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viernes, 17 de agosto de 2012
EL PANORAMA MODERNO
viernes, 10 de agosto de 2012
CRÓNICA DE FARSAS Y ABSURDOS HISTÓRICOS
Introducción-------------------------------------------
página 5
Las Monarquías---------------------------------------
página 7
OCTAVIO-------------------------------------------- página 11
TIBERIO-----------------------------------------------página
17
CALÍGULA--------------------------------------------página
19
CLAUDIO---------------------------------------------
página 23
NERÓN------------------------------------------------
página 27
La
Religión-------------------------------------------- página 37
Historia
de la Iglesia y biografía de los papas---- página 49
La
Religión musulmana------------------------------página 211
Resumen y
conclusiones-----------------------------página 231
NOTA
IMPORTANTE------------------------------página 245
LISTA DE
NOMBRES DE LOS PAPAS --------página 249
Nota: Debido a la variedad de formatos, puede haber
diferencia en el orden de numeración de páginas, pero el de los temas es el
mismo.
MEMORIAL
DE PENSAMIENTO.
Nunca pude digerir mentalmente los relatos de los evangelios que
aseguran que Dios embarazó a una mujer y que ésta tuvo un hijo humano que luego
se convirtió en un ser divino tan dios como el mismísimo Creador del universo.
Por eso, con muchas dificultades investigué a fondo ese asunto, en cuyas
acciones leí las biografías y las historias de todos los papas y antipapas que
existieron y en detalle todo el trascurrir histórico de
A estas alturas de civilización es fácil verificar ese asunto y cada
quien es libre de creer o no en la farsa eclesiástica de que Dios tuvo un hijo
con una mujer y que ese supuesto descendiente divino-humano es tan dios como el
mismísimo Creador, pero la realidad histórica es que ese hijo humano del
Creador jamás existió, sino que esa endiosada es la mayor calumnia que hizo
para su provecho la antigua y perversa oligarquía romana. Y, por haber sido así
las cosas,
Por lo demás, conviene aclarar que los evangelios no son relatos de
hechos históricos, como siempre ha pretendido hacerle creer
Desde tiempos remotos, el propósito de las farsas religiosas siempre ha
sido el de usar, con mentiras y sin tales asignaciones de Dios, la
representación divina del Creador y el chantaje Diabólico para el sometimiento
humano y el lucro económico y político de las élites que manejan los imperios
religiosos. Para prueba de esta afirmación, con total soporte histórico, en
esta obra podrá ver que los delincuentes más criminales de la humanidad fueron
pontífice de la Iglesia o califas del Islam; y que los intereses económicos y
las ambiciones personales siempre han estado por encima de la vocación
religiosa, entre otros, de los papas cristianos y de los califas musulmanes.
Es lamentable que, para beneficiarse de poderes y riquezas, las
perversas monarquías religiosas hayan cometido tantas crueldades y engañado a
tanta humanidad. Y por eso es conveniente que la gente y en especial los
religiosos radicales lean la propia historia de su religión y no crean a ciegas
todo lo que dicen los mal llamados libros sagrados. En el supuesto de que no
crean lo que dice esta obra, ahora es fácil verificarlo por Internet.
CRÓNICA DE
FARSAS Y ABSURDOS HISTÓRICOS
EDUARDO DAVID LÓPEZ ESPINOSA
INTRODUCCIÓN
En esta obra se demuestra que los humanos,
históricamente, nada sabemos de Dios ni del Diablo. Y también se demuestra que
la muerte de Jesús, si existió, fue por asuntos económicos y no religiosos; que
la religión musulmana no nació de una recomendación divina hecha al profeta
Mahoma sino de una estrategia político-militar para robar territorios y
enfrentar el poderío político y militar que había alcanzado el cristianismo;
que las guerras cruzadas entre musulmanes y cristianos no fueron por asuntos
religiosos sino para robar tierras, saquear pueblos y ciudades y esclavizar sus
habitantes; que emperadores y políticos perversos romanos, porque no pudieron
acabar con el creciente movimiento religioso cristiano, se volvieron ellos
papas cristianos perversos; y que, en realidad, en términos generales, las
divinidades de esas religiones han sido una gran farsa, pues, como veremos en
este recorrido histórico, sus inventores lo que realmente buscaban con ellas
era obtener riquezas y poderes. Y, si nos atenemos a la lógica de que “de tal
palo tal astilla”, no podremos asumir como cosa de inspiración divina los
escritos religiosos, pues, por las historias que veremos, es fácil deducir que
muchos de ellos fueron concebidos por personas que eran mucho más delincuentes
que religiosas. Además, en el recorrido de esta obra veremos que los monarcas y
las noblezas han tenido comportamientos y costumbres nada nobles. También
veremos que la mayoría de las monarquías, los jefes religiosos católicos y los
jefes musulmanes han sido gente de la misma calaña y con los mismos propósitos;
y que esos propósitos fueron y siguen siendo mantener a la gente confundida
mediante la enseñanza de creencias religiosas y político-sociales, que han sido
o son astutamente elaboradas por ellos y que dan como resultado el sometimiento
de la sociedad humana a los intereses particulares de esas monarquías.
Aquí se hace un seguimiento histórico
biográfico del comportamiento y propósitos de cada una de esas organizaciones,
y, haciendo comparaciones, podremos ver claramente que casi no hubo diferencia
entre los procedimientos y propósitos de los jefes religiosos católicos, los
jefes musulmanes y las monarquías perversas, esclavistas y asesinas que por
tantos siglos han azotado a la humanidad.
Esas y otras cosas se explican en esta obra,
lograda al cruzar y unir información tomada de numerosos textos religiosos,
entre otros
escritores, entre otros; Plinio el viejo, Fabio
Rustico, Tabari Hadith, Plutarco, Cluvio Rufo, Heródoto, Plinio el nuevo,
Séneca, Suetonio, Dion Casio, Tácito, Marco Lucano, Filón, Josefo, Epicteto,
Bárbara Levíck, Liutprando de Cremona, Tito Livio, Eginardo, Lutero, Al-Tabari,
Flavio Josefo y muchos otros que vivieron después y que sus datos de algún modo
se salvaron de ser destruidos por las órdenes religiosas; en resumen: Esta es
la historia de los crímenes y delitos de los papas, de los califas musulmanes y
de numerosos monarcas.
Cabe explicar que entre algunos historiadores
hay varias contrariedades, y que por eso no se incluyeron en esta obra muchos
detalles históricos importantes.
SIPNOSIS
En este libro es
contada, en orden cronológico, la historia criminal de todos los papas y
antipapas de la Iglesia; de Mahoma, de los califas musulmanes que lo sucedieron
y de numerosos monarcas. Y el propósito de esta obra es hacerle saber a la
gente que las organizaciones religiosas jamás han sido las entidades divinas y
sin ánimo de lucro que han fingido ser, sino todo lo contrario. Leyéndolo
descubrirá que, por asuntos económicos y políticos, esas agrupaciones han sido los
carteles más criminales de la humanidad, cuyas directrices siempre han
fomentado la ignorancia, el fanatismo religioso y la estupidez humana como
herramientas que les han facilitado la impunidad, el poder político para matar,
robar, esclavizar, y, mediante un adoctrinamiento perverso, someter a gran
parte de la humanidad.
Y este libro deja
al descubierto que las personas más criminales de la humanidad han sido papas
de la Iglesia. Además, sin rodeos, deja en evidencia que Mahoma, los califas y
casi todos los monarcas de la antigüedad fueron personajes criminales full
delitos. Y además de contar en detalle el enorme rollo criminal de los
pontífices, es contada la increíble historia de la Santa Sede, como lo es
explicado, un lugar que algunas veces ha sido un prostíbulo público y, en la
antigüedad, para los romanos muchas veces una indeseable guarida de jefes
eclesiásticos criminales, además de haber sido un sitio desde donde han
ejercido varios antipapas ya que la Iglesia, en varias ocasiones, ha tenido varios
papas a la vez y cuya definición oficial se hizo tiempo después a conveniencias
políticas de la oligarquía romana.
El contenido de
este libro no deja duda de que el verdadero dios de la monarquía eclesiástica
siempre ha sido el ‘Señor Dinero’, y que lo aprobado en los concilios de Nicea
y de Éfeso demuestran que, mientras sea rentable en lo político o en lo
económico un asunto, en los concilios eclesiásticos cualquier cosa es
conciliable, razón por la que los albigenses han aducido que la Iglesia es La
Puta de Babilonia. Y se puede ver que el Islam es otra farsa religiosa que en
algunos detalles es casi una copia de la endiosada de Jesucristo, para realizar
propósitos perversos exactamente iguales a los eclesiásticos.
En la primera
parte, en forma resumida, es contado el increíble historial criminal de los
papas cristianos y de numerosos monarcas de Occidente. Y en la segunda parte es
contada la historia criminal que se conoce del profeta Mahoma y de los califas
musulmanes que lo sucedieron y establecieron el Islam. Y ambos historiales
están en orden cronológico, lo cual facilita seguirle el hilo histórico a cada
asunto, cosa que hace único en su género a este libro. A lo anterior es de
agregar que, al leer este libro, aprendemos hechos históricos que por diversas
razones no enseñan en ningún centro educativo, y adquirimos el conocimiento que
nos permite saber que del adoctrinamiento religioso surgieron muchas de las
causas que provocaron las injusticias humanas habidas en la evolución político
social en los últimos veinte siglos.
LAS MONARQÍAS
La especie humana es inteligente, pero, en conjunto, no ha podido
aprender a manejar la inteligencia de su grupo, incluso, a estas alturas de
civilización la gran mayoría de la gente ni siquiera sabe manejarse
individualmente. Por eso no es raro que más de la mitad de lo que produce el
trabajo de la humanidad se gaste en guerras que lo único que producen es
muerte, dolor y destrucción.
Los absurdos humanos son tan viejos como la humanidad misma. Pero en
esta Crónica de Farsas y Absurdos Históricos solo se abordan casos de hechos
que estén registrados en algún texto histórico, es decir; de cosas que están
escritas o que han ocurrido luego de ser inventada la escritura, cosa que es,
sin lugar a dudas, el mejor invento humano porque es nada menos que el soporte
de nuestra sabiduría.
Continuando con el asunto iniciado, si se analizan los datos existentes,
se puede deducir que los absurdos humanos debieron iniciarse con incidentes
pequeños y por causas salvajes o por ignorancia, y que, igual a los absurdos,
las causas que los producen se han ido modernizando con la misma velocidad de
la evolución humana, siendo deducible que los grandes disparates humanos hayan
iniciado con el comienzo de las monarquías y que casi todos los grandes
absurdos han surgido por asuntos políticos y/o religiosos.
Monarquía quiere decir ‘gobierno de uno solo’, cuyo comienzo debió
resultar de victorias o liderazgos en guerras que arrojaron a una persona al
dominio de una o varias comunidades, de lo cual pudo surgir el establecimiento
de monarquías, modo de dominio familiar que, al ser establecido por los
primeros líderes como gobierno hereditario, expuso a los Estados monárquicos a
ser gobernados por personas ineptas, con resultados, en numerosas ocasiones,
desastrosos en muchos sentidos.
No hay manera de saber cuándo empezaron las monarquías ni mucho menos
una lista de todos los monarcas que han existido. Es casi seguro que el primer
modo de gobierno que usó la humanidad fue monárquico, y se puede deducir que
los primeros imperios nacían del resultado de una guerra grande y morían en
otra guerra que, por lógica, debía ser más grande que la de su nacimiento. Los
registros históricos concluyen que la idiosincrasia de las primeras monarquías,
todo el tiempo, fue estar ampliando sus dominios mediante la toma violenta de
territorios, saqueos y esclavizaciones a otros pueblos o imperios.
En toda la historia de las monarquías casi no figuran monarcas negros.
Se cree que, desde el comienzo de la humanidad, casi toda ‘la negramenta’ fue
esclavizada por ‘los blancos’, cosa que ellos también quisieron hacer con los
indios, pero éstos también eran maestros en ese asunto y rebeldes indomables;
la malicia indígena, en la colonización de América, hizo que para ‘los blancos’
casi no valiera la pena esclavizarlos y por eso los asesinaban y usaban
esclavos negros.
En total, desde que han existido,
no ha sido gran cosa lo que han aportado a la
ciencia los miembros de las monarquías; sus majestades más que todo se
han destacado como grandes asesinos, esclavistas, perversos, oportunistas,
ladrones, aduladores, vanidosos, despilfarradores, buenos para mostrar en
público un comportamiento de nobleza y sabiduría que en realidad muy pocos
monarcas han tenido; los que existen actualmente, aunque lo tienen todo, casi
no se destacan en ninguna profesión, pues, cuando son jóvenes, además de
despilfarradores, suelen ser muy flojos y malos estudiantes, cosa que con
frecuencia y mucho empeño ocultan sus majestades padres. Sus enemigos
históricos primero fueron otros monarcas, cuyo motivo de enemistad casi por lo
general era el robo de propiedades y el sometimiento a la esclavitud; luego, ya
inventada la escritura, surgieron las enemistades con algunos escritores,
quienes casi siempre han sido rivales ideológicos pero que con sus escritos
llegaron o llegan a causarles a los monarcas, incluso, hasta más problemas que
las poderosas armas de sus adversarios propiamente guerreros.
Conviene señalar que en el trascurrir monárquico ha habido rey de reyes,
y emperadores y otros gobernantes que han tenido de títeres o como figuras
decorativas a reyes y a toda clase de monarcas, cosa que en esos casos limitó o
limita los poderes de las majestades o altezas sometidas.
Se supone que, desde que empezaron a existir, los monarcas han tenido
por costumbre elegir sucesores antes de morir, elección que casi siempre ha
recaído en un hijo, hermano o familiar suyo y así el único requisito para
gobernar el Estado o Imperio ha sido el de ser heredero elegido, pero es un
modo de elección que muy pocas veces garantiza la capacidad o eficiencia del
nuevo gobernante. Sin embargo, eso no impidió que poco a poco las monarquías se
establecieran en casi todos los pueblos existentes y, aunque en la gran mayoría
de ellos contribuyeron en su cultura y civilización, el modo monárquico de
elección de gobierno fue y sigue siendo uno de los peores absurdos humanos,
pues se originan y operan con tal injusticia que con un poco de sensatez basta
para admitir que en vez de honorable debería ser indigno y vergonzoso heredar
trono.
Todavía hay monarcas de todas las calañas, pero, por lo general, lo
importante del trono es la riqueza que contiene, cuyo origen es casi siempre el
fruto de una guerra donde la gente del pueblo raso puso los muertos y el
monarca tomó el premio; siguiendo el tiempo, la norma es que los herederos del
monarca heredan la riqueza del Estado y la gente del pueblo raso hereda la continuación
del servilismo. El peor inconveniente de los tronos es que, entre las
monarquías, el mayor riesgo de morir ‘de repente’ o en ‘accidente’ es para el
heredero directo del trono.
No obstante a las injusticias contenidas en esos gobiernos, aún es un
hecho que la mayoría de la gente admira a los monarcas y que muchas personas
sienten envidia de ellos, lo cual debe ser porque entre toda la gente hay muy
poco hábito de lectura y son muy pocas las personas que han leído las historias
de las monarquías, donde se registra que muchos de ellos cometieron todos los
delitos humanamente posibles, y que para todas las sociedades ha resultado y
sigue siendo astronómico el costo que han tenido o tienen que pagar para
sostener los desequilibrados caprichos de las majestades, por lo que si se
hiciera un análisis o juicio justo, seguramente las monarquías resultarían
siendo la gente más despreciable de toda la humanidad.
Las monarquías son antiguas en todo el mundo. En Asia, cinco siglos
antes de la era cristiana, tras numerosas guerras entre varios pueblos, se
formó el imperio Qin; luego, siguió allí un rosario de guerras cuyo propósito
era el saqueo, la esclavización a los vencidos y el robo de sus tierras. Mucho
después, un líder guerrero mongol, llamado Temuchin, fue elegido Khan, cosa que
significaba ser rey o gobernante. Poco tiempo después, Temuchin se cambió el
nombre y se hizo llamar Gengis Khan, que quería decir ‘Señor Absoluto’. El
“Señor Absoluto” en guerra corrida se hizo dueño de casi toda Eurasia. Cuando
él murió, en los mejores caballos tomaba casi un año en ir y regresar de un
lado a otro de su imperio. Sin embargo, Ogödei, hijo y sucesor del ‘Señor
Absoluto’, siguió saqueando y peleando por tierra; muy pronto se tomó casi toda
la parte medio calientita de Rusia.
Las llamadas guerras púnicas fueron un fracaso para África; el guerrero
Aníbal no pudo tomarse a Roma, y los
romanos le cobraron bien cara esa falla. Tras varias guerras, los romanos le
arrebataron Cartago y esclavizaron una enorme población negra africana, casi
todos ajenos a ese asunto. Un poco antes de la supuesta vida y muerte de Jesús
murió Cleopatra, la última reina de Egipto, quien era casada con un hermano
suyo, menor que ella, y se dice que sedujo a Julio César, monarca romano, de
cuya relación hubo un hijo, llamado Cesareón, el cual fue asesinado “sin
remordimiento alguno” por su hermano adoptivo, Octavio –el Venerable-, ya que
por línea directa él hubiera podido heredar el trono de Roma, que estaba en
poder del asesino Octavio en ese momento, de lo cual hay detalles más adelante.
Luego de la muerte de Julio Cesar, Cleopatra sedujo y fue amante de
Marco Antonio, uno de los triunviros del imperio romano, pero éste, tras perder
una guerra con su socio triunviro Octavio, ahora llamado Augusto, se suicidó, y
su amante Cleopatra también se suicidó haciéndose morder de una culebra
venenosa que le causó la muerte.
De América se sabe que, antes de la invasión y esclavización europea,
existieron los imperios Azteca, Maya, Inca y Tahuantinsuyo. Pero en esto hay
una contradicción –mas bien puede ser un absurdo-, ya que España se
auto-atribuyó el descubrimiento de América, cosa que no sería válida porque
cuando los españoles llegaron a este continente, ya encontraron aquí una gran
civilización formada por los descendientes de esos imperios. De prueba de eso
podría servir un cuadro, pintado en esa época, donde aparece el saqueador
español Pizarro, arrodillado ante el emperador indígena inca Atahualpa, quien
luce la parafernalia normal de un emperador. El resultado final de ese asunto
fue que el saqueador Pizarro secuestró a Atahualpa y luego de recibir una
habitación llena de oro y plata por su rescate lo asesinó, saqueó su imperio y
esclavizó a numerosos nativos del imperio inca.
Del comportamiento personal de los primeros emperadores de Europa
existen muchos más registros históricos que de todos los demás emperadores del
mundo. Debido a la coincidencia de esa época con el comienzo de la época de
Jesús, CRÓNICA DE FARSAS Y ABSURDOS
HISTÓRICOS toma como punto de partida la historia de los ‘Julio Claudios’,
cinco emperadores provenientes de las familias oligarcas romanas Julii y
Claudii, cuyos registros históricos son numerosos y están llenos de perlas que
pueden dar una idea del comportamiento normal de las monarquías romanas que
tiempo después endiosaron a Jesús y establecieron obligatorio el cristianismo.
Conviene aclarar que Jesús no tiene historia, pues ningún historiador de su
tiempo lo menciona, los únicos escritos que cuentan de su supuesta existencia
son los evangelios, pero esos datos religiosos fueron hechos sin ningún soporte
histórico y cuando ya hacía más cien años de la muerte del supuesto Salvador.
Para dar una idea histórica de que las perversidades han ido de la mano
con las monarquías desde que existen y que entre monarcas los comportamientos
han sido muy similares, a continuación se hace un relato de algunos hechos
internos de la dinastía ya mencionada, que empezó a gobernar el imperio romano
poco antes del comienzo de nuestra era, que es la misma época en la que
ocurrieron los primeros hechos narrados en esta obra. Y, como puede verse en
sus biografías, los siguientes emperadores romanos, por muchos siglos, fueron
iguales o más perversos que los ‘Julio Claudios’.
OCTAVIO
Su primer nombre era CAIUS
OCTAVIANUS TURINO, y gobernó el imperio romano desde el año 27 a.C. hasta el 14
d.C, siendo éste el primer monarca de los ‘Julio Claudio’ que ascendió al trono
romano. En su lapso terminó la era juliana y empezó la actual era gregoriana,
cosa que él no supo debido a que, con retroactividad a esa época, el calendario
juliano fue cambiado 15 siglos después.
Ya bastante avanzado su gobierno, el emperador romano Octavio, usando
una vieja costumbre de las putas ricas de Atenas que ya era popular en Roma, se
cambió el nombre de Octavio por Augusto, palabra cuyo significado era
‘venerable’.
Octavio o Augusto – a este señor, para evitar confusiones, debido a que
tenía varios nombres y títulos, y era el emperador de Roma, aquí lo llamaremos
‘Venerable’-, era de familia aristocrática, a los 15 años de edad ya era
pontífice, y tenía 18 años cuando, por herencia dada por su tío abuelo Julio
César, ascendió al trono de emperador de Roma. Julio César, el monarca
anterior, había sido asesinado, y, para ganarse sus favores, absurdamente los
senadores de Roma aprobaron que ‘Venerable’ estaba preparado para manejar el
destino del poderoso imperio romano. Pero, desde antes de ascender al trono - o
coronar diría la mafia italiana ahora-, empezó a tener problemas: Marco
Antonio, un amigo militar de Julio César, el anterior ‘César’, lo acusó de
haberse ganado la adopción de éste a cambio de favores sexuales. Enseguida, por
el trono, los dos se enfrentaron en guerra; ganó ‘Venerable’, pero poco
después, estando ‘Venerable’ en otra guerra, le tocó pedirle ayuda a Marco
Antonio y luego tuvo que dividir el imperio romano en tres partes; una para
Marco Antonio, otra para Lépido, un poderoso guerrero antes vinculado con su
tío abuelo Julio César, y, como era de esperarse, ‘Venerable’ se quedó con la
que incluía Roma, que era la más importante.
Esa partida de trono se llamó Triunvirato; ya hecha, los tres triunviros
promovieron una campaña, cuyo pretexto era castigar a los asesinos del César,
pero en realidad lo que hicieron fue asesinar a sus rivales políticos y a
numerosos ricos, para robar sus propiedades, y usaron parte de esos recursos
para el pago de sus numerosas tropas, con las que se hicieron temibles y
poderosos. Al final de esas acciones, Roma quedó con poquitos ricos, y más de
300 senadores, por ser ricos o porque los incomodaban a ellos, habían sido
asesinados. Pero el pueblo romano era permanentemente abastecido con los
botines de guerra que producía el saqueo a territorios conquistados por los
ejércitos del imperio y el producto de los impuestos obligados a los pueblos
sometidos, por lo cual ‘Venerable’ tenía una gran aceptación popular en Roma.
El pueblo raso romano, siempre y cuando el emperador desarrollara formas que le
mantuvieran la barriga llena, apoyaba ciegamente a su emperador de turno y le
importaban un bledo los líos políticos internos y las injusticias que cometían
sus monarcas con los pueblos sometidos.
Puede resumirse que el ‘Venerable’ fue un gran guerrero, saqueador y
esclavista, que llevaba a Roma los impuestos que les aplicaba a los pueblos que
sometía y todo lo que saqueaba, para que el pueblo romano satisficiera sus
necesidades y lo venerara a él y, para que se divirtieran a todo dar, con esclavos
y lo que sobraba construyó numerosos templos y edificaciones para muchos
eventos, incluido el de duelo a muerte obligado entre sus prisioneros de
guerra. No se cansó de decir que había recibido a Roma de ladrillos y la
dejaría de mármol. Se rumoraba que era bisexual y que había sido amante de su
tío abuelo, el Cesar anterior, pero no se destacó en aberraciones sexuales como
sí lo hizo su única hija, habida en su segundo matrimonio, apodada ‘Viuda
alegre’, y también muchos de los miembros de su dinastía, cosa que veremos más
adelante. Más puede decirse que fue un emperador bandido, idólatra, que
aseguraba que los dioses de Roma eran mucho más poderosos que los de Egipto, y
que tenía una gran actitud esclavista, siendo además un gran despilfarrador del
trabajo y sacrificio ajenos, cosa esta última que ha sido normal en todos los
monarcas pasados y existentes.
La mayor parte del trabajo de exterminio de miembros de la monarquía, en
ese periodo, lo hacía Livia Drusila, tercera y última esposa del ‘Venerable’,
cuya primera víctima importante que envenenó se llamaba Marco Claudio Marcelo,
quien era primo y esposo de Julia
Livia Drusila, con su primer esposo tuvo dos hijos llamados Tiberio y
Druso el Mayor, pero el emperador hizo que Druso desde niño viviera con su
propio padre y, según registros históricos, ella fue una gran envenenadora que
pasó a mejor vida a varios de sus familiares y a muchas personas que por alguna
razón le resultaron incómodas. Nunca la investigaron debido a que era nada
menos que la muy hermosa emperatriz de Roma, pero se ha creído que ella, además
de a Marcelo, envenenó a Lucio y a Cayo, nietos e hijos adoptivos de
‘Venerable’, y entonces herederos al trono. No hay pruebas de que fue ella la
que hizo esos asesinatos, pero puede deducirse si se tiene en cuenta que su
hijo Tiberio fue el único que siendo candidato al trono nunca tuvo
inconveniente, incluso él se dio el lujo de renunciar a ese privilegio y luego
su madre se lo hizo restablecer.
El ‘Venerable’ se enamoró locamente de Livia Drucila el mismo día que la
conoció. Ella era una oligarca de la dinastía de los ‘Claudio’ y en ese
entonces estaba felizmente casada, inclusive embarazada, pero el emperador
enseguida la obligó a divorciarse, se divorció también él y a los pocos días de
haber parido ella su segundo hijo se casaron. Se dice que Livia envenenó a
todos los ‘Julio Claudio’ que se convirtieron en herederos del trono romano,
pero no es fácil creer que ella aplicara sus brebajes tóxicos sin el
consentimiento de su esposo ‘Venerable’, pues a varias de sus víctimas era él
quien las convertía en envenenables. Más bien pudo ser que ‘Venerable’, para
mantener agitado el ambiente de su familia y evitar que lo asesinaran a él,
estratégicamente iba creando esas situaciones. Así, en condición de envenenable,
puso a su fiel amigo Agripa, un general emparentado con su familia, a quien
convirtió en candidato al trono al casarlo con su hija ‘Viuda alegre’, ahora
viuda de Marco Claudio, siendo ésta una hermosa mujer cuya historia de
prostitución es larga; varios historiadores registraron que era amante a las
orgías y que mantenía frecuentes relaciones sexuales con senadores,
caballistas, plebeyos, libertos y esclavos. Tenía fama de lasciva, se decía que
nunca le rechazaba una propuesta sexual a un hombre que le gustara. El general
Agripa estaba viejo y achacado cuando ‘Venerable’ lo hizo casar con ella y,
aunque lo más seguro es que nunca la embarazó, durante su matrimonio nacieron
cinco hijos, dos hembras y tres varones, entre éstos Lucio y Cayo, los dos que se
cree que envenenó Livia. Pero Agripa tampoco se salvó de Livia, o al menos no
heredó trono porque murió ‘de repente’ mucho antes que el ‘Venerable’.
Al morir el general Agripa, ‘Venerable’ adoptó a Tiberio, hijo de su
esposa con Tiberio Claudio Nerón, el esposo con quien se divorció ella para
casarse con el emperador, y lo obligó a divorciarse de su amada esposa
Vipsania, hija del fallecido general Agripa, y luego lo obligó a casarse con su
hija, la putísima ‘Viuda alegre’, quien para nada había dejado la prostitución.
Después, en ese matrimonio nació un hijo, pero murió recién nacido, y se
sospechó que fue asesinado por Tiberio, para no reconocerlo porque no era hijo
suyo. Todo indica que Tiberio sufrió mucho con ese matrimonio porque su esposa
‘Viuda alegre’ siguió fornicando y ‘Venerable’ le prohibió a él que viera a su
amada ex-esposa Vipsania.
Los dos cónyuges eran casi de la misma edad, pero ese matrimonio como
tal nunca funcionó sino que más bien sirvió para delatar las horribles mañas
sexuales de ‘Viuda alegre’ ante su padre, quien como emperador de Roma era
sumamente moralista y un gran defensor de la fidelidad matrimonial. La ‘Viuda
alegre’ fue acusada de adulterio; según el desarrollo de ese pleito,
‘Venerable’ no sabía del horrible comportamiento de su hija y al saberlo se
sintió burlado y enormemente avergonzado, por lo cual la hizo desterrar a la
isla Pandatoria y luego a Calabria, donde murió poco después. Pero ‘Venerable’
no le levantó a Tiberio la prohibición de ver a Vipsania, ya que veía justo que
si él perdía a su hija éste debía perder su esposa.
No se sabe bien cuál fue el acuerdo al que ellos llegaron, pero se sabe
que Tiberio renunció a sus privilegios y se marchó a Rodas, adonde se cree que
llevó a Vipsania, lo cual, se deduce, debió enfurecer a ‘Venerable’. Lo que
siguió fue que ‘Venerable’ anuló la adopción de Tiberio y adoptó a los dos
hijos mayores de su hija, Lucio y Cayo, y se los llevó para su casa, siendo así
ellos herederos directos al trono, pero ambos fueron envenenados, según
rumores, por su esposa Livia, en uno de estos casos con la ayuda de su nieta
Livila
Es de agregar que, tal vez por respeto a su amigo yerno y para permitir
la continuación de su linaje, ‘Venerable’ al principio no adoptó a su nieto
menor, Póstumo Agripa, pero, al morir sus hermanos, lo adoptó y seguramente
para protegerlo del veneno de su esposa lo desterró sin causa aparente, con lo
cual tampoco pudo salvarlo de la malvada Livia. Otro detalle era que, por un
acuerdo con ‘Venerable’, Tiberio había adoptado a su sobrino Claudio Druso,
hijo de su ya fallecido hermano Druso el Mayor, luego conocido como Germánico,
futuro padre de Calígula, cosa que no le complicaría su ascenso al trono, pero
que sí era un riesgo que éste lo asesinara para tomar su lugar y además le
impedía que alguno de sus hijos heredara el trono.
Ya eliminados los dos herederos del trono, la envenenadora Livia hizo
regresar a su hijo a Roma, “como un ciudadano romano nada mas”, pero luego
logró que su esposo le restituyera el derecho a heredar el trono romano.
Cuando murió ‘Venerable’, los herederos del imperio romano eran Tiberio,
el hijo de Livia, y Póstumo Agripa, el hijo de la ‘Viuda alegre’ con el general
Agripa, o sea el único nieto sobreviviente de ‘Venerable’. Pero, Póstumo había
sido desterrado y no pudo regresar a Roma porque Livia logró eliminarlo antes
de que él pudiera molestar a su hijo Tiberio, a quien ella quería en el trono.
Y en esta historia no ocurrió como en las películas donde el malo siempre
pierde: en este caso un hijo (Tiberio), un nieto (Claudio), un bisnieto
(Calígula) y un tataranieto (Nerón) de Livia, la envenenadora, fueron
emperadores de Roma. De los dos hijos que tuvo con su primer esposo surgieron
los siguientes cuatro emperadores de Roma, pero conviene aclarar que todos
ellos eran familiares por varias líneas, adoptaban parientes y se repetían los
mismos nombres, y eran endogamistas o sea que para no perder el trono romano se
casaban entre ellos mismos, por lo que es fácil confundirlos y resulta difícil
explicar los varios grados de familiaridad que tenía cada uno con los demás. Y
debió ser por eso el poco respeto que, entre ellos, les tenían las esposas a
sus esposos, ya que, más que a un esposo, podían verlo como un miembro más de
su familia. Además, la regla común de las dinastías monárquicas era que todos
querían estar lo mas cerca posible de heredar el trono y con tal de conseguirlo
mataban a cualquiera o hacían lo que fuera. Y, la muerte de un heredero solía
cambiar las condiciones y las alternativas de poder de cada uno de los miembros
de la dinastía.
El ‘Venerable’ gobernó el imperio
romano por más de 40 años. En su largo periodo de dictadura pasó la fecha en que
supuestamente nació Jesús, pero, aunque Nazaret el lugar donde se dice que él
nació era entonces parte de una provincia romana, ningún historiador de esa
época lo mencionó. ‘Venerable’ era insaciable; tal como lo intentaron algunos
papas romanos varios siglos después, él quiso someter el resto del mundo para
que Roma lo ordeñara económicamente, pero, por no lograr esa gran conquista,
para beneficio propio y de los romanos sometió, saqueó y esclavizó numerosos y
extensos territorios y fue un monarca que, fuera del pueblo romano, no le
permitió la libertad a ningún otro pueblo sometido por Roma; su cultura fue la
guerra y eso fue lo único que le enseñó a su gente que desde entonces se
acostumbró a esas lides y a vivir del trabajo ajeno. Poco después de su muerte,
políticamente fue convertido en “Divus”, divinidad entonces equivalente a los
actuales santos de
TIBERIO
Su nombre era TIBERIO CLAUDIO NERÓN GERMÁNICO, y fue el segundo
emperador de la dinastía ‘Julio Claudios’. Tiberio gobernó el imperio romano
desde el año 14 hasta el 37 d.C. En ese tiempo Judea -el territorio de Palestina
e Israel de ahora- era una colonia o provincia del imperio romano. Se supone
que en la época de gobierno de este emperador hizo su reguero de milagros,
vivió, murió y resucitó en esa colonia romana el históricamente desconocido
Jesús de Nazaret, hechos o cosas que en la realidad histórica jamás existieron,
pues ninguno de los tantos historiadores que había en esa época, ni los que
siguieron hasta el día de hoy, registraron algo acerca de la existencia del
Jesucristo resucitador y milagroso que se describe en la gran farsa de los
Evangelios Romanos. Y. analizando ese asunto, es fácil deducir que las farsas
que contienen los Evangelios fueron inventadas o editadas a conveniencia de la
perversa monarquía romana, más de cien años después de la muerte de Tiberio,
cosa que veremos más adelante.
Los primeros años de gobierno de Tiberio fueron solo de calentamiento en
cuanto a asesinatos familiares. Su hijo Julio Druso, habido con su esposa
Vipsania la hija del general Agripa, no estaba en línea de trono porque se lo
impedía su sobrino e hijo adoptivo, ahora conocido como Germánico, quien
ocupaba un alto cargo en Siria. Pero, más tarde, asesorado por Lucio Sejano, un
ambicioso asesino, y supuestamente por orden de Tiberio, el gobernador de
Siria, Cneo Calpurnio Pisón, envenenó a Germánico y le dejó despejada la línea
de trono al hijo del emperador Tiberio. Por la muerte de Germánico surgió un
escándalo, Pisón estuvo a punto de involucrar al emperador, pero se cree que
prefirió suicidarse. Livila, una de las hermanas del asesinado Germánico y
quien era esposa de Julio Druso y en secreto amante de Sejano, acusó e hizo
morir a su cuñada Agripina, esposa de Germánico, y a dos de sus hijos, porque
ésta acusaba directamente al emperador Tiberio del asesinato de su esposo. De
esta familia el único varón que se salvó fue el entonces niño, Calígula, quien
después asesinaría al emperador y ascendería al trono. Esta Livila es la misma
que le colaboró a su abuela Livia en el envenenamiento de uno de los nietos del
‘Venerable’, y quien ahora estaba casada con el único hijo del emperador
Tiberio, su tío, a quien ella le había ayudado a despejar el camino hacia el
trono romano.
En ese tiempo, Tiberio poco a poco fue delegando sus funciones y por
último dejó a Sejano encargado de los asuntos más importantes del imperio y se
marchó a Capri, donde, según datos históricos, se dedicó a la perversidad. Y,
según registros históricos, fue Sejano quien nombró a Poncio Pilato de prefecto
de Judea, cosa de la que sí hay numerosos detalles históricos, pero en estos no
es mencionado el ahora endiosado Jesús.
Sejano, al tomar el poder, creó en Roma un ambiente de terror con una
red de espías e informantes cuyo incentivo para acusar de traición a los
adinerados era hacerse a una pequeña parte de las propiedades del acusado, tras
su reclusión y pronta muerte. Ante esa situación hubo muchas personas acusadas
de traición que prefirieron suicidarse, antes que someterse a las amañadas
acusaciones del proceso, pero el resultado era que así le facilitaban los robos
a Sejano.
Según se dijo, el emperador Tiberio, en Capri, se dedicó casi de lleno a
la perversidad y casi no gobernaba ni les daba mayor importancia a los asuntos
del imperio. Su hijo, Julio Druso, era alcohólico y degenerado; era tal la
perdición de Julio Druso, que cuando él apareció muerto nadie sospechó que
había sido envenenado. Pero su inesperada muerte causó estragos en el ánimo de
su padre. El historiador Tácito dice que “él emperador se convirtió en la
persona más triste de la humanidad”, y añade que, desde entonces, con
frecuencia, él cambiaba de actitud y desconfiaba de todo el mundo.
Se cree que tal vez por desconfianza, Tiberio primero rechazó la
propuesta de Sejano de casarse con su sobrina y ex nuera Livila, la viuda de su
hijo Julio Druso, pero poco después autorizó el matrimonio y regresó a Roma;
luego se marchó de nuevo a Capri y dejó a Sejano en su reemplazo; mas tarde,
Sejano obtuvo el consulado con el emperador como “el otro cónsul”, cosa que
Tiberio había reservado solo para los herederos al trono. Tiempo después,
Sejano fue convocado al senado, adonde llegó muy flamante creyendo él que
recibiría gran parte del poder tribunicio, pero en lugar de eso fue leída una
carta donde Tiberio lo acusaba de traición y daba la orden de matarlo enseguida
y eliminar a toda su organización. Esa misma semana murió Sejano y todos sus
más cercanos y prominentes colaboradores. Pocos días después, Apicata, ex
esposa de Sejano, antes de suicidarse le hizo llegar una carta a Tiberio,
denunciando que Julio Druso había sido envenenado con la complicidad de su
esposa Livila. Luego, en una investigación, el copero de Julio Druso, llamado
Ligido, y Eudemo, médico de Livila, confirmaron la acusación de Apicata. Por
ese crimen, Livila fue encerrada por su propia madre quien la obligó a morir de
hambre.
Existen numerosos escritos que aseguran que el emperador Tiberio cometió
toda clase de perversidades, pero en eso no están de acuerdo varios de los
historiadores de ese tiempo, por lo que resulta dudoso publicar esos registros
como cosas ciertas. En lo que más están de acuerdo los historiadores es en que
el emperador Tiberio pasó a la historia, no como un dictador tirano sino como
un hombre que nunca quiso gobernar, y que llegó al poder llevado por su
ambiciosa madre. Se ha considerado que su único tiempo feliz fue cuando estuvo
casado con Vipsania, y que luego de su divorcio con ella fue un resentido con
el mundo; muy reservado, de gran estatura, de tez blanca, ojos verde azul como
los gatos, sentía vergüenza de su calvicie, y era extremadamente cruel;
Suetonio, un historiador de ese tiempo, escribió una anécdota, según la cual,
un pescador de Capri subió un acantilado para regalarle al emperador el mejor
pescado que había capturado ese día. Al aparecérsele de repente, el pescador
hizo asustar y enojar al emperador quien ordenó restregarle en la cara su
pescado. Pero el pescador como que también era de muy malas pulgas, pues, en
medio de sus lamentos por el dolor que le causaba la refriega del pescado, se
felicitó por no haber traído una enorme langosta que había capturado ese mismo
día. Tiberio era vegetariano y ahora más irritado por esos lamentos, ordenó
traer la langosta e hizo que también con ella le restregaran la cara al
pescador.
Tiberio murió en Miseno, un puerto ubicado en el sur de Italia. En esa
época, el imperio romano era presa de la anarquía porque la familia del
emperador no se había puesto de acuerdo para elegir a su sucesor. Su muerte fue
anunciada aún estando él vivo, cosa que en vez de velorio causó fiesta en el
imperio y luego decepción al saberse que estaba vivo. Pero muy pronto volvió el
regocijo, luego de que Calígula y el prefecto Macro lo asesinaron. En su
testamento, Tiberio había delegado en su reemplazo a Calígula, quien era hijo
de su sobrino Germánico, y a su primo Tiberio Gemelo, para un reinado
compartido. Calígula, con el respaldo del prefecto Macro, tomó el poder y luego
asesinó a Tiberio Gemelo.
CALÍGULA
Su nombre era CAYO JULIO CÉSAR GERMÁNICO AUGUSTO, pero es más conocido
como Calígula; fue el tercer emperador de la dinastía Julio Claudios. Gobernó
el imperio romano desde el año 37 hasta el comienzo del 41. d . C.
Su gobierno empezó con muy buenas expectativas en el senado y muchas
celebraciones populares que pronto acabaron con las grandes reservas del tesoro
imperial que había dejado su antecesor, el emperador Tiberio.
Cuando el imperio quedó sin recursos, para conseguirlos, el nuevo
emperador creó nuevos impuestos y subió los que había, pero con esa reforma
tributaria no se recaudaba lo suficiente porque sus caprichos, lujos y gastos
subieron a niveles astronómicos. El emperador Calígula, para sus placeres hacía
construir palacios en lugares profundos del mar, otras veces hacía demoler
montañas de durísimas piedras, para construir allí castillos para él
divertirse; todo con suma rapidez, pues castigaba con pena de muerte la
lentitud. Avanzado su reinado se erigió tres templos para sí mismo, dos en Roma
y uno en Mileto, Asia. En esa época vestía de Dios, gobernaba y se hacía tratar
como si fuera Dios; firmaba los documentos públicos con el nombre de Júpiter,
el dios de Roma entonces.
Antes que los palacios, había hecho construir naves con velas de varios
colores, de diez filas de remo y adornadas en la popa con piedras preciosas. A
esas naves ordenó hacerles baños, galerías, comedores, y acomodarles gran
cantidad de árboles frutales; en ellas navegaba costeando la campiña,
cómodamente acostado, en medio de ceremonias animadas con danzas y música. Se
bañaba con perfumes, a veces frío y a veces caliente; con frecuencia se tragaba
perlas de buen valor disueltas con vinagre; en sus frecuentes banquetes hacía
decorar con oro en polvo los panes y los platillos que consumían él y sus
invitados. A los miembros del senado les exigió que a su caballo preferido,
Incitatus, lo nombraran cónsul de Bitinia y sacerdote. Además, a ese caballo le
hizo construir una caballeriza de mármol con pesebres de marfil y le asignó una
villa con jardines y 18 sirvientes para que lo atendieran. Incitatus dormía
abrigado con mantas de color púrpura, que eran las más costosas en ese tiempo,
y usaba collares de perlas y piedras preciosas. Era un animal de carreras, la
noche antes de que fuera a correr en el Hipódromo, un escenario romano especial
para eventos públicos, Calígula dormía junto a su caballo y decretaba ‘silencio
general’ para que Incitatus durmiera tranquilo, y quien hiciera algún ruido era
condenado a muerte. Se dijo que perdió solo una carrera y que en esa ocasión
Calígula le echó la culpa al jinete, por lo cual éste fue cruelmente ejecutado.
Para sostenerse su caprichoso y costoso modo de vida, Calígula vendió
propiedades del imperio y cometió toda clase de fraude; les quitaba los bienes
a las personas que los hubieran recibido de herencias de antepasados que no
fueran sus padres, porque él consideraba que los descendientes no podían pasar
más allá de la primera generación. Y, poniendo como causa la ingratitud
personal, anuló los títulos y tomó como suyas todas las herencias de
testamentos viejos que desde el principio del reinado de Tiberio respaldaban
bienes, sin habérselos donado a él o a su imperio. Los títulos de herencias
firmados por Julio Cesar o Augusto los anulaba como viejos y sin valor. También
anulaba cualquier título de herencia si alguna persona declaraba que el
testador, antes de morir, había manifestado que quería que el César fuese su
heredero. Como quiera que para ese propósito tenía un buen número de testigos
falsos, muchos ricos lo incluyeron a él en sus testamentos como un heredero más
entre sus hijos o familiares. Pero, antes de hacer el reparto, él ordenaba
eliminar a los demás herederos para quedar como único heredero. Cuando en un
reclamo actuaba como juez, antes de subir al tribunal fijaba la cantidad que
quería recoger, y tan pronto la completaba levantaba la sesión, la daba por
terminada y se marchaba. Le gustaba humillar, para divertirse obligó a correr a
algunos senadores detrás de su carro; se vestía de Dios y obligaba al pueblo
romano y al senado a rendirle culto como si fuera un ser divino. Cuando actuaba
en el senado se auto consideraba Dios. Por unas verdaderas y otras supuestas
conspiraciones hizo ejecutar a numerosos senadores y a otros personajes, entre
los cuales cayeron su cuñado Marco Lépido, el gobernador de Germania Cneo
Cornelio Léntulo y el prefecto Macro, su aliado en el asesinato del anterior
emperador. Por oponerse a rendirle culto de divinidad hizo ejecutar al faraón
de Egipto, Aulo Flaco, y ordenó que fuera puesta una estatua suya en el Templo
de Jerusalén, cosa que por su pronta muerte no alcanzó a realizarse.
