencia más temible del mundo, y es por lo menos preocupante imaginar el nivel de criminalidad que puede adquirir esta temible delincuencia 'artesanal' si llegara a ser enseñada o adiestrada por esta clase de ‘profesores’.
(5) El gobierno del presidente Santos encontró la fórmula para sacar de pobres a varios millones de colombianos. Y no fue con loterías ni dándoles buenos empleos sino que le dio instrucciones al director del DANE para que decretara que no es pobre quien al mes reciba ingresos de $187.079 en adelante (aproximadamente 100 dólares), y pocos días después, con gran seriedad, en una rueda de prensa dijo: “Uno de los grandes logros de este gobierno es el haber sacado de la pobreza a varios millones de compatriotas.” Y, aunque parezca una fórmula absurda, por la prensa he visto que la presidenta de Argentina también quiere, de esa manera, rebajar la pobreza en su país. Quizá sirva aclarar que, en Colombia, ningún banco le presta a los pobres, y que, según el gobierno, con esa nueva medición de pobreza habrá el triple de personas que podrán acceder a créditos bancarios y a otros beneficios que antes eran solo para las clases favorecidas. No sé que tan ingenuos sean los argentinos en las medidas de pobreza pero, en Colombia, a esas leyes las llaman 'micos' y los nuevos ‘ricos’ le dicen al presidente ‘El Santo Patrono de los Micos’ y ni siquiera el vicepresidente de la república pudo digerir el cuento de riquezas de Santos y mucho menos las muy agiotistas entidades bancarias. 




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