Calígula fue invitado al matrimonio de un patricio, llamado Pisón, y en
plena fiesta le robó la esposa, llamada Livia Orestila, todavía virgen aseguró
Calígula después, y se encerró con la recién casada en la alcoba matrimonial e
hizo con ella todo lo que le dio la gana. Años después hizo divorciar a Livia
Orestila y se casó con ella. Con mucha frecuencia Calígula tomaba a cualquier mujer
y tenía sexo con ella sin importarle que fuera casada, y se ufanaba de haber
fornicado con todas las esposas hermosas de sus súbditos, añadiendo que mataba
a los esposos de las que le causaran alguna incomodidad para realizar esas
acciones. Cometió incesto con sus hermanas Agripina, Drusilla y Julia y las
obligó a prostituirse. Se casó cinco veces, una vez en secreto con Drusilla, la
hermana suya, a quien embarazó y asesinó embarazada; su cuarta esposa tenía
ocho meses de embarazo cuando se casaron; nació una niña que no era suya, pero
a él le encantaba esa niña porque ella disfrutaba arañándoles la cara a otras
niñas. Él era un asesino despiadado que mataba por diversión y las arañadas de
la niña lo divertían; siempre quiso a ‘la gatita’ como hija suya.
Según Suetonio, Calígula era alto, algo grueso, pero de piernas muy
delgadas, la parte superior de su cabeza era totalmente calva, lo cual no le
agradaba y por envidia hacía rapar a las personas que se cruzaran en su camino,
luciendo una hermosa cabellera; en términos generales, su aspecto era
repugnante. Pero él no quería tener mejor presencia y practicaba sus gestos en
un espejo para saber cómo verse más horrible y terrorífico, que era la forma en
que le agradaba que lo vieran. Solía decir: “No me importa que me odien con tal
de que me teman.” Sufría de epilepsia y de insomnio, pero sus males de salud no
impidieron que fuera gladiador, actor, cantor mediocre, conductor de carro en
un circo lleno de obstáculos; aseguraba que sabía hacer de todo menos nadar.
A su ejército de Occidente le ordenó que en vez de atacar a las tribus
enemigas se dedicaran a recoger conchas marinas, un tributo que según él le
debía ese mar a
Para que el pueblo lo adorara, Calígula se autoproclamó Dios y le hizo
cortar la cabeza a la estatua de Júpiter Olímpico, entonces el dios de los
romanos, y en reemplazo hizo poner una cabeza labrada que correspondía a la
suya. Y, desde entonces, impuso la obligación de que lo adoraran a él y a la estatua
como Júpiter Lacial o Dios de Lacio.
Es de aclarar que Calígula fue solo uno de los tantos miembros de la
antigua oligarquía romana que se auto endiosaron, cosa que debió servir de
inspiración a la tardía oligarquía romana que, para beneficiarse con los
obligados diezmos y primicias, varios siglos después ‘endiosó’ a Jesús, quizá
un filósofo y religioso judío poco conocido en su tierra, nacido y muerto en
Judea, una provincia romana entonces.
Antes de casarse en secreto con su hermana Drusilla, la hizo ‘divinizar’
–en esa época no existían los santos y desde entonces había que llamarla Diva
Drusilla, algo así como Santa Drusilla-, siendo ella una mujer casada, antes de
casarse con su hermano, y que, según Suetonio, era “de comportamiento harto
censurable”, y luego se dijo que murió asesinada por él, pero que por ser su
amante preferida le hizo un gran funeral y decretó diez días de duelo, durante
los cuales fue prohibido reírse o tener relaciones sexuales, cosa que no le
gustó al inquieto pueblo romano. Además, luego del funeral la deificó
nuevamente con el nombre de Pantea.
En Roma, el inconformismo con el gobierno era insoportable, luego de
poco más de tres años en el poder, el emperador Calígula fue asesinado por la
guardia pretoriana, en una acción liderada por Casio Querea. En ese hecho
también murieron la esposa del emperador, Milonia, y su hija Drusilla a quien
le golpearon la cabeza en un muro. Poco
después de muerto Calígula, en uno de sus palacios fue encontrado veneno
suficiente para matar a la mitad de la población de Roma y una larga lista de
personas que iban a ser envenenadas para que el emperador heredara sus
riquezas.
CLAUDIO
Su nombre era TIBERIO CLAUDIO CÉSAR AUGUSTO GERMÁNICO; fue el cuarto
emperador de la dinastía ‘Julio Claudios’, gobernó el imperio romano desde el
año 41 hasta el 54.d.C; este emperador es más conocido como Claudio, y con ese
nombre será mencionado en esta obra. Era hijo de Druso el Mayor, o sea del hijo
del que estaba embarazada la envenenadora Livia cuando se casó con ‘Venerable’,
y por lo tanto sobrino del emperador Tiberio, el otro hijo de la envenenadora.
Según los relatos de la época, los hombres de la guardia pretoriana, luego
de asesinar a Calígula, encontraron a Claudio detrás de unas cortinas, donde se
había escondido para evitar que lo mataran. Y, por mala coordinación entre los
senadores y los mandos de la guardia pretoriana en cuanto al propósito que
ellos tenían de reestablecer un gobierno republicano, Claudio fue llevado al
senado y entronizado ese mismo día, ya que, debido a su precaria salud y su
inexperiencia política, todos creyeron que él sería un emperador títere, fácil
de controlar y les evitaría problemas en cuanto a la legalidad gubernamental.
Claudio era el único hombre adulto de la familia del emperador que había
sobrevivido de una cadena de asesinatos intrafamiliares, cuya causa había sido
la ambición de todos sus familiares de obtener el trono romano. Y ninguno de
ellos lo mató porque todos sus familiares lo habían considerado como un tonto,
enfermo y mediocre, que ni siquiera valía el sacrificio de matarlo. Por línea
materna, era nieto de Marco Antonio; su propia madre lo trataba de “caricatura
de hombre, aborto de la naturaleza”, y cuando quería explicar la calidad de un
imbécil, decía: “Es más estúpido que Claudio, el hijo mío”. Augusta, su abuela
materna, lo despreciaba tanto que si había algo indispensable que decirle, lo
hacía por medio de una carta y usando términos humillantes. Nadie de su familia
lo quiso; desde niño fue un solitario que caminaba tambaleándose; al hablar
botaba espuma por la boca y tatareaba, goteaba por la nariz, balbuceaba y le
temblaba la cabeza, su risa era desagradable y su carácter impulsivo. No lucía
como miembro del alto gobierno, su familia monarca no lo tenía en cuenta en los
cargos públicos y, por eso, le tocó dedicarse a asuntos académicos. Ya siendo
adulto, el único que lo había tenido en cuenta había sido su sobrino emperador,
Calígula, quien en un arrebato lo había nombrado senador, pero después lo tomó
de burla y lo humillaba en el senado, donde Claudio tenía que hablar sentado,
debido a sus problemas de salud. Sin embargo, contrario a lo que todos
esperaban, Claudio no fue un tonto que se dejó manejar sino más bien un
estudioso y buen administrador de los asuntos del imperio, cosa que no descuidó
y que manejaba con mucho tino y justicia. Pero le sobraron los problemas; las
intrigas y los asesinatos entre sus familiares no pararon, además, él era hijo
de familias apasionadas del sexo, de lo cual no sería ajeno. Aun con ese legado
en su contra, él fue el único de los emperadores de esas dos familias que no
fue ni homosexual ni pederasta. Y se dice que fue un buen escritor de historia,
cosa que empeoró sus relaciones con sus familiares, porque en sus escritos
ellos no salían bien librados. Sin embargo, siendo emperador deificó a su
abuela, la envenenadora Livia, que aunque nunca lo quiso tampoco lo humilló. Y,
tal como sus antecesores, siguió complaciendo al pueblo romano con los duelos a
muerte obligatorios entre gladiadores prisioneros de guerra, cosa que
necesariamente lo deja como un emperador sanguinario. Otro detalle en su contra
es que se dice que fue el primer emperador que sobornó a su ejército para
sostenerse en el poder. Pero nada le causó más problemas que las mujeres, pues,
a pesar de su aparente salud precaria, yendo en línea con el modo familiar
endogamista, se casó cuatro veces, con mujeres familiares suyas que se casaron
con él por interés, y tuvo numerosas amantes que ninguna lo quiso, pero que con
sus comportamientos ingratos le causaron fuertes lunares sentimentales a su
vida.
Hay datos escritos que aseguran que cuando no le funcionaba su miembro
viril en el acto sexual, con tal de complacer a sus mujeres usaba de reemplazo
cualquier cosa, aunque, según registros históricos de esa época, fue Mesalina,
su joven y tercera esposa, la que le enseñó esas mañas. De Mesalina se sabe
que, además de ambiciosa, era ninfómana y que el emperador Claudio, su esposo,
no le impedía sus desaforados gustos sexuales; se cuenta que en una ausencia
del emperador, la emperatriz Mesalina organizó una competencia sexual en el
palacio imperial, con prostitutas que ella logró convencer, donde se apostó a
quién de ellas era capaz de tener relaciones sexuales con más hombres en una
sola tanda, o sea uno tras otro sin parar. Existen numerosos registros que
dicen que, en ese concurso, la prostituta que más le aguantó fue la siciliana Escilia
que se rindió luego de haber tenido relaciones sexuales con 25 hombres
seguidos. Pero, según algunos escritos históricos, esa noche Mesalina pasó por
ese número de hombres satisfechos fresquita y alargó el tiempo de competencia;
cuando llevaba 70 hombres complacidos, hizo traer más prostitutas, empezó a
competir de nuevo y les ganó a todas. Al final fueron 200 los hombres atendidos
por Mesalina en esa competencia, un récord que es muy posible que no hubiera
establecido de verdad y que es difícil que le quiten en todo el resto de la
existencia humana.
Pero, no obstante a su erotismo, Mesalina siempre estuvo enamorada de un
joven llamado Cayo Junio Apio, quien desde antes de ella ser emperatriz había
sido nombrado en un cargo, lejos de Roma. Mesalina logró que su esposo
trasladara a Apio a Roma y para tenerlo más cerca lo hizo casar con su madre,
pero ni aún así Apio cedió ante los deseos de Mesalina, a quien él consideraba
degenerada. Por negarle sus deseos, ella lo acusó de traición y lo hizo
ejecutar. Se dijo que la madre de Mesalina estaba muy amañada con el joven Apio
y que, por su muerte, madre e hija tuvieron un gran agarrón. Y, poco a poco,
fueron numerosos los hombres que murieron por problemas de sexo con Mesalina;
otro que corrió igual suerte que Apio fue Valerio Asiático, quien, por estar
enamorado de Sabina Popea
Los historiadores de la época cuentan que Claudio, decepcionado por
tanto cuerno que le habían aplicado sus esposas, le ordenó a su guardia
pretoriana que lo matasen si volvía a casarse. Pero no demoró mucho y mediante
una licencia especial se casó con su sobrina Agripinila, más conocida como
Agripina
No se sabe el porqué, pero, tras la muerte de Drusila, quien entonces
estaba casada con su hermano Calígula y con Lépido; las otras dos, Agripina y
Livila, pelearon con su hermano emperador y luego participaron en un complot en
contra suya, organizado por el amante de ellas, Lépido, en el que también
participó Léntulo Getulio, otro amante de Agripina, y por lo cual ellas cayeron
en desgracia con Calígula, quien luego de descubrir el complot hizo ejecutar a
numerosas personas, entre estas Lépido y
Getulio, y a sus hermanas conspiradoras las hizo desterrar, humilladas y
en total pobreza.
Luego de la caída de Calígula, por orden del nuevo emperador Claudio, Agripina
y Livila regresaron a Roma, adonde había quedado Nerón al cuidado de su tía
Dominisia. Al llegar a Roma, Agripina recuperó a su hijo Nerón y se casó
nuevamente, esta vez con el cónsul Pasieno Crispo, a quien luego envenenó para
casarse con su tío, el emperador Claudio.
Mesalina, durante su matrimonio con el emperador Claudio, había tenido
un hijo y una hija, llamados Británico y Octavia, de los cuales ni ella ni
nadie sabía quién o quiénes de sus tantos amantes eran sus padres, pero por ley
eran hijos de su esposo Claudio y por lo tanto Británico era heredero directo
al trono romano. Agripina, luego de casarse con el emperador, comprometió en
matrimonio a su hijo Nerón con Octavia, la supuesta hija de su esposo y además
hizo que éste adoptase a Nerón como hijo y heredero al trono. Se puede decir que ese fue el fin del
emperador Claudio, pues al poco tiempo murió envenenado por su esposa y
sobrina, Agripina. Y, con la muerte del emperador, el hijo de Agripina, Nerón,
y Británico, el supuesto hijo de su envenenado esposo, quedaron de herederos
del trono romano.
NERÓN
Su nombre era NERÓN CLAUDIO CÉSAR AUGUSTO GERMÁNICO, más conocido como
Nerón; fue el último miembro de las dinastías, Julio-Claudios que fue emperador
de Roma; gobernó el imperio romano desde el año 54 hasta el 68 d.C. Tenía 16
años de edad cuando fue hecho emperador.
Agripina, que era hermana del asesinado emperador Calígula y que había
envenenado a su esposo y tío el emperador Claudio, era madre de Nerón, el ahora
elegido emperador, y sabiendo que su hijo no estaba preparado para gobernar el
imperio romano, contrató al gran maestro Burro e hizo traer del exilio al sabio
Séneca, para que éstos educaran al nuevo monarca, pero sin enseñarle filosofía,
ciencia que ella odiaba. Antes, ella había sobornado a los senadores para que
el día de la elección no dudaran en entronizar a su hijo, y, según se dijo, su
verdadero propósito era gobernar ella y que su hijo emperador supiera
expresarse bien ante el pueblo romano y en el senado, cosa que funcionó bien al
comienzo, pero que no duró mucho así porque el muchacho era indomable y le
gustaban las cosas del bajo mundo. Se hizo amante de una liberta y meretriz muy
popular llamada Claudia Actea y repudió a su esposa Octavia, la supuesta hija
de su tío abuelo Claudio, lo cual políticamente no era conveniente porque ella
legalmente era hija del emperador fallecido y bien vista por el pueblo romano.
Pero él se negó a tener relaciones sexuales con su esposa Octavia y desde antes
de casarse cometía incesto con su madre Agripina, quien por celos le ordenó que
dejara a Actea, a lo cual Nerón, respaldado por su maestro Séneca, se opuso. Y
sus amigos, casi todos de mala calaña, lo atizaban en contra de su madre porque
él era el emperador, pero, en la práctica, ella era la que gobernaba.
Hay razones para creer que, de cualquier manera, Agripina quería que su
hijo siguiera siendo el emperador y que para evitarle problemas envenenó a Británico,
el hermano de Octavia, un día antes de él ser mayor de edad y desde cuando
podía asumir el trono. Aunque también se ha creído que fue el propio Nerón
quien, con la ayuda de Locusta, una especialista en asesinatos, envenenó a
Británico.
No hubo claridad razonable en lo que siguió, pues, sin mas ni mas, luego
de la muerte de Británico, Nerón expulsó a su madre de la residencia imperial.
Pero ella no se quedó tranquila en su cómoda y lujosa villa, sino que aumentó
el número de colaboradores suyos y se hizo amante del influyente Fausto
Cornelio Sila y de Séneca, el maestro de su hijo emperador. Y, por tantos
movimientos raros, Nerón creyó que ella quería asesinarlo para poner de
emperador a otro amante suyo, llamado Cayo Rubelio Pluto. Poco después, por esa
sospecha, Nerón asesinó o acusó a varias personas cercanas a su madre, incluido
su maestro Séneca, a quien, al saber que era uno de sus amantes, acusó de
varias cosas, pero no lo pudo hacer ejecutar porque no logró probarle ninguna
de las acusaciones.
En esa época, para festejar la aparición de su primera barba, Nerón hizo
una fiesta enorme y unas competencias deportivas, a las que llamó Juegos de la
Juventud. Poco después se hizo amante de Popea Sabina
Para acabar con los problemas que le estaba generando, Nerón ordenó
asesinar a su madre, diligencia que no fue fácil de cumplir porque la veterana
era una asesina experta, estaba arisca y tenía las vidas de un gato. El primer
atentado que le hicieron consistía en aplastarla con un cielo raso, hecho con
planchas de plomo, que moviendo una palanca le hicieron caer en su cama, en la
madrugada cuando llegó borracha. Pero, a pesar de que cayó casi toda la casa,
el plan falló porque la vieja se había quedado dormida, orinando en un baño que
estaba en el patio de la vivienda, y el derrumbe de placas de plomo lo que hizo
fue ponerla más arisca.
Cabe destacar que Nerón le tenía pavor a su madre, pues estaba seguro de
que ella haría todo lo posible para eliminarlo; o sea que uno de los dos debía
morir eliminado por el otro. La falla del primer atentado lo deprimió mucho,
pero no se quedó quieto en ese propósito. Poco después, cuando supo que su
madre estaba en unas festividades en Minerva, hizo modificar el barco que la
transportaría de regreso, para que la nave se partiera en pleno mar, se hundiera
y se ahogara ella, pero, aunque así ocurrió con el barco, el plan falló porque
la veterana nadaba más que un pato y no tuvo mayor problema para llegar a
tierra en el golfo de Bayas.
La pelea de ellos dos, internamente había generado una guerra en los
altos mandos de la monarquía y no paraban las ejecuciones y asesinatos porque
casi todos los burócratas preferían perder la vida antes que alejarse del
trono. En el senado ella tenía varios colaboradores y no faltaban las
conspiraciones a su favor, pues la veterana tenía claro que, al morir su hijo
emperador, el nuevo monarca sería el hombre que ella eligiera de esposo. Por
estar involucrados en esos problemas, Nerón hizo ejecutar entre otros a los
influyentes, Pluto, Sila, Pales, y le ordenó suicidarse a su exmaestro y amante
de su madre, Séneca.
Cuando falló el plan del barco partido, Nerón le ordenó a Aniceto, un
oscuro personaje de su confianza, que personalmente eliminara a su gran
conspiradora madre Agripina. Poco
después, la veterana Agripina no pudo escaparse de este astuto asesino, quien
la agarró de sorpresa, y ella lo único que pudo pedirle antes de morir fue que
le abriera el vientre con su espada y, en señal de protesta, dijo que lamentaba
que allí se hubiera generado ese monstruo hijo suyo que ahora era emperador.
Se ha creído que Popea forzó a Nerón a que la hiciera emperatriz, y que
él no quería matar a Octavia sino divorciarse de ella y que, por eso, mientras
se tramitaba ese asunto, la desterró a la isla Pandatoria. Pero los trámites del
divorcio resultaron lentos y engorrosos, porque no había motivos reales para
justificarlo, mientras Nerón estaba afanado por la exigencia de su amante y
tuvo que acudir nuevamente a Aniceto, quien le cortó la cabeza a Octavia y se
la llevó a la perversa Popea que la exigía para estar segura de la muerte de su
rival. Según el historiador Tácito “esa mujer lo poseía todo, menos
honestidad.”
Luego de la muerte de Octavia, Nerón se casó con Popea y los dos se
dedicaron a gozar en grande, posando como dioses ante un pueblo casi
inconsciente que los admiraba y envidiaba. Poco después Popea tuvo un hermoso
hijo que falleció recién nacido. La muerte del niño hizo enfurecer a Nerón con
su esposa, ya que según rumores su muerte se debió a un descuido de ella, aunque
de eso no hubo investigación ni pruebas que lo demostraran. De todas maneras,
desde entonces, las cosas entre ellos dos cambiaron mucho, tanto que estando
Popea nuevamente embarazada, Nerón, borracho, le dio una patada en el vientre y
la mató. Después nunca se supo si la muerte de Popea había sido un asunto
premeditado o si fue que a Nerón se le fue la mano en la patada, pero sí hay
registros que demuestran que él estaba muy enamorado de ella y que tras su
muerte quedó un poco deprimido pero, para reemplazarla, hizo castrar y mutilar
sexualmente a Esporo, un homosexual que se parecía mucho a ella, y se casó con
él -o con ella, la definición debió ser
confusa-, en una ceremonia pública realizada en Grecia, a donde entraron de
paso a realizar esa ceremonia debido a que en Roma no eran permitidos los
matrimonios gais, en un viaje de un año de vacaciones que cubriría un recorrido
a Brindisi y Corinto, acompañados de una gran corte de cantantes, danzantes,
músicos y hasta modistos.
Todo indica que Nerón era bisexual, ya que con frecuencia hacía de
mujer, teniendo relaciones sexuales con hombres jóvenes y fuertes, y entonces
el emperador se quejaba y chillaba como una mujer erótica.
Nerón regresó a Roma antes de lo planeado, debido a un asunto
supersticioso, ya que al consultar el oráculo éste le aconsejó su inmediato
retorno. Llegó a Roma con nuevas ideas artísticas y deportivas, cosa que
mostraba una cara distinta a la guerra a muerte que se vivía al interior del
gobierno, para derrocar al emperador.
En el año 64, un enorme incendio consumió gran parte de Roma. El fuego
empezó cerca del Circo Máximo, en un lugar donde vendían cosas inflamables, por
lo que el incendio pudo ser un hecho accidental, pero Nerón odiaba a los
cristianos, que entonces eran una pequeña organización religiosa que predicaba
el modo religioso de Jesús, y los culpó a ellos del incendio de la ciudad, para
tener una razón de eliminarlos. Con ese pretexto, Nerón hizo detener a gran
parte de los religiosos cristianos y luego los hizo matar con perros
adiestrados, crucificados o quemados, cosa que él mismo supervisaba montado a
caballo. Se dice que, entre éstos, hizo decapitar y crucificar,
respectivamente, a los después llamados como apóstoles Pablo y Pedro.
En cierta ocasión Nerón supo que su tía Lépida, quien lo había cuidado
cuando niño, estaba enferma, y fue a visitarla. Lépida estaba un poco achacada,
su sobrino emperador la animó y le deseó un pronto alivio, pero antes de irse
ordenó envenenarla y luego robó su testamento y lo modificó para quedarse con
sus propiedades.
Nerón participó en los juegos olímpicos del año 67; en actuación y canto
no fue el mejor pero sobornó a los jueces y obtuvo las medallas; corriendo en
carro de caballo casi se mata y tuvo que abandonar las competencias, lo cual
fue un alivio para los jueces y los deportistas participantes.
Entre sus atrocidades, Nerón hizo ejecutar al cónsul Marco Vestino
Ático, para casarse con su esposa, Estatilia Mesalina, de quien ya era amante;
y también mató al pequeño hijo de Popea, Rufo Crispino, porque alguien le dijo
que el niño se divertía haciéndose llamar “el emperador” cosa que para él
significaba que ese niño quería derrocarlo.
Para que el pueblo romano se divirtiera con más fervor, Nerón hacía que
senadores y nobles bajaran a la arena y se mataran entre ellos, riñas en las
que se dice que murieron más de 400 senadores y un número mucho mayor de
hombres libres. Por eso, el senado lo declaró enemigo público de Roma y nombró
emperador al general Galba, pero éste dijo que con lo desprestigiado que estaba
el cargo de emperador él prefería gobernar como general de Roma. Galba ordenó
la captura de Nerón, pero, antes de ser capturado, él se hizo matar de su
secretario y escudero Epafrodito. Con autorización del general Galba, el emperador
Nerón fue sepultado por Actea, la humilde y antigua amante suya.
Nerón murió el 9 de junio del año 68. Con un gran apoyo militar de Marco
Silvio Otón, desde entonces el general Galba se convirtió en el nuevo emperador
de Roma, cargo que ocupó hasta el 15 de enero del año 69 cuando, por el trono
romano, fue asesinado por Otón, que era el mismo general a quien Nerón le había
quitado su esposa Popea, y que quizá para cobrar esa deuda había colaborado en
la caída del último emperador de las dinastías Julio-Claudio. Y el emperador
Otón gobernó a Roma desde el 15 de enero del año 69 hasta el 16 de abril de ese
mismo año y, también por el trono romano, fue obligado a suicidarse por Aulo
Vitelio, quien siendo emperador mató a sus dos hijos y a su propia madre y
quien fue uno de los hombres más perversos y más asesinos que ha ejercido el
trono romano. Por la misma razón de sus antecesores, Vitelio fue asesinado el
22 de diciembre de ese mismo año, por Tito Flavio Vespasiano, el primer
emperador romano de la ‘Dinastía Flavia’, otra tanda de emperadores romanos tan
perversos como los ‘Julio-Claudio’. El emperador Tito Flavio se autoendiosó y través de una gran campaña
publicitaria logró que las historias acerca de su divinidad, tramadas e
iniciadas en Egipto, circularan por todo el Imperio y, el mismo día que murió,
fue oficialmente divinizado por su hijo y sucesor Tito, quien también se
autoendiosó y murió asesinado por su hermano Domiciano, quien lo sucedió y cuyo
primer acto imperial fue autodivinizarse y deificar a su recién envenenado
hermano. []
Los emperadores de la dinastía Flavia decretaron la revisión de todos
los libros que se escribieran entonces y no permitían la publicación ni lectura
de los que no los favoreciera, incluso, se dijo que sobornaron o intimidaron a
los historiadores Tácito, Josefo, Suetonio, Plinio el Viejo y a otros menos
conocidos de esa época. En el imperio romano, durante ese
lapso de gobierno, la divinidad de esos monarcas era de obligatorio
reconocimiento público, pero Domiciano, el último emperador de los Flavio, fue
asesinado en una conspiración y sus estatuas fueron destruidas por los
conspiradores, quienes no dejaron en pie ninguno de los símbolos de sus
divinidades, y Plinio el Viejo escribió que Zoroastro, el inventor de la fe monoteísta,
era el único hombre del mundo que había nacido con una sonrisa en los labios,
lo cual auguraba su sabiduría divina.[
Para mejor entendimiento en la continuación de esta obra, es conveniente
repetir que, supuestamente, Jesús nació durante el gobierno del emperador
Augusto ‘el Venerable’, y murió en el de Tiberio, pero los historiadores de ese
tiempo no escribieron nada acerca de lo que dicen los evangelios cristianos,
que, como ya se dijo, fueron escritos o editados en Roma, más cien años después
de la supuesta muerte de Jesús. Pero, como ya lo hemos visto con los hechos
históricos hasta aquí contados, sí hay muchos escritos de los historiadores de
ese tiempo que cuentan en detalle las historias de todas las personas
trascendentales que vivieron en la época de los supuestos milagros de Jesús.
Por haber existido en esa época los historiadores, se saben muchos
detalles biográficos de los emperadores Augusto y Tiberio, pero no hay ningún
dato histórico de Jesús, y por eso se puede deducir que todo lo que dicen los
evangelios acerca de su vida y milagros es falso, y que la única razón por la
que los historiadores contemporáneos del supuesto Mecías no escribieron nada
acerca del Jesucristo milagroso y resucitador de la Iglesia, ni de las tres
personas resucitadas, fue porque nada de eso existió ni ocurrió, pues resulta
imposible creer que ellos no hubieran aprovechado esa única oportunidad de
hablar con dichas personas y registrar sus historias, si tales hechos hubieran
ocurrido. Por ejemplo, la competencia sexual de la emperatriz Mesalina ocurrió
poco después de la supuesta muerte de Jesús, y esa faena con todos los detalles
fue registrada por varios historiadores de esa época. Es lógico que con tantas
historias que había de prostitutas, para los historiadores, una sola
resurrección hubiera sido un hecho histórico más importante que todos los
concursos de prostitución juntos. Pero, repito, no existe ningún escrito
histórico acerca del Jesús divino que relatan los evangelios.
Hay relatos bíblicos que dicen que Herodes Antipas, rey de Galilea
cuando vivió Jesús –Galilea hacía parte de Judea y estaba sometida a Roma en
esa época-, por ambiciones territoriales se llevó a vivir con él a Herodías, la
esposa de su medio hermano Herodes Filipo, debido a que ella era hija de un
rey, y con esa relación él creía que podía hacerse a más territorio.
Según ese relato bíblico, cierto día, festejando Herodes su cumpleaños,
acompañado de Herodías, ahora su amante, y de Salomé, hija de ésta y también
amante suya, ocurrió que ya estando ellos borrachos, los movimientos eróticos
de Salomé, bailando, deslumbraron al rey, quien le dijo a ésta que le pidiera
lo que quisiera, que así fuera la mitad de su trono él la complacería. Ella,
aconsejada por su mamá, le pidió la cabeza de Juan el Bautista, un moralista
religioso que usaba agua para bautizar a la gente, y que solía criticar
públicamente los bacanales sexuales que estos monarcas hacían con frecuencia,
agregando: “No es permitido sino pecado tener sexo con la mujer de un hermano y
más pecado es hacerlo también con la hija de ella.” Enseguida, el rey ordenó
matar al Bautista y poco después, en una bandeja, le entregó a su joven amante
la cabeza solicitada. Se ha comentado que el rey no quería matar a Juan el
Bautista –ahora san Juan Bautista-, pero, por norma, las palabras del rey no
tenían reversa. Si eso fue cierto, queda la duda de lo que hubiera ocurrido si
la sádico-arrebatada Salomé, en vez de la cabeza del Bautista, hubiera pedido
el pene del rey Herodes, frito en una bandeja.
Eso dice en algunos textos bíblicos antiguos, pero, según los registros
históricos, Herodes gobernó a Galilea en la época de ‘ Venerable’, y los
relatos anteriores eran un ejemplo del comportamiento íntimo de casi todas las
dinastías de los monarcas que tuvo el Imperio Romano, los gobernantes que
endiosaron a Jesús, siendo esos hechos muy similares a los muchos casos
aberrantes que han ocurrido en todas las monarquía del mundo, cuyos monarcas
fueron lo peor y más nefasto de la humanidad, y que reinaron porque la
inconsciencia y la ingenuidad de la gente fue, y sigue siendo, aprovechada por
las astutas monarquías, la peor plaga social de la humanidad. Pero, aunque son
pocos los mencionados en esta obra, con lo relatado hasta esta parte debe ser
suficiente para que quede claro que las monarquías, de la virtud que entendemos
como nobleza, en el correr histórico de la humanidad han tenido muy poca.
Ya vimos que con la muerte de Nerón finalizó el reinado de la dinastía
Julio-Claudios, pero, en el Imperio Romano, después surgieron otras dinastías
similares o peores que esta, y, por casi dos mil años, todos los Estados del
mundo siguieron siendo gobernados por monarcas iguales o más perversos y
asesinos que éstos, parte de lo cual es narrado mas adelante, en las historias
de los jefes de
Es de añadir que por la ingenuidad y la inconsciencia del común de la
gente surgieron grandes imperios religiosos, y que los matrimonios habidos
entre diversas monarquías, en numerosas ocasiones produjeron una fusión de
países que podrían llamarse “ensalada de Estados”, concretamente que la unión
matrimonial entre hijos de monarcas causaba la unión o mezcla de varios Estados
que habían sido heredados por los cónyuges y de esos matrimonios surgieron
imperios enormes y poderosos. Por ejemplo, Isabel de Castilla se casó con
Fernando de Aragón y, con una “ensalada de Estados” que luego heredaron o
conquistaron ellos, formaron
Casi todos los imperios, incluido el romano, algún día fueron divididos
entre varios herederos, por lo cual se debilitaron y murieron o se
desintegraron en guerras familiares.
Es casi seguro que, al principio, los monarcas fueron bravos
combatientes, y que solo había monarcas masculinos -machos- y rudos, pero más
tarde, afeminados, mujeres y niños también heredaron trono y, falsamente, se
volvieron poderosos, cosa que debió ser el comienzo de los desastres imperiales
y de las degradaciones sexuales monárquicas.
La historia de la humanidad hace suponer que los primeros monarcas
fueron jefes guerreros, saqueadores, violadores, esclavistas y que además
hacían funciones de jueces. Sirve de base en ese sentido la conocida leyenda
del rey Salomón y las dos mujeres que ambas decían ser la madre de un mismo
niño. Según esa leyenda, para solucionar un pleito por un niño que era
reclamado por dos mujeres que ambas aseguraban ser la madre del pequeño, el rey
ordenó partir el niño en dos mitades y darle una mitad a cada una de las
mujeres que lo reclamaban; una de las mujeres aceptó que mataran al niño y le
dieran su mitad, la otra rogó que no lo mataran, que ella renunciaba a su mitad
para que se lo entregaran vivo a su rival. Pero, según la leyenda, el rey
Salomón ordenó entregarle el niño a la que no quiso que lo mataran, y por ese
hecho, aunque antes había ordenado matar al niño, cosa que era normal de los
reyes, el legendario Salomón no es famoso como asesino sino como juez y como
rey.
Si eso hubiera sido cierto podría dársele actitud positiva a Salomón,
pero quien en realidad salvó al niño fue su propia madre, al no aceptar que lo
partieran, pues de no ser así lo más seguro es que el rey Salomón se hubiera
sostenido en partirlo en dos mitades.
Pero son pocos los monarcas que históricamente han sido reconocidos como
buenos o justos, pues casi todos los que han sobresalido brillaron por matones,
saqueadores, esclavistas, perversos, degenerados sexuales, ineptos; en fin, los
mal llamados nobles han sido tan malos que algunos filósofos creyeron que a
muchos monarcas, en vez de sangre noble, lo que les corría por las venas era
mierda y por eso eran de sangre ‘azul’. Sin embargo, conviene aclarar que las
monarquías no han sido la única gente mala, pues en la humanidad todo el tiempo
ha habido la costumbre de que el más poderoso se aproveche de los más débiles o
los elimine cuando le causan molestia. Y la verdadera causa de las injusticias
se debe a que la mayoría del pueblo raso, todo el tiempo, ha sido poco
estudioso, inconsciente y desordenado y por eso fácil de someter; y no obstante
a lo costosos y malos que han sido para sus súbditos los monarcas, los pueblos
ignorantes e ingenuos casi todo el tiempo se han baboseado admirándolos,
inclusive, todavía hay mucha gente que los considera como auténticos dioses, y
aún hay varios Estados que siguen estando sujetos a las reglas y caprichos
absurdos de las monarquías.
Casi todas las grandes organizaciones mafiosas están inspiradas en el
antiguo sistema de las monarquías. Por lo general, el jefe mafioso no comparte
jefatura con nadie, se cree un todo poderoso y cuando muere en guerra con otro
clan, los vencedores se apoderan de todo su imperio, procedimiento que es el
mismo que usaron las antiguas monarquías. Pero las monarquías han sido mucho
peores que las mafias, pues un rey, emperador, papa, califa, emir o como sea
que se designe, es nada menos que un dios viviente, dueño de todo un Estado con
toda su población, y en él puede hacer públicamente lo que le dé la gana, sin
que nadie de sus gobernados pueda siquiera protestarle, pues se da por hecho
que por encima suyo solo está Dios, quien nunca le reclama ni se mete con él.
La Iglesia Cristiana y el Islam musulmán han sido dos monarquías, con
los males y las perversidades normales de las demás monarquías, cosa que es
demostrada más adelante.
Desde la antigüedad, los monarcas han engañado a sus pueblos haciéndoles
creer que son descendientes directos de Dios, cosa que lograron durante muchos
siglos mediante el impedimento de la sabiduría al pueblo raso. Así, durante
mucho tiempo, casi toda la población del mundo, además de ingenua era
ignorante, lo cual les facilitó mucho la falsa divinización y el poder absoluto
a sus altezas o majestades. Y, aunque se diga lo contrario, la ignorancia fue
lo que facilitó la endiosada de Jesús y la formación de la Iglesia y del
imperio y mundo musulmanes.
Conviene añadir que todavía hay mucha gente ingenua y estúpida que es
odiosamente fanática a las religiones y/o a las monarquías, que con su apoyo
legitiman sus poderes y los caprichos absurdos de sus jefes, sin tener en
cuenta los desastres que provocan sus acciones criminales, ni los desmesurados
costos que generan sus comportamientos perversos o vanidosos, cuyo pago de
alguna manera tienen que asumir, con sangre, cárcel o dinero, los vasallos de
esas majestades, sean o no sus admiradores.
Con el advenimiento de las revoluciones francesa y norteamericana,
seguidas de la independencia de Latinoamérica, vino la crisis de las
monarquías, acciones que luego generaron el nacimiento de otros tipos de
monarquías, cuya repercusión fue que a sus majestades les tocó ceder –en cada
caso la proporción fue o es distinta- propiedades y parte de sus divinidades y
poderes absolutos.
En la actualidad hay 46 Estados con diversos modos de monarquía, en los
que en algunos el monarca es sólo una figura decorativa onerosa -casos muy
repetidos con su majestad de Inglaterra que en varios países gana sueldo de
Jefe de Estado, sin gobernar ni hacer nada-, pero todavía hay cuatro Estados
con monarquía absoluta; Arabia Saudí, Brunei, Omán, y Suazilandia pertenecen a
dioses humanos, es decir, a monarcas que se autoconsideran divinos, con poderes
absolutos. Sin embargo, debido a que la gente cada día es más consciente y
menos ingenua, en el mundo cada vez son menos las monarquías, el modo de asumir
gobierno más absurdo que ha tenido la humanidad.
La religión es el invento político más perverso de la humanidad y
también es uno de los peores absurdos humanos, pues, además de ser usada para
justificar y cometer toda clase de delitos, en realidad nada justifica ofrendas
y sacrificios a todopoderosos que de ante mano se reconoce que nada necesitan.
Y nunca ha habido un argumento serio que demuestre la existencia verdadera de
alguno de los tantos dioses, vírgenes, ángeles, demonios o divinidades que han
inventado las organizaciones religiosas.
Es increíble que a estas alturas de sabiduría haya tanta gente que, sin
estar loca, asegure que ‘Dios es un Señor’, pues la realidad histórica es que
hasta la fecha no existe ninguna prueba, realmente verdadera, que demuestre que
alguna persona, en algún momento y lugar determinado, se haya topado con el
propio Dios, y lo que indican los aconteceres naturales históricos es que Dios
no es un Ser individual, como aseguran algunas religiones, sino el contenido
virtuoso-esencial del universo. Sin embargo, fingiendo sabiduría y usando
cualquier forma de explicaciones ambiguas, varias religiones aseguran tener
origen divino, y casi toda la gente está sometida de conciencia por alguna fe
religiosa y cree que Dios tiene semejanza humana, tal como en provecho propio,
junto con un gran rollo de farsas que utilizan en sus propósitos perversos, lo
predican varias organizaciones religiosas.
Los ateos cultos no niegan ni aseguran la existencia de Dios. Por lo
general admiten que de Dios y del Diablo no saben nada. Dicen que no tienen
argumento que les permita siquiera deducir que los dos existen, ni mucho menos
algo que les dé una idea para poder asegurar que el uno sea bueno y el otro
malo. Además, no creen que sea pecado el no creer en un dios que nunca han
visto. Ellos, en el universo ven evolución natural y no milagros divinos,
aunque admiten que todo lo existente debe ser manejado por una gran energía
virtuosa universal.
El comienzo religioso de la humanidad debió darse por la incapacidad de
la gente de comprender el funcionamiento del universo, lo cual necesitaba
explicaciones, y poco a poco, personas ambiciosas que se auto proclamaban como
sabios o dioses, para dominar la gente, con toda clase de trucos y ambigüedades
las fueron inventando, y así lograron que la ingenua población creyera en sus
divinidades, pero casi todas las prédicas o teorías religiosas,
científicamente, han resultado equivocadas, y puede resumirse que, desde su
inicio, la religión ha hecho culturas a base de farsas y engaños, casi siempre
cometiendo toda clase de delitos y con el propósito de crear alguna monarquía.
Los registros religiosos más antiguos revelan que, por lo general, las
comunidades más antiguas eran politeístas y que en ellas cada cosa importante
tenía un dios propio. El monoteísmo, creencia religiosa que admite la
existencia de un solo dios, apareció por primera vez en la religión del profeta
Zoroastro, cuya religión es conocida como Zoroastrismo, a quien también se le
atribuye haber inventado la existencia de los ángeles y los arcángeles. Del
zoroastrismo derivaron las religiones judía, romana, cristiana, musulmana y, de
alguna manera, casi todas las que existen.
Pero, eso de religiosamente pretender que Dios tiene imagen y semejanza
humana es una pretensión sumamente absurda, pues se supone que el tamaño de la
tierra, comparada con la inmensidad del universo, es como una gota de agua
comparada con la cantidad de líquido que hay en el mar. Creer o pretender que
Dios, siendo hacedor y dueño de todo ese universo, hubiera decidido hacernos a
su semejanza, para nosotros los humanos hubiera sido como ganarnos la lotería
más de un trillón de veces continuas.
Desde el comienzo de las creencias religiosas, con las ofrendas y
sacrificios religiosos se cometieron toda clase de injusticias y asesinatos. En
todas partes del mundo se han encontrado registros o pruebas de muertes de
personas y de animales en ofrendas religiosas; niños, y mujeres jóvenes y
hermosas fueron el material preferido para sacrificar y ofrecer en rituales de
numerosas comunidades religiosas. Pero, en algunas creencias religiosas, Dios
aceptaba cualquier cosa; le ‘daban’ oro, joyas, sangre, comida, incluso hasta
porquerías.
En la antigüedad, los modos y las creencias de las religiones judía y
romana eran bastante parecidos; las dos, ya se dijo, se originaron del
zoroastrismo, pero mientras los romanos eran idólatras y no tan apegados a la
religión, los judíos eran monoteístas y fervientes religiosos. Se da por hecho
que los jefes de la religión judía fueron las primeras personas que se
beneficiaron vendiendo promesas divinas, asunto que en sus prédicas
justificaban proclamando haber sido guías o profetas asignados directamente por
Dios. Los sacerdotes judíos, desde mucho antes del comienzo de la era
cristiana, les habían establecido a sus feligreses -todo el pueblo judío-, un
sistema disimuladamente obligatorio de impuestos religiosos, llamado Diezmos y
Primicias, recaudo que, con la endiosada de Jesús, en algo parecido a un golpe
de estado religioso les robó la Iglesia a los sacerdotes y rabinos judíos.
Desde que existen los registros históricos, el modo de convencimiento
que usan los muy astutos y mal llamados religiosos ha cambiado poco. Consiste
en un adoctrinamiento religioso con el que les llenan la cabeza de cucarachas a
las personas, preferiblemente siendo niños, con cuentos fantásticos y asuntos
religiosos que son siempre amoldados a las conveniencias socioeconómicas particulares
de ellos. Así, con esos cuentos en la cabeza, los niños crecen llevando en la
mente unas creencias religiosas que por muy absurdas que sean, de ellas será
muy difícil zafarse cuando sean personas adultas.
En el mundo hay millones de religiones, pero son pocas las que tienen
bastantes creyentes. El budismo es seis siglos más antiguo que el cristianismo;
la religión judía es más antigua que el budismo, tiene como cuatro mil años,
pero no hay fecha exacta de su comienzo ni datos creíbles de su origen; casi
todos los hechos dados como ciertos en sus tanaj o libros religiosos,
viablemente son imposibles o absurdos. Por ejemplo, en esas escrituras se
asegura que Noé, un hombre que tenía tres hijos, llamados Sem, Cam y Jafet, por
orden de Dios hizo un arca –o barca en español- para salvarse de un inminente
diluvio. Según los datos escritos, las medidas de esa barca eran 135 metros de
largo por 22.5 de ancho y 13.5 de alto, un tamaño, según expertos en ingeniería
naval, con relación de medidas adecuadas, pero que no alcanzaría ni siquiera
para almacenar los alimentos suficientes para sostener durante una semana los
animales que supuestamente embarcó Noé en ella. El hecho fue que, según el
relato del libro sagrado judío, por orden directa de Dios, además de su
familia, Noé embarcó y llevó en su barca siete parejas de cada especie de los
animales puros y una pareja de cada una de las especies de los animales impuros
existentes, dado que era necesario salvar del diluvio al menos una pareja de
cada una de todas las especies de animales que había en el mundo.
Según los escritos de
A los absurdos mencionados hay que agregar que todo, incluyendo el arca,
tuvo que hacerlo Noé con las uñas, ya que en esa época no habían inventado las
herramientas, y sin presupuesto ni prestaciones sociales porque, según las
explicaciones de la Tora, Dios era su amo y no su patrón. Además, aunque
ninguna religión funciona sin dinero, todos los dioses que han inventado los
religiosos suelen ser totalmente pobres o al menos no hay registro, sin
ambigüedades, de alguno que, en vez de pretencioso, sea o haya sido platudo y
dadivoso.
Pero la historia de Noé tiene más cabezas absurdas. Resulta que, según
la Torá, de los hijos de Noé surgió toda la humanidad existente, aunque de este
asunto tampoco hay explicaciones claras. A su hijo Sem se le atribuye haber
generado los habitantes del oriente próximo, literalmente la raza blanca; a Cam
se le da la paternidad de toda la gente negra de África; y a Jafet la de todos
los indios que viven esparcidos en la tierra. No dice
Otro hecho inusitado de la religión judía es el que tiene que ver con la
recibida de los Diez Mandamientos, de parte de Moisés. Según los escritos de
En algunos casos, la religión judía pretende ser la más antigua de la
humanidad, pero tiene muchas cosas del zoroastrismo, de donde se concluye su
origen. Pero es poco lo que se sabe en realidad del profeta Zoroastro. De los
sacerdotes judíos sí se sabe que para la época en que supuestamente vivió Jesús
de Nazaret, ellos en Jerusalén tenían armada una organización, llamada
Sanedrín, que con argumentos religiosos era un eficiente sistema de aprobación
y cobro de diezmos, es decir, un recaudo que les permitía a los jefes de esa
religión vivir con comodidades de reyes.
Y, por lo poco que históricamente se sabe del asunto, si la crucifixión
del nazareno fue cierta, puede deducirse que es casi seguro que los sacerdotes
judíos hicieron matar a Jesús fue porque su modo de predicar religión los
perjudicaba económicamente. Según algunos comentarios de Orígenes, un filósofo
y escritor cristiano que vivió mas o menos entre los años 185 y 254, Jesús
decía que no había que ir a templos ni que pagar diezmos para ganar la gloria
de Dios, anuncio que debió ser visto por los rabinos judíos como un predicado
flagelante para sus ingresos económicos. Pero hay más detalles que demuestran
que la muerte de Jesús pudo ser por motivos económicos y no religiosos. Se
deduce que el prefecto Poncio Pilato, que era un romano astuto, se lavó las
manos en presencia de los sacerdotes judíos fue porque era conocedor de la
inocencia de Jesús y sabía que éstos querían matarlo con la mayor crueldad
posible, para con eso disuadir a los seguidores de su movimiento religioso, que
quizá ya eran numerosos y bien vistos por la población pobre judía que estaba
casi esclavizada con los impuestos romanos y el sanedrín judío del Templo de
Jerusalén. No tiene otra explicación el hecho de que a Jesús, en su muerte, los
sacerdotes judíos le hubieran dado un trato tan cruel sin él haber sido acusado
de haber cometido un delito atroz.
La inexistencia de la historia de Jesús hace suponer que él fue solo un
religioso que no alcanzó a ver su fama, por lo que es fácil deducir que los
evangelios, que es donde empieza a aparecer la supuesta vida divina de
Jesucristo y que fueron escritos más de cien años después de su muerte; por los
fracasos de las autoendiosadas de los monarcas romanos fueron inventados y
elaborados a conveniencia de políticos corruptos y de la aristocracia romana,
de donde surgió la perversa monarquía eclesiástica romana que se convirtió en
la Iglesia Cristiana. Es obvio que la endiosada de Jesús fue hecha en aras de
riqueza y de poder político, pues, por fe religiosa, en Roma jamás se hubiera
podido desarrollar un cristianismo imperial, esclavista, saqueador y asesino
como ocurrió desde cuando la religión cristiana se convirtió en la religión
oficial del imperio romano.
En la antigüedad,
los líderes religiosos judíos predicaron y establecieron que el dios de Israel
era el único Creador del universo que existía y que Él había elegido y
bendecido únicamente a las tribus de los 12 hijos de Jacob que se hallaban
esparcidas en Judea, es decir, al pueblo judío, y que a ellos los había
designado para que en el futuro dirigieran y gobernaran al resto de la
humanidad y les había concedido el Don para que, con el correr del tiempo,
todos los demás pueblos humanos fueran sus esclavos o vasallos.
Los judíos
proclamaban y creían que ningún otro pueblo había sido elegido de Dios y,
cuando podían, marcaban las viviendas de los integrantes de otras tribus y por
el mero hecho de no ser judíos los asesinaban. Por sus creencias religiosas
estaban seguros de que ellos algún día podrían eliminar o esclavizar a los
seguidores de las demás religiones, y a quienes no fueran judíos los
consideraban de una clase social mas baja.
Debido a que muchas
veces en Judea había pestes o escaseaba la comida, con frecuencia había
emigraciones judías y, con propósitos expansionistas, los israelitas siempre
trataban de formar Estados judíos independientes dentro de las tribus o
naciones que los acogían, sin importarles a ellos lo bien que los recibieran o trataran
en el exterior, comportamiento que los convirtió en extranjeros indeseables.
Para ellos, el mero
hecho de ser judíos significaba tener una posición divina y social más alta que
el resto de la humanidad, ya que, según sus creencias, ese único dios, en dos
láminas de piedra les escribió, "con su propio dedo", los Diez
Mandamientos, en los cuales basaban sus ideas religiosas y por lo tanto creían
que, en general, sus enseñanzas eran instrucciones directas de Dios y que con
su apoyo se tomarían el mundo.
Es absurdo que los judíos, después que crucificaron a Jesús, hubieran
reconocido que él era el mecías que ellos estaban esperando, y que desde mucho
antes sabían de su llegada. Eso quiere decir que los sacerdotes judíos, igual
que los romanos, en el tiempo del acondicionamiento político de la religión
cristiana, también quisieron participar de la utilidad de la rica torta
socio-económica en que se estaba convirtiendo el cristianismo. Pero los
romanos, después que saquearon lo que consideraron útil de las escrituras de la
religión judía, se adueñaron de toda la utilidad que producía la religión
cristiana, y a los jefes religiosos judíos les tocó quedarse cayados y
desligados de esa mina de riquezas y hacer toldo aparte.
En el año 70 de nuestra era hubo una gran revuelta judía en contra del
emperador Vespasiano, cuyo resultado fue una serie de masacres en Judea y la
destrucción de Jerusalén, incluido El Templo, y la esclavización y esparción de
judíos y cristianos por todo el imperio romano, siendo humillados los miembros
de ambas religiones, lo que produjo un acercamiento religioso entre judíos y
cristianos, lo cual se cree que fue el comienzo de que los cristianos tomaran
parte de las creencias judías, que esa época eran unas enseñanzas tradicionales
que no estaban escritas en su totalidad. Después, durante mucho tiempo, la
monarquía romana asesinó a los religiosos cristianos y, como no pudo acabar con
esas ideas religiosas, poco a poco se hizo dueña de la religión cristiana,
acondicionó los evangelios y reglamentó el cristianismo de acuerdo a sus
conveniencias económicas y políticas, cosa que veremos más adelante.
Causa suspicacia que los papas siguientes no hubieran tenido en cuenta
el consejo bíblico que el obispo Ireneo de Lyon (130 - 202) les hacía a los
ricos de entonces, a que se deshicieran de sus riquezas, para poder obtener
vida eterna. Eso ya lo había hecho varios siglos antes, con propósitos de
humildad, el señor Siddartha Guatama, más conocido como Buda, el fundador del
budismo. Y, siguiendo ese ejemplo, hubiera sido razonable que los papas, para
obtener la vida eterna que
Cabe recordar que venía refiriéndome a la religión judía y no a la
cristiana. Pero es que después de la supuesta muerte de Jesús, por un largo
tiempo, la política romana y las religiones judía, romana y cristiana se convirtieron
en una ensalada de arreglos y conflictos; en la Roma eclesiástica, durante
mucho tiempo, muchas veces emperador y pontífice era la misma persona y en la
práctica este individuo era el jefe de todas las organizaciones políticas y
religiosas del Mundo Cristiano que, desde entonces, por más de 15 siglos fue
gobernado por la monarquía romana, aunque en esto conviene aclarar que la
palabra ‘pontífice’, antiguamente quería decir: “Máximo responsable del puente
sobre el río Tíber y jefe religioso de Roma”.
Para tener una idea del respeto que la monarquía romana le tenía a la
religión, nótese que el emperador Augusto –‘el Venerable’-, había sido
pontífice a los 15 años de edad, tres años antes de ascender a emperador, y que
este hecho ocurrió poco antes del supuesto nacimiento de Jesús. Además, también
vale añadir que el papa Benedicto IX fue consagrado pontífice cuando solo tenía
once años de edad, cosa que veremos más adelante. Y debe entenderse que, de
acuerdo a las pretensiones de las leyes eclesiásticas romanas, el obispo de
Roma era el pontífice romano y jefe religioso de todos los seres humanos y el
rey de todos los gobiernos del mundo.
Por los motivos ya mencionados, la explicación más lógica de estos
hechos es que la muerte de Jesús, si es que la hubo, fue por asuntos económicos
entre judíos y ajena a los intereses de Roma. Y que la verdadera causa de la
formación del Pontificado cristiano, como lo conocemos ahora, no fue por fe
religiosa sino por propósitos económicos y políticos de la monarquía romana, en
provecho de la muy astuta oligarquía italiana.
En cuanto a otros impedimentos que debió haber para culminar ese asunto,
conviene tener en cuenta que entre Roma y Jerusalén hay una gran distancia; y
que Judea, cuya capital cuando nació Jesús era Jerusalén, entonces era un
Estado-provincia sometido y oprimido por el imperio romano, con ninguna
aceptación local voluntaria a los romanos. Otro inconveniente para esa unión
religiosa era que judíos y romanos hablaban idiomas diferentes, y que, en
asuntos religiosos, mientras los primeros eran monoteístas, los segundos eran
politeístas, dos creencias distintas que debieron impedir ese engranaje
religioso. Además, casi toda la gente del imperio romano en asuntos religiosos
se sentía segura porque veía a su nobleza como dioses todopoderosos y, en
cuanto a la religión, el pueblo romano hacía lo que ordenara el emperador,
quien casi siempre se creía y se auto consideraba un dios protegido de los
dioses romanos, ante los cuales éstos no creían que existiera un ser divino más
poderoso. Pero la mayoría de los emperadores romanos fueron más supersticiosos
que religiosos; casi no creían que existiera el Demonio sino varios dioses,
superiores a ellos, que se irritaban con facilidad y que para evitar sus
castigos o ganarse sus favores era necesario hacerles diversos eventos y
sacrificios.
Las creencias religiosas de los judíos han sido casi las mismas todo el
tiempo; creen que existe un sólo Dios, universal, omnipotente, con semejanza
física de hombre blanco, pero totalmente bueno y misericordioso. Igualmente,
creen en la existencia de un solo Demonio, también con semejanza humana pero de
raza negra y malísimo; piensan que el Demonio a toda hora está buscando la
manera de joderlos y poniéndoles trampas para hacerlos pecar.
En teorías, la religión cristiana tiene bastantes cosas de la religión
judía. Las dos son monoteístas, aceptan los mismos Diez Mandamientos y han
cumplido de igual manera con “No matarás”, pero, en la práctica, los cristianos
no son monoteístas porque creen y predican que Jesús también es Dios, y en su
nombre han sido mucho más criminales que los judíos y grandes hacedores de
leyes, abogados, santos, vírgenes, y de inventos casi inexplicables como
Para darle más claridad al enredo religioso habido entre Roma y
Jerusalén, ya hechas las explicaciones anteriores, habría que reconocer que
sería absurdo aceptar que se hubiera hecho una unión y conversión netamente
religiosa de la perversa monarquía romana a las creencias de los tercos y
perseguidos religiosos seguidores del entonces desconocido Jesús, añadido que,
en ética religiosa, las dos partes eran como el agua y el aceite.
Lo que ocurrió, según los registros históricos, fue que a pesar de que
los sacerdotes judíos y las autoridades romanas persiguieron y asesinaron a los
cristianos por predicar ese novedoso modo religioso, luego de la muerte del
creador de esas teorías, dichas enseñanzas, que además de sabias evitaban pago
de impuestos, se convirtieron en apoyo económico y espiritual de los oprimidos
o necesitados, y la religión cristiana se regó por casi todo el mundo
civilizado de entonces, y, con el tiempo, los corruptos y astutos dirigentes
romanos, cuyas falsas divinidades no habían funcionado, vieron las inmensas
oportunidades que podrían surgir al divinizar y explotar política y
económicamente esa religión, cosa que perversamente hicieron después. Y lo que
siguió mas tarde, como puede verse más adelante, fue que varios líderes de la
monarquía romana poco a poco acabaron con los verdaderos religiosos cristianos
y después endiosaron a Jesús y ellos mismos se hicieron papas o los elegían a
su antojo, y así el papa pasó de ser un religioso, verdaderamente seguidor de
la fe y las enseñanzas cristianas, a ser un monarca perverso o un títere de la
aristocracia romana, con todos los viejos vicios de las monarquías, como
ocurrió, entre otros tantos casos, en el grupo de papas elegidos por la familia
de Teofilacto y Teodora, conocidos como ‘la pornocracia’, lo cual es narrado
más adelante.
Pero eso no fue un asunto resuelto de un día para otro sino un lentísimo
proceso con numerosos conflictos entre varias generaciones de monarcas romanos,
contra religiosos cristianos. Antes no había el título de papa, al principio,
la religión cristiana era dirigida por varios obispos que no tenían jefatura
unificada, y casi todos esos primeros jefes cristianos fueron cruelmente
asesinados por la monarquía romana, muchas veces con la complicidad judía. En
todos los territorios ocupados o sometidos por el imperio romano, siempre se
imponía la religión del emperador, pero los religiosos cristianos cada vez
ganaban más seguidores y además se mezclaban con líderes políticos, lo cual
indujo a algunos emperadores, ya avanzado el conflicto, a convertirse en
gobernantes antipapas como lo fueron los emperadores Diocleciano y Maximiano,
cosa que veremos adelante.
Pero, para mayor claridad, regresemos al comienzo del supuesto hecho que
dio lugar al surgimiento de la religión cristiana, tal como la conocemos ahora.
Según
El relato evangélico dice que María, para evitar el matrimonio, huyó de
su casa y se internó en un monte tupido de olivos, donde, estando meditando, se
le apareció un ángel –o arcángel según otras escrituras religiosas, esa parte
no es muy clara en cuanto al grado del mensajero de Dios-, y le dio un mensaje
acerca de un romance divino, y varios días después ella apareció muy nerviosa
explicando que por obra y gracia del Espíritu Santo había quedado embarazada de
Dios y que iba a tener un hijo suyo.
Vale aclarar que a pesar de las muy adornadas y ambiguas explicaciones
de
Pero no hay duda de que el contenido del modo religioso cristiano tenía
mensajes de esperanza y de justicia social que atraían a las multitudes
maltratadas, prédicas de fe que hicieron enojar primero a los sacerdotes judíos
y después a los gobernadores romanos, quienes trataron con crueldad a los
entonces indefensos seguidores de esa religión.
Así pasaron varias décadas de lucha en esa puja religiosa y social, y la
desprestigiada monarquía romana no pudo acabar con la cada día más creciente comunidad
cristiana, y, para beneficiarse y superar ese fracaso, los monarcas romanos
decidieron apropiarse de la religión cristiana y adecuarla a sus conveniencias
económicas y políticas. De esa estrategia política surgió la endiosada de
Jesús, y después, con toda clase de crueldades, la monarquía eclesiástica
romana obligó a la gente a creer y a aceptar la existencia de un supuesto
Salvador que, luego de asignarle a Roma la Santa Sede, los había facultado a
ellos para que dirigieran la humanidad y fueran jefes de todos los gobiernos
del mundo.
En el año 440 hubo un acuerdo que iluminó la imagen de
Aunque al alcance del público siempre hubo abundantes datos acerca de
las obras religiosas, políticas y de gobierno que realizaron todos los papas,
los delitos que ellos cometieron fueron un secreto de Estado de la Iglesia. Es
muy cierto que, todo el tiempo, en el Vaticano lo que no ha sido sagrado ha
sido secreto; gran parte de lo que veremos de aquí en adelante es un resumen de
casos que por mucho tiempo fueron tapados por
HISTORIA DE LA IGLESIA Y BIOGRAFÍA DE LOS
PAPAS
Primero, a vuelo de pájaro, antes de meternos de lleno en la HISTORIA DE
LOS PAPAS Y DE LA IGLESIA miremos algunos de los inventos y arandelas
protocolarias religiosas que algunos pontífices le agregaron al cristianismo: A
san Clemente (Ejerció de jefe de la Iglesia del año 88 al 97), se le atribuye
el anexo de la palabra Amén al cristianismo. A san Alejandro (105 a 115),
además de reglamentar la materia prima para hacer las hostias, se le atribuye
el invento del agua bendita. -Él ha sido un suertudo pues, aunque no patentó su
invento, hasta el presente nadie le ha robado esa patente ni se sabe de pirateo
ni de plagios a su famosa y mundialmente conocida agua-.
A san Higinio (136 a 140), se le atribuye el invento de los padrinos,
una hembra y un varón, en el bautizo cristiano. -Es de notar que este invento
sí fue plagiado o se le dio un uso diferente por parte de la mafia siciliana
que estableció un sólo padrino en sus organizaciones mafiosas-.
San Urbano I (222 a 230), permitió que
Ponciano (230 a 235), inventó la frase “El señor esté con
vosotros”. San Lucio I (253 a 254),
prohibió las relaciones sexuales de cristianos que no fueran entre esposos.
–Menos mal que él no duró mucho, no se sabe si después oficialmente abolieron
esa prohibición, pero, para los hombres cristianos, no debió ser buena cosa
vivir con esas reglas-.
A san Félix I (269 a 274), se le atribuye la fusión humano-divina de
San Eutiquiano (275 a 283), estableció el uso religioso de la
‘dalmática’, una prenda muy parecida al manto que usaban los emperadores
romanos. -La pinta de ellos no tenía porqué ser inferior a la de los
emperadores, siendo que ya
En el lapso de san Melquíades (311 a 314), ocurrió el triunfo militar
cristiano que luego convirtió a la religión cristiana en religión oficial del
Imperio Romano. Pero, el verdadero cristianismo hacía mucho tiempo que había
desaparecido y los papas ya no eran pacíficos, como el Jesús de Nazaret de la
leyenda evangélica, sino hombres sanguinarios y guerreros, miembros de la
oligarquía romana que poco a poco se había adueñando de la religión cristiana.
San Silvestre (314 a 335), inventó la ‘Corona Férrea’ y formuló el
contenido de El Credo. A san Marco (336), se le atribuye el invento del
‘Palio’, hecho de lana blanca de cordero bendito. –No está claro si el cordero
blanco se bendecía o era solo a su lana.
San Dámaso (366 a 384), introdujo al cristianismo la palabra hebrea
‘aleluya’ e hizo traducir y agregar a esta religión gran parte de las sagradas
escrituras de la religión judía. Todo indica que él fue el papa que inició el
saqueó cristiano a las escrituras sagradas judías, y que era miembro de la
monarquía romana y muy erudito.
San Zósimo (417 a 418), prohibió que los hijos no legítimos fueran
ordenados sacerdotes. El sacerdocio era la profesión más lucrativa en ese
tiempo y, respecto a ese asunto, La
Infamia Cristiana, un libro anónimo viejísimo, dice que a muchísimas
personas que vivían en unión libre desde jóvenes les tocó casarse ya viejos,
para que sus hijos pudieran ser sacerdotes. El asunto es que, según ese libro,
en esos matrimonios de viejos, muchos hombres cambiaron de mujer y metieron
“gata nueva por liebre vieja”, cosa que se facilitaba, debido a que las mujeres
de esa época no tenían documentos de identidad.
San Félix (483 a 492), no fue casado por la Iglesia pero tuvo varios
hijos, entre ellos el padre del famoso san Gregorio Magno. Su sucesor fue
Gelasio I (492 a 496), el inventor de la frase: “señor ten piedad”.
A San Juan II (533 a 535), se le atribuye el invento del cambio de
nombre de los pontífices. –Él tuvo que cambiarse de nombre porque se llamaba
Mercurio, nombre de un dios pagano de Roma, pero ese invento ya era viejo entre
los monarcas, y según la obra de Idaclio, Los
Seglares de Grecia, quienes verdaderamente lo idearon y lo usaron primero
fueron, Dolocia, Idona y Antea, tres hermanas, hermosas y ricas prostitutas de
Atenas, lo cual , según la obra de Idaclio, “primero contagió a casi todas las
putas de Atenas, y poco a poco a los monarcas y luego a todas las putas y
también a las demás mujeres del mundo.” Y, desde entonces, a casi todos los
papas que siguieron-.
San Sabiniano (604 a 606), estableció y organizó el sonido de campanas
en las horas de ceremonias religiosas. Adeodato I (615 a 618), fue el primer
papa que usó sello en los documentos de la iglesia. San Teodoro I; (642 a 649),
le agregó a Pontífice el título de Soberano. -Eso fue algo muy parecido a los
caprichos de la familia de Augusto, el ‘Venerable’, y los ‘césares’
Julio-Claudios-.
San Eugenio I (654 a 657), les impuso la castidad a los sacerdotes. -En
ese tiempo se pensó que el propósito del papa era evitar los abusos sexuales
que estaban cometiendo muchos eclesiásticos, pero, el remedio, además de
absurdo, puede haber sido peor que el mal que se pretendía sanar. Para mejor
remedio y buen ejemplo eclesiástico hubiera sido mejor imponerles a todos sus
funcionarios religiosos el matrimonio por
San Constantino (708 a 715), implantó el ‘beso de pies’. -Los ateos
cultos, a este acto, además de humillante, lo consideran antihigiénico-.
San Zacarías (741 a 752), impuso a Pipino el Breve, de rey de los
Francos, quien fue el primer soberano ascendido por un pontífice.
San Esteban II fue papa solo un día en el año 752, pero eso fue
suficiente para que sea llamado san Esteban. Cabe señalar que su sucesor fue
San Esteban III, a quien se le atribuye el invento de ‘la sacada en hombros’.
Sergio III (904 a 911) fue el primer papa que hizo esculpir la tiara en
sus medallas. Juan XV (985 a 996), fue el inventor del ascenso de humanos
fallecidos a santos o al menos el primero en iniciar un proceso de
canonización; el elegido fue un obispo oligarca alemán, llamado Ulrico, siendo
él el primer santo de la Iglesia. -Pero vale aclarar que, en la práctica, san Joaquín
y santa Ana, los supuestos abuelos de Jesús, deben ser los santos más viejos de
la Iglesia-.
Benedicto VIII (1012 a 1024), estableció que los clérigos no se casaran.
–Eso fue una gran ventaja para los curas: casaban a los demás hombres y ellos
se quedaban solteritos haciendo ochas y panochas-. Juan XIX (1024 a 1032), le puso el nombre de
un salmo a las 7 notas musicales. Benedicto IX fue la persona mas joven en
llegar a ser papa. Ocupó ese puesto a los 11 años de edad (1032); fue papa en
tres lapsos distintos y murió no siendo papa. Siguiendo el orden cronológico de
los pontífices, en otro aparte de esta obra hay más información de este papa de
cero en conducta.
San Celestino V (1294) fue un hombre virtuoso que renunció al
pontificado cuando se dio cuenta que la monarquía romana, perversamente, lo
usaban a él y a la religión cristiana de instrumentos políticos. En la
práctica, él ha sido el único papa, verdaderamente cristiano, que ha tenido la
Iglesia.
Según rumores históricos, el papa Calixto III (1455 a 1458) excomulgó al
cometa Halley por considerarlo cosa del Diablo.
La Iglesia Cristiana, o sea el Vaticano que existe ahora, es un invento
romano. Y si Jesús existió, hay que dar por hecho que él fue un semiesclavo del
imperio romano, por lo que quizá jamás se imaginó y tal vez por ningún motivo
lo hubiera admitido en un testamento, que Roma fuera su ‘Santa Sede’ y que,
desde esa ciudad esclavista, la monarquía que tenía sometida a su patria
administrara su organización religiosa.
Cabe aclarar que, aunque han sido numerosos los conflictos de papas
romanos con reyes o monarcas, casi siempre los problemas graves fueron por
asuntos políticos y no por causas religiosas, ya que, como veremos en adelante,
la gran mayoría de los papas o jefes de la Iglesia, no fueron personas
religiosas sino personajes políticos, ambiciosos de riquezas y poder, sin
vocación religiosa.
Tito Domiciano, el último emperador de la dinastía Flavia, fue sucedido
por el emperador Nerva (96-98) y este por el emperador Trajano (98-117) en cuyo
lapso, en el año 115, ocurrió una rebelión judía. En ese año los judíos
declararon como Mesías al líder judío Simón bar Kojba, quien dirigió una gran
rebelión que causó una vez más la destrucción total de Jerusalén y, en total,
más de un millón de muertos, habiendo finalizado el conflicto en el año 135
cuando el ‘Mesías’ judío fue derrotado y su cabeza fue enviada como trofeo de
guerra al emperador Adriano (117-138) quien había sucedido a Trajano. El
sucesor de Adriano fue el emperador Antonio Pío (138-161), y ningún historiador
volvió a mencionar a los cristianos desde el lapso del emperador Nerón, en el
año 68, cuando Tácito escribió que los cristianos se declararon culpables del
incendio de Roma, o sea que, durante esos cien años, la secta cristiana pasó
inadvertida para los historiadores.
La lista de los primeros 12 papas fue hecha, alrededor del año 173, por
el obispo intelectual Irineo de Lyon, pero hasta esa fecha el cristianismo
debió tener un número mucho mayor de jefes, pues Irineo cubre 140 años con solo
12 papas, a un promedio de mas de 10 años por papa, lo cual debió ser imposible
en el comienzo del cristianismo. Además, al comienzo, la religión de Jesús era
dirigida por varios obispos que ninguno se consideraba jefe de los demás, es
decir, el cristianismo era algo así como una filosofía religiosa, que era
predicada por hombres avanzados en ideas justas y que no tenía jefatura
unificada. Pero, según Irineo de Lyon, los primeros 12 papas fueron: San Pedro,
quien murió en el año 64 o 67; san Lino (67 a 76); san Anacleto (76 a 88); san
Clemente (88 a 97); san Evaristo (97 a 105); san Alejandro (105 a 115); san
Sixto (115 a 125); san Telésforo (125 a 136); san Higinio (136 a 140); san Pío
(140 a 155); san Aniceto (155 a 166); san Sotero (166 a 175). Hasta esta época,
el cristianismo no había hecho registro histórico de sus jefes ni de sus
actividades, se cree que casi todos los primeros obispos fueron analfabetas y
lo más seguro es que Irineo inventó la mayoría de esos nombres y con ellos
llenó el vacío, para ordenar desde entonces una lista verdadera de jefes de la
religión cristiana, y, hasta donde se sabe, Irineo fue el primer cristiano en
sugerir que Jesús era una Creación de Dios
Es deducible que en esa época, en el Oriente se estaba iniciando la
imposición romana de la endiosada de Jesús. Poco antes se habían enfrentado con
sus ideas los filósofos Orígenes y Celso. Orígenes era un religioso puritano,
seguidor del antiguo cristianismo, de quien, aunque los menciona, no hay datos
acerca del modo de su interpretación de los evangelios, pero sí hay registros
de escritos suyos con los que ataca al filósofo Celso
porque éste en sus obras se burlaba de Jesucristo; entre otras cosas, en uno de
sus libros Celso aseguraba que Jesús había sido hijo de una judía amancebada
con un soldado romano de nombre Pantero, y que había practicado la magia que
aprendió en Egipto y que por eso había tenido unos cuantos discípulos de entre
la plebe más miserable y digna de compasión, añadiendo que era indigna de una
divinidad su muerte en la cruz.
Es casi seguro que
los evangelios surgieron de las obras de Orígenes y del obispo Irineo de Lyon,
pero al comienzo éstos no fueron escritos como hechos reales sino como frases
máximas de sabiduría. En esa época eran pocas las personas que sabían leer y no
existía el papel; la escritura se hacía en papiros y en pergaminos, elementos
que sólo estaban al alcance de personas ricas, circunstancia que va en contra
de que los supuestos humildes seguidores de Jesús hubiesen podido comunicarse
por escrito y con sus cartas generar los Evangelios. Y a lo anterior hay que
añadir que, además de los desastres habidos en Judea por la primera guerra
romana-judía (66-74), el emperador Adriano (117-138), en la segunda guerra
contra los judíos dejó en escombros el territorio de Judea, incluido Jerusalén,
por lo que es muy difícil que un siglo después, en la tierra del supuesto
Mesías existiera algo que hubiese sido escrito allí, en la época que se supone
que vivió y murió Jesús.
En los 140 años siguientes a la lista de pontífices de Irineo de Lyon
hubo 22 papas y ya las condiciones de seguridad para ellos eran mucho mejores,
pero de la historia de los primeros y verdaderos cristianos, hasta 100 años
después de la muerte del inventor de esta religión, no quedó nada registrado o
que se sepa con certeza. La mezcla de la religión cristiana con la perversa
monarquía romana fue un proceso lento, que empezó en el segundo siglo del
actual calendario gregoriano, pero todos los jefes religiosos que seguían y predicaban
la auténtica religión cristiana fueron eliminados por los sacerdotes judíos y
la monarquía romana, durante el primer siglo del cristianismo.
Siguiendo el orden que estableció Irineo de Lyon, el papa número 13,
sucesor de san Sotero, fue san Eleuterio (175 a 189), cuyo nombre significaba
‘hombre libre’ por lo que se deduce que había sido esclavo y liberado, y lo más
seguro es que su libertad y su elección de pontífice se dieron con alguna
condición política de la monarquía romana. En esa época, el emperador de Roma
era Marco Aurelio (161 a 177), quien no había hecho persecución cristiana, y su
hijo y sucesor, el emperador Cómodo (177 a 180), tampoco persiguió a los
cristianos y el papa Eleuterio fue aliado suyo.
El siguiente papa fue Víctor I (189 a 199), quien fue el primer papa que
luchó con los obispos para que celebraran la pascua según el rito romano y no
el hebreo, y en idioma latín; en la práctica, ya la monarquía romana influía en
la elección del papa y se estaba tomando el cristianismo. Su sucesor fue el
papa Ceferino (199 a 217), un romano que era analfabeta y que fue elegido y
consagrado por ser títere de Severo, el entonces emperador romano, y quien,
debido a su mínimo conocimiento religioso, tuvo que nombrar de secretario suyo
a Calixto, otro servil del emperador que sería después su sucesor, el papa
Calixto I (217 a 222) quien construyó las catacumbas de
Tras la muerte del papa Ceferino, debido a inconformidades internas en
el cristianismo por el servilismo político al que estaba sometida la fe
cristiana a la dinastía monarca romana de los Severo, en especial a Caracalla,
junto con Calixto los opositores religiosos eligieron otro papa, ahora conocido
como el antipapa Hipólito, lo cual causó el primer cisma religioso en el
cristianismo.
Luego de la muerte de Calixto, fue elegido el papa Urbano I (222 a 230)
quien ejerció casi todo el tiempo de su papado enfrentado políticamente con el
otro papa de entonces, el ahora antipapa Hipólito, pero sin persecución
imperial por ser él aliado y servil del emperador Severo Alejandro, el último
monarca romano de la dinastía de los Severo. Pero, por asuntos políticos, este
papa fue cruelmente martirizado y asesinado por Maximiano el Tracio, un militar
gigante que se convirtió en enemigo del joven emperador Severo Alejandro y,
luego de derrotarlo, se hizo emperador de Roma. Poco después, por ser aliados
políticos de la monarquía romana, Maximiano asesinó numerosos líderes
cristianos; y, como dato curioso, vale añadir que este emperador deificó a su
fallecida esposa Paulina, y que él fue el único emperador romano que no conoció
a Roma. Sin embargo, su cabeza sí llegó a Roma, en mayo de 238, como trofeo de
guerra, y entonces empezó el lapso de los ‘Soldados Emperadores’ un periodo de
50 años en los que, además de un sinnúmero de supuestos herederos del trono,
hubo 26 emperadores romanos, de los que sólo Claudio II a quien lo eliminó una
peste, no murió asesinado o suicidado. Pero varios de ellos fueron deificados,
entre estos el mencionado Claudio II y el emperador Aureliano, o sea que Roma
nunca ha parado de ser una fábrica de divinidades humanas.
El sucesor de Urbano I fue Ponciano, (230 a 235) el primer papa, hasta
entonces, que abdicó y no murió siendo papa. Fue desde entonces que empezó a
registrase por escrito la historia de los papas. Tanto el antipapa Hipólito
como el papa Ponciano fueron encerrados por el emperador Maximiano, en una mina
de sal, donde concilió con ellos sus abdicaciones a favor de Antero (235 a 236,
Antero duró de papa solo 43 días), quien fue el primer papa impuesto
directamente por un monarca. Luego de conciliar con el emperador Maximiano, los
hasta entonces papas Hipólito y Ponciano, por asuntos políticos fueron
martirizados y azotados hasta morir, y sus cuerpos fueron sepultados en las
catacumbas de San Calixto. Según rumores históricos, el papa Ponciano era
casado y él era el mismo Valeriano, amigo del papa Urbano y esposo de santa
Cecilia, la actual patrona eclesiástica de los músicos. Y también existen
escritos que dicen que esta santa, que era de familia monárquica, tenía
relaciones románticas y políticas con el papa Urbano, amigo de su esposo
Valeriano.
El siguiente papa fue Fabián (236 a 250), quien era un granjero laico y
fue elegido papa en una reunión secreta debido a la persecución religiosa del
emperador Maximiano. Según datos históricos, en esa reunión secreta los
dirigentes cristianos estaban discutiendo la elección del sucesor del papa
Antero y de repente una paloma se posó sobre el granjero, que era un simple
espectador del asunto, lo cual fue interpretado por los religiosos como una
señal de Dios para elegirlo a él, y por unanimidad fue elegido papa,
procediéndose enseguida a su ordenamiento de sacerdote y de obispo. Eso parece
increíble, pero, según el historiador Eusebio de Cesarea, en su obra, Historia
de
Para elegir al sucesor de Fabián hubo que esperar la muerte del
emperador Decio, ocurrida 18 meses después, y el elegido fue el papa Cornelio
(251 a 253), a quien le tocó enfrentar un problema de apostasía religiosa,
surgido poco antes por la persecución del emperador Decio. Ese lío de apostasía
se le convirtió al papa en un gran problema con un obispo romano, llamado
Novaciano, porque el papa Cornelio era partidario de perdonar y reintegrar a
El papa Cornelio murió encarcelado y martirizado por líos políticos con
Galo, el nuevo emperador romano, quien, para desprestigiar a los jefes del
cristianismo, sus enemigos políticos, le acusó de ofender a los dioses romanos
y con ello provocar una epidemia en Roma. Su sucesor fue el papa Lucio (253 a
254), quien siguió la política de su anterior en contra de los novacianos o
puritanos y, por ser su aliado político, no fue perseguido por Valeriano, el
nuevo emperador de Roma.
El siguiente papa fue Esteban I (254 a 257), quien continuó con el
problema de los lapsi, pero siendo contrario al emperador y a favor de los
novacianos. Fue un papa político y autoritario, decretó que
El siguiente ocupante de la silla de san Pedro fue el papa Sixto II (257
a 258), quien solucionó el problema lapsi, pero, por orden del emperador
Valeriano, fue detenido en una ceremonia religiosa, estando en un cementerio, y
ese mismo día fue asesinado junto con varios religiosos que le acompañaban. Su
sucesor fue el papa Dionisio (259 a 268), que fue elegido casi un año después
de la muerte de su anterior, debido a las persecuciones del emperador
Valeriano. Este papa persiguió con dureza el modalismo, una doctrina de un
filósofo llamado Sabelio que aseguraba que las tres formas de nombrar a la
santísima Trinidad no eran otra cosa que tres formas distintas de nombrar al
único Dios. Y por ese mismo asunto tuvo conflictos con el obispo Dionisio de
Alejandría, un pleito religioso conocido como “la controversia de los dos
Dionisios”. El papa Dionisio fue amigo y colaborador de Galieno, el nuevo
emperador de Roma. Su sucesor fue el papa Félix I (269 a 274) quien siguió el
conflicto religioso con la Iglesia de Oriente, por la interpretación religiosa
de
El siguiente papa fue Eutiquiano (275 a 283) quien ejerció su papado en
alianza con los tres seguidos emperadores romanos: Tácito, Floriano y Probo.
En el año 283, tras la muerte de Eutiquiano, fue elegido el papa Cayo
(283 a 296), quien era sobrino de Diocleciano, el nuevo emperador romano,
siendo este político el primer miembro de la monarquía romana en ser elegido
papa. Durante su papado estableció las normas que debían seguirse para ascender
a obispo; por conflictos internos por asuntos políticos, cuando él murió,
Ese líder de la oposición y nuevo jefe de
La Iglesia siguió siendo contraria al emperador, y, tras la muerte del
papa Marcelino, debido a la persecución política, hubo que esperar cuatro años
para elegir a su sucesor. El elegido fue el papa Marcelo I (308 a 309) quien
tuvo problemas por haber decretado que quienes hubieran renunciado a la fe
cristiana por persecuciones políticas, si querían volver a ser cristianos
tendrían que pagar fuertes penitencias.
Por ese conflicto del papa con los lapsi, el nuevo emperador romano,
Majencio, hizo desterrar al papa Marcelo, quien poco después fue asesinado en
el exilio. El siguiente papa fue Eusebio (309) quien quiso arreglarle el
problema a los lapsi pero encontró fuerte oposición de un radicalista religioso
llamado Heraclio. Ese conflicto fue tan fuerte y amplio que, para solucionarlo,
el emperador Majencio los desterró a ambos. Igual que su predecesor, el papa
Eusebio fue asesinado en el exilio. Su sucesor fue el papa Melquíades (311 a
314), quien era un político guerrero que antes de ser papa había sido
perseguido por los emperadores Diocleciano, Maximiano y Majencio. Durante su
papado ocurrió
En el año 313, el nuevo emperador romano, Constantino el Grande,
legalizó la religión cristiana, temporalmente, y le devolvió las propiedades a
En este punto de la historia, no es muy clara la posición que tenía la
Iglesia Cristiana Romana acerca de la divinidad de Jesucristo; los dirigentes
cristianos romanos eran jefes políticos que lo que les interesaba era el poder
y la riqueza, pero los líderes cristianos de Oriente sí eran fanáticos a la
religión, y en ese entonces había un conflicto entre dos obispos de Alejandría,
con el que estaban causando roces y divisiones entre los cristianos de todo el
imperio romano. En ese pleito religioso, de un lado estaba la idea del obispo
Alejandro de Alejandría, quien sostenía que Jesucristo tenía naturalezas divina
y humana y que por lo tanto era verdadero dios y verdadero hombre; y en contra
de ese concepto estaba la creencia del obispo Arrio, cuya posición era que
Jesús había sido una creación de Dios y que por eso ni era dios ni tenía
naturaleza divina.
Hay que entender que el problema era porque los dos religiosos suponían
de modos diferentes la naturaleza de Jesús, pero que eran solo las suposiciones
de ellos, y que ese lío era una duda que no se podía aclarar. Para solucionar
esa controversia religiosa, a ese concilio asistieron un poco menos de
trecientas personas, casi todas del área del conflicto religioso y, en los
alegatos, primero hubo un empate entre las dos partes, pero, según se dijo, el
emperador Constantino hizo inclinar las cosas hacia el lado de su favorito, el
obispo Alejandro, y la endiosa de Jesús quedó realizada, pero enseguida las
cosas se complicaron y surgió una guerra civil por el resultado de ese
concilio, evento en el que, además de la endiosada de Jesús, nació el credo
niceno, pero sin filioque, es decir, no mencionaba al hijo de Dios.
Luego de la derrota de Majencio, el emperador Constantino siguió
compartiendo el gobierno del imperio con Licinio, pero, con apoyo cristiano, en
el año 337 derrotó a este otro emperador y quedó gobernando todo el imperio y
después del Concilio de Nicea hizo ejecutar a quienes no estaban de acuerdo con
la existencia del dios cristiano. La colaboración militar cristiana fue
determinante para que este emperador se quedara en solitario con el poder
romano, y en agradecimiento a esas victorias, entre otras cosas, Constantino le
regaló una basílica al siguiente papa, Silvestre I (314 a 335), conocida
actualmente como
Lógicamente, esa conversión religiosa no se debió a la fe de los romanos
en el dios de los cristianos, sino porque, al pasar ese tiempo con la religión
cristiana legalizada, la desprestigiada y perversa monarquía romana se
convenció de que el cristianismo era sumamente rentable en lo económico, en la
política y en la guerra.
Desde el año 314, como consecuencia de la legalización del cristianismo,
en el imperio romano hubo una gran persecución a las religiones paganas, con el
resultado de un gran número de sacerdotes paganos asesinados y sus templos
saqueados y destruidos. O sea que los cristianos empezaron a hacer con otras
religiones lo que antes habían hecho con la de ellos.
El emperador Constantino, con apoyo cristiano, destruyó todos los
templos de dioses paganos de Grecia y de ellos robó todos sus tesoros, con los
que financió y decoró la nueva capital romana que construyó, entonces llamada
Constantinopla, ahora Estambul.
Como ya se dijo, en la práctica, el emperador Constantino fue el
verdadero jefe de los cristianos durante su lapso, y, en cuanto a su
comportamiento humano, Constantino fue como los demás monarcas de su tiempo, es
decir, un emperador esclavista y saqueador y un despiadado asesino que ejecutó
a todos sus enemigos políticos y a varios familiares suyos, entre estos a
Crispo, su hijo mayor, y a Fausta su esposa. Se supo que su hijo fue ejecutado
por falsas acusaciones de Fausta, y que luego Constantino descubrió la trama de
su esposa, por lo que la ejecutó y se arrepintió de haber ejecutado a su hijo y
por eso sufrió un grave cargo de conciencia; el papa Silvestre le dijo que, si
se confesaba, Dios le perdonaría todos sus pecados, lo cual hizo, y desde que
verificó el error en la muerte de su hijo prohibió la ejecución de niños, cosa
que condenaba con pena de muerte a quien lo hiciera.
Hasta que finalizó su mandato (en el año 337) fueron prohibidas las
crucifixiones y las peleas a muerte de gladiadores en la arena, pero esta
última prohibición no le gustó al pueblo romano, ya que desde tiempos remotos
esas muertes eran su diversión favorita. En resumen; el emperador Constantino
fue el hombre que más influyó en la endiosada de Jesús y fue el padre de ‘los
Constantino’, una dinastía de monarcas romanos que pudo ser igual o más
perversa y asesina que la de los Julio- Claudios.
El papa Silvestre I fue el creador de
El sucesor del papa Silvestre I fue el papa Marcos (336), quien, según
rumores, no quiso ser un papa títere del emperador Constantino, y murió poco
después de ser entronizado, quizá asesinado, pero no hay mayor información de
sus acciones. Su sucesor fue el papa Julio I (337 a 352), a quien le tocó
ejercer su papado con el imperio romano dividido. Tras la muerte del emperador
Constantino, el imperio romano fue repartido entre sus tres hijos Constantino
II, Constancio II y Constante. Poco después, Constantino II fue ejecutado por
su hermano Constante y su parte del imperio fue anexada a la de éste. El
imperio quedó dividido en dos gobiernos, Constancio II gobernaba al Oriente, y
su hermano Constante al Occidente. En cuanto a religión, Constancio era arriano
y Constante católico romano, por lo cual, al comienzo, el papa Julio no tenía
persecución en Roma, pero el poco antes glorioso obispo Anastasio de
Alejandría, sucesor de Alejandro, fue depuesto, y, en el año 350, Constante
murió asesinado en una guerra territorial con el autodeclarado emperador
Magnencio y luego el imperio romano fue reunificado bajo el mando de
Constancio. Esa reunificación imperial fue seguida de una gran persecución
religiosa al catolicismo cristiano, de parte del emperador Constancio, cuyo
propósito era, igual que en Oriente, establecer el arrianismo en Occidente, en
otras palabras: No permitir en Occidente que se predicara que Jesús había sido
hijo de Dios o dios, sino un profeta, cosa que se aseguraba en Oriente,
incluido el lugar donde, supuestamente, había vivido y muerto Jesús. Por
solicitud del papa Julio I se realizó un concilio en Sárdica, en el cual se
debía dilucidar la destitución de obispos en Oriente, pero, por no cumplirse
unos requisitos, los arrianos no asistieron y por eso el concilio fracasó.
No hay datos precisos acerca de la muerte del papa Julio I, lo que sí se
sabe es que él fue el inventor de la farsa de que Jesús había nacido el 25 de
diciembre, mentira que decretó para beneficiar al dios cristiano, ya que en esa
fecha, desde tiempos remotos, en gran parte del mundo se celebraba el Solsticio
de Invierno. En su lapso, la endiosada de Jesús estuvo casi abolida, pero la
pretensión de la monarquía romana era endiosar a Jesús a como diera lugar y
asignar a Roma como su Santa Sede; y ser los monarcas romanos los únicos
representantes y beneficiarios del dios hijo de Dios que habían inventado los
oligarcas romanos, cosa que sobradamente lograron después. Y, en la práctica,
el concilio de Nicea fue el primer salto de la monarquía romana para establecer
universalmente la endiosada de Jesús, cosa que, como veremos más adelante,
coronarían del todo en el Concilio de Éfeso.
El siguiente papa fue Liberio (352 a 366), cuyo lapso empezó en plena
persecución religiosa arriana. El papa no aceptó el cambio religioso, por lo
que fue desterrado a Berea, donde durante dos años fue cruelmente maltratado,
mientras en Roma varios obispos católicos se volvieron arrianos y eligieron
papa a un diácono arriano que ahora es conocido como el antipapa Félix II. Pero
la presión política, respaldada por el pueblo romano, hizo que el emperador
permitiera el regreso del papa Liberio a Roma. La intención del emperador era
que en Roma hubiera un papa católico y otro arriano, y que cada quien creyera a
Jesús como le diera la gana, pero el papa arriano Félix II, que creía que Jesús
no era Dios porque nació y no existía antes de su nacimiento, mientras Dios ha
sido sin principio y eterno; el religioso, indignado por la farsa de la Iglesia
Romana, se encerró en su casa y no volvió a ejercer la religión.
En el año 361 murió el emperador Constancio II, su sucesor fue Juliano
el Apóstata quien restauró el paganismo como la religión oficial romana, pero
éste no duró mucho en el trono; murió en el año 363. Tras su muerte, el imperio
romano nuevamente fue dividido entre dos hermanos; uno, llamado Valente,
gobernaba en Oriente, y su hermano Valentiniano I en Occidente. Para bien de la
oligarquía romana y del papa Liberio, el emperador Valentiniano resultó
católico, o sea que admitía que Jesús había sido hijo de Dios y que también era
dios. Y muy pronto hubo alianza entre el papa, el emperador de Occidente y gran
parte de la oligarquía romana.
El siguiente papa fue Dámaso I (366 a 384), quien continuó el propósito
romano de endiosar mundialmente a Jesús y, para facilitar las cosas, estableció
el cambio de idioma, de hebreo a latín, en los ritos religiosos cristianos e
hizo traducir
En la práctica, Dámaso I fue el papa que convirtió a Roma en La Santa
Sede Cristiana y además él fue un gran saqueador de los escritos sagrados de la
religión judía, a los cuales hizo editar a modo y conveniencia romana; era más
mujeriego que religioso y sus preferidas eran las mujeres casadas, los
arrianos, sin éxito, lo acusaron de adulterio, siendo él un líder elitista y
guerrero que durante los dos primeros años de su lapso peleó con dureza con
otro papa, ahora conocido como el antipapa Ursino, elegido junto con él por
varios obispos inconformes con su elección. Esa guerra entre religiosos fue tan
fuerte que en sus batallas campales diariamente se recogía más de un centenar
de cadáveres. Por ese asunto, el papa Dámaso fue acusado de asesinato, pero el
emperador de Occidente, Valentiniano I, que como ya se dijo era su aliado, le
dio su respaldo, lo defendió y desterró a Ursino. Después, el papa Dámaso,
apoyado por el emperador Valentiniano, hizo un gran número de masacres de
religiosos arrianos, apolinaristas y macedonianos, a quienes con toda crueldad
asesinaba por herejes, pero, aunque cometió un sinnúmero de asesinatos, la
Iglesia lo convirtió en santo por haberle servido tanto a sus intereses
económicos y políticos.
Cabe explicar que el apolinarismo era una doctrina contraria al
arrianismo, en el sentido de que aseguraba que el espíritu de Jesús sí era
Dios, pero no engranaba con la creencia del papa porque convertía el cuerpo del
Cristo romano en una marioneta de Dios; y el macedonianismo era una liga
religiosa que negaba la divinidad del espíritu santo.
Tras la muerte de Dámaso fue elegido el papa Siricio (384 a 399), quien
fue el primer papa que imitó a los emperadores en cuanto a ejecutar leyes,
decretos cristianos y mandatos civiles. Y también fue el primer jefe cristiano
que usó el título de ‘Papa’.
Como buen miembro de la monarquía romana, el siguiente papa, Anastasio I
(399 a 401) ejerció el papado como un monarca eclesiástico y fue reemplazado
por su hijo, llamado Inocencio I (401 a 417), quien tuvo fuertes
enfrentamientos religiosos con los seguidores del pelagianismo, un movimiento
religioso formado por un filósofo de nombre Pelagio, quien, entre otras cosas,
consideraba que no existía el pecado original; en otras palabras, para Pelagio,
las relaciones sexuales normales de la gente no eran un pecado religioso sino
una regla normal de la naturaleza en su función evolutiva. El papa excomulgó a
Pelagio por pensar de esa manera, pero con eso no se arregló el lío sexo-
religioso, así como tampoco los problemas de fe en la divinidad de Jesús.
Pero las peores dificultades del papa Inocencio I surgieron por la
ocupación del rey visigodo Alarico a la ciudad de Roma, un problema originado
por la división del imperio romano en Oriente y Occidente. En esa época era
normal dividir el imperio romano entre varios herederos del trono, pero esos
repartos fueron causando problemas internos que lo debilitaron y generaron la
principal causa de su desastroso fin.
Tras la muerte del papa Inocencio I, fue elegido el papa Zósimo (417 a
418), un político impulsivo que estaba de acuerdo con las teorías de Pelagio y
lo absolvió de la condena de herejía que le había impuesto su predecesor, pero
por el trato que le dio a ese asunto tuvo varios conflictos religiosos internos
y murió de repente, quizá envenenado.
Luego de la muerte del papa Zósimo, fue elegido el papa Bonifacio I (418
a 422), pero su elección no fue aceptada por los diáconos de Roma, porque ellos
lo consideraban como muy viejo, terco y mañoso; éstos eligieron papa a Eulalio,
quien se entronizó y se instaló en el Palacio Laterano. Sin embargo, el
emperador de Roma, Flavio Honorio, mediante decreto resolvió que el verdadero
papa era Bonifacio; éste, con su respaldo tomó el Laterano y asumió como
legítimo papa, siendo esta la primera vez que la Iglesia, públicamente,
permitió que una autoridad civil solucionara un problema suyo religioso. Y
aunque muy pocas personas entendieron el significado de ese detalle, el
emperador con ese decreto también por primera vez, públicamente, puso en claro
quién era el verdadero jefe de los jefes de
El sucesor del papa Bonifacio fue el papa Celestino I (422 a 432), quien
era pariente del poco después emperador romano, Valentiniano III. En el lapso
de este papa todavía no se había solucionado el lío religioso por las
naturalezas de Jesús, y, en el año 431, por ese tema había un conflicto
religioso entre Nestorio, el obispo de Constantinopla, y el obispo de
Alejandría, cuyo nombre era Cirilo. Nestorio quería establecer religiosamente
que Jesús era un dios que había habitado en un ser humano, pero separado lo
humano de lo divino, y que María era madre del Jesús humano pero no de Dios. Al
contrario, Cirilo mezclaba lo humano con lo divino y era partidario de
establecer que María era madre de Jesús y de Dios. Para solucionar ese asunto,
en ese año los jefes cristianos hicieron un Concilio en Éfeso, convocado por el
emperador Teodosio II, cuyo resultado inicial fue un empate en condenas mutuas
de ambas partes religiosas, pero, poco después, Cirilo sobornó a los familiares
y representantes del emperador, quienes obligaron a que el veredicto fuera
favorable a la proposición de Cirilo, cuya tesis era igual a la de la monarquía
eclesiástica romana.
En la práctica, el concilio de Éfeso lo hicieron en solitario los
seguidores de Cirilo, ya que luego del empate entre las tesis de Cirilo y
Nestorio, la familia del emperador, que aún no había llegado cuando hubo empate
en el evento, intervino en el concilio y los jefes nestorianos fueron acusados
como herejes y expulsados del recinto.
En el Concilio de Éfeso fue
confirmada la endiosada de Jesús y, de ñapa, fue conciliado y quedó
oficialmente establecido que María, además de ser virgen, era madre de Dios, y
además se decretó la prohibición de modificar el credo niceno, norma que fue
anulada en el Concilio de Toledo, en el que le añadieron la norma filioque.
Con la explicación anterior debe quedar claro que ‘La Fábula de
Jesucristo y la de la Virgen María’ fue aprobada por Cirilo y la familia del
emperador Teodosio II, en el Concilio de Éfeso, y que desde entonces la tesis
de este obispo quedó legitimada como el soporte divino del cristianismo.
Cabe aclarar que en esa época había un fuerte conflicto religioso entre
las iglesias de Oriente, porque, en el primer concilio de Constantinopla,
realizado en el año 381, le habían añadido el filioque al credo niceno, o sea
que al contenido del rezo le añadieron que el Hijo de Dios era tan dios como el
Padre, cosa que no era admitida en todo Oriente. Ese lío religioso era la
continuación del conflicto por la tesis arriana, pero en Roma como que no le
dieron mayor importancia a ese asunto, pues al Concilio de Constantinopla no asistió
ningún representante del emperador romano ni de la iglesia romana y por eso
hubo que conciliar ese tema en Éfeso. El credo original de Nicea era así:
Creemos en un Dios
Padre Todopoderoso, hacedor de todas las cosas visibles e invisibles. Y en un
Señor Jesucristo, el Hijo de Dios; engendrado como el Unigénito del Padre, es
decir, de la substancia del Padre, Dios de Dios; luz de luz; Dios verdadero de
Dios verdadero; engendrado, no hecho; consubstancial al Padre; mediante el cual
todas las cosas fueron hechas, tanto las que están en los cielos como las que
están en la tierra; quien para nosotros los humanos y para nuestra salvación
descendió y se hizo carne, se hizo humano, y sufrió, y resucitó al tercer día,
y vendrá a juzgar a los vivos y los muertos. Y en el Espíritu Santo.
Y en el concilio de Constantinopla, el credo quedó así:
Creo en un solo
Dios Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo
invisible. Creo en un solo Señor,
Jesucristo Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los
siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado,
no creado, de la misma naturaleza del Padre por quien todo fue hecho; que por
nosotros los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del
Espíritu Santo se encarnó en María La virgen, y se hizo hombre; y por nuestra
causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato, padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer
día, según las escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos, y su reino no
tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo,
señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el
Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los
profetas. Creo en la Iglesia que es
Una, Santa, Católica y Apostólica. Confieso que hay un solo Bautismo
para el perdón de los pecados, espero la resurrección de los muertos y la vida
del mundo futuro. Amén.
Si a estas alturas de cultura humana se analiza el contenido del credo,
se debe llegar a la honesta conclusión de que la humanidad jamás ha tenido
información de que Dios haya engendrado un hijo “nacido del Padre antes de todos los siglos”, y que tampoco se sabe
con certeza, que ese supuesto hijo de Dios “vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá
fin”, y que, por lo tanto, el credo cristiano no es mas que una farsa
religiosa surgida de los caprichos arcaicos de sus redactores.
En el concilio de Éfeso se prohibió la versión del credo niceno de
Constantinopla y, por disposición de la Iglesia Romana, la diáspora nestoriana
fue expulsada del imperio romano, habiéndose refugiado en el imperio sasánida.
De hecho, lo resuelto en este concilio fue un edicto impuesto a la fuerza por
la familia del emperador Teodosio II y la monarquía eclesiástica romana. Y, en
esencia, establecieron una cosa absurda, pues se supone que Dios es mucho más
viejo que María, su supuesta madre. Y también es un mandamiento religioso que
se contradice; la religión cristiana se autoconsidera como monoteísta, es
decir, admite que existe un solo Dios y que es un ser increado, agregados que
por lógica desvirtúan a María como madre suya o que exista un hijo de Dios que
también sea Dios. Sin embargo, con la jerga religiosa cristiana cualquier
absurdo puede ser explicado como cosa cierta.
Si nos atenemos a la historia que
ha sido escrita, ‘La Fábula de Jesucristo’ es una auténtica farsa religiosa
romana, pues la realidad histórica es que jamás ha existido el Cristo hijo de
María con Dios, sino que el dios Jesucristo fue un invento perverso de la
monarquía romana, impuesto en los concilios ya mencionados, para con sus
divinidades falsas obtener poderes económicos y políticos, cosa que a la fuerza
y usando toda clase de crueldades impuso la Iglesia en todos los lugares que
con su chantaje religioso logró conquistar más tarde, ya convertida en el
poderoso Imperio Cristiano, tal como lo veremos más adelante. En una parte del contenido del asunto resuelto en el Concilio de Éfeso
dice:
“Pues, no decimos que la naturaleza del Verbo,
transformada, se hizo carne; pero tampoco que se trasmutó en el hombre entero,
compuesto de alma y cuerpo; sino, más bien, que habiendo unido consigo el
Verbo, según hipóstasis o persona, la carne animada de alma racional, se hizo
hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado hijo del hombre, no por
sola voluntad o complacencia, pero tampoco por la asunción de la persona sola,
y que las naturalezas que se juntan en verdadera unidad son distintas, pero que
de ambas resulta un solo Cristo e Hijo; no como si la diferencia de las
naturalezas se destruyera por la unión, sino porque la divinidad y la humanidad
constituyen más bien para nosotros un solo Señor y Cristo e Hijo por la
concurrencia inefable y misteriosa en la unidad... Porque no nació primeramente
un hombre vulgar, de la santa Virgen, y luego descendió sobre Él el Verbo; sino
que, unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal,
como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne... De esta manera [los
Santos Padres] no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios a la santa
Virgen.”
Es obvio que una mujer no puede quedar virgen
después de parir un hijo de carne y hueso y que, por lo tanto, lo aquí explicado,
además de ser ambiguo, se contradice en cuanto a la virginidad carnal de María.
Así pues, históricamente es claro que la endiosada de Jesús y la farsa
de la Virgen María fueron establecidas a la fuerza, por los emperadores
Constantino I y Teodosio II con el beneplácito de la monarquía cristiana
romana, en los concilios de Nicea y de Éfeso. Después del concilio de Éfeso
hubo numerosos conflictos religiosos por las obligadas cualidades y naturalezas
del Jesús que luego impuso la monarquía romana, pleitos que ocurrieron porque,
sin ninguna prueba verdadera de que tales cosas eran ciertas,
Desde entonces, la
Iglesia persiguió y asesinó a todos los ideólogos que no estuvieron de acuerdo
con las divinidades poco antes proclamadas. Y la forma o modo obligatorio que
aplicó la Iglesia en esa imposición religiosa fue tan fuerte que todavía en el
Mundo Cristiano no es fácil discutir libremente la certeza de la divinidad de
Jesús. Pero, en esa época, el concilio de Éfeso, con la condena nestoriana a la
tesis arriana y la definitiva endiosada de Jesús, no solucionó el conflicto
interno de
Cabe señalar que desde
el punto de vista de muchos filósofos,
El siguiente papa tomó el nombre de Sixto III (432 a 440), quien por
tratar de conciliar el conflicto religioso entre cirilianos y nestorianos fue
acusado por los cirilianos de apoyar a los nestorianos. Este papa era miembro
de la familia oligarca Colonna, una dinastía de la que muchos de sus miembros
hacían parte de la rosca eclesiástica.
En el año 440 murió el papa Sixto III y, para fortunio de la Iglesia,
fue elegido papa el político y diplomático León I el Magno (440 a 461), de
quien se dice que fue uno de los papas más benéfico para
Luego de la muerte del papa León I, el siguiente papa fue Hilario (461 a
468), de quien no hay registros de acciones importantes en su papado. Su
sucesor fue el papa Simplicio (468 a 483), en cuyo lapso, en el año 476,
Odoacro, rey de los hérulos, venció y depuso al emperador Rómulo Augústulo, con
lo que finalizó el imperio romano de Occidente. En ese entonces, por el imperio
romano de Oriente, estaban en guerra Basilisco y Zenón; primero Basilisco le
arrebató el trono a Zenón y declaró el monofisismo como doctrina imperial
admitida. La doctrina monofisista sostenía que en Jesús solo había habitado la
naturaleza divina, lo cual no engranaba con la doctrina oficial de
En Oriente, luego de ser destronado, con ayuda cristiana Zenón recuperó
el imperio y prohibió la doctrina monofisista. Entonces, el Imperio de Oriente
se convirtió en Imperio Bizantino, con lo que dio fin el antiguo imperio
romano, y
El siguiente papa tomó el nombre de Félix III (483 a 492), quien hasta
antes de ser elegido papa era un aristócrata de la oligarquía romana, con mujer
y dos hijos, habiendo ocupado la silla de san Pedro gracias al rey germano,
Odoacro. Tan pronto se hizo papa entró en conflicto con su subalterno, el
patriarca Acacio de Constantinopla, porque éste era seguidor de la doctrina
monofisista. El primer paso de ese conflicto fue que el papa Félix excomulgó al
patriarca Acacio y éste a su vez lo excomulgó a él, con lo que se inició el
después llamado Cisma acaciano; en resumen, un papa en Roma y otro en
Constantinopla, los dos mutuamente excomulgados. –Ese conflicto fue tan
despiadado, que algunos religiosos creyeron que Dios, haciendo justicia, a los
dos papas los mandaría directo al infierno-.
La ‘excomulguitis’ de los papas continuó con Gelasio I (492 a 496),
sucesor del papa Félix, quien también excomulgó al patriarca Acasio y él
recibió igual trato de éste.
Tras la muerte de Gelasio I, en el año 496, fue elegido papa un miembro de
la aristocracia romana, quien tomó el nombre de Anastasio II (496 a 498),
siendo en esa época Anastasio I el emperador bizantino. Los dos Anastasio
trataron de arreglar el lío del cisma acaciano, pero el papa Anastasio murió de
repente, posiblemente envenenado. El sucesor del papa Anastasio II fue elegido
el 22 de noviembre del año 498 y tomó el nombre de Símaco (498 a 514), y ese
mismo día, el senador romano Festo, apoyado por el emperador bizantino
Anastasio I, reunió y dirigió un grupo de clérigos y políticos que eligieron
papa al arcipreste Lorenzo.
Debido a que entonces en Occidente había dos papas y que por haber dos
eran un gran problema para el rey de Italia, Teodorico el Grande; el monarca,
para solucionar ese asunto, apoyó a Símaco y convocó un concilio en Roma en el
que Lorenzo, a cambio de ser nombrado obispo de Nocera, aceptó la legitimidad
de Símaco. Pero, en el año 501, el senador Festo acusó a Símaco de haber
cometido diversos crímenes y el obispo Lorenzo regresó a Roma, para apoyarlo. Poco
después, al ser requerido, el papa Símaco se negó a comparecer ante el rey a
responder las acusaciones de Festo y, para legitimar su negación, convocó un
sínodo, conocido como ‘Synodus Palmaris’, en el que se estableció que ninguna
corte humana tenía facultad para enjuiciar a un papa, porque éste solo podía
ser juzgado por Dios. Debido a ese imposible, el rey Teodorico encerró a
Símaco, y con funciones de papa instaló a Lorenzo en el Palacio de Letrán,
hasta el año 506 cuando los dos tuvieron disgustos por asuntos políticos, por
lo que lo removió y nuevamente le restableció las funciones papales a Símaco y
lo instaló en el palacio de Letrán.
El viejo problema del ‘Cisma acaciano’, o los dos papas a la vez, uno en
Oriente y otro en Occidente, fue solucionado por el papa Hormisdas (514 a 523),
sucesor del papa Símaco, y padre del futuro papa Silverio. Ya en esa época los
papas eran políticos ambiciosos que estaban mezclados o en conflictos con
oligarcas y líderes políticos, y
En el año 525, el rey Teodorico comisionó al papa Juan I (523 a 526),
sucesor del papa Hormisdas, para que fuera a Constantinopla a negociar unos
asuntos políticos con el emperador bizantino Justino I, pero el papa regresó
sin los resultados esperados. Por ese fracaso, al regresar el papa a Roma,
Teodorico lo encarceló en Rávena, capital del reino ostrogodo, y lo hizo
ejecutar martirizado. Poco después, por imposición de Teodorico, fue hecho papa
Félix IV (526 a 530), quien hasta la muerte del rey fue un títere suyo y luego
siguió siendo títere del nuevo rey, Atalarico.
En el año 529, se publicó un edicto del papa mediante el cual se
nombraba de sucesor suyo a Bonifacio II, cuando Félix muriera, cosa que revivió
por poco tiempo el cisma eclesiástico, ya que, cuando murió el papa, el clero
eligió a Dióscuro para sucederlo, pero, como cosa normal de quienes estaban en
contra de los deseos del monarca de turno, Dióscuro murió a los pocos días de
su elección. Y la elección del papa Bonifacio II (530 a 532) quedó en firme,
siendo éste un protegido y servil del rey godo Atalarico, pero tuvo una fuerte
oposición en el senado romano porque él también quería, mediante edicto, dejar
nombrado su sucesor. El papa Bonifacio II murió sin poder definir ese asunto,
según rumores, envenenado.
La elección del sucesor de Bonifacio II, no fue fácil. Debido al auge de
candidatos y aspirantes a sucederle hubo dos meses de discusiones y luego fue
necesario debatir el asunto en el senado romano, y de allí pasó a
Conviene explicar que la Iglesia, desde mucho antes, tenía un gran
número de curas con nombramientos estables, que, en la práctica, casi todos
eran misioneros serviles de la monarquía eclesiástica romana, estratégicamente
adoctrinados y esparcidos por muchas partes del mundo, predicando el
cristianismo, recogiendo los diezmos para sus jefes y llenándole la cabeza de
cucarachas a la gente ingenua y, para someterla de conciencia, estimulando la
estupidez.
Por el trabajo y buen engranaje de esos religiosos, los problemas en la
elección del papa nunca afectaban la maquinaria productora de diezmos y riqueza
de la religión cristiana. En muchos casos los religiosos misioneros también
fueron víctimas aprovechadas de los astutos y perversos monarcas de
Luego de numerosos problemas y discusiones, en reemplazo de Bonifacio II
fue elegido papa un favorito de la monarquía romana, llamado Mercurio, siendo
este el primer pontífice que cambió su nombre, y que, en su caso personal, le
tocó cambiárselo por tener el mismo nombre de un dios pagano de los romanos.
Tomó el nombre de Juan II (533 a 535), y murió en un concilio, tratando de
arreglar el viejo conflicto religioso por la tesis arriana, según rumores
envenenado.
El sucesor del papa Juan II fue el papa Agapito I (535 a 536), un
radicalista religioso que generó numerosos conflictos entre
En el año 536, el rey ostrogodo Teodato envió al papa Agapito I a
Constantinopla a disuadir al emperador Justiniano I, para que pusiera fin a sus
ambiciones territoriales en Italia, donde, Belisario, un general bizantino, se
había tomado a Sicilia. Agapito, se cree que murió envenenado en
Constantinopla, regresó a Roma en un ataúd de plomo, y no pudo conseguir lo
solicitado por el rey Teodato.
El sucesor de Agapito fue el papa Silverio (536 a 537), quien era hijo
legítimo del papa Hormisdas y fue elegido con el apoyo del rey Teodato, pero
sin el del emperador Justiniano I, quien quería en la silla de san Pedro a
Vigilio, su protegido. Estando en Constantinopla, sin saber de la elección de
Silverio, Vigilio viajó a Italia con una carta del emperador bizantino dirigida
al general Belisario ordenándole que apoyase a Vigilio para su elección de
papa. El general, luego de recibir la carta, con su ejército entró a Roma e
hizo sitiar la ciudad; después hubo un malentendido de donde resultó acusado de
traición el papa Silverio, quien fue despojado de su investidura y enviado al
exilio a la ciudad de Patara, entonces en Bizancio, actual Turquía. Poco
después, el papa regresó y logró probar su inocencia, pero fue encarcelado por
orden de la emperatriz Teodora, la esposa del emperador Justiniano, quien lo
hizo asesinar en la cárcel, en el año 537, y su sucesor fue el papa Vigilio (537
a 555), el favorito de Teodora. Vigilio era miembro de la nobleza romana y fue
un papa desprestigiado por sus frecuentes cambios de actitud religiosa. Cuando
murió lo sepultaron en un cementerio de la monarquía romana.
La capital del imperio bizantino era Constantinopla, la antigua capital
romana que había construido Constantino I el Grande; de aquí en adelante, hasta
el año 590, la elección y el manejo de los papas estuvieron a cargo de
políticos bizantinos y reyes godos, que varias veces se tomaron Roma. El papa
siguiente fue un miembro de la nobleza romana, elegido por el emperador
bizantino Justiniano I, y consagrado con la asistencia de solo dos obispos
romanos, quien tomó el nombre de Pelagio I (556 a 561), siendo él en su papado
una marioneta del emperador bizantino, por lo cual varias ciudades se separaron
de la Iglesia Romana, entre estas Rávena y Milán.
El sucesor del papa Pelagio I también era miembro de la nobleza romana y
también fue elegido por el emperador Justiniano I. Tomó el nombre de Juan III
(561 a 574), pero casi no existen registros de las acciones de este papa,
debido a que su archivo fue destruido por invasores lombardos, es decir,
escandinavos.
En el año 565 murió el emperador Justiniano I, y fue sucedido por su
sobrino, Justino II (565 a 578). El sucesor del papa Juan III fue elegido casi
un año después de vacancia de la silla de san Pedro, debido a las sucesivas
invasiones lombardas a Roma. El elegido tomó el nombre de Benedicto I (575 a
579), de quien tampoco se conocen sus actividades religiosas. El siguiente papa
fue elegido por el rey visigodo Leovigildo, y no hay registro de sus
actividades antes de ser papa. Al ser elegido tomó el nombre de Pelagio II (579
a 590); de este papa se sabe que tuvo conflictos con el patriarca de Constantinopla,
por no reconocerle a éste el título de ‘ecuménico’ que ya llevaba, y que él fue
un papa mucho más militar que religioso. Murió de peste.
En el año 590 fue elegido papa un oligarca romano que tomó el nombre de
Gregorio I Magno (590 a 604). Este pontífice era bisnieto y nieto,
respectivamente, de los papas Félix III y León IV y antes de él ser papa,
debido a las constantes guerras habidas entre varios emperadores y reyes, Roma
había sido destruida y saqueada varias veces. No hay duda de que el papa
Gregorio fue un gran hombre. Su familia, oligarca y de la rosca eclesiástica,
lo había educado para la política, pero él tenía vocación religiosa. La clase
alta y política de Roma, cuando no quedaba nada que robar, abandonó la ciudad.
Se dice que el único rico que se había quedado en Roma era el luego elegido
papa Gregorio, quien junto con la tiara cristiana le tocó asumir la crisis de
Roma, y por eso fue que este papa ejerció a la vez como protector de Roma y de
papa limosnero y dador de limosnas, pues aunque usaba todos los recursos
producidos por todas las iglesias cristianas de otros lugares, éstos no eran
suficientes para aliviar las enormes necesidades del pueblo romano y le tocó
pedir ayuda extranjera. Y tenía que pagarle 500 libras de oro anuales al rey
lombardo Agilulfo, para que no atacara la ciudad. Todos sus datos históricos
indican que el papa Gregorio fue un hombre bueno y sabio, distinto en eso a
casi todos los papas anteriores.
El sucesor de Gregorio I tomó el nombre de Sabiniano (604 a 606) y fue
un papa injusto y odiado por los romanos. Su sucesor fue impuesto por Flavio
Focas, el entonces emperador bizantino. Tomó el nombre de Bonifacio III (607),
siendo este un hombre de carácter, que al ser entronizado se negó a ser
marioneta del emperador, lo que se supone que pudo ser la causa de su pronta
muerte. En su corto lapso trabajó con dureza a favor del liderazgo religioso y
político de la monarquía eclesiástica romana.
El siguiente turno en la silla de san Pedro fue para el papa Bonifacio
IV (608 a 615), quien también fue impuesto por el emperador Focas, pero que, a
diferencia del anterior, hasta la muerte de Focas en el año 610, no tuvo
problemas con él.
El nuevo emperador bizantino fue Flavius Heraclio I (611-641), quien
tras la muerte del papa Bonifacio IV, para sucederlo eligió papa a un sacerdote
viejito que tenía más de 40 años de ser cura y que se decía que era taumaturgo
porque curaba a los enfermos besándoles las partes enfermas. El anciano
sacerdote se llamaba ‘entregado por Dios’ y figura con el nombre de Adeodato
(615 a 618), y, como era de esperarse, fue un alma de Dios que curó un gran
número de enfermos y no se metió con nadie.
El siguiente papa fue Bonifacio V (619 a 625), a quien luego de ser
elegido papa le tocó esperar más de un año para consagrarse, debido a la demora
en la ratificación de su elección por parte del emperador bizantino Heraclio I.
Para aliviar la inseguridad política en Italia, este papa estableció que las
iglesias católicas fueran lugares de asilo político.
Tras la muerte del papa Bonifacio V, fue elegido papa el hijo de un
cónsul romano, quien tomó el nombre de Honorio I (625 a 638), y quien en su
largo lapso tuvo que afrontar un enorme lío político-religioso surgido a raíz
de las conquistas territoriales de Egipto, Palestina y Siria por parte del
emperador Heraclio. El problema era porque los seguidores de las doctrinas
religiosas de esos territorios tenían un conflicto con el cristianismo romano,
debido a las naturalezas divina y humana que la Iglesia le había impuesto a
Jesús. En algunas creencias no era aceptada la existencia de un dios humano, y
entre otras cosas se alegaba que, de ser así, el cuerpo humano de Jesús habría
sido tomado por un espíritu divino y convertido en una marioneta de Dios; que
el cuerpo de Jesús era humano y que el hijo de Dios era su espíritu; que María
era madre del Jesús humano y que ni era virgen ni era madre de un hijo de Dios.
Y
En el año 638, luego de la muerte del papa Honorio, fue elegido papa un
religioso radical que tomó el nombre de Severino (640), y que no pudo consagrarse
papa hasta el año 640, debido a que el emperador bizantino, Heraclio, se negaba
a ratificar su elección si él no se comprometía a aprobar
El siguiente papa tomó el nombre de Juan IV (640 a 642) y continuó con
el conflicto de
En el año 641 murió el emperador Heraclio y el trono bizantino quedó
dividido entre sus dos hijos, Constantino III Heraclio, hijo de su primera
esposa, y Heraclonas, hijo de Martina, segunda esposa del emperador Heraclio.
Heraclonas tenía 15 años y estaba bajo la protección de Martina, quien en vida
del emperador había tratado a Constantino como hijo propio, pero éste ahora era
adulto y estaba casado. Poco después de estar compartiendo el imperio los dos
hermanos, Constantino murió envenenado y luego se descubrió que los causantes
del envenenamiento habían sido Martina y su hijo Heraclonas. La familia del
difunto emperador Heraclio le cortó la lengua a Martina, y a Heraclonas le
cercenaron la nariz y los dos murieron desangrados. Entonces, el hijo mayor de
Constantino, de once años y llamado Constante II, fue elegido emperador.
En el año 642, tras la muerte del papa Juan IV, fue elegido papa un
cardenal oriental que tomó el nombre de Teodoro I (642 a 649) y que al lío por
El siguiente papa fue Martín I (649 a 655), quien continuó con el
conflicto religioso habido entre
Un año antes de la muerte del papa Martín I, por orden directa del
emperador Constante II, fue elegido papa un títere suyo que tomó el nombre de
Eugenio I (654 a 657); la única novedad de este papa fue que decretó que los
sacerdotes cristianos fueran castos a perpetuidad. – La humanidad puede
perdonarle su servilismo político, pero la naturaleza sexual humana jamás
estará de acuerdo con su decreto absurdo-.
El sucesor del papa Eugenio también fue impuesto por el emperador
Constante II. Este papa tomó el nombre de Vitaliano (657 a 672), y durante su
largo periodo de funciones el emperador Constante II visitó a Roma y fue
recibido con pompas religiosas, pero hubo protestas ciudadanas, por lo cual el
emperador permitió que luego de marcharse él sus tropas saquearan la ciudad,
cuyo botín incluyó el bronce de la cúpula del Panteón. De ese hecho surgió un
conflicto entre el papa y Mauro, el obispo de Rávena, quien con el apoyo del
emperador hacía todo lo posible para debilitar el poder político del papa,
dando como resultado que los dos jefes religiosos se excomulgaron mutuamente.
El emperador Constante II, para que sus hijos heredaran el trono, había
asesinado a su hermano Teodosio. En el lapso de este pontífice, el emperador
murió asesinado y fue sucedido por sus tres hijos Constantino IV, Heraclio y
Tiberio, siendo Constantino IV quien en realidad gobernó el imperio.
Constantino IV, tratando de arreglar los conflictos religiosos, convocó
un concilio, que fue realizado en los años 680 y 681 en Constantinopla y en el
que, bajo la dirección del emperador, Jesús recuperó la voluntad humana que
había perdido en el arreglo antes explicado y en el que surgió otro arreglo de
fe religiosa para el imperio bizantino. El resumen de este arreglo se reduce a
que, por la presión política de la Iglesia Romana, en este concilio se le
reconocieron de nuevo los atributos divinos y humanos al Cristo romano, tema
que es retomado y explicado un poco más adelante.
En el año 683 el emperador Constantino IV (668-685) les cortó la lengua
a sus hermanos Heraclio y Tiberio, para inhabilitarlos como gobernantes o
candidatos al trono y asegurarle la sucesión del trono a su hijo Justiniano II.
Este emperador, motivado por asuntos políticos, se apartó del modo religioso
que apoyaban sus predecesores y adoptó en el imperio bizantino la vieja fe
religiosa de los cristianos romanos. El papa Vitaliano murió antes del concilio
del 680, pero engranó en ambos modos religiosos, e inició el empalme de las dos
doctrinas religiosas en Bizancio.
El siguiente papa fue impuesto por el emperador Constantino IV; tomó el
nombre de Adeodato II (672 a 676), pero no fue un ‘entregado por Dios’, como su
tocayo, sino un títere del emperador y un pontífice que persiguió con dureza a
los seguidores del monotelismo, el antiguo modo religioso bizantino, ya
entonces considerado hereje por su jefe y elector.
El siguiente ocupante de la silla de san Pedro fue el papa Dono (676 a
678), impuesto por el emperador bizantino, de quien fue un títere y fiel
servidor político.
En el año 678, por haber regalado sus riquezas, fue elegido papa por los
religiosos romanos un señor religioso que tenía más de 100 años de edad, quien
tomó como nombre Agatón (678 a 681). Este señor era un empedernido seguidor de
la antigua fe religiosa cristiana y, como era lógico, el emperador bizantino no
se opuso a su elección. El veterano religioso, debido a su vejez, no asistió al
concilio convocado y dirigido por Constantino IV en Constantinopla, de cuyo resultado
se logró un arreglo que restableció el monofisismo religioso en el imperio
bizantino; se condenó el monotelismo y se excomulgó al mucho antes fallecido
papa Honorio I, excomunión en la que no estuvo de acuerdo el emperador. El
viejito papa antes de ser elegido pontífice había quedado en la miseria y logró
que el emperador Constantino IV aboliera un impuesto de 3.000 escudos,
establecido por Justiniano I, que tenían que pagarle los elegidos a pontífice
al emperador bizantino por confirmar su elección.
El siguiente turno en la silla de san Pedro fue para el papa León II
(682 a 683), pero la excomunión al papa Honorio I le atrasó por mas de un año
la consagración, ya que el emperador Constantino IV, por no creer en la
divinidad conciliada y ser creyente del monotelismo como lo era el papa
excomulgado, se negó a confirmar su elección hasta cuando fuera anulada esa
excomunión, una vuelta incómoda en ese entonces que tuvieron que cumplir los
arcaicos o astutos asistentes al ya mencionado concilio. Sin embargo, esa
delicadeza moral desapareció en los monarcas eclesiásticos y después no
tuvieron problemas para hacer cualquier clase de vejaciones con los papas
muertos, como entre otros casos ocurrió con el difunto papa Formoso, cosa que
veremos en su turno, en orden cronológico. El pontificado de León II duró menos
de un año y se puede decir que lo gozó o lo pasó inadvertido.
La consagración del papa siguiente, Benedicto II (684 a 685), también
tuvo un año de atraso después de su elección, por falta de confirmación del
emperador Constantino IV, y también pasó en cero su labor eclesiástica, pero
este pontífice logró un acuerdo con el emperador, para que de allí en adelante
ese asunto pasara a ser manejado como confirmación simple y que estuviera a
cargo del exarca de Rávena, requisito que desde entonces fue mucho mas ágil,
por solucionarse cerca de Roma, y que empezó favoreciendo a su sucesor Juan V
(685 a 686), quien fue confirmado el mismo día de su elección. Lo único que se
sabe del papa Juan V fue que le despojó los obispados de Cerdeña y Córcega a la
ciudad de Cagliari y se los asignó a la Santa Sede.
En la elección del sucesor del papa Juan V había un conflicto de
intereses políticos entre religiosos y militares; por mientras se ponían de
acuerdo eligieron papa a un religioso viejito, quien tomó el nombre de Conón
(686 a 687) y quien murió envenenado un año más tarde, sin meterse con nadie ni
saberse cuál de los dos bandos le dio el tóxico.
El emperador Constantino IV falleció en el año 685 y su sucesor, Justiniano
II (685-711), después restableció el viejo modo de confirmación imperial en la
elección de los papas, porque el exarca de Rávena fue sospechoso de simonía y
señalado de haber sido sobornado en la elección del sucesor del papa Conón. El
sucesor del papa Conón, luego de pagar el soborno, tomó el nombre de Sergio I
(687 a 701); aunque antes habían sido elegidos el arcediano Pascual y el
arcipreste Teodoro, ninguno de éstos fue aceptado por el exarca de Rávena y la
Iglesia los convirtió en los antipapas Teodoro II y Pascual II.
Cabe señalar que el emperador Justiniano II fue despojado del poder por
dos generales entre los años 695 y 705, y no pudo poner preso al papa Sergio I,
debido a la oposición del pentápolis y a la alianza del papa con los militares
de Rávena, quienes por poco linchan al general Zacarías, el segundo personaje
enviado por el emperador para apresar al pontífice. Y también es de señalar que
el papa Sergio I, por presiones de la monarquía eclesiástica romana, no aprobó
un canon con el que se pretendía establecer que los hombres casados pudieran
ejercer el sacerdocio.
Luego de la muerte del papa Sergio I, después de sobornar al exarca se
hizo elegir papa un hombre de nombre desconocido que tomó el nombre de Juan VI
(701 a 705), siendo este un pontífice político que mediante la entrega de
dinero y territorios de dominio eclesiástico a Gisulfo, jefe lombardo, evitó
que éste invadiera a Roma. A pesar de no ser religioso, su papado fue bien
aceptado por los romanos. Por la buena imagen pública de este papa, su sucesor
tomó el nombre de Juan VII (705 a 707), quien logró que el nuevo rey lombardo,
Ariperto II, le devolviera los territorios que su anterior le había entregado a
Gisulfo. Además, tuvo buenas relaciones con el emperador Justiniano II, quien
había perdido el trono y lo recuperó en el lapso de este papa.
El sucesor del papa Juan VII fue un religioso, enfermo de gota, que solo
duró 20 días y que tomó el nombre de Sisino (15 de enero a 4 de febrero de
708).
Tras la muerte del papa Sisino fue elegido pontífice un religioso
oriental que tomó el nombre de Constantino I (708 a 715) y que después fue bien
recibido por el emperador Justiniano II, en un viaje que el pontífice hizo a
Constantinopla.
En el año 711, ya habiendo regresado el papa a Roma, se invirtieron las
cosas en cuanto al requisito de la confirmación del papa por el emperador
bizantino. El cambio en la regla se debió a que el emperador Justiniano II fue
derrotado militarmente y ejecutado por el rebelde Filípico Bardano, quien enseguida
se autoproclamó emperador. Pero los problemas que se le presentaron por
ilegitimidad en el ejercicio de funciones imperiales obligaron a Bardano a
pedirle certificación al papa Constantino, quien se la negó porque él era
seguidor religioso del monotelismo y quería restablecer esa doctrina en el
imperio. Debido a esa negación, Filípico Bardano cayó en desgracia y, en una
revuelta política, un militar aliado del papa le hizo sacar los ojos, lo
destronó y con el respaldo de
El siguiente papa fue Gregorio II (715 a 731), un romano de nombre
desconocido que además de papa se convirtió en defensor de Roma y mezcló los
asuntos religiosos con acciones militares, habiendo abatido con su ejército al
exarca de Rávena, cuando éste iba a detenerlo por orden del emperador
bizantino. Gregorio II fue el primer papa que gobernó un territorio
eclesiástico y su gobierno fue bien aceptado por los romanos; en su lapso
aumentó el adoctrinamiento religioso en Europa, especialmente en Alemania, y,
por los beneficios que le generó al cristianismo romano, la Iglesia lo
considera como uno de sus mejores pontífices.
El sucesor de Gregorio II fue elegido por el pueblo romano, en el funeral
del papa fallecido. Tomó el nombre de Gregorio III (731 a 741), y al ser
entronizado fue un amigo de doble cara del rey de Lombardía, Liutprando, quien
por su amistad con él no se tomó Roma, pero después el papa se hizo amigo de
los enemigos de Liutprando, a quienes apoyó militarmente, cosa que desató la
ira de éste y fue necesario que el papa se le humillara para evitar la toma de
unos territorios que eran de
El rey Childerico era un monarca inepto y perezoso, Pipino era solo el
mayordomo de Palacio pero en la práctica él era quien gobernaba el pueblo
franco. Habiendo planeado él la usurpación del poder, con la intención de
legitimar su condición de monarca le consultó al papa acerca de quién debía ser
el rey de los francos. La pregunta que le hizo Pipino al papa fue: ¿Quién debe
ser el rey; quien ejerce en la práctica la realeza o quien la ostenta
nominalmente? El papa le respondió: “Quien lo es de hecho, séalo de derecho”.
Con el apoyo del papa, el mayordomo destronó al monarca y entonces nació
entre ellos dos una fuerte alianza política y militar que fue el pilar para que
Pipino el Breve se convirtiera en el origen de la dinastía carolingia. Y fue
una alianza simbiótica, pues, con la ayuda de Pipino el Breve, los papas
Zacarías y Esteban II formaron o fundaron los Estados Pontificios y, en
agradecimiento a esa ayuda, el papa Esteban II (752 a 757), sucesor del papa
Zacarías, proclamó a Pipino de ‘Patricio de los romanos’, quien con ese título
se convirtió en el político más influyente de Occidente. Y, desde entonces, los
papas, por ser a la vez pontífices de
El papa Esteban II fue un fiel aliado de Pipino, y su sucesor fue su
propio hermano, quien tomó el nombre de Pablo I (757 a 767) y quien tan pronto
fue elegido papa le juró total fidelidad a su amigo el rey Pipino, que fue su
jefe y protector.
Cuando murió el papa Pablo I, la elección de su sucesor no fue fácil.
Primero hubo un gran conflicto entre clérigos y políticos; luego los clérigos
eligieron papa a un sacerdote llamado Felipe, pero enseguida los políticos lo
obligaron a renunciar. El duque de Nepi provocó una insurrección armada que
impuso como papa a un hermano suyo, quien tomó el nombre de Constantino II,
pero poco después fue depuesto y luego declarado antipapa por
El sucesor del papa Esteban III, fue el hijo de Tódulo, un importante
duque de Roma, siendo él antes de su elección un influyente cónsul romano, y al
ser elegido papa tomó el nombre de Adriano I (772 a 795). Al poco tiempo de ser
entronizado este influyente político, el rey Disiderio cometió el error de
intentar hacerse a los Estados Pontificios, pero el papa Adriano, igual que su
anterior, solicitó ayuda a su amigo el rey Carlomagno, quien no solo le ayudó a
evitar la toma de Roma por parte del rey lombardo, sino que además le devolvió
al papa todos los territorios dados por su padre, Pipino. Y, Carlomagno, con la
ayuda del papa Adriano, destronó a su suegro Disiderio y se hizo rey de los
lombardos, siendo él además rey de los francos.
Ya en ese tiempo era total la ausencia de verdaderos cristianos entre
los jefes de
El emperador bizantino de esa época, Constantino VI (776 a 797), no hizo
mayor cosa; Irene, madre del emperador, fue en realidad quien gobernó el
imperio en casi todo ese lapso y, para sostenerse en el poder, encegueció y
asesinó a su hijo emperador. Pero este imperio había sido sometido por los
musulmanes y la emperatriz no le pagaba impuestos religiosos al papa romano
sino al califa al-Mahdi. Ya en ese tiempo, el Islam y
El sucesor del papa Adriano era hasta entonces el tesorero de
Estando el papa León protegido en Paderborn, la monarquía romana envió
allí una embajada que lo acusó de adulterio, pero el rey no validó su
deposición y le dio tropas para que lo escoltaran a Roma. Tiempo después el rey
fue a Roma y convocó un sínodo, donde escuchó al papa y a sus acusadores; ganó
el papa, dos días después, en
Ese acto de coronación imperial fue el nacimiento del nuevo Imperio de
Occidente, una tradición que duró hasta el año 1452 y que supuso el engranaje
de la iglesia cristiana con los imperios de Oriente y de Occidente, con
primacía de Roma pero aceptando el papa un poder temporal a los emperadores,
quienes ejercían un gobierno civil que era distinto al del pontífice quien,
además de Jefe de Estado de los Estados Pontificios, era el jefe mundial de la
ya influyente y poderosa Iglesia Cristiana.
En el año 817 fue elegido papa un aristócrata romano que tomó el nombre
de Esteban IV (816 a 817) que fue el sucesor del papa León III y que tan pronto
fue consagrado le exigió al pueblo romano jurarle fidelidad a Ludovico Pío, rey
de los francos, a quien enseguida coronó de emperador de Occidente. El papa
Esteban, por problemas políticos, murió envenenado poco después.
El nuevo emperador Ludovico Pío era hijo y sucesor de Carlomagno. Al
morir el papa Esteban IV, este emperador hizo elegir papa a un miembro de la
oligarquía romana, quien tomó el nombre de Pascual I (817 a 824) y a quien por
su ascenso le regaló los territorios de Córcega y Cerdeña. Además, mediante un
convenio escrito conocido como ‘Pactum Ludovicianum’, confirmó las donaciones
hechas antes a la Iglesia por su abuelo Pipino el Breve y por su padre
Carlomagno, integradas por Roma, Rávena, Pentápolis, Sabina, Tuscia, Perúgia,
Campania y Trívoli, y fueron establecidos entonces los límites del Estado de
El papa Pascual coronó de emperador regente a Lotario, hijo de Ludovico,
pero este papa era sumamente ambicioso, a lo último de su mandato entró en conflicto
con el emperador, por reclamos de primacía territorial, y tratando de inclinar
la balanza a su favor hizo asesinar a dos investigadores imperiales que habían
sido asignados para aclarar y solucionar ese asunto. Por esas muertes, el papa
fue acusado de asesinato y murió durante el proceso, no se sabe si fue
envenenado o si se suicidó. Su gobierno en el Estado de la Iglesia fue injusto,
el pueblo romano lo odiaba y no permitió que lo sepultaran en
Debido a que el gobierno pontificio cada vez era más influyente y su
alcance de mayor tamaño, ya que en lo religioso no tenía fronteras; el
pontífice que reemplazó al papa Pascual, mediante un compromiso político hecho
con el candidato antes de ser elegido, fue impuesto por los emperadores
Ludovico y Lotario; el elegido fue un político y oligarca romano que tomó el
nombre de Eugenio II (824 a 827) y que tan pronto fue consagrado, guiado por el
emperador regente, Lotario, estableció las normas de convivencia del pontífice
con el imperio de Occidente. Los dos, mediante un documento conocido como
‘Constantitutio Lotharii’, establecieron que de allí en adelante, para la
consagración de los papas, sería indispensable que, antes, su elección fuera
aprobada por el emperador de Occidente.
En el año 827 las relaciones intrafamiliares de los emperadores Ludovico
y su hijo Lotario andaban muy mal. Los dos, por estar peleándose los poderes
del imperio, descuidaron la elección del nuevo papa, cuando murió el efímero
papa Valentín (duró solo un mes del año 827), quien desde antes de ser papa
había sido un servil de ellos dos.
El nuevo papa elegido fue un presbítero de Roma, quien tomó el nombre de
Gregorio IV (827 a 844) y a quien ambos emperadores, padre e hijo, por
separado, le hicieron jurar fidelidad, antes de su consagración. El asunto fue
que el hombre se arrepintió de ser papa, cuando se dio cuenta del lío en que
estaba metido por la pelea entre los dos monarcas, y para consagrarlo fue
necesario sacarlo a la fuerza de la iglesia de san Cosme y san Damián donde
estaba internado, huyéndole a la postura de la tiara.
Lo difícil de resolver, para el recién elegido papa, era que de todas
maneras tenía que decidir si apoyaba al emperador Ludovico, o a su hijo Lotario
quien quería destronar a su padre y hacerse único emperador de Occidente; se
decidió por Lotario, ya en rebeldía con su padre, y lo acompañó con su ejército
a Francia, donde el papa armó un tremendo conflicto con los obispos franceses
porque ellos apoyaban a Luis el Piadoso – este Luis el Piadoso, que de piadoso
no debió tener mucho ya que por conveniencias políticas había enceguecido y
asesinado a un sobrino suyo, era el mismo emperador Ludovico, pero en Francia
usaba ese otro nombre-, a quien reconocían como el legítimo soberano y a quien
destronó su hijo Lotario con la ayuda del papa y de unos hermanos suyos,
habidos en varios matrimonios del Piadoso.
En medio de ese conflicto, el papa amenazó con excomulgar a los obispos
franceses que no apoyaran a Lotario, pero los obispos le respondieron por
escrito que en lo religioso la iglesia gala no dependía en nada de las
peculiaridades de Roma y que, si los excomulgaba, ellos desconocerían sus
cánones. Poco después, la solución de ese conflicto religioso se dio por
asuntos políticos; los hijos de Ludovico se pelearon entre ellos por el trono
francés y tuvieron que restituir nuevamente a su padre a emperador de los
francos y las cosas en Francia casi volvieron a la normalidad política y
religiosa. Pero en Roma, el manejo de las rentas que le producía la religión a
Cuando murió el papa Gregorio IV, por asuntos políticos y religiosos
fueron elegidos dos papas a la vez: un archidiácono llamado Juan fue elegido
por el público religioso, y la oligarquía política romana eligió a un
aristócrata que tomó el nombre de Sergio II (844 a 847) y que fue consagrado
sin que su elección fuera confirmada por Lotario, el emperador de Occidente,
razón por la que éste envió a Roma a su hijo Luis II con un gran ejército, para
que castigara esa falta. Desde antes, el archidiácono Juan había sido declarado
antipapa y condenado a muerte; el papa Sergio II, para arreglar el problema de
su consagración sin la aprobación del emperador, coronó como rey de Lombardía a
Luis II, el hijo del emperador
–Lombardía es un territorio de Italia, que en ese tiempo era uno de los
estados de
El sucesor de este papa fue un estratega militar que por no ser
religioso se negaba a ser pontífice, pero al fin lo convencieron. Tomó el
nombre de León IV (847 a 855), y pronto derrotó a los saqueadores sarracenos en
Ostia y libró a Roma de esos invasores.
Tras la muerte del papa León IV, los romanos eligieron pontífice a un
señor religioso que tomó el nombre de Benedicto III (855 a 858), pero el
emperador Lotario I se había decidido por el cardenal Anastasio, un aristócrata
y político que no contaba con el respaldo de la oligarquía romana, pero que con
el apoyo del emperador se entronizó y ejerció de papa hasta cuando la presión
romana lo hizo salir para consagrar a Benedicto, quien excomulgó a su similar y
éste pasó a la lista de antipapas. Pero hay numerosos datos que aseguran que,
en vez del cardenal Anastasio, quien ocupó la silla de san Pedro en ese lapso
fue la papisa Juana. En esta época, la familia del emperador de Occidente
estaba inmersa en un gran conflicto, peleándose el poder imperial.
Cuando murió el papa Benedicto, para sucederlo fue elegido un oligarca
que había sido ‘ascendido’ a subdiácono por el papa Sergio II, quien tomó el
nombre de Nicolás I el Magno (858 a 867), siendo este un político ambicioso y
astuto que aprovechó la crisis habida en el llamado reino carolingio, por el ya
mencionado enfrentamiento monárquico intrafamiliar, y, sin que el emperador
Luis II se diera cuenta, estableció una doctrina que ponía el poder religioso del
papa por encima de cualquier poder civil, incluido el representado por el
emperador de Occidente, y con esa norma, el papa Nicolás I se convirtió en jefe
del emperador y, de frente, le negó el divorcio a Lotario II, hermano del
emperador Luis II, cosa que provocó que el emperador sitiara a Roma. Luego se
proclamó jefe religioso del patriarca de Oriente, Focio, quien también era un
político de la misma calaña del papa Nicolás I y quien ahora estaba en
conflicto con una parte de la monarquía de Oriente. Pero, el patriarca Focio no
solo se negó a aceptarle la subordinación religiosa al papa Nicolás sino que,
en respuesta, lo excomulgó, le eliminó el filioque al credo de Oriente y puso
al papa en conflicto con el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
Nicolás, como la gran mayoría de papas, no fue un hombre religioso, pero
debido a los logros económicos y de poder político que él consiguió para el
cristianismo romano,
En el año 858, el pueblo raso romano, cansado del gobierno que venían
haciendo los papas políticos y corruptos, eligió papa a un viejito cristiano
que era casado y tenía una hija, pero que era un hombre honesto, culto, bueno y
religioso. El viejito se negó en varias ocasiones a aceptar la elección de
papa, pero el pueblo le rogó que aceptara y lograron convencerlo. Tomó el
nombre de Adriano II (867 a 872), y fue él un papa que se dedicó a solucionar
los problemas religiosos entre la iglesia de Oriente y la de Occidente, y
autorizó ejercer el cristianismo en cualquier idioma, ya que desde su punto de
vista Dios no tenía barreras idiomáticas, libertad que no era permitida por
Se ha rumorado que el papa Juan VIII (872 a 882), sucesor del papa
Adriano II, fue la mujer que, haciéndose pasar por hombre, tomó ese nombre.
Este papa, poco después de ser consagrado coronó de emperador de Occidente a
Carlos el Calvo, para que le ayudara a combatir los sarracenos, que estaban a
punto de tomarse Roma. En esencia, los sarracenos eran musulmanes, más que todo
árabes, quienes muchas veces intentaron tomarse Roma. En su lapso, este papa
hizo numerosas masacres y murieron como animales salvajes un gran número de
sarracenos, él perdió varias batallas y le tocó lidiar el problema del cisma
religioso de Oriente, al fin aceptando su dogma católico, con lo que, entre
otras cosas, fue admitida por la Iglesia de Occidente la legalidad en Oriente
del credo sin filioque, es decir, sin incluir en el rezo al Hijo a Dios.
También se especuló que los enemigos políticos de este papa lo trataban
de papisa Juana por su afeminada manera de hablar y por ser conciliador con los
orientales, pero que éste no fue la papisa Juana, ya que se asegura que ésta
había sido asesinada alrededor del año 857, y que, desde su muerte, para la
ceremonia de consagración,
El sucesor del papa Juan VIII, fue un religioso que había estado preso
por orden del emperador bizantino Basilio I, y quien tomó el nombre de Marino I
(882 a 884). Era un hombre revolucionario y murió envenenado poco después de
haber anulado la excomunión que su antecesor le había hecho al obispo Formoso,
por haber apoyado a su amigo Arnulfo como rey de Italia, en vez de al monarca
franco Carlos II el Calvo, a quien apoyó y coronó el papa Juan VIII.
El sucesor del papa Marino fue un
criminal que antes de ser papa les sacaba los ojos a sus enemigos. Era miembro
de la oligarquía romana y al ser elegido tomó el nombre de Adriano III (884 a
885). Fue un dictador eclesiástico a favor de la Iglesia Romana; en uno de sus
tantos abusos hizo azotar desnuda a una dama en Letrán. En ese tiempo se le
consideró como guerrero y sanguinario; expidió un decreto donde establecía que
la consagración del papa no requería autorización de ningún emperador. Murió
asesinado en circunstancias desconocidas cuando iba en camino a Francia
invitado por el monarca Carlos III el Grueso, a quien había adoptado como hijo
de
El sucesor del papa Adriano fue elegido sin que éste hubiera muerto
todavía, razón por la que él se encerró en su casa a esperar la confirmación
del asesinato del papa Adriano y no salió hasta cuando le confirmaron el
crimen. Enseguida fue consagrado y tomó el nombre de Esteban V o VI (885 a 891)
y con él comenzó otra época de papas títeres, que es conocida como ‘la noche
del papado’, siendo esta una de las tantas épocas en que los papas fueron
títeres de la mal llamada nobleza.
El patriarca de Oriente era Esteban I, hermano del emperador bizantino;
allí, en Oriente, el cristianismo desde hacía mucho tiempo estaba en manos de
la monarquía imperial. En este lapso, en Occidente fue destronado el emperador
Carlos III el Gordo, y el llamado Sacro Imperio Romano Germánico se fraccionó
en tres Estados: Alemania, Francia e Italia. Poco después de estos hechos, el
rey de Italia, Guido de Spoleto, se hizo coronar de emperador del Sacro
Imperio, por su servil, el papa Esteban, quien fue un títere suyo en todo su
lapso.
El sucesor del papa Esteban fue el obispo Formoso, un líder político que
había tenido un conflicto con el papa Juan VIII, porque mientas él apoyaba para
rey de Italia a Arnulfo, Juan VIII apoyaba a Carlos III el Calvo; fue elegido
el Calvo, y el papa Juan VIII excomulgó a Formoso, excomunión que, como vimos, le
fue levantada por el papa Marino I. Este obispo, cuyo nombre es desconocido, al
ser elegido papa tomó el nombre de Formoso (891 a 896), y luego se vio forzado
a coronar de emperador a su contrario político, Lamberto de Spoleto, hijo del
ahora fallecido Guido de Spoleto, pero tramó su caída al convencer a su amigo
Arnulfo, ahora rey de Francia, para que se tomara a Roma y la liberara de la
familia Spoleto. Arnulfo se tomó la ciudad, expulsó a Lamberto y fue coronado
por Formoso, en
Para reemplazar al papa Formoso fue elegido un oligarca, amigo de la
familia Spoleto, quien tomó el nombre de Bonifacio VI (896), pero que, como
cosa normal en esa mezcla de papas y emperadores, murió a los quince días de su
consagración, de lepra, según
El sucesor del papa Romano era de su mismo partido político. Al ser
consagrado tomó el nombre de Teodoro II (897) y solo duró veinte días para
morir envenenado, tiempo que apenas le alcanzó para hacer sepultar en
Muerto Teodoro II, la familia Spoleto impuso de papa a un títere del
emperador Lamberto de Spoleto, quien tomó el nombre de Juan IX (898 a 900) y
quien tan pronto se consagró anuló la coronación del emperador Arnulfo, hecha
por el papa Formoso, y en su lugar coronó de emperador, con retroactividad a la
coronación de Arnulfo, a su protector Lamberto de Spoleto, quien falleció poco
después en un accidente ecuestre. El papa Juan IX continuó las acusaciones en
contra del fallecido papa Formoso.
El siguiente papa fue un oligarca romano que tomó el nombre de Benedicto
IV (900 a 903), y que al ser consagrado se negó a coronar de emperador del
Sacro Imperio a Berenguer, rey de Italia, y en lugar de éste coronó al rey
carolingio Luis III, quien fue derrotado y enceguecido por Berenguer, quedando
el papa, hasta su pronta muerte, bajo el dominio de la familia del poderoso
jefe militar y senador romano Teofilacto y de su esposa, la aristocrática
prostituta Teodora, igual que de la hija de ambos, la también prostituta
Marozia, quienes desde entonces y por largo tiempo manejaron a su antojo la
Iglesia y nombraron y asesinaron a varios papas seguidos.
Su sucesor fue el papa León V (903), quien solo duró un mes en ejercicio
y por líos con Teofilacto fue depuesto y encarcelado por su director
espiritual, el cardenal Cristóbal, un títere del senador que ejerció
ilegalmente el papado durante el año siguiente.
En el año 904 fue elegido el primer papa de la después llamada
‘pornocracia’, cuyos integrantes fueron elegidos y manejados por las
prostitutas oligarcas Teodora y Marozia. Estas mujeres, ya se dijo, eran la
esposa y la hija de ésta con el cónsul y senador Teofilacto, quienes además
fueron dos prostitutas hermosas de la más alta élite social de
Luego de la derrota del rey Luis III, por asuntos políticos el manejo de
El primero de estos papas tomó el nombre de Sergio III (904 a 911),
quien había participado, como obispo, en el ‘Concilio del cadáver’ y quien
antes de consagrarse hizo degollar al encerrado papa León V y ordenó
estrangular al ahora antipapa Cristóbal. Desde antes de ser elegido pontífice,
el papa Sergio era amante de Teodora y luego lo fue también de su hija,
Marozia, de cuya relación hubo un hijo que fue papa, con el nombre de Juan XI;
siendo estos oligarcas los pilares de una familia romana perversa que después
gobernó a Roma por varias décadas y le aportó a
Aunque solo se interesaba en la política, en el año 906 el papa Sergio
emitió una bula, conocida como Canon Episcopi, con la que declaró como hereje
la brujería.
En esa época el patriarca de Oriente se había negado a aprobarle el
divorcio a León VI, emperador bizantino, para casarse con su amante Zoe, que le
había dado su único hijo. El emperador acudió y arregló las cosas con la élite
romana, y el papa Sergio ignoró tanto la legislación civil de la época, como la
eclesiástica y aprobó el divorcio del emperador. Eso lo enfrentó con el
patriarca Nicolás el Místico, quien dejó de reconocer su autoridad religiosa.
En resumen; este papa fue un títere de sus jefes electores y en todo lo que fue
útil puso
Cuando murió el papa Sergio, el nuevo papa elegido fue un eclesiástico
que también era amante de Teodora y quien tomó el nombre de Anastasio III (911
a 913). Este papa fue un títere de Teodora, pero no llenó las expectativas de
su familia, razón por la que fue envenenado por su amante, en coordinación con
su esposo, el senador Teofilacto.
El sucesor de Anastasio fue otro amante de Teodora, quien tomó el nombre
de Landón (913 a 914) y quien tan pronto se consagró, por orden de Teodora,
nombró arzobispo de Rávena a Juan de Tossignano, quizá el más antiguo y más
preferido de sus amantes, quien después fue su sucesor con el nombre de Juan X.
El papa Landón duró en funciones un poco más de seis meses y murió envenenado
por Teodora.
El nuevo papa fue Juan X (914 a 928), y resultó menos manejable y más
arisco para el veneno que sus predecesores e hizo valer sus poderes al lograr
una coalición pacificadora entre los distintos príncipes de Italia, entre estos
Alberico I, el entonces esposo de Marozia, y más tarde coronó como emperador
del Sacro Imperio a Berenguer I, con lo cual empezó a organizar un gran
ejército para arreglar el problema de los ataques sarracenos. Fue Juan X el
primer papa de la historia en ponerse al frente de un ejército, y con un manejo
bien motivado derrotó definitivamente a los sarracenos en
Según se ha dicho, el verdadero padre de Marozia fue el papa Juan X; en
el año 924, Marozia y su esposo Alberico I intentaron tomarse el poder absoluto
de Roma y se enfrentaron con el papa Juan X, resultando asesinado Alberico I,
muerte que convirtió en enemigos al papa con su supuesta hija.
Cabe señalar que este Alberico I, para tomarse el poder, había asesinado
al duque Guido de Spoleto, y que, poco después de enviudar de Alberico, Marozia
se casó con el marqués Guido de Toscana. Y, aunque el papa Juan X fue impuesto
por Teodora y hace parte del grupo de papas conocido como la ‘pornocracia’, hay
que reconocer que él no fue un títere de la familia de Teofilacto, quienes
luego se arrepintieron de haberlo entronizado. Además, vale aclarar que
Marozia, cuando se casó con Alberico I, su primer esposo, estaba embarazada de
su amante, el papa Sergio III, pero el niño que resultó de ese embarazo, nacido
en el año 910, fue legitimado por Alberico. Este hijo de Marozia con el papa
Sergio también fue papa y tomó el nombre de Juan XI. Y, durante el matrimonio
de Marozia con Alberico I, nació un hijo de ambos que tomó el nombre de
Alberico II, quien más tarde protagonizaría la caída de su madre y el asesinato
de su hermano; y en su tercer matrimonio, con el rey Hugo de Arlés, Marozia
tuvo una hija, primero llamada Berta y luego Eudoxia, que fue esposa de Romano
II, emperador bizantino, y amante de Otón I, emperador del Sacro Imperio. La
esposa de Teofilacto, Teodora, además de Marozia, tuvo otra hija llamada
Teodora
Años después, siendo Marozia prisionera de su hijo Alberico II, en una
charla le aseguró al escritor Tenissio, autor del libro El dios de la Donna
Senatrix de Roma, que los escritos de la Vulgata Romana, es decir, la actual
Biblia Cristiana, estaban llenos de mentiras piadosas que eran lo mejor para
embobar a la gente; que ella nunca había sido religiosa ni había tenido vínculo
alguno con ningún religioso; que ninguno de los papas con quien ella había
tratado era religioso, y que, hasta donde ella sabía, el único dios de todos
los papas era el poder del Señor Dinero. -No hay duda de que Marozia ha sido la
mujer más ‘en-papada’ de la historia: hija de papa, amante de papa y madre de
papa-.
El sucesor de Juan X fue elegido por la familia de Teofilacto, antes de
que el papa en funciones fuera asesinado en prisión. El elegido fue un cardenal
oligarca de quien se decía que era amante de Teodora y quien al ser consagrado
tomó el nombre de León VI (928) pero, por alguna razón, fue asesinado a los
pocos meses por orden de Marozia.
El siguiente papa fue elegido por Marozia y tomó el nombre de Esteban
VII (928 a 931); este papa títere le duró a Marozia un poco más de dos años y,
por orden suya, fue asesinado en febrero de 931. Su segundo esposo, Guido de
Toscana, murió de repente en el año 929 y se rumoró que había sido envenenado
para ella casarse con Hugo de Arlés, rey de Italia.
El sucesor del papa Esteban VII fue el hijo de Marozia con el papa
Sergio, quien entonces tenía 20 años de edad y quien tomó el nombre de Juan XI
(931 a 935). Fue elegido por su propia madre, Marozia, y fue un títere suyo que
lo único importante que hizo fue anular el matrimonio del rey de Italia, Hugo
de Arlés con su esposa Alda, para que éste pudiera casarse con Marozia. Hugo de
Arlés era hermanastro del segundo esposo de Marozia, Guido de Toscana. Con este
matrimonio, el propósito de Marozia era hacerse al poder absoluto de Roma y de
Italia, pero resultó fallido debido a que su hijo, el príncipe Alberico II,
también quería tener ese poder y se rebeló en contra de su familia; destronó a
su padrastro y puso en prisión de por vida a Marozia, su propia madre, igual
que a su hermano, el papa Juan XI, a quien hizo ejecutar en prisión.
Desde entonces, Alberico II, en alianza con Odón el abad de Cluny,
convirtió a Roma en un ducado independiente, con lo cual pudo controlar el
manejo de los papas en los años siguientes. Agilizada la muerte de su hermano
papa, Alberico eligió de pontífice a un monje benedictino, quien tomó el nombre
de León VII (936 a 939) y a quien destinó para que le arreglara el problema
entre él y su padrastro, Hugo de Arlés, que, apoyado por el pueblo italiano, le
exigía el gobierno de Italia. Ese asunto fue arreglado mediante el matrimonio
de Alberico II con Alda, la hija de su padrastro. Por lo demás, puede decirse
que el papa León VII fue un títere totalmente manejado por Alberico, quien fue
un monarca seglar con todas las perversidades de los monarcas de su época. El
papa León VII murió fornicando con una mujer adúltera.
Para suceder al papa León VII, Alberico eligió a otro papa títere suyo,
quien tomó el nombre de Esteban VIII (939 a 942) y quien fue un mandadero y
comodín político de este monarca. Hay registros históricos que aseguran que el
papa Esteban VIII murió de tétano, luego de que le cortaran la nariz por falta
de olfato en los asuntos políticos.
Tras la muerte de Esteban VIII, el conde Alberico nombró un nuevo papa
títere, quien tomó el nombre de Marino II (942 a 946) y quien fue tan privado
de Alberico que casi no hay registros de sus funciones papales, ni de la causa
de su muerte.
El sucesor del papa Marino también fue elegido por Alberico y tomó el
nombre de Agapito II (946 a 955). En esa época hubo bastante movimiento
político en Europa, Hugo de Arlés, el suegro y padrastro de Alberico, poco
antes de morir abdicó de rey de Italia a favor de su hijo Lotario, y luego
Lotario fue envenenado por Berengario II, quien fue coronado rey de Italia
junto con su hijo Adalberto. Poco después, Berengario II, para afianzarse más
en el poder, quiso casar a su hijo Adalberto con Adelaida de Borgoña, viuda de
Lotario, pero ésta le pidió auxilio al rey alemán Otón I, quien con un poderoso
ejército entró a Italia, se casó con Adelaida y fue proclamado rey de los
francos y de los lombardos. Berengario II aceptó ser rey de Italia y vasallo de
Otón I.
En suma, la intención de Otón era que el papa lo coronara de emperador,
pero Alberico se opuso e hizo que su títere, el papa Agapito, le enviara una
embajada al rey alemán, para que le comunicara su negativa en ese sentido. Esa
coronación dependía de la poderosa Roma y el amo de Roma era el conde y senador
Alberico. Siendo así las cosas, Alberico reunió en la Basílica de san Pedro a
los miembros de la nobleza romana y les hizo jurar que al morir el papa Agapito
II, elegirían a Octaviano, el hijo suyo, en su reemplazo. Pero, de repente,
quizá envenenado, antes que el papa murió el conde Alberico, y el joven
Octaviano heredó el título de “Senador y Príncipe de todos los Romanos”. En ese
entonces, Octaviano tenía 17 años y era un ‘gomelo’ que no se cansaba de
fornicar, jugar dados y correr caballos. Era altanero, no tenía vocación
religiosa ni había recibido capacitación o enseñanza en ese sentido.
Un año más tarde que Alberico murió el papa Agapito II, y tal como lo
había prometido la nobleza romana, el príncipe Octaviano, con 18 años de edad,
fue elegido papa. Tomó el nombre de Juan XII (955 a 964). Según registros
escritos, este joven papa fue uno de los hombres más perversos de la Iglesia;
en su lapso pontificio se aseguraba que antes que a Dios él prefería al Diablo
y que no se sabía ni siquiera el Padrenuestro. Hay tantos escritos acerca de la
vida del papa Juan XII, que es imposible saber cuales son ciertos y cuales no.
Muchos de esos escritos dicen que era bisexual y que además de las mujeres le
gustaban los adolescentes musculosos, y que premiaba a los que mejor se lo
fornicaran, dándoles obispados de ciudades selectas, incluso, muchos aseguraron
que los ascendía a obispos en cualquier parte, mas que todo en pesebreras de
caballos. Y que cometía incesto con su madre, con sus hermanas, con sus
sobrinas; y que en el Palacio Laterano mantenía un harem de prostitutas, con lo
que lo convirtió en “una casa pública de prostitución”; que a las mujeres de
esa época les advertían que no fueran a la iglesia del Laterano, porque el papa
para violar no tenía hora ni escogencia, que igual violaba a doncellas, casadas
o solteras; que el tipo era un fornicador tan impulsivo que era capaz de violar
a una culebra. Además, hay registros donde se narra que Benedicto, director
espiritual de Juan XII, le dijo a él que no quería ver más violaciones en el
Laterano, y que el papa, para que Benedicto no volviera a ver las violaciones,
le hizo quemar los ojos y lo encegueció. También hay acusaciones acerca de que
hizo castrar a un cardenal, con lo cual le causó la muerte. Se decía que tenía
como 2.000 caballos y que a sus caballos preferidos los emborrachaba con higos
empapados en vino y luego los ponía a fornicar con yeguas hermosas y tiernas; y
que si alguno de esos caballos, por muy borracho o por cualquier otra razón no
fornicaba él lo mataba. Que cuando jugaba le pedía ayuda al Diablo y que a
veces, emocionado por un triunfo, brindaba por el Diablo en el altar mayor de
Cabe señalar que en cuanto a los normales pleitos de las monarquías, el
papa Juan XII se vio forzado a pedirle ayuda al rey de Alemania, el luego
emperador Otón I. Eso se debió a que Berengario II, rey de Italia, intentó
extender su soberanía sobre algunos territorios de
El papa Juan XII en su huída se había llevado los tesoros de la Iglesia,
luego usó parte de ellos para armar un ejército con el cual regresó a Roma tan
pronto se había ido Otón para Alemania. Entonces el papa León VIII tuvo que
huir y, tal como había hecho Otón, el ya destituido papa y nuevo ocupador de
Roma convocó un concilio, en el que depuso al papa León VIII y le repuso la
tiara pontificia a Juan XII, es decir, a él mismo. Desde entonces el papa Juan
XII se dedicó el resto de sus días a vengarse de sus supuestos enemigos y a
gozar la vida, cometiendo un gran número de asesinatos y de violaciones.
Son muy numerosos y diversos los delitos que se le atribuyen al papa
Juan XII y por lo singulares es difícil creer que los haya cometido todos. Lo
que sí se sabe con certeza es que su santidad murió de 27 años de edad, de unos
martillazos que le dio en la cabeza el esposo de una mujer que él estaba
violando.
El clero romano, para suceder al papa Juan XII eligió papa a un cardenal
diácono que tomó el nombre de Benedicto V (964), pero Otón, cuando supo ese
asunto regresó a Roma, puso preso a Benedicto y lo regresó al rango de diácono,
para más tarde enviarlo exiliado a Hamburgo, donde murió asesinado. El
emperador repuso en la silla de san Pedro a su protegido, el papa León VIII
(964 a 965), quien fue un servil suyo y quien, según registros históricos, murió
en plena acción sexual, luego de haber comido demasiado.
Tras la muerte de este papa, el emperador Otón, ahora amante de Berta la
hermana del papa Juan XII, nombró papa a Giovanni Crescenzi, hijo de Teodora
Cuando Murió Juan XIII, el emperador Otón eligió papa a un títere suyo
que era un desconocido de la oligarquía romana, entonces en cabeza de Crescencio
I que quería en la silla de san Pedro a un pupilo suyo llamado Francone. El
elegido de Otón tomó el nombre de Benedicto VI (973 a 974), pero debido a la
muerte del emperador, este papa fue depuesto por Crescencio I y luego
estrangulado por un papa impuesto por éste, el ahora llamado antipapa Bonifacio
VII, quien ejerció de papa hasta cuando Sicco de Spoleto, el representante del
nuevo emperador Otón II, los hizo salir de Roma a él y a Crescencio I, y luego,
por orden de Otón II, impuso de papa a un nieto de Marozia y miembro de la
élite de la oligarquía romana, quien tomó el nombre de Benedicto VII (974 a
983) y quien fue un papa títere tanto de la monarquía romana como de Otón II.
Cuando murió el papa Benedicto VII, el emperador Otón II impuso de papa
a su vicecanciller imperial, quien tomo el nombre de Juan XIV (983 a 984), pero
poco después murió Otón II y fue sucedido por Otón III, de solo tres años de
edad, quedando el papa Juan XIV indefenso, circunstancia que fue aprovechada
por el entonces también papa Bonifacio VII, para regresar a Roma y hacerlo
poner preso y ejercer de papa por segunda vez. El papa Juan XIV fue asesinado
poco después estando preso.
En el año 984 murió Crescencio I, y el sucesor de Juan XIV fue impuesto
por Crescencio II, monarcas estos que, como ha sido explicado, eran
descendientes de Teodora y Teofilacto I. Este papa tomó el nombre de Juan XV
(985 a 996) y, después, por asuntos políticos los dos disgustaron y el papa se
alió con Otón III, rival político de los Crescencio. En ese tiempo lo que menos
quería Crescencio II era tener cerca de Roma a Otón III, razón por la que
decidió reconciliarse con el papa y manejarlo a su favor, ya que él, como
bisnieto de Marozia y sobrino del fallecido papa Juan XIII, tenía experiencia
en ese asunto.
El papa Juan XV, por nepotismo, fue odiado por el pueblo romano, y en lo
religioso es recordado porque por un decreto suyo fue ascendido a santo Ulrico
de Augsburgo, un obispo que había sido miembro de la nobleza alemana y que fue
el primer santo canonizado por la Iglesia. No hay datos que permitan establecer
las razones por las que fue canonizado este obispo, lo que sí se sabe es que,
para ser santo, la Iglesia jamás ha exigido que el difunto haya sido buena
persona; y tampoco ha sido requisito eclesiástico que para ser papa haya que
ser religioso. Desde la endiosada de Jesús, en el año 325, la monarquía romana
había suspendido las divinizaciones humanas y no hay claridad acerca de la
causa del invento de las canonizaciones, pero ese asunto resultó ser un buen
negocio para la Iglesia y por eso esta no ha parado de gestionar y canonizar
santos.
Pero el santo alemán no cayó bien en la monarquía romana, y, por asuntos
políticos, al final del lapso de este papa, que ya era aliado del gobierno
alemán, Crescencio II hizo un levantamiento en contra de
El primo del emperador Otón, al ser elegido papa tenía 24 años y tomó el
nombre de Gregorio V (996 a 999) y su primer acto como papa fue coronar a su
primo Otón III como emperador del Sacro Imperio. Pero este papa, por ser alemán
igual que el primer santo, no era bien aceptado por la monarquía eclesiástica
romana, y, aprovechando que Otón y el papa habían salido de Roma, Crescencio
II, con apoyo bizantino hizo nombrar de segundo papa al obispo Juan Filigato,
quien tomó el nombre de Juan XVI. Sin embargo, poco después Otón regresó a Roma
e hizo decapitar a Crecencio II y se dice que encarceló de por vida a Juan XVI.
En cuanto al papa Gregorio V, todas sus funciones fueron de apoyo a su primo
emperador; como cosa normal en esa época, el papa Gregorio V murió de repente.
En el año 999 el emperador Otón III eligió de pontífice al primer
francés que ocupó la silla de san Pedro, un hombre que había sido profesor
suyo, llamado Gerberto de Aurillac, quien al ser entronizado tomó el nombre de
Silvestre II (999 a 1003). Este señor no era religioso ni político sino un
sabio muy adelantado a su tiempo, que estableció el conocimiento de la
matemática moderna por toda Europa. Además, era un gran inventor de relojes,
ábacos, astrolabios y numerosas cosas que sólo él sabía manejar. También era
mago, astrónomo, filósofo y hablaba numerosos idiomas. -Sin comentarios: me
quito el sombrero ante este hombre sabio al que la Iglesia Romana ha
considerado como diabólico-.
Desde entonces, en la práctica, la monarquía eclesiástica romana se hizo
cargo del nombramiento de los papas, y éstos elegían y coronaban a los reyes y
a los emperadores que fueran convenientes a los intereses de la Iglesia Romana.
Para dar una idea de cómo funcionaba ese asunto, pongamos el ejemplo de que un
pastor controla miles de ovejas con un perro. Las ovejas le temen al perro y se
dejan controlar de éste, pero es el pastor quien decide lo que haga el perro.
Cambiadas las cosas, las ovejas son la gente, el papa es el perro y la
monarquía eclesiástica romana es el pastor.
En el año 1002 murió el emperador Otón III y el poder de manejo de los
papas pasó a manos de Crescencio III, hijo de Crescencio II y nuevo gobernador
de Roma. El sucesor del papa Silvestre fue elegido por Crescencio III; este
papa, sin haber existido antes Juan XVI, tomó el nombre de Juan XVII (ejerció
cinco meses en el año 1003), y de él solo se sabe que era casado, que tenía
tres hijos y que murió asesinado. Su sucesor fue el papa Juan XVIII (1003 a
1009), quien fue una marioneta del monarca romano Crecencio III, su elector, y
quien siendo papa coronó de rey de Italia a Enrique II, futuro emperador del
Sacro Imperio Romano Germánico, cosa que disgustó a su protector. Después, por
presión de Crescencio III, el papa Juan XVIII tuvo que retirarse del papado
poco antes de morir envenenado. Luego, Crescencio III impuso de papa a un
clérigo de familia humilde, quien tomó el nombre de Sergio IV (1009 a 1012) y a
quien Crescencio casi no pudo controlar, debido a que éste era más religioso
que político y casi no se interesaba en los poderes terrenales del monarca.
En el año 1012 murió Crescencio III, y los condes de Túsculo
aprovecharon para elegir papa a Teofilacto, uno de sus hijos, quien tomó el
nombre de Benedicto VIII (1012 a 1024), pero enseguida fue expulsado de Roma
por la familia Crescencio, sus parientes y enemigos políticos descendientes de
Teodora y Marozia, quienes eligieron a otro papa que tomó el nombre de Gregorio
y que ejerció en Roma durante dos años. Sin embargo, con la ayuda de Enrique II
de Sajonia, el papa Benedicto recuperó su lugar en Roma. Después, para
devolverle ese favor, el papa coronó de emperador del Sacro Imperio a Enrique
II, le dio una cruz con símbolo de poder universal y con él participó en varias
guerras, donde el papa estableció que desde el sábado en la noche hasta el
lunes no hubiera acciones de combate, intervalo que fue conocido como ‘la
tregua de Dios’.
El emperador Enrique II era miembro de la dinastía de los Otón y en su
lapso revivió el lío del filioque, tema que poco después generó el conflicto
religioso conocido como el Cisma Cristiano entre Oriente y Occidente. En cuanto
a Benedicto VIII, este fue un papa monarca y guerrero, que hizo subir más la
élite de su familia que, igual que los Crescencio, era descendiente de Teodora
y Teofilacto. Su sucesor fue su propio hermano, llamado Romano, quien tomó el
nombre de Juan XIX (1024 a 1032). Este papa, antes de ser elegido para ocupar
la silla de san Pedro, además de cónsul era un corrupto senador romano,
seguidor de la religión laica, y para consagrarse sobornó a los cardenales,
quienes en un solo día le hicieron todos los ascensos eclesiásticos requeridos
y, ese mismo día, de hombre laico pasó a ser papa cristiano. Juan XIX es uno de
los papas más acusados de sodomía, entre muchas cosas al respecto, se dijo que
vendió por una gran cantidad de oro el título de ‘Ecuménico’, es decir, de
Patriarca Universal, al patriarca de Constantinopla, pero que después la
presión política de la monarquía eclesiástica romana le hizo devolver el oro
que había recibido y anular ese asunto. Por los registros históricos es fácil
deducir que este papa fue un fiel seguidor del ‘Señor Dinero’, que según su
tátara abuela Marozia, había sido el verdadero dios de todos los papas que ella
conoció.
Hasta aquí hemos visto que los papas no eran elegidos por gente
religiosa y que los elegidos ni eran religiosos ni mucho menos sus elecciones
eran con fines religiosos. Créase o no, lo que en realidad decidía la elección
de los papas era el poder económico, con el que también se costeaba el poder
político y el militar. La inversión en obtener el control de
Al morir el corrupto papa Juan XIX, la todavía muy poderosa dinastía de
Marozia, mediante soborno a la curia, eligió papa a un tataranieto de esta
difunta prostituta, de nombre Teofilacto, que era sobrino de los dos papas
anteriores e hijo del conde Alberico III, el dueño del poder de Roma en ese
tiempo. El elegido tenía solo 11 años de edad y tomó el nombre de Benedicto IX,
y fue papa en tres ocasiones y lapsos diferentes, entre los años 1032 y 1048.
La primera parte del lapso de este niño papa estuvo manejada por su padre
Alberico III (1032 a 1044), quien como todos los miembros mayores de su familia
era un político perverso en todo el sentido de la palabra. Pero el niño papa
muy pronto empezó a hacer diabluras; le gustaban las orgías sexuales y andando
en esas se enamoró de una prima suya y renunció al pontificado, para casarse
con ella, pero después se arrepintió y retomó la silla de san Pedro. En
funciones políticas se hizo aliado del emperador Conrado II y para cobrar una
vieja enemistad que Conrado tenía con Heriberto, arzobispo de Milán, excomulgó
al arzobispo. En suma de casos, el papa Benedicto IX era un criminal todo delito
y varias veces fue expulsado de Roma por los Crescencio, sus parientes y
enemigos políticos, pero su aliado emperador lo protegía, lo apoyaba y lo
restituía en la silla de san Pedro.
En el año 1039 murió el emperador Conrado y aprovechó Gerardo di Sasso,
un militar romano, para expulsar de Roma al papa y mediante un soborno a la
curia, pagado por la familia Crescencio, fue elegido en su lugar el obispo de
Sabina quien tomó el nombre de Silvestre III (1045). Pero, poco después, con el
apoyo de su familia, Benedicto expulsó a Silvestre y se posesionó nuevamente en
Roma. Más tarde le vendió por 1.500 libras de oro el trono de papa a Juan
Graciano, quien fue consagrado con todos los protocolos y las reglas normales
de la Iglesia, y luego tomó el nombre de Gregorio VI (1045 a 1046), pero, poco
después, el ahora ciudadano Teofilacto, regresó sin el oro, a reclamar el trono
de papa que había vendido. Había entonces tres papas reclamando como suya la
silla de san Pedro: Gregorio VI, en Roma; Benedicto IX, en Túsculo; y Silvestre
III, en Sabina. Sin embargo, se tenía como verdadero papa a Gregorio VI que se
había consagrado papa oficialmente luego de la compra del trono. Y, como si
tres papas no fueran suficientes, con el apoyo de Enrique III, sucesor de
Conrado II, fue elegido y consagrado papa el conde de Morsleben quien tomó el
nombre de Clemente II (1046 a 1047), siendo éste un total servil de su elector,
a quien coronó de emperador del Sacro Imperio. El periodo que duró este papa
fue corto, pero la Iglesia lo reconoció como legítimo, murió de malaria en un
viaje que hizo a Alemania y, al ser legitimado, dejó la elección del papa en
poder del emperador Enrique III.
El papa Gregorio seguía en Roma, pero nuevamente el papa Benedicto con
la ayuda de su familia organizó un ejército, con el cual entró a Roma e hizo
huir al papa Gregorio, enfrentándose con la oposición de los Crescencio,
familia que igual que la suya era descendiente de Teodora y Teofilacto, pero ya
en esta época las dos familias eran enemigas históricas. Enseguida siguió una
guerra cruel entre las dos familias, en cuyos enfrentamientos fue expulsado de
Roma el papa Benedicto, ciudad a donde nunca pudo regresar ni tampoco pudo
recuperar el trono y cuando murió, en Grottaferrata, todavía estaba tratando de
recuperarlo.
El último papa sucesor de Benedicto IX fue elegido por el emperador
Enrique III. Tomó el nombre de Dámaso II (1048), y murió de repente 23 días
después de ser entronizado.
Poco después, el emperador del Sacro Imperio, Enrique III, impuso de
papa a un hijo del duque de Alsacia, pariente cercano suyo, quien tomó el
nombre de León IX (1049 a 1054) y fue él un papa dinámico que quiso poner en
alto en Roma el nombre de los papas alemanes, en cuyo propósito estableció un
eficiente ordenamiento en las cosas del Estado cristiano y un buen
comportamiento de los religiosos, por lo cual se ganó el aprecio de los
romanos, pero, por celos políticos y el lío del filioque, no pudo conciliar con
el patriarca de Oriente, por lo que aumentó el cisma religioso entre las dos
latitudes. El papa León IX armó un ejército para defender los Estados
Pontificios de los invasores normandos, pero fue derrotado y fue hecho
prisionero hasta poco antes de su muerte y fue canonizado por el papa Víctor
III en el año 1087.
El sucesor del papa León IX también fue impuesto por el emperador
Enrique III, el elegido fue un hijo del conde de Calw, otro pariente del
emperador, y éste tomó el nombre de Víctor II (1055 a 1057). En su lapso murió
el emperador Enrique III, quien dejó el trono en poder de Enrique IV, un hijo
suyo de solo 6 años de edad. El papa Víctor II fue un servidor de la política
alemana y fue el último papa nombrado por un emperador alemán.
Debido a la muerte del emperador Enrique III y a la inexperiencia
política de su viuda Gunhilda, la madre y regente del niño emperador Enrique
IV, en la elección del sucesor del papa Víctor II fue ignorado el compromiso de
aprobación del emperador del Sacro Imperio a la elección papal, y, sin cumplir
ese acuerdo, el colegio cardenalicio eligió y entronizó papa al abad de
Montecassino, quien tomó el nombre de Esteban IX (1057 a 1058). Este papa, con
el apoyo de un hermano suyo, conocido como ‘el Barbudo’, organizó y armó un
ejército con el que los dos hicieron una expedición militar en contra de los
normandos y en esa contienda el papa contrajo malaria y murió.
En la época de la muerte del papa Esteban IX, el colegio cardenalicio,
por asuntos políticos internos estaba dividido y no pudo ponerse de acuerdo
para elegir al nuevo papa. Una parte de los monarcas de
Nicolás II había sido respaldado por el entonces obispo y ambicioso
líder religioso romano, Hildebrando Aldobrandeschi, futuro papa Gregorio VII,
igual que por la sección de la monarquía eclesiástica que quería convertir
Entre otras cosas, en esas normas el papa Nicolás estableció que de allí
en adelante el candidato a papa debía ser ciudadano romano y pertenecer al
clero romano, y que su elección o rechazo le incumbía únicamente al colegio
cardenalicio, cuya composición sería integrada por cardenales obispos y
cardenales presbíteros, todos exclusivamente de Roma; y que el resto del clero
católico y el pueblo romano solo tendrían derecho formal posterior a estar de
acuerdo o no con la elección del escogido. Además, en uno de los apartes
estableció que el emperador, en cuanto a la elección del papa, solo tendría
derecho de consenso, nunca de oposición. Puede resumirse que una parte del
contenido de esas normas establecía que de allí en adelante el papa tenía que
ser un romano que viviera en Roma y que solo podía ser elegido por los monarcas
eclesiásticos romanos que vivieran y ejercieran en Roma. En otras palabras:
Estableció que, desde entonces, el producto político y económico de la religión
cristiana tendría que ser exclusivamente para la monarquía eclesiástica romana,
integrada en su totalidad por la muy perversa oligarquía romana. Pero esa
pretensión de la monarquía romana no era nueva, desde antes de la endiosada de
Jesús, la monarquía romana se auto consideraba de única dueña del producto del
cristianismo.
Previniendo un ataque militar del todavía niño emperador Enrique IV, el
papa Nicolás hizo alianza militar y negociaciones territoriales con Roberto
Guiscordo, jefe de los hasta poco antes enemigos del imperio eclesiástico y
ahora poderosos normandos, de quien a cambio de Benevento le entregó un
territorio del imperio y de cuyo negocio además recibió armas y logística
militar para las tropas de
Con el propósito de que
Tras la muerte del papa Nicolás II, el colegio cardenalicio eligió un
sucesor y, haciendo uso del privilegio contemplado en el Constituio Lotharii, el emperador Enrique IV eligió otro. El
elegido por los romanos tomó el nombre de Alejandro II y el del emperador tomó
el nombre de Honorio II; luego hubo un lío político y en la silla de san Pedro
se quedó Alejandro II (1061 a 1073), y como era de esperarse, Honorio II, quien
era obispo de Parma, fue excomulgado por su rival.
Este papa continuó el ya viejo conflicto de
Ya vimos que, en ese tiempo, según el sínodo de Letrán, ni los
cristianos ni el pueblo romano podían influir en la elección del papa y que el
colegio cardenalicio era la única institución autorizada para esa función. Cabe
agregar que los cardenales del colegio cardenalicio eran elegidos a dedo y
conveniencias de los monarcas de
Poco después de su consagración, el papa Gregorio VII publicó un edicto,
conocido como ‘Dictatus Papae’, donde se establecían el tratamiento y las
consideraciones que se le debían dar al papa. El contenido de ese documento
puede resumirse en tres partes importantes: La primera era la obligación de
aceptar que el papa era el máximo jefe de
DICTATUS PAPAE
I Que la Iglesia Romana ha sido fundada solamente por el Señor.
II Que sólo el Pontífice Romano sea dicho legítimamente universal.
III Que él sólo puede deponer o reponer obispos.
IV Que su legado está en el concilio por encima de todos los obispos
aunque él sea de rango inferior; y que puede dar contra ellos sentencia de
deposición.
V Que el Papa puede deponer
ausentes.
VI Que con los excomulgados por
el Papa no se puede, entre otras cosas, permanecer en la misma casa.
VII. Que sólo al Papa le es lícito, según necesidad del tiempo, dictar
nuevas leyes, formar nuevas comunidades, convertir una fundación en abadía y,
recíprocamente, dividir un rico obispado y reunir obispados pobres).
VIII. Que sólo él puede llevar las insignias imperiales.
IX. Que todos los príncipes deben de besar solamente los pies del Papa.
X. Que sólo se nombre el nombre del Papa en las iglesias.
XI. Que este nombre es único en el mundo.
XII. Que le es lícito deponer a los emperadores.
XIII. Que le es lícito trasladar a los obispos de una sede a otra, si le
obliga a ello la necesidad.
XIV Que puede ordenar clérigos de cualquier iglesia en donde quiera).
XV. Que un ordenado por él puede presidir otra iglesia, pero no servirla;
y que el ordenado por él no puede recibir grado superior de otro obispo.
XVI. Que ningún sínodo se llame general si no ha sido ordenado por el Papa.
XVII. Que ningún capitular ni ningún libro sea considerado como canónico
sin su autorizada permisión).
XVIII. Que su sentencia no sea rechazada por nadie y sólo él pueda rechazar
la de todos).
XIX Que no sea juzgado por nadie.
XX. Que nadie ose condenar al que apela a la sede apostólica.
XXI. Que las causas mayores de cualquier iglesia, sean referidas a la sede
apostólica.
XXII. Que la Iglesia Romana no ha errado y no errará nunca, en el testimonio
de las Escrituras.
XXIII. Que el Pontífice Romano, una vez ordenado canónicamente, es
santificado indudablemente por los méritos del bienaventurado Pedro, según
testimonio del santo obispo Ennodio de Pavía, apoyado por los muchos santos
Padres según se contiene en los decretos del Beato Papa Símaco.
XXIV. Que por orden y permiso suyo es lícito a los subordinados formular
acusaciones.
XXV. Que sin intervención de Sínodo alguno puede deponer y reponer
obispos.
XXVI. Que nadie sea llamado católico si no concuerda con la Iglesia
Romana.
XXVII. Que el Papa puede eximir a los súbditos de la fidelidad hacia
príncipes inicuos.
Luego de publicar su Dictatus Papae, el papa Gregorio VII organizó un
sistema interno de monarquía eclesiástica capitalista, cuyo monarca era el papa
y su sucesor se elegiría del modo ya reglamentado por el papa Nicolás II, y
estableció que los príncipes de
Pero no demoraron los problemas por el Dictatus Papae; el emperador
Enrique IV siguió nombrando obispos a dedo corrido; el papa lo depuso, lo
excomulgó y nombró en su reemplazo a Rodolfo, el duque de Sabina. En respuesta,
Enrique IV convocó un sínodo en Brixen, que depuso al papa e impuso de papa al
ahora conocido como antipapa Clemente III, y luego con un gran ejército entró a
Roma, donde hizo otro sínodo que confirmó el nombramiento del papa Clemente,
quien enseguida excomulgó a su rival, el papa Gregorio.
Ese lío político-religioso entre el papa Gregorio VII y el emperador
Enrique IV es conocido como ‘la querella de las investiduras’, y, tratando de
arreglarlo, tuvo una gran participación la muy famosa y erótica Matilde de
Toscana. Ya
Tras el fallecimiento del papa Gregorio VII, siguiendo sus ideas en
cuanto al perfil del candidato a elegir, el colegio cardenalicio eligió papa al
hijo del príncipe Landolfo V de Benevento, siendo este un hombre rico, político
y carismático que había sido nombrado cardenal por el papa Gregorio, pero que
no era religioso ni quería ser papa. El hombre se enfureció cuando supo que lo
habían elegido papa, y demoró un año para dejarse consagrar. Tomó el nombre de
Víctor III (1086 a 1087) y de protesta al papado romano, cuando le pusieron la
tiara abandonó Roma y se mudó a Montecassino.
El retiro del papa Víctor III fue aprovechado por el otro papa de
entonces, Clemente III, quien para su provecho ocupó la silla de san Pedro en
Roma. Entre tanto, el papa Víctor III, a quien le importaban un bledo la
religión cristiana y la silla de san Pedro, siguió viviendo relajado en
Montecassino. Pero la muy veterana y poderosa Matilde de Toscana, ahora esposa
de Godofredo IV el Jorobado y dueña política de Romaña y Lombardía, lo presionó
hasta tal punto que lo hizo regresar a Roma. Más tarde, el papa Víctor
excomulgó al antipapa Clemente y, por presiones de la monarquía eclesiástica,
fue él quien empezó las guerras cruzadas enviando un ejército a África a combatir
a los musulmanes.
Según rumores, el papa Víctor III murió envenenado por monarcas
eclesiásticos que participaban con él en un sínodo en Benevento.
Es de agregar que con su ‘Dictatus Papae’ y sus otras reglas, el papa
Gregorio VII, además de pretender convertir
Poco después de la muerte del papa Víctor, la monarquía eclesiástica
eligió y consagró papa a uno de sus propios monarcas, quien tomó el nombre de
Urbano II (1088 a 1099), habiendo sido éste uno de los hombres mas cercano al
papa Gregorio y gran aprobador de sus ideas, hasta el punto de decir, ya siendo
papa: “Todo lo que él rechazaba, yo lo rechazo; lo que él condenaba, yo lo condeno;
lo que él amaba, yo lo quiero; lo que él consideraba verdadero, yo lo confirmo
y lo apruebo”. Además, el papa Urbano fue un político inescrupuloso y
oportunista. Para apropiarse del poder en Alemania negoció el matrimonio y casó
a la ahora viejita condesa y viuda rica, Matilde de Toscana, con el joven conde
Welf de Baviera que tenía solo 18 años de edad.
Luego de su consagración, para poder ocupar su puesto en Roma, el papa
Urbano II tuvo que combatir varios días con las tropas del entonces papa y ahora
antipapa Clemente III, quien estaba apoyado por las tropas del emperador
Enrique IV, pero este papa sí era un guerrero todo terreno que fue capaz de
enfrentarse a la vez con los dos monarcas más poderosos de Europa, el rey
Felipe I de Francia y el emperador del Sacro Imperio, Enrique IV, con cuyo
hijo, Conrado, se alió el papa Urbano para destronar al emperador.
Pero la guerra más grande que hizo nació del concilio que él realizó en
Piacenza, donde se determinó una guerra general de todos los países cristianos
en contra de los Estados musulmanes. El primer objetivo fue Jerusalén, lo de
guerra religiosa era un sofisma, pues el verdadero propósito era el saqueo de
pueblos y ciudades y el robo de tierra; nada que ver con religión, la verdad
fue que todos los que participaron en esa aventura bélica llevaban en la mente
hacerse a un valioso botín. Más adelante veremos que la fe musulmana tampoco
fue creada con fines religiosos, sino para obtener poder económico y militar,
con el que se podía robar territorios y riquezas y hacerle frente al
cristianismo.
El papa Urbano murió en Roma cuando su ejército cruzado estaba a punto
de tomarse Jerusalén; la monarquía eclesiástica en su reemplazo nombró a un
cardenal que tomó el nombre de Pascual II (1099 a 1118), y que siguió con las
ideas gregorianas, pero que, además de tener que enfrentar una fuerte lucha con
las viejas monarquías europeas, le tocó continuar con el lío de la querella de
las investiduras.
A raíz de la alianza de la Iglesia con el hijo en rebelión de Enrique
IV, para solucionar ese conflicto, en el año 1105 el emperador fue forzado a
realizar una dieta en Maguncia, tratado en el que por la presión de la Iglesia
fue obligado a abdicar a favor de su hijo, el nuevo emperador Enrique V, quien,
luego de ser reconocido como emperador del Sacro Imperio por este papa, no
quiso dejar de nombrar obispos; siendo emperador alegó que la facultad de
nombrar obispos era un derecho histórico que no le podían quitar a él.
Se dice que el error se debió a una ingenuidad del papa Pascual, porque
antes de reconocerlo como emperador no le puso la condición de que la
investidura de obispos fuera exclusividad del jefe de
En esa época murió la viejita Matilde de Toscana, y según el papa
Pascual II todos sus bienes los heredaba
Cuando murió el papa Pascual, la monarquía eclesiástica, que ya tenía
entre los suyos a numerosos miembros de la monarquía italiana, nombró para
sucederlo a un hijo de cuna noble que tomó el nombre de Gelasio II (1118 a
1119), pero el emperador Enrique V se sintió políticamente tumbado al no ser
consultado ni tenido en cuenta en la elección del nuevo papa, motivo por el que
con su ejército entró a Roma, depuso al pontífice y nombró papa a un obispo
portugués que tomó el nombre de Gregorio III, mas conocido como ‘Burro
hispánico’. El papa Gelasio se refugió en Gaeta, donde fue consagrado y
excomulgó al emperador Enrique V y a ‘Burro hispánico’. Después, el papa
Gelasio pudo regresar a Roma y luego viajó a Francia donde murió envenenado, en
Cluny, poco antes de iniciar un concilio que había ido a realizar.
Se supo que la muerte del papa Gelasio se debió a que había monarcas de
En Roma estaba ejerciendo de papa el ahora antipapa ‘Burro hispánico’,
apoyado por un gran ejército de su elector, el emperador Enrique V, por lo
cual, luego del asesinato del papa Gelasio II, el hijo de Guillermo I y nuevo
papa fue elegido y consagrado en Cluny, habiendo tomado éste el nombre de
Calixto II (1119 a 1124). Inmediatamente, el papa Calixto II le envió un
embajador al emperador Enrique, con una cita a la ciudad de Reims, para tratar
el tema de nombramientos de eclesiásticos. El emperador acudió a la cita, pero
llegó con un ejército suficiente para una gran guerra, lo cual hizo disgustar
al papa, por lo que lo excomulgó, y también excomulgó al papa ‘Burro
hispánico’. Poco después, el papa Calixto apoyado por los normandos derrotó al
ejército que el emperador tenía en Roma e hizo huir al entonces también papa
Gregorio III o ‘Burro hispánico’ a quien luego capturó en Sutri y lo encarceló
hasta su muerte en el año 1137.
Luego de recuperar su puesto en Roma, el papa Calixto presionó al
emperador Enrique V hasta que en un concordato, celebrado en Worms, lo hizo
renunciar a su facultad de poder nombrar eclesiásticos y reconocer que los
miembros de
Al terminar el papa Calixto II con la impertinencia imperial, de nombrar
eclesiásticos, se dedicó de lleno a los asuntos políticos de la Iglesia y
realizó en Roma el Primer Concilio Ecuménico hecho en la Basílica de Letrán,
que es considerado por la Iglesia como el primero de magnitud universal
realizado en Occidente.
Cuando murió el papa Calixto, el colegio de cardenales estaba liderado
por las familias oligarcas romanas Pierleoni y Frangipani, cuyos integrantes no
pudieron ponerse de acuerdo para elegir al sucesor del pontífice fallecido. Por
no haber acuerdo entre los ‘príncipes’ de la Iglesia, los cardenales de cada
una de esas familias eligieron un papa distinto, siendo elegidos dos pontífices
a la vez; uno que tomó el nombre de Celestino II y otro que adoptó el de
Honorio II. Sin embargo, Celestino renunció casi enseguida y le despejó el
camino a Honorio II (1124 a 1130) quien tuvo que iniciar su mandato decidiendo
quién sería el nuevo rey de Alemania, debido a que, tras la muerte del
emperador Enrique V, el trono alemán era pretendido por los duques de
Franconia, Sajonía y Suabia. Honorio se decidió por Lotario, el duque de
Sajonía, a quien creía que era el más propenso a mantenerse marginado del poder
del papa y más fácil de convertirlo en su vasallo y gran pagador de impuestos
religiosos.
Ya en esta época,
Cuando murió el papa Honorio II, las mismas dos familias seguían
controlando el colegio cardenalicio y, por segunda vez consecutiva, eligieron
cada una un papa diferente. La familia Pierleoni eligió papa a un cardenal de
ese apellido, quien tomó el nombre de Anacleto II; y los Frangipani eligieron
al cardenal Gregorio Papareschi, quien tomó el nombre de Inocencio II (1130 a
1143).
Anacleto era respaldado por el pueblo romano y fue consagrado en
El sometimiento humano al cristianismo iba evolucionando bien, el
problema que se presentaba al interior de
Hay que tener en cuenta que los políticos no dan regalos sin pedir o
esperar algo mejor a cambio. Entonces, el apoyo que le ofrecieron los monarcas
europeos al papa Inocencio II, no pudo ser gratis sino por compromisos con
ellos. Anacleto II, el otro papa, ejerció en Roma durante varios años, con toda
normalidad, hasta que Inocencio II, con el apoyo de tropas de los monarcas
mencionados, entró a Roma y en
En esa época el pueblo romano estaba harto de tener dos papas a la vez y
no apoyó a un papa que eligieron los Pierleoni, en reemplazo de Anacleto II,
ahora conocido como el antipapa Víctor IV, pero él luchó para ejercer el
papado. En los registros históricos es fácil notar la poca vergüenza que tenían
los papas que eran elegidos en la antigüedad.
El resultado era que con dos papas a la vez, un gran número de romanos
tenía que pagar dos impuestos, uno para cada papa, además de la anarquía que
causaba el hecho de haber dos papas en Roma, cuyo Jefe de Estado era el papa o
en este caso los dos papas, cada uno jalando para su lado, como dos perros
peleando un cuero, cosa dicha así entonces por el político Arnaldo de Brescia y
agregando que ya Roma no era
Luego de la muerte del papa Inocencio II, en los tres años siguientes
hubo dos papas que lucharon hasta la muerte con los políticos romanos, para no
perder el gobierno de Roma. El primero de éstos fue Celestino II (1143 a 1144),
sucesor de Inocencio II, quien murió en extrañas circunstancias en esa lucha; y
luego su sucesor Lucio II (1144 a 1145), quien como buen dictador disolvió el
senado de Roma y poco después murió de una pedrada en la cabeza, cuando con su
ejército trataba de tomarse el capitolio.
Cuando el papa Lucio II disolvió el senado, Giordano Pierleoni, hermano
del antipapa Anacleto II, se autoproclamó Patricio de Roma y organizó de nuevo
el senado. Para calmar los ánimos del pueblo romano, que estaba revuelto en
contra de
En el año 1146, el papa Eugenio III canonizó al emperador Enrique II
junto con su esposa la emperatriz Cunecunda. Debido al conflicto de los dos
papas anteriores con el senado romano, que exigía la separación del gobierno de
Roma del control eclesiástico, el papa Eugenio III tuvo que irse a ejercer su
gobierno papal a la ciudad de Viterbo. Allí, tiempo después, se reunió con
Arnaldo de Brescia, líder del senado romano, y los dos llegaron a un acuerdo
con el que el papa aceptó el restablecimiento del senado y Brescia aceptó que
el senado quedara bajo la autoridad del papa, arreglo que le permitió al jefe
de
El papa Eugenio III, porque lo habían expulsado de Roma, excomulgó a
Brescia y regresó a esta ciudad con apoyo militar del rey de Sicilia. Sin
embargo, poco después se quedó sin apoyo y otra vez tuvo que huir. Finalmente,
a cambio de coronarlo de emperador del Sacro Imperio, negoció apoyo militar con
Federico I Barbarroja y pudo regresar a Roma donde, misteriosamente, murió a
los pocos días aún sin haber coronado de emperador a Barbarroja.
Es de notar que los papas de esa época no honraban el cargo. En la
práctica, los pontífices eran más bandidos que los emperadores contemporáneos,
y eso quizá se debía a que la monarquía eclesiástica estaba acostumbrada a
tratar con miembros de casi todas las monarquías de Europa, habiendo aprendido
y aplicado los pontífices todas las malicias y perversidades de las monarquías
europeas. Igual que los demás monarcas de esa época, los papas eran
delincuentes que mataban y se hacían matar por el trono, y, aunque casi todos
fingían ser religiosos, lo que en verdad peleaban era riqueza y poder, la
religión les importaba un bledo, inclusive, con
Fingiendo motivos religiosos, en las guerras cruzadas participaron todos
los gobiernos de los llamados países católicos, pero el verdadero propósito de
todas esas guerras fue eliminar a otras monarquías y esclavizar o eliminar a
sus pobladores para robar sus tierras y sus riquezas.
El sucesor del papa Eugenio III tomó el nombre de Anastasio IV (1153 a
1154), y debido a tantos líos políticos al interior de
En el año 1154, no funcionó la exclusividad de papa romano que había
establecido el papa Nicolás II, y fue
elegido papa el cardenal Nicolás Breakspeara, el único inglés que ha ocupado la
silla de san Pedro, quien tomó el nombre de Adriano IV (1155 a 1159), y quien
como medida principal, luego de mudarse a Viterbo, prohibió los oficios
religiosos en Roma, incluyendo los sacramentos y sepulturas religiosas, oficio
cristiano este último que era manejado en exclusivo por la Iglesia y cuya
prohibición dijo el papa Adriano IV que no levantaría hasta cuando la
ciudadanía romana expulsara de la ciudad al líder independentista Arnaldo de
Brescia.
Conviene explicar que aunque los papas no fueran religiosos, la
monarquía eclesiástica siempre tenía el cuidado de tener bajo su mando a muchas
personas religiosas que con ingenua devoción y fe católica andaban por todo el
mundo predicando y cumpliendo las misiones religiosas cristianas, astutamente
planeadas por la monarquía eclesiástica. A esos religiosos les era prohibido
estudiar otras materias ‘profanas’ y por eso no sabían otra cosa que predicar
las farsas eclesiásticas y, mediante el sometimiento de conciencia que le
aplicaban a la población ingenua del mundo, todo el tiempo sostenían en alza
tanto las entradas económicas de
En la época del papa Adriano, la gente del pueblo raso de Roma estaba
tan adoctrinada católicamente que creía ciegamente que el alma de un fallecido
iría directamente al infierno si no era sepultado con los oficios religiosos de
un sacerdote católico. Además, la religión cristiana todo el tiempo atraía una
enorme cantidad de peregrinos a Roma, un turismo que le generaba muchos empleos
y riqueza a la ciudad. Y por esos motivos, el papa Adriano con su chantaje
religioso puso en gran dificultad a los romanos quienes, además de perder los
enormes ingresos del turismo religioso, en contra de sus deseos se veían
obligados a llevar a sus muertos a sepultarlos en ciudades vecinas, con muchas
dificultades de transporte y fuertes gastos económicos. La ciudadanía, para que
el papa les solucionara esos inconvenientes, expulsó al líder Brescia de Roma,
y ‘el apóstol del norte’, como le decían a este papa, se acomodó en la silla de
san Pedro y luego, sin líder que la defendiera, hizo lo que le dio la gana con
la muy ingenua población romana.
Por invasión de territorios de la iglesia, el papa Adriano excomulgó al
rey Guillermo de Sicilia, y por alianza militar renegoció la coronación
imperial que el papa anterior había negociado con Federico I Barbarroja,
ceremonia que debió realizarse en Sutri pero que fracasó porque Barbarroja le
besó los pies al papa pero olvidó sujetarle los estribos de la silla de su caballo,
evento que entonces hacía parte del protocolo con su santidad, y que, al no
cumplirse, Adriano consideró como una gran falta de humildad con la majestad
del papa y por eso le negó la coronación. Sin embargo, con repetición de besada
de pies y tras haber cumplido todas las humillantes arandelas protocolarias del
papa, Barbarroja fue coronado como emperador del Sacro Imperio poco después en
Nepi.
El mismo día de la coronación, el ya emperador Barbarroja le entregó al
papa a Arnaldo de Brescia, a quien poco antes había capturado. Inmediatamente
el papa ejecutó a Brescia, asesinato que produjo una fuerte rebelión que luego
se convirtió en una guerra entre los romanos y las tropas del emperador; los
romanos fueron vencidos por el ejército de Barbaroja y como castigo el papa
ahogó en el río Tíber a más de mil romanos, o sea a todos los líderes de la
rebelión romana. Debido a la contaminación del río Tíber, con restos humanos,
en ese tiempo hubo en Roma una epidemia de malaria, por lo cual el papa se
refugió en Benevento, y Barbarroja tuvo que irse con su ejército para Alemania,
oportunidad que aprovechó el rey Guillermo de Sicilia y derrotó a los
bizantinos, aliados y protectores del papa.
Después, debido al poder militar del rey Guillermo, el papa Adriano hizo
las paces con él, le anuló la excomunión, lo coronó de rey y le cedió unos
territorios que antes le había dado a Barbarroja, dádiva esta que puso en
conflicto a los dos monarcas. De su parte, Guillermo aceptó ser vasallo
tributario del papa, le devolvió los territorios de la Iglesia que antes había
invadido y se comprometió a proteger los Estados Eclesiásticos y a no volver a
nombrar obispos en su reino.
Los romanos nunca quisieron al papa Adriano, durante casi todo su lapso
él tuvo que ejercer en Benevento. Allí autorizó a Enrique II de Inglaterra a
invadir a Irlanda, acción que justificó basándose en una bula, conocida como
‘Laudabiliter’. Pero, el papa Adriano no se sentía bien en Benevento, deseaba
usar la propia silla de san Pedro, o sea la de Roma, y logró un acuerdo con los
romanos que le permitió regresar a esta ciudad. Poco después, inusitadamente,
este temible papa asesino fue muerto por una mosca que se le metió en la
garganta y lo asfixió, yendo de paso por Agnani.
Luego de la muerte del papa Adriano IV, en el año 1159, gran parte del
colegio cardenalicio en alianza con los monarcas de España, Francia,
Inglaterra, Portugal y Sicilia, eligieron papa a un abogado en asuntos
religiosos, llamado Rolando Bandinelli, quien tomó el nombre de Alejandro III
(1159 a 1181), y el resto de cardenales, en alianza con el emperador
Barbarroja, eligieron papa al cardenal Monticelli, quien tomó el nombre de
Víctor IV.
El emperador Barbarroja tenía la intención de apropiarse de toda Italia;
en esa época había en Europa una pugna por el control mundial. En el año 1160,
el papa Víctor IV fue oficialmente entronizado en un sínodo realizado en Pavía,
y el también papa Alejandro III tuvo que exiliarse en Francia. Pero, en esa
época, tanto los papas como los cardenales eran políticos corruptos que no le
ponían seriedad a la consagración de los pontífices y les daba igual admitir de
papa oficial uno diferente todos los días. Víctor IV ejerció formalmente todo
su lapso y murió siendo reconocido por la Iglesia como pontífice. Y luego de su
muerte, el emperador Barbarroja hizo elegir en su reemplazo a otro papa, quien
tomó el nombre de Pascual III, y quien ocupó con toda normalidad la silla de
san Pedro en Roma y, nuevamente, lo coronó de emperador en el año 1166. Pascual
III también murió siendo reconocido oficialmente como papa de
Mientras tanto, el otro papa, Alejandro III, seguía exiliado en Francia.
Pero en el año 1176 el emperador Barbarroja fue derrotado por una alianza
militar conformada por el papa Alejandro III y fue obligado a aceptar a éste
como papa legítimo y tuvo que entregarle a
En este recorrido histórico es de resaltar que permanentemente
aumentaban las ovejas humanas de
Alejandro III fue expulsado de Roma, por la nobleza romana, y también
murió siendo papa oficialmente reconocido por
El siguiente papa tomó el nombre de Lucio III (1181 a 1185) y desde el
comienzo de su papado se entrevistó con el emperador Barbarroja, para tratar de
recuperar los territorios dejados por la viuda Matilde de Toscana, quien, según
algunos datos, se los había regalado a
Este papa fue sumamente ambicioso y asesino, en Roma no lo aceptaron y
tuvo que gobernar desde el exilio; luego de entronizado hizo un sínodo en
Verona, de donde salió un edicto, llamado ‘Ad Abolendam’, con el que se
condenaban las supuestas herejías cátaras, valdenses y el arnaldismo,
convirtiéndose luego ese edicto en instrumento legal para aplicar la mal
llamada Santa Inquisición. El papa Lucio, con la intención de robar riquezas,
organizó
El sucesor del papa Lucio tomó el nombre de Urbano III (1185 a 1187), y
desde el comienzo de su ejercicio estuvo enfrentado con el emperador
Barbarroja, porque éste estaba recuperando la influencia italiana que había
perdido en
Después, con ese matrimonio, los Estados Pontificios perdieron el
vasallaje económico y el apoyo militar que recibían del Reino de Sicilia, pero,
antes de perder ese beneficio, en respuesta a esa futura pérdida, el papa
Urbano rompió relaciones con el emperador Barbarroja y se negó a coronar de
emperador a su hijo. Sin embargo, eso no detuvo la intención de Barbarroja,
quien ante la negativa del papa hizo coronar a su hijo por el patriarca de
Aquilea. Ante ese desafío, el papa nombró de obispo de Lieja a Alberto de
Lovanio, un contrario del emperador, y excomulgó al patriarca y a todos los
obispos que habían participado en la coronación del hijo de Barbarroja, a quien
amenazó con excomulgar, pero el recién coronado Enrique VI invadió los Estados
Pontificios, que estaban casi indefensos por estar las tropas eclesiásticas en
El siguiente papa fue Gregorio VIII (1187), quien murió envenenado poco
después de su consagración, estando en Pisa, tratando de solucionar un
conflicto entre esta ciudad y Génova, a la vez que buscaba ayuda militar y
preparaba una flota para transportar tropas en contra del musulmán Saladino,
que le había quitado Jerusalén a
Es de aclarar que desde cuando el papa Adriano IV había asesinado al
senador Arnaldo de Brescia y ahogado a más de 1.000 líderes romanos en río
Tíber, el pueblo romano no les permitía a los papas gobernar en Roma. Desde el
año 1153 los papas fueron expulsados de Roma y los romanos no querían saber
nada de la ‘sarna pontificia’, el apodo que los políticos romanos le tenían al
gobierno eclesiástico. Pero la monarquía eclesiástica todo el tiempo había estado
tratando de recuperar la gobernación de Roma.
En el año 1187, para suceder al papa Gregorio VIII y con el fin de
recuperar la mina económica de Roma, los monarcas del cristianismo eligieron
papa a un político romano que era bien aceptado por la sociedad romana y que
tomó el nombre de Clemente III (1187 a 1191). Pero no obstante a ser un
político bien aceptado en Roma, a este hombre, al comienzo, los romanos no le
aceptaron que gobernara desde allí y de frente le dijeron que no querían nunca
mas en
En Roma hubo una enorme protesta popular por el regreso de ‘la sarna
católica’ a la ciudad, pero el papa Clemente, como ya se dijo, no sufría de
vergüenza y tan pronto pudo ocupó la silla de san Pedro en el Palacio de
Letrán. Luego de este éxito, ya oficiando en Roma, el pontificado se reconcilió
con Barbarroja y lo puso al mando de las tropas cristianas. Además, con la
promesa de darles gran parte del botín que se consiguiera en la continuación de
Cuando murió el emperador Barbarroja, su hijo Enrique VI lo sucedió en
el trono. Y cuando murió Guillermo II de Sicilia, vasallo del papa, Enrique VI,
en nombre de su esposa, Constanza, reclamó el trono de Sicilia y dio por
terminado el vasallaje siciliano, determinación que acabó con el pago de
impuestos religiosos sicilianos y que por eso causó un enfrentamiento entre el
papa Clemente III y el emperador Enrique VI.
Para evitar que el emperador lograra ese propósito, que suponía una gran
pérdida económica y militar para
En reemplazo del papa Clemente III fue elegido un veterano de la nobleza
romana, perteneciente a la familia Orsini y muy antiguo miembro de la monarquía
eclesiástica, quien tomó el nombre de Celestino III (1191 a 1198), y quien un
día después de ser consagrado coronó de emperador a Enrique VI, el enemigo del,
según rumores de entonces, envenenado papa Clemente III. El papa Celestino fue
un servil del emperador Enrique VI, quien con autorización suya hizo asesinar
al obispo de Lieja, Alberto di Lovanio y secuestró al rey Ricardo Corazón de
León, a quien hizo capturar cuando venía de regreso de
Tras la muerte del papa Celestino III, la monarquía eclesiástica romana,
para sucederlo, eligió a un encumbrado miembro de la nobleza italiana, abogado
y experto en asuntos eclesiásticos, quien tomó el nombre de Inocencio III (1198
a 1216), y fue este papa un político bandido y criminal, que puso en ejercicio
las ideas gregorianas, imponiendo a
Cabe explicar que las creencias de la religión oficial católica tenían
puntos que no eran admitidos por algunas de sus tantas divisiones, y había
otras secciones que por eso se habían abierto del catolicismo.
La absurda imposición de
Aplicando
Otra acción criminal del papa Inocencio fue
El papa Inocencio III se hacía llamar Vicario de Cristo; fue amigo
incondicional de Domingo de Guzmán, creador de los Dominicanos; y de Francisco
de Asís, creador de los Franciscanos. En resumen: El papa Inocencio III fue un
político sumamente asesino y full bandido que, apoyado en la religión
cristiana, cometió cualquier número de masacres y todos los delitos humanamente
posibles. Con la intención de robar riquezas, lo último que hizo fue un
concilio en Letrán para aprobar
El sucesor del papa Inocencio III fue un miembro de la monarquía
eclesiástica romana, quien tomó el nombre de Honorio III (1216 a 1227), y quien
había sido tesorero de
Honorio III aprovechó su experiencia de tesorero, para establecer los
montos que cada monarca debía aportar para la guerra; su preferido, el rey
Federico II de Alemania, hijo y heredero del emperador Enrique VI, resultó ser
incumplido en ese asunto y peor colaborador militar, razón por la cual, el
papa, para estimularlo y tratando de que mejorara en sus propósitos ‘cruzados’,
lo coronó, en Roma, de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Pero,
Federico II quería seguir viviendo sabroso en Alemania, y no tenía ganas de
pelear con los musulmanes, de quienes había oído decir que eran unos barbudos
que peleaban con dureza, y solo aportó una esquirla en efectivo y nada de
tropa. Eso descuadró las cuentas de
Luego de ese matrimonio, el papa logró que el emperador Federico II se
comprometiera a salir con sus tropas el 25 de junio de 1255, pero después al
emperador le dio pereza salir y, mediante el Tratado de San Germano, Federico
II aplazó por dos años la salida. El papa Honorio, para no estar dos años sin
matar gente, con el rey Luis VIII de Francia organizó una ‘Cruzada doméstica’
en el sur de Francia, contra los albigenses, masacre que hizo enojar a Federico
II que consideraba a éstos como ciudadanos de su imperio. Para fortunio de
Federico II, el ambicioso papa Honorio III murió antes de cumplirse los dos
años de plazo para él salir a la guerra contra los barbudos musulmanes.
El sucesor del papa Honorio fue otro monarca eclesiástico, guerrero y
saqueador, asesino de pura cepa, que era sobrino del papa Inocencio III y que
al ser elegido tomó el nombre de Gregorio IX (1227 a 1241). Era un viejo
inquisidor y gran partidario de las Cruzadas; su primer acto de papa fue
excomulgar al emperador Federico II a quien acusó de las anteriores derrotas
cristianas. Legalizó los crímenes de
El papa Gregorio IX canonizó a Domingo de Guzmán y a Francisco de Asís,
y le asignó a la congregación de los dominicanos los castigos y asesinatos
inquisitorios. Este papa fue uno de los pontífices más bandidos y más
sanguinarios del catolicismo. Murió de 96 años, con la frustración de no haber
podido eliminar al emperador Federico II, su peor enemigo, que entonces tenía
sitiada a Roma y presos a varios monarcas políticos y religiosos, para evitar
un concilio convocado por el papa, para deponerlo a él y elegir su reemplazo.
Poco después de la muerte de Gregorio IX, antes de elegir al sucesor de
este papa, en el Palacio de Septizonio, en el Palatino, hubo un espectáculo
macabro. El emperador Federico II tenía sitiada a Roma y tenía detenidos a dos
de los 12 cardenales del colegio cardenalicio que debía elegir al nuevo papa.
De acuerdo a las entonces vigentes reglas del III Concilio de Letrán, se requería
dos terceras partes a favor para elegir al papa, pero, debido a la anarquía
cardenalicia causada por las difíciles condiciones que afrontaba Roma, no había
ningún candidato con apoyo suficiente para ser elegido. Luego de nueve días de
discusiones, los diez cardenales del colegio no pudieron ponerse de acuerdo
para elegir al nuevo papa. Entonces, el senador Mateo Rosso Orsini, un
contrario del emperador Federico II, para evitar que éste influyera en la
elección del nuevo pontífice, encerró a los diez cardenales bajo llave y les
dijo que no los liberaría hasta cuando eligieran al nuevo papa. Así pasaron dos
meses y por las dificultades del encierro murieron dos cardenales, quedando
solo ocho que al fin decidieron elegir papa al cardenal Godfredo Castiglioni
quien tomó el nombre de Celestino IV, y quien, por el encierro, murió antes de
ser consagrado, pero alcanzó a excomulgar al senador Mateo Rosso Orsini, padre
del futuro papa Nicolás III. Enseguida, por temor a tener que hacer encerrados
otro cónclave, los cardenales huyeron de Roma y pasaron dos años sin regresar
ni elegir un nuevo papa. Pero, en Roma, a nadie le hizo falta el papa, pues
desde mucho antes la gran mayoría de los romanos no quería que la ‘sarna
pontificia’ volviera a gobernar la ciudad. Sin embargo, en el año 1243
volvieron a reunirse los doce ‘apóstoles’ y eligieron de jefe a otro asesino
inquisidor que recuperó para
El 25 de junio de 1243, la monarquía eclesiástica eligió papa a un
político, profesor de derecho canónico, contrario al emperador Federico, quien
tomó el nombre de Inocencio IV (1243 a 1254), siendo este hombre un criminal
todo delito, convencido de que el papa era el jefe universal de la humanidad,
legado directo de Dios y jefe superior de todos los gobernantes del mundo. Se
proclamó ‘pastor de todas las ovejas humanas’ con el derecho de eliminar a todo
el que no aceptara ser su fiel vasallo, contribuyente y creyente de su entonces
obligatoria religión cristiana.
Poco después, el emperador Federico II tuvo que negociar con el papa Inocencio, cuyo arreglo convenido fue la
devolución de los Estados Pontificios y el pago de una gran indemnización, pero
el papa sabía que no lo querían en Roma y temiendo por su vida mudó su despacho
a Lyon, donde contaba con el apoyo de los genoveses y donde convocó un concilio
en el que excomulgó al emperador Federico II, y promulgó una bula, conocida
como ‘Agni Sponsa Novilis’, en la que decretó el poder supremo de
Luego de la muerte del papa Inocencio IV, la monarquía eclesiástica
eligió papa a un miembro de los condes de Segni, sobrino del papa Gregorio IX,
quien tomó el nombre de Alejandro IV (1254 a 1261), y quien continuó con la política
del papa anterior, pero mucho más suave en cuanto a guerras y asesinatos. Este
papa apoyó a Alfonso X el Sabio, creador de
El colegio cardenalicio, después de la encerrada que le hizo en Roma el
senador Mateo Rosso Orsini, trasladó su sede a Viterbo. Cuando murió el papa
Alejandro IV, allí solo había ocho cardenales y en más de dos meses de
discusiones éstos no pudieron ponerse de acuerdo para elegir al nuevo papa. En
esa época, elegir a un papa no era un asunto religioso sino un gran lío
político, donde cada miembro del colegio de cardenales, de antemano estaba
políticamente obligado a vetar la elección de numerosos candidatos y a la vez
presionado a apoyar a otros. Debido a que todos tenían ese mismo problema y
siendo ellos conscientes de que la única solución era la elección de un
candidato ajeno a los asuntos políticos romanos, acordaron elegir papa al
Patriarca de Jerusalén, quien en esos días había llegado a Viterbo a solicitar
ayuda militar para controlar el asedio musulmán a la ciudad santa. Este señor
era hijo de un zapatero francés y no hacía parte de monarquía alguna, por lo
que al comienzo no aceptó la elección y preparó su regreso, pero el colegio
cardenalicio le rogó que tomara el puesto, ya que no había más candidato porque
en
El nuevo papa tomó el nombre de Urbano IV (1261 a 1264), y lo primero
que hizo fue aumentarle catorce cardenales al colegio cardenalicio, casi todos
franceses o familiares de los que lo eligieron a él, por lo que fue tildado de
nepotista y creador de una facción francesa en el colegio cardenalicio. Fue
Urbano IV un papa religioso, a quien no le agradaban los científicos; prohibió
las obras de Aristóteles, y se encartó con las guerras y los líos político de
Europa. Ni siquiera conoció a Roma, despachó en Orvieto, Viterbo y Perusa.
El sucesor del papa Urbano fue un militar francés, conocido como Guido
el Gordo, que había sido el primer cardenal nombrado por el papa Urbano IV,
quien tomó el nombre de Clemente IV (1265 a 1268) y quien continuó con la ya
avanzada política eclesiástica de exterminar a la familia Hohenstaufen, la
dinastía que había aportado todos los emperadores del Sacro Imperio Romano
desde el año 1138, cuyo último enemigo fuerte de
Este papa militar le dio el triunfo definitivo a
Todavía los romanos no habían vuelto a aceptar que Roma fuera la sede
del colegio cardenalicio, éste funcionaba en Viterbo, pero por los conflictos
de la ‘sarna religiosa’, en esos dos años de alegatos, la situación se tornó
tan difícil para los habitantes de Viterbo que, tomando como ejemplo lo hecho
en Roma por el senador Orsini, éstos, para forzarlos a que se pusieran de acuerdo
y lo más pronto posible eligieran al sucesor del difunto papa Clemente,
encerraron bajo llave a los miembros del colegio cardenalicio en una
edificación a la que luego le quitaron el techo para que quedaran a la
intemperie, y los racionaron a pan y agua. Siendo así de duras las cosas, lo
primero que acodaron los quince ‘apóstoles’ fue delegar la elección en solo
seis cardenales para que los demás pudieran quedar libres. Estos seis
cardenales, en pocos días, acordaron elegir papa a un veterano sanguinario de
Debido al bochorno causado en Viterbo, el papa Gregorio X estableció
oficialmente que los miembros del colegio cardenalicio fueran encerrados desde
que empezaran las deliberaciones para elegir papa y que en la medida en que se
demoraran en la elección les fueran disminuyendo los alimentos. Fue Gregorio X
un papa guerrero, aliado militar de Rodolfo de Habsburgo, el nuevo emperador
del Sacro Imperio, y, según rumores, murió envenenado, en la ciudad de Arezzo,
yendo de regreso a Roma, aunque la Iglesia le atribuyó su muerte a un ataque de
pleuresía.
El sucesor del papa Gregorio fue un destacado profesor francés quien
tomó el nombre de Inocencio V (1276), y quien también murió envenenado en
oscuras circunstancias cuatro meses después de consagrarse. No obstante a su
poco tiempo en la silla de san Pedro, alcanzó a organizar una ‘Cruzada
Domestica’ a favor del rey de Castilla, quien así pudo asesinar a una gran
cantidad de ricos y hacerse dueño de un buen número de propiedades. Para
reforzar sus fuerzas de combate en contra de los musulmanes,
El siguiente papa elegido fue un miembro de los condes de Lavagne, que
ni siquiera había sido sacerdote y fue consagrado sin llenar ese requisito que
ya era obligatorio; tomó el nombre de Adriano V, pero el papa Pablo VI, en el
año 1975, lo eliminó de la lista oficial de papas, por haber sido entronizado
sin ser ordenado de sacerdote. A él, físicamente, igual que a los dos
pontífices anteriores, lo eliminaron con cantarella antes de dos meses de haber
sido entronizado.
El sucesor de Adriano V fue Pedro Juliáo, único portugués que según la
lista oficial de
Es de señalar que los papas podían nombrar a dedo a cualquier persona en
el cargo eclesiástico que ellos quisieran. Así, un político o cualquier otra
persona, si el papa lo quería, podía de un día para otro resultar siendo
cardenal católico o cualquier otra figura religiosa, sin importar que esa
persona antes ni siquiera hubiera pisado una iglesia.
Y aunque era raro que fuera elegido papa un hombre que no tuviera algún
grado o vínculo eclesiástico, eso no significaba que el escogido debía ser una
persona con vocación religiosa o que hubiera hecho carrera religiosa. De
ninguna manera favorecía la devoción religiosa para ser elegido papa, sino que,
al contrario, la monarquía de la Iglesia consideraba ingenuos a los religiosos
y los enviaba a predicar sus enseñanzas religiosas absurdas a lugares lejanos,
donde pasaban todas sus vidas de sacerdotes rasos, engañados y engañando a la
gente, ya que, debido a la falta de comunicaciones, la gran mayoría de ellos ni
siquiera sabía el nombre del papa en tiempo real. Pero, por cualquier razón,
los funcionarios de
En esas misiones, los religiosos católicos no recibían ningún sueldo de
la Iglesia, pero los creyentes les daban de sobra, y ellos estaban obligados a
recoger y enviarle diezmos y tributos a Roma. Y, en actividades religiosas,
muchos funcionarios eclesiásticos cometían toda clase de abusos y delitos, cosa
que
Según La Infamia Cristiana, el libro viejísimo anónimo ya mencionado, el
papa Juan XII llamaba a los curas religiosos misioneros como ‘camorreros
religiosos’.
Para que los funcionarios religiosos cristianos no supieran de las
perversidades de
En este punto de la historia, las monarquías europeas y
Es lógico que, mientras no haya daño, a nadie le importa la religión o
creencias religiosas de los demás. Y si la regla de siempre ha sido que los
gobiernos poco o nada se preocupan por los problemas reales de sus pueblos,
mucho menos debieron preocuparse los gobernantes por la salvación de las almas
de sus súbditos. Entonces, siendo así las cosas, es fácil deducir que nunca ha
sido honesta la tan cacareada misión religiosa cristiana, emprendida por
Históricamente está comprobado que las guerras Cruzadas no fueron por
motivos religiosos sino para robar riquezas y para aumentar expansiones
territoriales, lo cual, además del saqueo, casi siempre incluía la
esclavización de los pobladores y toda clase de asesinatos políticos. Además,
durante mucho tiempo, los jefes musulmanes y los gobernantes de países
católicos realizaron numerosas cruzadas ‘domesticas’ internas, para robar
riquezas y/o asesinar enemigos políticos.
En cuanto a pretensiones, todas las monarquías de Europa eran iguales de
ambiciosas y por lo tanto todas querían tener el control de
Así pues, el enorme interés político por
En el año 1277, para suceder al ya fallecido Juan XXI, fue elegido papa
Giovanni Gaetano Orsini, hijo del senador Mateo Rosso Orsini, el segundo papa
que impuso esta oligarca y poderosa familia romana. Giovanni Orsini era uno de
los hombres más sanguinarios de
Cuando murió el papa Nicolás III, todavía el colegio cardenalicio seguía
integrado por las dos facciones, italiana y francesa. Las dos facciones, en
seis meses de discusiones, no pudieron ponerse de acuerdo para elegir al nuevo
papa. Entonces, para inclinar la balanza al lado francés, el rey Carlos de
Anjou hizo detener a dos cardenales de la facción italiana. En esas
circunstancias fue elegido papa Simón de Brie, quien había sido canciller del
gobierno francés y quien tomó el nombre de Martín IV (1281 a 1285). En
realidad, fue el rey Carlos de Anjou quien hizo elegir papa a Martín IV, por lo
cual, durante todo su papado, este pontífice fue un servil incondicional suyo
que lo apoyó en su viejo propósito de establecer el Imperio Latino de Oriente,
una división territorial surgida en
El papa Martín IV fue entronizado en Orvieto, y lo primero que hizo fue
nombrar de senador romano al rey francés Carlos de Anjou, cosa que iba en
contra de las leyes romanas que establecían que los senadores romanos debían
ser ciudadanos de Roma. Ese nombramiento indignó a los romanos, quienes nunca
permitieron que el papa Martín pisara suelo romano. Con el beneplácito del
papa, el rey Carlos de Anjou tenía al pueblo siciliano casi esclavizado. Hubo
una revuelta ciudadana, los sicilianos masacraron a los franceses y expulsaron
al rey Carlos. En apoyo de los sicilianos acudió y tomó el mando el rey Pedro
III de Aragón, quien desde antes pretendía ese reino, por ser él casado con
Constanza, hija del rey Manfredo, a quien el rey Carlos de Anjou había
destronado y ejecutado en
La alianza del papa Martín con el rey Carlos de Anjou causó toda clase
de injusticias, asesinatos y anarquía en toda Europa. Es difícil creer que este
papa criminal y marioneta haya tenido mérito para convertirse en santo -ahora
es San Martín-; su número está errado ya que él se voló dos números al tomar el
nombre de Martín IV, y lo más seguro es que, igual que su elección, su
canonización también fue por influencias políticas.
La elección del sucesor del papa Martín IV, fue rapidísima. El elegido
fue un romano, antiguo miembro de la monarquía eclesiástica, familiar de los
papas Benedicto II, Gregorio II y Honorio III. Y, además era hermano del
senador romano Pandulfo. Al ser elegido papa tomó el nombre de Honorio IV (1285
a 1287) y, en general, fue bien aceptado por los romanos y durante su corto
lapso ejerció en Roma. Pero, en política, fue igual de guerrero que su
predecesor, incluso, en el año 1287 anuló un tratado que arreglaba un conflicto
en Sicilia, mediante el cual Carlos de Salerno, hijo del ya fallecido rey
Carlos de Anjou, renunció al discutido trono de Sicilia a favor de Jaime II,
hijo de Pedro III de Aragón. El papa Honorio, entonces, además de revivir el
conflicto, prohibió que de allí en adelante se hicieran esa clase de tratados
sin el consentimiento suyo. Militarmente sometió al conde Guido de Montefeltro,
quien se oponía a reconocer la autoridad papal en varios territorios que
El papa Honorio IV, estableció que las casas bancarias podían recibir en
consignación los impuestos obligatorios creados para financiar las guerras
cruzadas, siendo éste el primer pontífice que utilizó los bancos en asuntos
eclesiásticos.
Para agilizar los asesinatos, robos y castigos inquisitorios y ampliar
la cobertura inquisitoria, este pontífice decretó que, además de los
franciscanos, los miembros de la congregación de dominicanos también manejaran
y realizaran los delitos de la Santa Inquisición. Murió de gota, una de las
tantas enfermedades que sufría.
Cuando murió el papa Honorio IV, en Italia y Roma había una gran
calamidad de peste que había sacado huyendo a los miembros del colegio
cardenalicio, quienes se habían ido en varias direcciones y no volvieron a
reunirse hasta que la peste fue controlada. En el cónclave, cuando se
reunieron, resultó elegido papa un hombre sanguinario que había sido general de
los inquisidores y que por ser él contrario a la ciencia había encarcelado al
sabio Roger Bacon y había prohibido la publicación y lectura de sus obras. Éste
papa fue el primer franciscano que ocupó la silla de san Pedro. Tomó el nombre
de Nicolás IV (1288 a 1292) y este pontífice fue todo un bandidote que tan
pronto se entronizó negoció con Carlos II de Anjou, a cambio de vasallaje a
Este papa vendedor de tronos ajenos, antes de morir, para robar riquezas
y territorios quiso enviar una cruzada a Tierra Santa, pero no le funcionó ese
proyecto porque no contó con el respaldo de los gobiernos de Europa, que ya no
veían rentable esa aventura.
Luego de la muerte del papa Nicolás IV, la silla de san Pedro estuvo
desocupada por más de dos años debido a que el colegio de cardenales estaba
dividido entre las familias oligarcas romanas Colonna y Orsini, dos facciones
que pelearon como perros, cada una luchando para elegir a uno de los suyos en
el puesto más codiciado de Europa.
Ya agotados en esa lucha, los cardenales se dieron cuenta que en esas
condiciones de paridad no era posible elegir a un miembro o favorito de ninguna
de las dos familias y acordaron elegir papa a un hombre que no fuera político
sino auténticamente religioso. El elegido fue un religioso que meditaba en una
cueva, quien llegó al acto de consagración montado en un asno, y se sintió
molesto porque el lambón rey Carlos Martel de Anjou, cuando él iba llegando a
la ciudad de Aquila, donde fue consagrado, tomó el rejo de su asno, en fingida
señal de humildad. El nuevo papa tomó el nombre de Celestino V (1294), y a lomo
de asno se trasladó a Nápoles, queriendo meditar por el camino sus asuntos pero
no le fue posible debido a que no pudo desprenderse de su majestad, el
impertinente rey Carlos de Anjou.
Este señor fue un papa honesto, religioso, que al darse cuenta de la
enorme perversidad de la monarquía eclesiástica, se sintió indignado, renunció,
montó en su asno y tomó camino de regreso a su cueva, con la intención de
enseñar su propia religión cristiana, pero su sucesor lo hizo preso y luego lo
encerró y lo asesinó en un castillo que tenía su familia cerca de Anagni.
Ahora, este señor religioso es conocido como san Celestino, pero muchos decían
que hacía milagros desde antes de morir.
Cuando renunció el papa Celestino, la monarquía eclesiástica siguió
convencida de que lo más importante de
Con ese pontífice, honesto y religioso, las perversidades eclesiásticas
no engranaban y aunque la renuncia de Celestino era lo más conveniente para
todos los monarcas de
Celestino era contrario a que
Luego de la renuncia del papa Celestino, el pánico en la monarquía
eclesiástica se generalizó por la gran posibilidad de que se filtraran sus
asuntos perversos, a los ‘curas camorreros’ y al común de la gente en el
exterior, cosa que podría generar un incontrolable cisma religioso protestante
en Occidente. Entonces, de afán, la monarquía eclesiástica eligió papa a un
abogado, de origen español pero miembro de la nobleza romana, quien tomó el
nombre de Bonifacio VIII (1294 a 1303) y quien la primera decisión que tomó como
papa fue ordenar apresar al ahora religioso Celestino, el señor pontífice que
había renunciado, a quien hizo encarcelar y luego asesinar en el castillo ya
mencionado. Poco después hizo que Jaime II de Aragón renunciara a sus derechos
de Sicilia para él cedérselos a Carlos de Anjou, pero el pueblo siciliano se
rebeló en su contra y coronó de rey a Federico II, hermano de Jaime II. Ante
esa rebelión, al papa Bonifacio VIII le tocó reversar y confirmar al rey
Federico II.
Este papa era sumamente autoritario y se dijo que el fantasma del papa
Celestino lo obligó a aceptar las exigencias del pueblo siciliano, pues corrían
rumores de rebeliones religiosas. Más tarde, por asuntos de impuestos, se
enfrentó con el rey francés, Felipe IV el Hermoso. Ese conflicto se debió a
que, por escasez de recursos económicos, el rey de Francia le puso impuesto a
algunos de los productos que eran exportados a los Estados Pontificios. Cuando
el papa Bonifacio supo de esos impuestos emitió una bula, conocida como
‘Clericis Laicos’, con la que les prohibía a todos los gobiernos del mundo
cobrarle impuesto a
En esa época, a cambio de su farsa religiosa,
Con la supuesta intención de solucionar definitivamente el conflicto
entre el poder auto presumidamente eterno de
El final de la bula dice: “Así pues,
declaramos, decimos, decidimos y pronunciamos que es de absoluta necesidad para
salvarse, que toda creatura humana esté sometida al Pontífice romano”.
En reacción a esa bula, el rey Felipe IV hizo una asamblea en Louvre,
donde acusó al papa de herejía y simonía y, enfurecido, le ordenó a su
consejero Guillermo de Nogaret, que fuera a Roma y le diera una paliza al papa
Bonifacio VIII, y que lo trajera a París, jalado de las mechas.
El papa Bonifacio VIII estaba de locha en su palacio veraniego, en la
ciudad de Anagni, cuando supo que el rey francés lo quería tratar con dureza.
Enseguida preparó una bula para excomulgarlo, pero no alcanzó a publicarla
porque Guillermo de Nogaret ya había hecho contacto con Sciarra Colonna,
enemigo acérrimo del papa; con la clase alta de Anagni, quienes tampoco
gustaban de él; y con la facción francesa del colegio de cardenales, quienes
apoyados por milicianos asaltaron el palacio veraniego del papa.
Al iniciarse el asalto, Bonifacio VIII, creyendo que sus enemigos no le
harían daño si lo encontraban vestido con sus prendas de papa, se vistió con
toda la gala pontificia y los esperó sentado como un rey. Al encontrarlo
Sciarra Colonna con esa vestimenta, lo insultó diciéndole que su vestido de
religioso no evitaba que él fuera el bandido más pretencioso del mundo y lo
atacó a bofetadas. Luego lo empelotaron y duraron tres días humillándolo,
dándole palo y azote, hasta que el pueblo raso de Anagni se los quitó y fue
llevado a Roma, donde murió a los pocos días por el efecto de la golpiza que le
habían dado en Anagni.
Con la muerte del papa Bonifacio VIII finalizaron las pretensiones de
Tras la muerte del papa Bonifacio, la monarquía eclesiástica eligió papa
a un romano de clase humilde, pero que era un encumbrado servil de la monarquía
política romana, quien tomó el nombre de Benedicto XI (1303 a 1304), y a quien
le tocó ejercer su papado en medio de la lucha entre monarcas religiosos
franceses y romanos. No era tan pretencioso como su antecesor; duró menos de un
año y fue poco lo que pudo hacer para calmar el lío religioso. Era un hombre
creído y ostentoso, negó conocer a su propia madre, que era pobre y viuda,
porque fue con ropa humilde a visitarlo a su despacho. Murió envenenado por
orden del consejero francés Guillermo de Nogaret, a quien había excomulgado.
Cuando murió el papa Benedicto XI, las dos facciones de cardenales,
francesa y romana, demoraron casi un año luchando para poder elegir al nuevo
pontífice y cuando hubo acuerdo el elegido fue un francés, favorito del rey
Felipe IV, quien tomó el nombre de Clemente V (1305 a 1314) y quien, para que el
rey francés asistiera a su consagración, decidió consagrarse en la ciudad de
Lyon.
En realidad, durante el lapso de Clemente V, quien ejerció de papa fue
el rey francés, Felipe IV. Por orden del rey, lo primero que hizo el papa fue
nombrar de cardenales a nueve hombres, parientes o cercanos a Felipe IV, y poco
después trasladó el papado a Avignon donde ejerció él su pontificado.
Debido a la guerra que tuvo Francia con Inglaterra, el rey Felipe estaba
muy endeudado con los integrantes de
La silla de san Pedro quedó desocupada por casi dos años luego de la
muerte del papa Clemente V, debido a que el cónclave, reunido en Carpentras,
estaba dividido en tres facciones, una francesa, una de gascones y una
italiana, y cada una tenía su candidato. Cabe explicar que a los miembros de la
monarquía francesa no les interesaba ocupar la silla de san Pedro, sino que la
ocupara un papa títere del monarca francés. Y, en esta elección, luego de casi
dos años de discusiones fallidas, el rey francés ordenó hacer un cónclave en
Lyon, donde asistieron 23 cardenales, la gran mayoría franceses, y eligieron
papa a un abogado y político francés, de clase humilde, quien tomó el nombre de
Juan XXII (1316 a 1334), y quien, como el anterior, fijó su despacho en
Avignon.
Poco después de ser entronizado Juan XXII, sin que nadie lo llamara, se
involucró en el conflicto que había por el trono de Alemania, pretendido por
los duques Luis de Baviera y Federico de Austria. El papa Juan XXII, de pura
viveza, se autoproclamó regente de Alemania, según él mientras se definía la
legitimidad del trono alemán, sin embargo, peleando por ese asunto, en
El papa Juan XXII huyó y excomulgó a Roma, cosa que le arruinó el
turismo religioso a la ciudad y provocó la rebelión de los romanos, quienes
hicieron ir a Luis IV de
El siguiente papa también fue una marioneta del gobierno francés. El
elegido era de familia humilde, hijo de un panadero. Cuando supo que había sido
elegido a pontífice les dijo a los cardenales que habían elegido papa a un
asno. Tomó el nombre de Benedicto XII (1334 a 1342). Este hombre había sido
inquisidor, pero siendo papa no fue tan sanguinario. Trabajó con la dureza de
un burro, depuró
En el año 1342, tras la muerte del papa Benedicto XII, fue elegido el
cuarto papa que despacharía en Avignon; era francés, igual que los tres
anteriores, y tomó el nombre de Clemente VI (1342 a 1352). Este papa, además de
tramposo y nepotista, fue un absoluto servil del rey Felipe de Francia. Poco
después de ser entronizado le compró a Juana de Nápoles, por 80.000 florines,
el producto público de la ciudad de Avignon, pero luego la tramó y no le pagó
lo convenido, sino que le dijo que él representaba a Dios, y a cambio del pago
acordado la confesó y le perdonó el supuesto pecado de haber asesinado a su
esposo.
Durante su lapso nombró cardenales a varios familiares suyos, entre
ellos el futuro papa Gregorio II, y, para sostener la vida llena de lujos que
llevaba, fue un gran vendedor de cosas consideradas sagradas por
Cuando quedó vacante la silla de san Pedro, antes de elegir al sucesor
del fallecido Clemente VI, los 26 cardenales electores negociaron con el
candidato que iban a elegir, la línea política que él debía seguir al ser
entronizado. Hubo acuerdo en ese tema y el elegido tomó el nombre de Inocencio
VI (1352 a 1362), pero este papa, ya consagrado, anuló el convenio que había
hecho con los cardenales, alegando que era ilegal limitar los poderes del papa.
Según los registros históricos, el papa Inocencio VI no se dejó
manipular de nadie, acabó con la costumbre de varios cargos religiosos en una
misma persona, atacó con dureza la corrupción religiosa, eliminó los lujos y
ostentaciones en que vivían la mayoría de jefes religiosos, de los que muchos
tenían más de cien mansiones, y obligó a los obispos a residir en sus diócesis.
Y en lo político hizo todo lo contrario a lo convenido con sus electores, pues
lo acordado fue involucrar al Sacro Imperio en la guerra en contra de
Inglaterra, pero el papa Inocencio fue un gran buscador de paz y logró un
acuerdo político que permitió el fin de la guerra entre Inglaterra y Francia.
Además, delegó en Gil Álvarez de Albornoz, la función de restablecer el orden
en Roma, ciudad que debido a la anarquía política, desde mucho antes estaba
inmersa en revueltas ciudadanas, en las que en ese entonces cayó linchado el
gobernador romano Cola di Rienzo, pero De Albornoz logró su propósito y eso
significó la paz para Roma y los Estados Pontificios.
Fue Inocencio VI la única persona que entró en conflicto con el rey de
Castilla, Pedro el Cruel, por el maltrato que le daba a su prisionera esposa,
Blanca de Borbón, aunque no pudo evitar que el monarca causara su muerte. En
resumen: la historia registra que este señor pontífice, a pesar de tener todo
en contra suya, obró muy bien.
El sucesor del papa Inocencio VI fue un gran humanista y diplomático
francés que tomó el nombre de Urbano V (1362 a 1370), siendo además el primer y
único miembro de la nobleza francesa en ser elegido pontífice. Este diplomático
creía que Roma era el mejor lugar para el despacho del papa. Por eso, al ser
consagrado se mudó a Roma y ejerció con mucha sabiduría, pero cuando murió Gil
Álvarez de Albornoz, gobernador de los Estados Pontificios, la violencia se
apoderó de
El último papa de nacionalidad francesa fue elegido el 30 de diciembre
de 1370. Ese día, para suceder al papa Urbano V, por unanimidad resultó elegido
un sobrino del fallecido papa Clemente VI, quien lo había nombrado cardenal
cuando tenía 18 años de edad. Tomó el nombre de Gregorio XI (1371 a 1378), y
fue un papa político y guerrero que al fracasar en organizar una cruzada en
contra de los turcos, generó o se involucró en varias guerras, y que por
nombrar obispos franceses en pueblos y ciudades italianas provocó grandes
revueltas ciudadanas en Italia. Esas revueltas fueron aprovechadas por el
político Bernabó Visconti para apoderarse de Reggio y de otros territorios
pontificios, por lo que el papa le envió una bula con la que lo excomulgaba,
pero Bernabó ni siquiera la leyó sino que les hizo comer el pergamino donde
estaba escrita a quienes se la fueron a entregar. En respuesta, el papa le
declaró la guerra, pero las tropas de Bernabó derrotaron a las católicas.
Entonces el papa hizo una alianza militar con la reina de Nápoles y con el rey
de Hungría, a la que se unió John Hawkwood, jefe de mercenarios ingleses, y con
esa fuerza obligó a Bernabó a pactar un acuerdo, arreglo que resultó muy
favorable para Bernabó debido a que él sobornó a los negociadores del papa.
Pero las revueltas en Italia continuaron porque el papa no retiró los
obispos franceses, y las cosas empeoraron cuando empezó a nombrar obispos
franceses en Florencia, con lo que provocó que los florentinos se aliaran con
Bernabó, y además surgieron revueltas en los Estados Pontificios, cuyos
ciudadanos no apoyaban el nombramiento de obispos franceses en territorios
extranjeros. En respuesta a esas insurrecciones, el papa Gregorio XI puso a
Florencia en interdicto, excomulgó a sus habitantes y declaró ilegales sus
posesiones. Las enormes pérdidas económicas hicieron que los florentinos
buscaran la mediación de Catalina de Siena, pero, debido la intransigencia del
papa, fue poco lo que ella pudo hacer.
La nobleza de Avignon se sentía muy incomoda con la sede del papa en esa
ciudad y le había dado la misión a Catalina de convencerlo de que mudara su
sede a Roma, cosa que supuestamente acabaría con las revueltas. Para dicha del
pueblo de Avignon, eso sí lo consiguió Catalina, el papa se mudó a Roma, pero
poco después el cardenal Roberto de Ginebra, futuro antipapa Clemente VII,
ordenó masacrar a la población de Cesena, asesinatos masivos que alteraron el
ánimo de los romanos de tal forma que hicieron que Gregorio XI regresara su
despacho a Avignon.
En esa época los políticos querían tener el control del papa, pero en
ninguna ciudad querían tener su despacho. Tiempo después, el papa Gregorio, en
contra de su voluntad, tuvo que regresar su despacho a Roma, y Avignon nunca
volvió a ser sede del jefe de
Según el revolucionario Bernabó Visconti, el mejor lugar para sede de
los papas era el infierno. Y Roma fue casi un infierno para el papa Gregorio,
donde, no sin fundamento, todo el tiempo se sintió amenazado de muerte.
Debido al lío habido por el nombramiento de obispos franceses, cuando
murió el papa Gregorio los romanos por ningún motivo querían que su sucesor
fuera otro francés. En Roma hubo numerosas manifestaciones exigiendo que si la
sede del papa era Roma y ellos tenían que aguantarse la ‘sarna religiosa’, pues
que el papa fuera romano o al menos italiano. Pero ni en Roma ni en ninguna
parte querían tener ese cartel criminal y perverso que dirigía la Iglesia
Cristiana y mucho menos al ‘Vicario de Cristo’.
El colegio de cardenales, que estaba integrado por 22 ‘apóstoles’, para
elegir al nuevo papa se reunió en Roma con solo 16 de sus integrantes debido a
que éstos no esperaron la llegada de 6 cardenales que venían de Avignon.
En ese tiempo, los integrantes del colegio de cardenales estaban
divididos en tres facciones y cada facción tenía su propio candidato, pero las manifestaciones
del pueblo romano los hicieron temer por sus vidas y decidieron elegir papa al
italiano Bartolomeo Prignano, un conocido administrador de asuntos religiosos
que había colaborado en el traslado de la sede pontificia, de Avignon a Roma.
Antes de anunciarse la elección de Bartolomeo, un cardenal de la
dinastía Orsini dijo que el elegido había sido el anciano cardenal de san
Pedro, y poco después otro cardenal anunció la elección del obispo francés Jean
de Bar, cosa que estuvo a punto de producir que el pueblo romano linchara a los
cardenales. Para calmar los ánimos de los revoltosos, el colegio de cardenales
hizo público que la elección del papa había favorecido al anciano Tebaldeschi,
cardenal de san Pedro, para más tarde corregir la elección y confirmar
finalmente a Bartolomeo, quien fue bien aceptado por los revoltosos y quien
tomó el nombre de Urbano VI (1378 a 1389).
El papa Urbano resultó ser un auténtico delincuente y muy pronto se
convirtió en la persona más odiada de Europa, por ser un político bandido,
chantajista, altanero, abusivo, entrometido y con un sin número de pretensiones
caprichosas. Para apoderarse de Nápoles, dijo que este reino estaba mal
administrado, por el simple hecho de estar gobernado por una mujer, y amenazó a
su gobernadora, Juana de Nápoles, diciéndole que si no le pagaba con total
cumplimiento los tributos feudales a
Poco después de iniciado su gobierno, debido a que al papa Urbano VI no
lo querían en Roma ni él quiso irse para Avignon, donde tampoco lo querían, el
colegio cardenalicio hizo un cónclave en Agnani, donde fue declarada nula su
consagración, argumentando que su elección había sido ilegal por haberse hecho
con la presión del populacho romano, y el puesto del pontífice fue declarado
vacante. Un mes mas tarde, el colegio cardenalicio se reunió en Fondi e hizo
una nueva elección de papa, esta vez con la presión del rey Carlos V de
Francia. En ese cónclave fue elegido papa el obispo Roberto de Ginebra, involucrado
en la ya mencionada masacre de Cesena, quien tomó el nombre de Clemente VII.
Los miembros del colegio cardenalicio, con la nueva elección de papa, esperaban
que el papa Urbano renunciara, pero él no se consideró peor persona o más
bandido que el obispo Roberto de Ginebra y en vez de volver a ser Bartolomeo
decidió seguir siendo su santidad Urbano VI, y, para tener apoyo eclesiástico,
nombró veinte cardenales, con los que formalizó su propio colegio de
cardenales.
Entonces había en Europa Occidental dos delincuentes que en vez de estar
encarcelados eran papas, lo cual dio origen a otro cisma religioso en
Occidente. Por conveniencias políticas, los gobiernos de Italia -sin incluir
Nápoles-, Alemania y Flandes siguieron reconociendo como papa legítimo a Urbano
VI; y el resto de gobiernos de Europa a Clemente VII, pero el problema era
bastante complicado, pues, además de dos pontífices, había dos colegios
cardenalicios; tiempo después, la ‘Santa Iglesia’ determinó que Urbano VI fue
el papa legítimo y puso en el infierno al antipapa Clemente. Sin embargo, para
la mayoría de los creyentes que los conocieron a ellos dos, ambos eran
criminales de la misma calaña y debieron ir a ese mismo lugar.
Casi a lo último de su lapso, el papa Clemente depuso a Juana de Nápoles
y puso en su reemplazo a Carlos Durazzo, a quien luego depuso y coronó de rey
de Nápoles a Luis de Anjou. Más tarde, en Italia, en una cruzada en su contra,
Durazzo hizo prisionero al papa, pero él quiso seguir gobernando desde prisión
y Durazzo le permitió regresar a Roma para envenenarlo en esa ciudad, donde
murió intoxicado maldiciendo a Durazzo.
Cuando murió el papa Urbano VI, el otro papa, el actualmente antipapa
Clemente VII, tenía su sede pontificia en Avignon. Entonces, los cardenales del
colegio cardenalicio personal del papa Urbano se reunieron en Roma y para
suceder al fallecido eligieron papa a un miembro de la nobleza italiana, quien
tomó el nombre de Bonifacio IX (1389 a 1404) y quien lo primero que hizo fue
excomulgar a su similar Clemente VII, que en respuesta lo excomulgó a él. Luego
depuso al poco antes coronado rey de Nápoles, Luis de Anjou, que había sido
coronado por el papa Urbano VI, y en su reemplazo coronó de rey a Ladislao I de
Nápoles, hijo de Carlos III, cosa que enfrentó a los dos reyes y que generó
muertes y anarquía en Nápoles.
Debido a los enormes problemas políticos y sociales que causaban la
existencia de dos pontífices a la vez, con el agravante de que ahora estaban
mutuamente excomulgados, los gobiernos de Europa se pusieron de acuerdo y le
presentaron a los dos papas una propuesta, originada de un estudio hecho por
En el año 1394 murió Clemente VII y poco después el colegio de
cardenales que tenía sede en Avignon se reunió y, para reemplazar a este recién
fallecido papa, eligió al cardenal Pedro Martínez, quien tomó el nombre de
Benedicto XIII, otro papa de ese tiempo que también luchó contra el papa
Bonifacio IX y que, después, la ‘Santa Iglesia’ lo envió al infierno de los
antipapas.
El cisma de los papas mutuamente excomulgados hizo surgir en Roma un
movimiento de penitentes flagelantes encapuchados, conocido como Peregrinos
Bianchi, cuyos practicantes le pedían perdón a Dios por los pecados que cometía
el papa de Roma, y con eso causaron una gran alteración religiosa entre el
pueblo romano. El papa Bonifacio ordenó capturar a los líderes de esos grupos y
en hogueras los quemó a la vista del público para que se disolviera ese
movimiento. Bonifacio IX murió en Roma, casi de repente, hubo sospechas de
envenenamiento.
Hemos visto que en esa época había dos colegios cardenalicios, uno en
Roma y otro en Avignon; que cada colegio se auto consideraba el único legítimo,
y que cada uno elegía un papa distinto, al que cada colegio cardenalicio
consideraba como el único legítimo. Eso en realidad fue una perversidad
eclesiástica, conocida como Cisma de Occidente, que daba como resultado un
doble pago de tributos religiosos en el Imperio Eclesiástico.
Es de entender que casi toda la gente necesita un dios a quien acudir
espiritualmente y, desde hace mucho tiempo, la Iglesia Romana ha asegurado
tener el Propio, del que se autoproclamó ser su representante y del que de
alguna manera ha vendido sus supuestas divinidades en todos los países del
mundo. Y si se hubieran contabilizado los diezmos y demás arandelas que ha
cobrado
Cuando murió el papa Bonifacio IX, el colegio cardenalicio de Roma, para
sucederlo eligió a un abogado italiano que había estado muchos años en
Inglaterra recaudando los impuestos religiosos de
El nuevo papa tomó el nombre de Inocencio VII (1404 a 1406), y para
controlar la situación de orden público, alterado en su contra, tuvo que
solicitarle ayuda a Ladislao, el rey de Nápoles. El rey acudió y normalizó las
cosas, pero antes le hizo prometer al papa que cuando hubiera la reunión para
discutir el cisma, su trono de rey debía quedar reconocido y su rival, Luis de
Anjou, excomulgado.
Poco después, el papa Inocencio hizo venir a un mercenario, sobrino
suyo, llamado Ludovico, quien asesinó a casi todos sus opositores y de premio
el papa lo nombró cardenal. El pueblo romano, al saber de ese nombramiento, se
enfureció, mató a numerosos dirigentes del partido del papa (welfos) y éste
tuvo que huir a Viterbo. Su aliado, el rey Ladislao, con numerosos asesinatos
le arregló el problema de orden público, y de premio el papa lo nombró marqués
y conde de Fermo, pero Ladislao quería extender su autoridad a todos los
Estados Pontificios, pretensión por la que los dos rompieron la alianza,
disgustaron y el papa excomulgó a Ladislao y éste hizo que envenenaran al
pontífice.
Durante su lapso, el papa Inocencio VII incumplió su juramento acerca de
solucionar el problema eclesiástico en Occidente de dos papas a la vez. Cansado
de esperar el tan anunciado concilio, Benedicto XIII le escribió varias cartas
para tratar la solución del problema del cisma religioso, pero nunca recibió
respuesta suya.
Poco después de la muerte del papa Inocencio VII, para elegir a su
sucesor se reunieron en Roma 15 cardenales. Debido a que el papa Benedicto XIII
había dado señas de disposición de querer acabar con el cisma de Occidente, los
15 cardenales se reunieron con la condición de que el elegido renunciaría si el
papa Benedicto abdicaba, y habría nueva elección de papa. En este concilio
resultó elegido un aristócrata veneciano que tomó el nombre de Gregorio XII
(1406 a 1415), quien, no obstante al acuerdo de los cardenales, no hizo las
diligencias para solucionar el asunto del cisma religioso, ya que ese tema se
complicó de inmediato, debido a que el rey Ladislao de Nápoles se involucró en
esas discusiones y las cosas se trabaron. Además, la familia aristocrática del papa
Gregorio XII tomó cartas en el asunto y empeoró la situación. Luego hubo una
propuesta para que los dos papas se reunieran en Savona y trataran
personalmente el asunto, pero la mutua desconfianza, en el sentido de que ambos
sospechaban que podían ser asesinados o hechos prisioneros por su similar,
impidió esa forma de solución. -Esas sospechas no eran infundadas, hemos visto
que los papas eran monarcas delincuentes y gente de la peor calaña, quienes no
dudaban en matar o hacerse matar por el trono-.
Debido a que el nuevo papa no mostró interés en arreglar el problema del
cisma religioso, los cardenales que lo eligieron se decepcionaron y le
retiraron el apoyo, pero, debido a esa decisión, él los convocó a una reunión
en Lucca, supuestamente para solucionar el asunto, y en esa ciudad los hizo
prisioneros y para reforzar su poder en
Ni el papa Benedicto ni su similar Gregorio reconocieron la validez del
concilio de Pisa; ambos lo acusaron de anticanónico, alegando que solo el papa
tenía facultades para convocar un concilio. El papa Gregorio había reforzado su
propio colegio de cardenales con el nombramiento de diez nuevos cardenales y
convocó un concilio en Cividade di Triuli, al que solo asistieron sus
cardenales títeres, quienes declararon tanto a Benedicto XIII como a Alejandro
V como cismáticos y devastadores de la ‘Santa Iglesia’. Pero lo cierto era que
entonces la ‘Santa Iglesia’ tenía tres papas, individualmente legítimos desde
el punto de vista de cada uno de ellos y mutuamente excomulgados.
En el año 1410 murió el papa Alejandro V, y su huérfano colegio de
cardenales, para sucederlo, eligió a un nuevo papa que tomó el nombre de Juan
XXIII. Poco después de éste ser entronizado, Segismundo, emperador del Sacro
Imperio, para librarse del tormento político que era tener que lidiar con tres
papas diferentes y pretenciosos, hizo toda clase de parapetos hasta que logró
convencer a Juan XXIII de que convocara un concilio, para arreglar el problema
del cisma religioso. Hubo acuerdo y el concilio fue convocado para el año 1414,
en la ciudad de Constanza, y al realizarse fue presidido por el papa Juan
XXIII, quien secretamente llevaba la intención de hacerse papa único, ganándose
el apoyo de los participantes. Pero en ese concilio las discusiones se hicieron
con un formato democrático, en el que las determinaciones del concilio estaban
por encima de la autoridad del papa, cosa que no esperaba su santidad Juan
XXIII, quien al verse obligado a aceptar esas condiciones huyó de Constanza,
para no perder la tiara pontificia. Pero lo persiguieron, lo capturaron y le
hicieron un juicio en el que fue acusado de violación, incesto, adulterio,
profanación y de varios homicidios; allí quedó claro que él era amante de la
esposa de un hermano suyo. Fue obligado a abdicar y, para acallar ese escándalo
eclesiástico, primero fue encarcelado y poco después, en secreto, fue enviado
como arzobispo de Tusculum, donde sedujo y abusó de más de 200 mujeres entre
monjas, doncellas, casadas y viudas, por lo cual fue trasladado a Frascati,
lugar donde murió siendo obispo. Desde cuando era papa, de su santidad Juan
XXIII se decía que en asuntos sexuales era más activo que el mitólogo gallo de
la pasión.
Poco después, el papa Gregorio, mediante una bula reconoció la validez
de ese concilio y voluntariamente renunció. Benedicto se negó a abdicar y
siguió siendo papa hasta el año 1417, cuando otro concilio lo depuso y después
eligió un nuevo papa, quien tomó el nombre de Martín V (1417 a 1431), y quien
gracias a la tenacidad del emperador Segismundo terminó con el cisma de
Occidente.
Para evitarle futuros problemas al arreglo del cisma religioso, el
expapa Benedicto XIII, ahora arzobispo de Porto, fue envenenado un mes antes de
elegir al papa Martín V, cuyo verdadero nombre era Oddone Colonna, hijo de
Agapito Colonna y Caterine Conti, miembros de las dos familias oligarcas
romanas más influyentes en esa época.
En el lapso del papa Martín V fue injustamente condenada a la hoguera la
visionaria Juana de Arco, y con este papa terminó el cisma de Occidente, pero,
como veremos de aquí en adelante, la gran mayoría de los papas siguientes
fueron tan perversos y tan bandidos como los anteriores.
Del papa Martin V puede decirse que le gustaban mucho más los viajes y
el turismo religioso que la política. Su sucesor fue un sobrino del papa
Gregorio XII, quien tomó el nombre de Eugenio IV (1431 a 1447) y quien debutó
su papado con el ya decretado asesinato eclesiástico de Juana de Arco, y luego
tuvo grandes conflictos políticos con la familia Colonna, entonces amos y
dirigentes políticos de Roma, quienes consideraban al papa como un subalterno
de ellos. Lo que más importaba en ese lío, supuestamente religioso, eran los
impuestos que pagaban los fieles; ese pleito lo ganó el papa Eugenio porque
contó con el apoyo de los cardenales, a quienes les daba la mitad de las
ganancias de
El propio sucesor del papa Eugenio IV tomó el nombre de Nicolás V (1447
a 1455) y este pontífice se convirtió en el hombre más injusto de la humanidad,
ya que este papa delincuente, mediante una bula conocida como Dum Diversas,
autorizó al rey de Portugal a reducir a esclavitud perpetua y hereditaria a
todo “sarraceno, pagano y a cualquier otro incrédulo”, decreto papal que fue el
comienzo de la legalización de la esclavización humana. Refiriéndose al rey de
Portugal, la bula Dum Diversas dice:
“Le otorgamos
por estos documentos presentes, con nuestra Autoridad Apostólica, permiso pleno
y libre para invadir, buscar, capturar y subyugar a sarracenos y paganos y
otros infieles y enemigos de Cristo dondequiera que se encuentren, así como sus
reinos, ducados, condados, principados, y otros bienes [...] y para reducir sus
personas a la esclavitud perpetua.”
En el año 1455, para ampliar la cobertura de la legalización de la
esclavitud, el papa Nicolás V emitió otra bula, conocida como Romanus Pontifex,
cosa que sirvió para esclavizar legalmente a casi toda la gente humilde de raza
negra. En el punto 4 esta bula dice:
“(4)
Recientemente llegó a nuestros oídos, no sin gran gozo y alegría de nuestro
espíritu, que nuestro dilecto hijo y noble varón, el Infante Enrique de
Portugal, tío de nuestro queridísimo hijo en Cristo. Alfonso, ilustre rey de
Portugal y del Algarve, siguiendo las huellas de su padre Juan, de clara
memoria, rey de los mencionados reinos, abrasado en el ardor de la Fe y en el
celo de la salvación de las almas, como católico y verdadero soldado de Cristo,
creador de todas las cosas, y como acérrimo y fortísimo defensor de su Fe y
luchador intrépido, aspira ardientemente, desde
tierna edad, a que el nombre del mismo gloriosísimo Creador sea difundido,
exaltado y venerado en todas las tierras del orbe, hasta en los lugares más
remotos y desconocidos, así como a que los enemigos de la milagrosa Cruz, en
que somos redimidos, es decir, los pérfidos sarracenos y todos los otros
infieles, sean traídos como esclavos al gremio de su fe”.
No hay que pensarlo mucho para entender que el papa Nicolás V no era un
creyente cristiano sino un jefe eclesiástico hipócrita y perverso, que para
facilitarles el robo a sus compinches bandidos legislaba a favor de ellos,
componiendo entre todos un cartel de asesinos y esclavistas que hacían toda
clase de leyes amañadas que, en la práctica, les daban licencia para robar
riquezas, asesinar enemigos y esclavizar gente indefensa. El punto 10 de esta
misma bula dice:
“(10)
Nos, pensando con la debida meditación en todas y cada una de las cosas
indicadas y teniendo a que, anteriormente, al citado rey Alfonso se concedió
por otras epístolas nuestras, entre otras cosas, facultad plena y libre para a
cualesquier sarracenos y paganos y otros enemigos de Cristo, en cualquier parte
que estuviesen, y a los reinos, ducados, principados, señoríos, posesiones y
bienes muebles e inmuebles, tenidos y poseídos por ellos, invadirlos,
conquistarlos, combatirlos, vencerlos, y someterlos; y reducir a servidumbre
perpetua a las personas de los mismos, y atribuirse para sí y sus sucesores y
apropiarse y aplicar para uso y utilidad suya y de sus sucesores sus reinos,
ducados, principados, señoríos, posesiones y bienes de ellos. “
Y, en el punto 22, la bula Romanus Pontifex
finaliza diciendo:
“(22) A ningún
hombre, pues, será lícito infringir esta página de nuestra
declaración, constitución, donación, concesión, apropiación, decreto,
observación, exhortación, in junción, inhibición, mandato y voluntad, o
atreverse a contrariarla temerariamente. Mas si alguno presumiese atentar
contra ello, sepa que incurre en la indignación de Dios
Todopoderoso y de los Santos Pedro y Pablo, sus apóstoles.”
Poco después de la proclamación de esta bula, con el dinero de la venta
masiva de esclavos africanos, que casi todos fueron apresados siendo gente
libre que ni siquiera sabía de la supuesta existencia del Cristo romano, se
financiaron las expediciones de Enrique el Navegante, buscando una ruta
marítima a
Desde entonces, sin motivos de guerra y sin ninguna justificación, por
mandato de la ‘Santa Iglesia’ la gente pobre podía ser legalmente degradada a
la esclavitud perpetua y sus generaciones heredaban esa condición.
Pero en gran parte de Europa había noblezas que ya no querían someterse
a la autoridad civil del papa. En el año 1452 el papa Nicolás V enfrentó con
éxito una conspiración para derrocarlo, y en el año 1453 sufrió una derrota
militar de los turcos que significó la caída a manos musulmanas de
Constantinopla. Para bien de la humanidad, este hombre nefasto murió en el año
1455; se dice que muchos esclavos hicieron fiestas y le desearon a su santidad
Nicolás V feliz viaje al infierno. Mucho tiempo después, el ahora San Pedro
Claver consideró como sumamente injusta la esclavitud y la maldijo.
El verdadero nombre del sucesor del papa Nicolás V era Alfonso de Borja,
proveniente de Villa Borja, y miembro de la dinastía Borja, quienes aliados con
Jaime I de Aragón habían conquistado Valencia. Este Borja era abogado, y fue
elegido papa por el rey Alfonso V de Aragón. Al ser consagrado pontífice tomó
el nombre de Calixto III (1455 a 1458); antes, este sujeto era un cardenal esclavista,
nepotista, guerrero y saqueador. Tan pronto fue consagrado hizo príncipes a sus
dos sobrinos, Luis y Rodrigo, dos bandidos de su misma calaña, y poco después
los nombró cardenales. Pero hay que entender que en ese tiempo la gran mayoría
de cardenales eran hombres de esa misma calaña y nombrados de igual manera. En
esta época, por todas partes, los curas o sacerdotes se encargaban de predicar
‘la camorra religiosa’ para ganar más población y riqueza para
La familia Borja fue muy parecida a la familia de Teofilacto y Marozia,
en el sentido de que, para aumentar sus posesiones, algunos de sus miembros
estratégicamente se casaban con miembros de familias poderosas de Europa, y
luego de obtener el beneficio pretendido mataban o encarcelaban a los cónyuges,
para darle paso a otro matrimonio conveniente, mientras otros familiares
ocupaban los puestos claves de
Aunque la Iglesia niega ese asunto, hay registros que aseguran que, en
el año 1456, estando el papa Calixto III preparando una Cruzada en contra de
los turcos, alguien le informó al pontífice de la aparecida del cometa Halley
en el cielo de Oriente, y poco después le explicaron al papa el mal augurio que
podía significar ese chorro de luz para el ejército cristiano que iba a salir
para Constantinopla. Entonces, para eliminar el mal presagio, el papa Calixto III
excomulgó al cometa Halley, como cosa del Diablo, y sus tropas salieron
tranquilas y seguras a asesinar turcos musulmanes, para saquear y robar sus
riquezas, ya que, en general, los saqueadores cristianos creyeron que con esa
excomunión quedaba eliminado el riesgo que ese supuesto demonio les anunciaba
en el cielo de Oriente. Pero esa excomunión no causó el efecto que los
confiados cristianos esperaban, pues esa Cruzada terminó en un gran desastre
militar y económico para las tropas de la Iglesia.
El papa Calixto III canonizó al gran criminal y fanático religioso
Vicente Ferrer, un líder cristiano sectario que tenía como
lema y actitud “bautismo o muerte”,
y quien dijo que los judíos eran “animales
con rabo, que menstrúan como las mujeres” y afirmaba que “los judíos tienen entre otros el más
oculto y abominable oprobio, pues les sale de la cara aquel exangüe olor y
amarillez de su rostro. La señal de Caín está puesta sobre ellos y eso es el
olor que exhalan.”
Al final de su pontificado, por asuntos económicos y políticos, este
papa se enemistó con Ferrante I, hijo y heredero del rey Alfonso V de Aragón, a
quien no aceptó coronar como rey de Nápoles porque consideraba que ese
territorio le pertenecía a la Iglesia. Según numerosos escritos históricos, su
santidad Calixto III fue un político sanguinario y un bandido en todo el
sentido de la palabra. Por presión política hizo anular la condena a la
visionaria francesa Juana de Arco, para luego ser declarada inocente y
canonizada por la ‘Santa Iglesia’ como Santa Juana de Arco, siendo ella hasta
el presente la única santa que, según la Iglesia, ha estado en el infierno.
Juana de Arco, por supuesta brujería, había muerto en la hoguera, en el
año 1431; en el papado de Calixto III, la ‘Santa Iglesia’ aceptó que se había
equivocado en ese hecho y aseguró haberla pasado del Infierno a la Gloria. Y
eso fue todo lo que tuvo que pagar la asesina y perversa Iglesia para arreglar
su supuesto error. Mas adelante veremos que Rodrigo Borja, o Borgia en latín,
el sobrino bandido que nombró cardenal el papa Calixto, se convierte en el
bandidazo papa Alejandro VI.
El siguiente papa fue un seglar italiano que tomó el nombre de Pío II
(1458 a 1464), y fue elegido pontífice por votos de protesta de los cardenales,
para no elegir al cardenal de Ruán. Este hombre, antes de ser papa había sido
un trotamundos sufrido, autodidacta y trabajador, que le había tocado hacer de
toda clase de oficios. Siendo papa fue algo religioso; en lo político fue un
buen conciliador, además era amante de las artes y es el único papa que ha
escrito su autobiografía. Por sus escritos se supo que tuvo dos hijos y que
consideraba la esclavitud como “un gran crimen”. Además, el papa Pío II
escribió varios libros de asuntos mundanos, entre los que sobresalió el titulado
como Historia de dos amantes.
El sucesor del papa Pío II fue un sobrino del papa Eugenio IV, quien
tomó el nombre de Pablo II (1464 a 1471), pero se autodenominaba ‘el Hermoso’.
De este papa hay numerosos escritos acerca de que le gustaban las orgías sexuales
con jóvenes que lo ataban y lo azotaban desnudo. Algunos registros históricos
dicen que al comienzo quiso que lo llamaran ‘Hermoso’ y que por elegir ese
nombre fue recriminado por los cardenales, quienes le pidieron que tomara otro
nombre y le aconsejaron llevar una vida más apropiada con su investidura de
papa, pero, aunque aceptó tomar el nombre de Pablo II, en lo demás fue muy poco
lo conseguido para que se corrigiera, pues no era religioso y por encima de
todo prefería sus bacanales sexuales y las parrandas pueblerinas. No le
agradaban los escritores ni los poetas, para dejarlos varados cerró la oficina
de compendiadores del Vaticano, la mayor fuente de empleo de éstos, y luego
hizo encarcelar al poeta Platina, quien por ese cierre le envió una carta
amenazante en el sentido de hacer públicas sus prácticas sodomitas.
En algunos hechos no hay coincidencia y es posible que algunos
escritores de su época no hayan sido neutrales con el papa Pablo II, por lo que
resulta imposible dar todos los escritos históricos acerca de su persona como
cosa cierta. En lo que sí coinciden todos los que lo mencionan es en que él era
un degenerado sexual. Este papa murió luego de comerse una ensalada de melón,
en la que habían aprovechado el olor de la fruta para disipar el de la
fulminante cantarella con la que le condimentaron ese día su desayuno.
El sucesor del papa Pablo II fue el oligarca Francesco della Rovere,
quien entonces era el jefe de
Al final de esa guerra, Lorenzo el Magnífico fue asesinado y Girotamo
Riario, otro sobrino del papa Sixto, lo reemplazó de Gobernador de Florencia.
Después, a casi todos sus sobrinos los nombró cardenales u obispos; a su
sobrino Giuliano Della Rovere, por ser un cruel asesino inquisidor, lo nombró
cardenal y le asignó ocho obispados y el arzobispado de Avignon. Mas adelante
veremos que, tiempo después, este cardenal inquisidor se convirtió en ‘el papa
guerrero’, Julio II, quien personalmente comandaba los ejércitos de
El papa Sixto era insaciable en posesiones territoriales, presionó a los
venecianos para que atacaran a Ferrara y provocaran anarquía en ese territorio,
con la intención de crear la necesidad de tener él que poner el orden, y al
hacerlo entregárselo a otro sobrino suyo. Pero los príncipes italianos, que
sabían de las pretensiones territoriales del papa, hicieron una alianza para
forzarlo a parar sus propósitos expansionistas, acuerdo que enojó al pontífice
y amenazó a varios de ellos con la excomunión. Más tarde se alió con los
venecianos en un ataque a Ferrara, pero fueron repelidos por una alianza entre
Milán, Florencia, y el rey de Nápoles, antes aliado suyo. Esa guerra se salió
del control del papa y debido a que le estaban invadiendo territorios a
En realidad, las creencias religiosas jamás han perjudicado a la gente
de religiones distintas. Pero, en la antigüedad, el motivo religioso fue el sofisma
más usado por casi todos los papas o jefes religiosos y la gran mayoría de
monarcas bandidos, para justificar toda clase de robos, esclavizar pueblos y
camuflar toda clase de delitos.
Teniendo como argumento la fe cristiana, Sixto IV fue uno de los papas
más duros en la aplicación de la Inquisición; durante su lapso se estableció
Según algunos escritos históricos, el papa Sixto IV era bisexual. Estos
aseguran que el cardenal Pietro Foscari se convirtió en su influyente amante, y
que su santidad cometió incesto con una hermana suya, con quien tuvo un hijo.
En resumen; con los registros históricos se puede concluir que el papa Sixto
IV, como pontífice, fue un personaje bandido, degenerado, que con parte de lo
que robó hizo varias obras públicas y de arte en Roma, incluyendo la capilla
que lleva su nombre, y que en lo personal cometió casi todos los delitos y
maldades humanamente posibles.
Después de la muerte del papa Sixto, en el cónclave para elegir a su
sucesor hubo un gran record de asistencia de cardenales. En total asistieron 32
cardenales, incluidos los 23 que con diversos trucos había nombrado el difunto
papa Sixto IV. El elegido fue Giovanni Batista, un asesino inquisidor hijo de
un senador romano, quien tomó el nombre de Inocencio VIII (1484 a 1492), y
quien fue un papa inquisidor, corrupto, que usó toda clase de artilugios para
ayudarles a varios monarcas aliados suyos a apoderarse de territorios y de toda
clase de propiedades, mediante una cacería de brujas que terminaba en asesinato
de los acusados y robo de sus pertenencias. En ayuda de esas acciones emitió
una bula, conocida como ‘Summis Desiderantes Affectibus’, y con el respaldo de
esta envió a Alemania a los inquisidores Heinrich Cramer y Jacob Sprenger, este
último conocido como ‘el apóstol del rosario’, donde
En el año 1487, basados en esa bula, los dominicos elaboraron un temible
código de operaciones llamado Malleus Maleficarum o el Martillo de las Brujas,
que contenía todo el procedimiento a seguir para capturar, juzgar, torturar y
ejecutar a las brujas y ‘recuperar’ sus pertenencias para la ‘Santa Iglesia’.
Al comienzo de su papado, el papa Inocencio quiso enviar una cruzada en
contra de los turcos pero no obtuvo el respaldo militar de los gobiernos
cristianos europeos por estar enfrentados en las guerras que había estimulado
su predecesor.
Igual que la mayoría de los monarcas, este papa hizo todo lo posible
para impedir el conocimiento de cultura a la población humilde humana,
limitando la enseñanza de los pobres a los dictados eclesiásticos, y prohibió
la lectura de un gran número de libros, argumentando que eran heréticos.
El papa Inocencio fue un aliado bandido y sanguinario del cardenal
Rodrigo Borgia, futuro papa Alejandro VI, entonces jefe eclesiástico del
partido aragonista, y en su lapso los dos facilitaron la aplicación de una
enorme y cruel inquisición en Castilla y Aragón, para que sus monarcas robaran recursos
para financiar la guerra que sostenían esos dos reinos con el reino de Granada.
Según rumores históricos, el papa Inocencio VIII fue el padre de
Cristóbal Colón, y hay escritos que dicen que intentó asesinar al entonces
famoso cardenal Alfonso Petrucci.
Conviene recordar que todo el contenido de esta obra fue tomado de
escritos históricos, mantenidos religiosamente encubiertos. En esta obra, las
diferencias con otros libros de Historia radican en que, además de que en este
libro aparecen hechos que por presiones elitistas no aparecen en otras obras,
en su contenido no hay apología o sutileza con los criminales. Si el papa o
cualquier otro monarca era un delincuente, en esta obra es mencionado de
acuerdo a esa condición y se dice con claridad cómo es que han sido los hechos
históricos. En el caso anterior, la mayoría de las obras históricas ampliamente
conocidas dicen que el papa Inocencio y el cardenal Rodrigo Borja colaboraron
con los reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón en la conquista del reino
de Granada, pero no aclaran que ese par de criminales, usando sus investiduras
religiosas, emitieron varios reglamentos amañados que les permitieron a los
también delincuente monarcas de Castilla y de Aragón, legalmente, asesinar a
una gran cantidad de sus indefensos ciudadanos, para apoderarse de sus riquezas
y usarlas para financiar esa guerra y para aumentar sus riquezas personales y
las de los monarcas de la Iglesia.
Y si para robar y financiar la guerra, los monarcas de Aragón y de
Castilla asesinaron cruelmente a una gran cantidad de sus propios ciudadanos,
es fácil deducir lo numerosos y la crueldad de los asesinatos que ellos
cometieron en Granada, con el beneplácito del papa Inocencio VIII y del
cardenal Borja. Esa cruzada ‘doméstica’ en contra de Granada le generó tanta
utilidad económica y política a la Iglesia que, en agradecimiento, el papa
Inocencio a los reyes Isabel y Fernando les concedió el título de ‘Católica
Majestad’, grado por el que desde entonces fueron conocidos como ‘reyes católicos’,
siendo ellos en realidad iguales que el papa Inocencio VIII y el entonces
cardenal Rodrigo Borja: Auténticos criminales de la peor calaña humana.
Así pues, el verdadero propósito de la inquisición no tenía nada que ver
con asuntos religiosos, en la práctica fue un sofisma en ese sentido, usado
primero por
Hasta aquí hemos visto que la monarquía eclesiástica no era religiosa, y
es lógico que mucho menos iba a creer en brujas, pero, tanto para
El papa Inocencio, además de asesino y bandido, fue un gran nepotista;
con sus allegados surtió los puestos claves de
Poco después de la muerte del papa Inocencio VIII, en el año 1492, por
decisión de cardenales políticos corruptos que fueron sobornados, el cardenal
Rodrigo Borja fue elegido papa y tomó el nombre de Alejandro VI (1492 a 1503).
Este papa, por la gama, cantidad y magnitud de sus delitos, es, sin lugar a
dudas, el bandido todo delito más completo que se ha sentado en la silla de san
Pedro. Borgia, o Borja en español, era abogado, como fue explicado antes, había
sido nombrado cardenal por su tío, el papa Calixto III, y había sido general de
los ejércitos de
Cuando era cardenal, el papa Alejandro VI tuvo un reguero de hijos en
varios países de Europa. A los mayores de ellos ya los había acomodado en
puestos claves de
Con el beneplácito del papa Alejandro VI, el 31 de marzo del año 1492
fue proclamado un edicto en Granada, mediante el cual se expulsaron del
territorio español casi 200.000 judíos, quedando establecido que gran parte de
sus bienes serían despojados y repartidos en partes iguales entre la Corona de
España y la Santa Sede, mejor dicho, entre los reyes de España y el papa
Alejandro VI. Y debido a que hubo judíos ricos a los que no se les pudo quitar
toda la riqueza, mediante un gran pago de impuestos anuales, el papa Alejandro
VI les permitió a estos judíos vivir en Roma, repartos de bienes robados y
pagos de impuestos que le aumentaron bastante su ya enorme riqueza a su
santidad. En otro negocio sucio, por la suma de 400.000 ducados, el papa
Alejandro VI hizo asesinar al hermano del sultán de Constantinopla, a quien
tenía en Roma bajo su protección por un pago de 40.000 ducados anuales, pero en
este caso vale aclarar que el sultán era quien pagaba la protección de su
hermano y que, por éste ser heredero al sultanato, fue el mismo sultán quien
pagó el asesinato de su hermano.
Alejandro VI, ya ejerciendo de papa, se hizo amante de la muy oligarca
Giulia Parnese y luego nombró cardenal a Alessandro Parnese, hermano de ella y
futuro papa Paulo III.
Este papa, además de ser full delitos, era un gran estratega de guerra.
Con gran astucia hizo una alianza militar con varios Estados europeos y con
esas tropas logró rodear y vencer los aparentemente invencibles ejércitos del
rey Carlos VIII de Francia, quien había invadido gran parte de Italia y
pretendía apoderarse de Nápoles, victoria con la que el papa cobró un gran
triunfo para
Cuando murió el rey Carlos VIII de Francia, fue sucedido por su primo
Luis XII, quien en Granada hizo un tratado secreto con Fernando de Castilla y
Aragón ‘el Católico’, por el cual los dos se repartían el reinado de Nápoles,
entonces en poder del rey Federico I, que lo había heredado en forma legítima.
Después, cuando el papa Alejandro VI supo el asunto de ese reparto se enojó con
éstos, pero Fernando, que desde mucho antes era aliado suyo en toda clase de
delitos, lo calmó cuando le dijo la cantidad de beneficios que le tenía
reservados a él en ese reparto.
En el año 1501, el papa Alejandro depuso al rey Federico I y lo acusó de
haberse aliado con los turcos para urdir un contubernio en contra de
En el lapso del papa Alejandro VI, con el patrocinio de los ‘reyes católicos’,
ocurrió el mal llamado “Descubrimiento de América”, cosa que en realidad fue
una invasión europea a estas tierras, con el asesinato de los sabios nativos,
el saqueo de riquezas y la esclavización a los indígenas de este continente,
iniciado por españoles y portugueses, con el respaldo y complicidad de
Ya habiendo visto la clase de delincuentes que eran los personajes que
patrocinaron los viajes de Colón a ‘Las Indias’, tendría que ser sumamente
ingenua una persona, para creer que esos ‘blancos’, supuestamente religiosos,
vinieron a América por el deseo de salvar las almas de los nativos de aquí y no
con la intención de robar sus tesoros y apropiarse de sus tierras.
Se supo que cuando el papa Alejandro VI se enteró de que Cristóbal Colón
había encontrado un enorme territorio lleno de tesoros y poblado de gente casi
desarmada, le dio un yeyo emocional tan fuerte que estuvo a punto de volverse
loco. Después, cuando se repuso del impacto emocional, hizo una solemne
ceremonia religiosa y en ella se autoproclamó dueño de las almas de los
habitantes de ‘Las Indias’ y de sus tesoros. Y, poco después, mediante una bula
inter caetera, conocida como ‘Eximice Devotionis’, les regaló ‘Las Indias’ a
sus aliados y paisanos ‘reyes católicos’, con la condición de que evangelizaran
los pueblos invadidos por ellos y lo incluyeran a él con una buena tajada de
los tesoros que saquearan de este territorio. Pero el ‘descubrimiento’ resultó
mucho mayor de lo que se pensaba, y el rey Manuel de Portugal, que reclamaba
derechos en ese hallazgo, tuvo conocimiento de la magnitud de lo encontrado y,
mediante un enorme soborno, logró que el papa Alejandro emitiera otra bula
inter caetera, llamada ‘Dudum Siquidem’, que en este caso, tal como se dice que
el mítico Moisés dividió con su vara el mar Rojo; el papa Alejandro VI, con esa
bula caetera, dividió el océano Atlántico, de polo a polo, y le dio una mitad
del nuevo mundo a España y la otra a Portugal. Como dato curioso de ese reparto
bulero, el contenido de la segunda bula no anula la acción del regalo de ‘Las
Indias’ que hace la primera bula.
Esa división de ‘Las Indias’ le resultó tan beneficiosa a Portugal que
al rey Manuel, después, lo llamaron ‘el Afortunado’. Y aunque hubo protestas de
franceses e ingleses, ese asunto quedó en firme en el año 1494, con el Tratado
de Tordesillas que fijó los límites de la influencia de esos reinados a cien
leguas de las Azores y Cabo Verde.
El papa Alejandro VI aprobó el uso de un edicto monárquico en ‘Las
Indias’, conocido como El Requerimiento, cuya lectura se hacía en cualquier
lugar despoblado en el que sólo había gente de Europa, en un idioma que los
indígenas no entendían, y esa lectura era la comunicación formal y legal de
“De todas estas gentes Dios nuestro Señor dio cargo a uno,
que fue llamado San Pedro, para que de todos los hombres del mundo fuese señor
y superior a quien todos obedeciesen, y fue cabeza de todo el linaje humano,
dondequiera que los hombres viniesen en cualquier ley, secta o creencia; y
dióle todo el mundo por su Reino y jurisdicción, y como quiera que él mandó
poner su silla en Roma, como el lugar más aparejado para dirigir el mundo, y
juzgar y gobernar a todas las gentes, cristianos, moros, judíos, gentiles o de
cualquier otra secta o creencia que fueren. A este llamaron Papa, porque quiere
decir, admirable, padre mayor y gobernador de todos los hombres. A este San
Pedro obedecieron y tomaron por señor, Rey y superior del universo los que en
aquel tiempo vivían, y así mismo han tenido a todos los otros que después de él
fueron elegidos al pontificado, y así se ha continuado hasta ahora, y
continuará hasta que el mundo se acabe.
Uno de los Pontífices pasados que en lugar de éste sucedió
en aquella dignidad y silla que he dicho, como señor del mundo hizo donación de
estas islas y tierra firme del mar Océano a los dichos Rey y Reina y sus
sucesores en estos Reinos, con todo lo que en ella hay, según se contiene en
ciertas escrituras que sobre ello pasaron, según se ha dicho, que podréis ver
si quisieseis.
Así que sus Majestades son Reyes y señores de estas islas y
tierra firme por virtud de la dicha donación; y como a tales Reyes y señores
algunas islas más y casi todas a quien esto ha sido notificado, han recibido a
sus Majestades, y los han obedecido y servido y sirven como súbditos lo deben
hacer, y con buena voluntad y sin ninguna resistencia y luego sin dilación,
como fueron informados de los susodichos, obedecieron y recibieron los varones
religiosos que sus Altezas les enviaban para que les predicasen y enseñasen
nuestra Santa Fe y todos ellos de su libre, agradable voluntad, sin premio ni
condición alguna, se tornaron cristianos y lo son, y sus Majestades los
recibieron alegre y benignamente, y así los mandaron tratar como a los otros
súbditos y vasallos; y vosotros sois tenidos y obligados a hacer lo mismo.
Vale recordar que no existe historia del Cristo romano. Ni mucho menos
pudo haber existido el todo poderoso apóstol san Pedro que menciona El
Requerimiento, como rey del mundo en su tiempo y como el supuesto legado de
Dios que, según afirma este panfleto perverso, le confirió el poder universal
al papa romano. En ese edicto, además de que se reconoció que existió un san
Pedro con poderes universales, se amenazaba a los nativos americanos con
quitarles sus bienes, tomarle sus mujeres y sus hijos y convertirlos a todos en
esclavos. Una de las partes amenazantes del Requerimiento dice:
“ Y si así no lo hicieseis o en ello maliciosamente pusieseis dilación,
os certifico que con la ayuda de Dios, nosotros entraremos poderosamente contra
vosotros, y os haremos guerra por todas las partes y maneras que pudiéramos, y
os sujetaremos al yugo y obediencia de la Iglesia y de sus Majestades, y
tomaremos vuestras personas y de vuestras mujeres e hijos y los haremos
esclavos, y como tales los venderemos y dispondremos de ellos como sus
Majestades mandaren, y os tomaremos vuestros bienes, y os haremos todos los
males y daños que pudiéramos, como a vasallos que no obedecen ni quieren
recibir a su señor y le resisten y contradicen; y aclamamos que las muertes y
daños que de ello se generasen sea a vuestra culpa y no de sus Majestades, ni
nuestra, ni de estos caballeros que vienen con nosotros; y de como lo decimos y
requerimos pedimos al presente escribano que nos lo dé por testimonio signado,
y a los presente rogamos que de ello sean testigos.”
Varios años después, Dámaso Merlengo, un cura franciscano que había sido
enviado por
El cura Dámaso, después, se hizo amigo de Marimbo y nunca le dio
información de tesoros a
El 6 de agosto de 1503, el papa Alejandro VI, acompañado de su hijo
César, asistió a un banquete político en la casa campestre del cardenal Adriano
da Corneto. A ese evento asistió un gran número de jefes religiosos y
políticos, quienes a los pocos días enfermaron y, según algunos datos, el único
que se salvó fue César, el hijo del papa. El papa Alejandro VI murió doce días después; luego se rumoró que todos murieron
envenenados con cantarella y que el responsable del envenenamiento había sido
César, habiéndole ordenado al jefe de cocina no darle veneno a su padre, pero
que por un infortunado –o afortunado para muchos- error, el monarca se tragó
una gran porción toxica y murió el día 18 de ese mismo mes. También se rumoró
que César, junto con la toxina cantarella le había dado al jefe cocinero una
lista de las personas que debía envenenar, pero que éste había decidido
envenenarlos a todos, incluyéndose él mismo, porque sabía que después éste lo
mataría, y que ese día César había fingido estar muy indispuesto, con lo que
justificó no probar ningún bocado y que luego, cuando todos cayeron, él se hizo
el enfermo hasta cuando el papa Pío III lo hizo encarcelar por ese asunto.
Otras informaciones dicen que la muerte de todo el grupo de personalidades que
asistieron a ese banquete se debió a que esa residencia estaba contaminada de
una epidemia de malaria y que César se salvó por la fortaleza de su juventud,
pero la pura verdad nunca se sabrá, pues en esa reunión de capos cualquier cosa
pudo ocurrir.
El papa Alejandro VI es considerado como uno de los hombres más
criminales de la humanidad, según datos históricos cometió incesto con su hija
Lucrecia y tuvo un hijo con ella; en el año 1501 organizó en el Vaticano una
gran orgía sexual con casi cien prostitutas bailando desnudas, en la que
participó él con sus hijos y la plana mayor de la Iglesia, evento que se dijo
que pudo ser superior a las orgías que realizó el papa Juan XII; su hijo Cesar
asesinó a su hermano Juan de Gandia, para hacerse jefe de los ejércitos
pontificios; y para que Francia, su aliada, se tomara Nápoles, César hizo
asesinar a su cuñado Alfonso de Bisceglia, esposo en ese entonces de su hermana
Lucrecia con quien él cometía incesto; y por un pleito político hizo encarcelar
a Sancha de Aragón, también cuñada suya, esposa de su hermano Jofré, ambos
cuñados hijos del rey de Nápoles. Pero, tras la muerte de Alejandro VI, la
familia Borgia cayó en desgracia y nadie la respaldó. Casi al final del
derrumbe de esta dinastía, César logró escaparse de una prisión española pero murió
en una lucha con unos soldados, quienes luego de matarlo le robaron la ropa y
dejaron su cuerpo desnudo, cerca de la ciudad de Viana.
El cónclave que se reunió para elegir al sucesor del fallecido papa
Alejandro VI estaba dividido en dos facciones casi parejas en número de
cardenales; una estaba apoyada por el influyente César Borgia, y buscaba la
elección del cardenal Georges d´Amboise; y la otra apoyaba la elección del
cardenal Giuliano Della Rovere. Debido a esa situación, las discusiones se
estancaron y para salir del atolladero las dos partes decidieron elegir un papa
de conveniencia. El elegido fue un cardenal que era sobrino del fallecido papa
Pío II, quien tomó el nombre de Pío III (del 22 de septiembre al 18 de octubre
de 1503), y quien lo único que alcanzó a hacer fue encarcelar a Cesar Borgia,
acusado de ser el autor intelectual del envenenamiento masivo donde había
muerto su padre. Pío III murió envenenado con cantarella, 26 días después de
haber sido consagrado, según se dijo, dada por Pandolfo Petrucci, gobernador de
Siena.
El día 31 de octubre de 1503, en un cónclave que solo duró pocas horas,
fue elegido papa el cardenal Giuliano Della Rovere quien tomó el nombre de
Julio II (1503 a 1513), siendo este hombre un temible criminal que era sobrino
del papa Sixto IV, quien legalmente lo había autorizado a incursionar en toda
clase de delitos y de asesinatos inquisitorios, siendo además el más temible
enemigo de la familia Borgia.
Este hombre era sumamente rico y tan temible que los 11 cardenales
españoles que estaban bajo las órdenes de César Borgia, ahora preso y en
desgracia, por temor a sus represalias, no dudaron en aprobar su elección.
El papa Julio II no se sentó en la silla de san Pedro sino que enseguida
enfiló las tropas de
La caída de los Borgia, además de la formación de
Según datos históricos, el papa Julio II no creía en nadie, era muy
mujeriego y tuvo un reguero de hijos, pero casi todos murieron pequeños. Y era
de muy malas pulgas, no andaba con rodeos para mentarle la madre a cualquiera y
con frecuencia decía cualquier clase de palabrotas. Para someter a sus
enemigos, en vez de la excomunión prefería las armas, pero en muchas ocasiones
también usó como arma de guerra la excomunión. Luego de someter a Venecia,
entró en guerra con su antes aliada Francia y para ayudarse con el arma divina
emitió una bula, llamada ‘Ille Caelestitis’, con la que excomulgaba, en forma
automática y genérica, a todos los gobiernos o personas que se aliaran con el
rey francés. En este caso sobra decir que, según
Aunque ahora parezca mentira, las bulas de los papas tenían un efecto
enormemente poderoso, eficacia que se debía a que todos los pueblos, ignorantes
y con el cerebro manipulado con la ‘camorra religiosa’ de los curas, le temían
más a la excomunión del papa que a las armas de sus ejércitos. Con la humanidad
que vive en la actualidad, una bula como las dos antes mencionadas no tendría
ningún efecto; en realidad, los papas de la antigüedad no eran otra cosa que
monarcas perversos o criminales poderosos, que con la ‘camorra religiosa’
impedían la cultura de la gente, la sometían a la ignorancia y usando sus
amenazas infernales podían hacer con la entonces tonta humanidad lo que les
diera la gana.
El ‘papa guerrero’ duró todo su tiempo haciendo guerras; por su culpa
murieron centenares de miles de personas y casi esclavizó a los artistas Miguel
Ángel y Rafael. El pintor Miguel Ángel, cuando pintó
En toda Europa había guerras generadas por el papa Julio II, cuando él
murió en febrero de 1513, y su muerte fue festejada por la gran mayoría de las
personas que lo habían tratado.
En marzo de 1513, para reemplazar al fallecido Julio II fue elegido papa
Giovanni de Lorenzo di Médici, hijo de Lorenzo el Magnífico, un oligarca que
entonces tenía 38 años y que había sido nombrado cardenal cuando tenía 13 años
de edad. Tomó el nombre de León X (1513 a 1521), y fue este pontífice un gran
bandidazo, a quien le gustaban las diversiones costosísimas y subsidiar
campañas militares con dineros de
Según datos
históricos, el papa León X le estableció un precio al perdón de cada uno de los
pecados reconocidos por la Iglesia y en el año 1517 promulgó una bula, conocida
como Taxa Camarae, con la que se regulaba ese cobro y autorizó descuentos
especiales cuando se cancelaba el pecado por adelantado, es decir, antes de ser
cometido.
Sin lugar a dudas,
su santidad León X no fue un papa religioso sino un personaje sumamente pícaro
y amante de los lujos costosísimos que, para sostener su elevado estilo de vida
y la construcción de la Basílica de San Pedro, se inventó un sinnúmero de
trampas con las que estafaba o tumbaba a los ingenuos, que esa época era casi
toda la humanidad, incluidos muchos ricos creyentes, pero él no fue el primer
papa bandido, pues, como lo hemos visto, la perversidad de los pontífices de la
Iglesia era sumamente antigua y él lo sabía; para dar una idea del conocimiento
que él tenía de este tema, sirve reseñar que el papa León X, poco después de
haber ascendido a cardenal a su amigo, el poeta Pietro Bembo, le escribió una
carta en la que entre cosas le decía:
"..desde tiempos inmemorables es sabido
cuán provechosa nos ha resultado esta fábula de Jesucristo...... , puesto que
Dios nos dio el papado, disfrutémoslo."
Pero quizá la
cadena de estafas más famosa del papa León X fue la que realizó cuando
estableció un pago 'divino' de intereses de cien libras de oro por cada libra
del metal precioso que los 'fieles' depositaran en el pontificado. El papa
personalmente predicó ese asunto; según sus prédicas, todos los que depositaran
oro en la Santa Sede, además de recibir esos extraordinarios intereses,
aseguraban la entrada a la Gloria de Dio, y, con mucha sutileza, su santidad
les explicaba a los interesados en ese tema, que, cuando ellos fallecieran,
irían directos al Cielo, donde, el propio Dios, a sus almas les devolvería sus
tesoros junto con las cien libras de oro de intereses por cada libra del metal
precioso que hubieran depositado en el pontificado; y como eso lo decía nadie
menos que su santidad, sin dudar de las palabras del papa, muchos le creyeron y
hasta se endeudaron para depositar bastante oro en la Santa Sede.
El papa León X, desde antes de ser entronizado, era viejo amigo del
poeta Pietro Bembo y al ocupar la silla de san Pedro lo nombró cardenal, igual
que a los poetas y eruditos Bernardo Davizi y Giulio Sadoletto quienes, según
se dijo, eran homosexuales como lo era el papa. Y como casi todos los papas de
la antigüedad, el papa León X fue nepotista; a casi todos sus familiares los
acomodó en los mejores puestos de
Autorizado por
Ya estando la Iglesia alemana dividida, con la bula Exsurge Domine, el
papa condenó la rebeldía de Lutero, pero éste en vez de arrepentirse la quemó
públicamente; y en el año 1521, Martín Lutero fue excomulgado, pero nada detuvo
el crecimiento de su religión protestante.
Hay muchos datos de entonces que aseguran que al papa León X lo que más
le preocupaba era vivir la vida lo mejor posible; algunos de éstos dicen que
era ateo y que no se interesó mayor cosa en las guerras ni en la política, y
que sus últimos días los pasó al lado de un tal Solimando, un cantante que
supuestamente también era ateo y que se convirtió en su amante luego de que él
hubiera asesinado por traición a su viejo amante, el cardenal Alfonso Petrucci;
según Pico Mirandola, el papa León X decía que ni había dañado el mundo ni
estaba obligado a arreglarlo.
Pudo ser para evitarle inconvenientes a la beneficiosa “fábula de
Jesucristo”, que León X prohibió o censuró una gran cantidad de libros, lo
cierto fue que en su papado hizo actualizar la lista de libros prohibidos por
El sucesor del papa León X fue impuesto, en contra de la voluntad del
elegido, por el emperador del Sacro Imperio, Carlos V, quien en esa época era
el monarca más poderoso de Europa. El elegido había sido preceptor del
emperador, cruel inquisidor del reino de Aragón, y debido a la ausencia de
Carlos V porque poco antes había sido coronado emperador del Sacro Imperio, el
nuevo papa en el momento de su elección ejercía de regente de España, donde
llevaba la vida que nunca hubiera querido cambiar. Tomó el nombre de Adriano VI
(1522 a 1523), siendo él uno de los pocos monarcas que fue elegido papa sin que
quisiera ser pontífice, tocándole después hacer lo que le conviniera al
todopoderoso emperador del Sacro Imperio. Pero de todos modos entre los dos
hubo conflictos políticos, el papa Adriano VI era un líder político que se
sostenía en sus ideas y difícil de manejar, su papado duró poco más de un año y
según rumores fue asesinado por orden del emperador Carlos V.
El papa Adriano VI abolió el requisito de tener que sentarse en pelotas
el elegido a papa en la silla del asiento perforado antes de ser consagrado a
pontífice, y desde entonces la Iglesia ha eludido mencionar la Chaise Percée o Sedia Stercoraria y ha
hecho todo lo posible para borrar la existencia de la papisa Juana, cuya
historia aceptó como cierta hasta esa época.
Para suceder al papa Adriano VI, fue elegido el cardenal Julio de
Medici, primo del papa León X, quien tomó el nombre de Clemente VII (1523 a
1534), y quien, según el historiador Ferdinad Gregorovius, fue “el más
desgraciado de los papas”.Todas sus acciones políticas para él fueron un
fracaso, y en el asunto religioso le fue tan mal que se dice que lo único que
hizo bien fue haberle negado el divorcio a Enrique VIII de Inglaterra, casado
con Catalina de Aragón, tía del emperador del Sacro Imperio.
El rey Enrique VIII le solicitó el divorcio al papa Clemente VII, porque
pretendía casarse con Ana Bolena, pero el papa so lo negó y con ese impedimento
provocó el cisma anglicano, o sea el fin de la obediencia y sujeción de la
Iglesia de Inglaterra a la Iglesia Romana, cisma que perdura todavía, o sea que
hasta entonces le duraron los impuestos del alma de los ingleses al ‘Vicario de
Cristo’, una gran pérdida económica que, como veremos más adelante, con
excomuniones y guerras trataron de recuperar varios papas siguientes, pero, no
obstante a los enormes gastos bélicos de la Santa Sede, Inglaterra nunca fue
derrotada por la Iglesia y la monarquía eclesiástica romana, con la excepción
del corto reinado de María I, perdió para siempre esa renta.
El resultado de la negación de ese divorcio fue que, desde entonces, el
rey de Inglaterra hace las veces de pontífice, a lo que se añade que la
jefatura religiosa gala puede ser ejercida por el rey o por la reina, tal como
ocurrió en el lapso de la reina Isabel I (1558-1603), cuya historia es contada
más adelante. Sin embargo, desde cuando el papa perdió la facultad de deponer
Jefes de Estado, los monarcas ingleses le han asignado esas funciones a alguno
de los obispos elegidos por ellos, tal como ocurre en la actualidad que el jefe
o primado de la Iglesia de Inglaterra es el obispo y gran catedrático Rowan Williams,
quien tiene esposa e hijos, ya que la iglesia gala no les exige castidad a sus
eclesiásticos.
Otro punto negativo del papa Clemente VII fue su descarada actitud
nepotista, llegando a tener a un familiar suyo en cada uno de los puestos
públicos importantes de Florencia. Todo indica que Clemente VII fue un político
indeciso y corrupto que fracasó en todo y que no fue un pontífice religioso
sino un vividor inepto.
Poco después de la muerte del papa Clemente VII, para sucederlo fue
elegido el cardenal hermano de la mujer que había sido amante del papa
Alejandro VI, quien era miembro de la nobleza romana y quien tomó el nombre de
Pablo III (1534 a 1549). Su familia era riquísima, dueña de enormes terrenos en
los alrededores del lago Bolsena, él desde hacía tiempo estaba luchando por
conseguir el papado y, tan pronto lo logró, sus primeras acciones fueron
encaminadas a favorecer a su familia, especialmente a sus hijos y a sus nietos.
Descaradamente nombró cardenales a sus nietos Guido Ascanio Sforza y Alejandro
Farnese de 16 y 14 años de edad, respectivamente. Para calmar las protestas de
la oligarquía romana, por su nepotismo familiar, nombró o introdujo a varios de
los oligarcas protestantes en el Sagrado Colegio y les aprobó la Compañía de
Jesús, una de las organizaciones más perversas de la Iglesia Católica,
prebendas con las que la nobleza romana se dio por bien servida y se calmó. El
lema de los Jesuitas es:
“Militar para
Dios bajo la bandera de la cruz y servir sólo al Señor y a la Iglesia, su Esposa,
bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra.”
La Compañía de Jesús ha sido la secta más criminal y
más odiada del cristianismo; en sus memorias, Napoleón Bonaparte escribió:
“Los jesuitas son una organización militar,
no una orden religiosa. Su jefe es el general de un ejército, no el mero abad
de un monasterio. Y el objetivo de esta organización es Poder, Poder en su más
despótico ejercicio, Poder absoluto, universal, Poder para controlar al mundo
bajo la voluntad de un sólo hombre (El Superior General de los Jesuitas). El
Jesuitismo es el más absoluto de los despotismos y, a la vez, es el más
grandioso y enorme de los abusos.”
Y, tiempo después, el segundo presidente de los EE.UU.,
John Adams, dijo:
“No
me agrada la reaparición de los jesuitas. Si ha habido una corporación humana
que merezca la condenación en la tierra y en el infierno es esta sociedad de
Loyola. Sin embargo, nuestro sistema de tolerancia religiosa nos obliga a
ofrecerles asilo.”
Y más adelante veremos que a esta organización criminal eclesiástica se
le atribuye el asesinato del presidente de Estados Unidos, John Kennedy.
Poco después de ser entronizado, para hacer un ducado y dárselo a su
hijo Pier Luigi, el papa Pablo III unió a Parma y Piacenza, mezcla por la que
le surgió un conflicto con el gobernador de Milán, resultando su hijo Pier
asesinado y Piacenza se separó de los Estados Eclesiásticos. Durante su papado,
un nieto suyo, hijo de Pier Luigi, llamado Octavio, se casó con Margarita de
Austria, hija de Carlos V el emperador del Sacro Imperio, y, con ese
matrimonio, su nieto se convirtió en un influyente político. Después, por
ambiciones territoriales, el papa tuvo conflictos con este nieto, pero no se
trataron con la dureza normal de las monarquías, sino que simplemente el papa
le impidió a su nieto tener influencias en el antiguo ducado de su padre, o sea
Parma y Piacenza.
Para evitar abusos, este pontífice le hizo reformas a la administración
eclesiástica. Y, mediante una bula suya llamada “Sublimis Deus”,
Casi al final de su papado, el cardenal Gian Pietro Garaffa, futuro papa
Pablo IV, lo convenció para que le autorizara establecer un tribunal inquisitorio
en Roma, una entidad que luego se transformó en el Santo Oficio Romano, pero el
papa Pablo III no fue un hombre sanguinario sino un monarca pacífico que evitó
guerras y puso un gran empeño en solucionar el problema de
El sucesor del papa Pablo III tomó el nombre de Julio III (1550 a 1555),
y en sus funciones tuvo numerosas dificultades políticas porque no era de
familia monarca ni sabía manejar las trampas políticas. En una de sus primeras
acciones le entregó el ducado de Parma a Octavio, el nieto del papa Pablo III,
con la condición de que éste se lo entregaría a su suegro, el emperador Carlos
V, pero, luego de obtenerlo, Octavio se negó a devolverlo y para enfrentar a su
suegro le pidió ayuda al rey de Francia, Enrique II, que estaba en guerra con
el emperador Carlos V, y esta oportunidad fue aprovechada por el
‘cristianísimo’ rey francés quien se alió con Octavio, como ya se dijo yerno de
su enemigo, y con los ‘herejísimos’ musulmanes turcos, y de esa alianza
inusitada surgió el detonante que prendió varias guerras en Europa, conflictos
que no pudo detener el muy tímido papa Julio III, un pontífice que no era
religioso ni sabía de manejo político.
El papa Julio III era homosexual y estuvo involucrado en varios
escándalos de pedofilia y otros líos sexuales, entre los que sobresalió el que
tuvo con su sobrino adoptivo, Inocencio Ciocchi Del Monte, un joven que fue
acogido como miembro de su familia siendo un mendigo de las calles de Parma y
que por ser el amante preferido de su santidad fue premiado por el papa, al
principio de su papado, como comendatario de las abadías de Mont Saint-Michel
en Normandía y San Zeno en Verona, y, tiempo después, de las abadías de San
Saba, Miramondo, Grottaferrata y Frascati, líos del pontífice que entonces eran
mencionados como “ el enredo en amores infantiles”.
Cundo murió el papa Julio III, los problemas eclesiásticos, luterano y
anglicano, concretamente, alemán e inglés, continuaban sin ser solucionados.
Con la intención de sanar esas divisiones fue elegido papa el cardenal Marcelo
Cervini, un humanista culto que había ejercido de cardenal de Jerusalén. Al ser
elegido no cambió de nombre, se hizo llamar Marcelo II; por las embarradas del
papa anterior había guerras por toda Europa, el trabajo que le esperaba al
nuevo pontífice era grande, pero, misteriosamente, Marcelo II murió de repente
a los 22 días de haber sido entronizado.
El sucesor del papa Marcelo II fue el cardenal Giovanni Pietro Caraffa,
quien hasta entonces era el Inquisidor general de
“Siendo
extremadamente absurdo e inconveniente que los judíos, cuya propia culpa les
redujo a perpetua esclavitud, so pretexto de que la caridad cristiana los ha
recibido y tolere convivir con ellos, se muestren ingratos con los cristianos
pagando con injurias los favores y procuren dominarlos en vez de prestarles la
sujeción que siempre les deben permitir.
(2)
Y en cada una de las ciudades, tierras y lugares donde habiten (los judíos)
tendrán una sola sinagoga, no construyendo ninguna otra ni pudiendo poseer
bienes inmuebles. Que todas sus sinagogas, al margen de una sola, sean
completamente destruidas y arrasadas, y los bienes inmuebles que actualmente
poseen sean vendidos a los cristianos en el plazo y al precio que le fijen los
magistrados.”
Quizá sobra decir que los magistrados eran inquisidores y que el plazo
que les dieron a los judíos para vender sus propiedades fue “inmediato” y el
precio de venta casi un cero.
El papa Pablo IV odiaba a la dinastía de
La idea primordial del ejército
español era ejecutar al papa, pero, al verlo viejito y humillado, el duque de
Alba le perdonó la vida y lo dejó en libertad. Casi enseguida, españoles y
franceses firmaron la paz. Sin embargo, poco antes de morir, el papa Pablo IV
excomulgó al ahora emperador Felipe II y a su padre Carlos, castigo
eclesiástico que puso en dificultades políticas al duque que le había perdonado
la vida al pontífice.
Igual que muchos pontífices del pasado, Pablo IV consideraba que el papa
era Dios en la Tierra; que estaba por encima de toda la humanidad y que su
investidura le permitía hacer lo que le diera la gana. Fue un dictador cruel
que trató con dureza a la dinastía eclesiástica Colonna; el pueblo romano lo
odiaba, el día que él murió la gente demolió una estatua suya, quemaron el
palacio de
El sucesor del papa Pablo IV fue un médico, miembro de la dinastía de
los Médicis, que tomó el nombre de Pío IV (1559 a 1565) y fue un político
pacifista. Se dedicó de lleno a mitigar los odios generados por su anterior y
con mucho tino logró calmar el conflicto con los protestantes luteranos, aunque
no pudo hacer nada con el problema anglicano, porque ahora la única hija de Ana
Bolena con el rey Enrique VIII, era la ‘bastarda’ reina Isabel I de Inglaterra
quien, para acabar con el sometimiento inglés al pontificado romano, no aceptó
la propuesta de matrimonio que le hizo Felipe II de España, hijo del emperador
Carlos V y viudo de su predecesora y hermanastra cristiana María I, pero, a
diferencia de los pontífices siguientes, el papa Pío IV no atacó a la reina
Isabel ni fue un hombre sanguinario y, aunque no era creyente religioso,
administró muy bien los asuntos cristianos.
El sucesor del papa Pío IV sí fue un inquisidor sanguinario desde su
juventud. Su nombre era Antonio Michele Ghiselieri, y, hasta poco antes de su
elección, ocupaba el puesto de Gran Inquisidor de
El papa Pío V fue sumamente exigente con los ‘fieles’ en cuanto al pago
de los diezmos y primicias, la gente que por alguna razón no pagara esa
obligación era acusada de herejía por sus agentes inquisidores, a quienes,
según el papa, “había que pagarles o morir por infidelidad”.
Con su bula In Coena Domini, este papa promulgó que la Iglesia Romana
estaba por encima de las demás iglesias y se autoproclamó como jefe universal
de la humanidad y, por no someterse al pontificado romano, excomulgó a la reina
Isabel I de Inglaterra, ya que ella era la ‘papisa anglicana’, mientras él
consideraba que ninguna mujer podía ser jefa religiosa y sostenía que el papa
estaba por encima de todo el mundo y que la religión católica no era solo una
fe religiosa sino también una regla obligatoria para toda la humanidad,
debiendo toda la gente someterse al papa, porque, desde su punto de vista, el
pontífice romano era el verdadero y único representante de Dios en la Tierra,
con dignidades especiales que ya otros papas con bulas y decretos habían establecido,
y siendo esto un círculo vicioso con el que unas pocas familias oligarcas
romanas habían convertido a
Hoy en día un asesino y violador de todos los Derechos Humanos, como fue
el papa Pío V, no se salvaría de una gran encarcelada por parte de
Luego de la muerte del papa Pío V, para sucederlo fue elegido el
cardenal Ugo Buoncompagni quien tomó el nombre de Gregorio XIII (1572 a 1585).
Esta elección resultó de la influencia y presión del rey Felipe II de España,
el monarca que había sido rechazado por la reina Isabel I, y fue este papa un
continuador de las crueldades de su anterior. Además, durante su lapso hizo un
sin número de intentos para asesinar a la reina Isabel I de Inglaterra, porque
ni ella ni ningún otro miembro de la monarquía inglesa admitían que
Con los enormes gastos en sus maniobras para asesinar a la reina Isabel
de Inglaterra, sin ahorrar en costos con tal de conseguirlo, puso en quiebra el
erario vaticano, y para conseguir recursos que le permitieran continuar sus
acciones criminales acudió a los feudos y baronías que
Pero este papa asesino y bandido no es recordado en la historia por sus
cientos de miles de asesinatos ni por haber hecho recordatorios festejando esas
muertes sino porque cambió el Calendario Juliano, inventado por Julio César en
el año 46 a. C, por el Gregoriano que usamos en la actualidad. Asesorado por el
astrónomo Christopher Clavius, y mediante la bula “Inter Gravísimas”, el papa
Gregorio XIII decretó que del jueves 4 de octubre de 1582 se pasara a viernes
15 de octubre de 1582.
El 10 de abril de 1585 murió el papa Gregorio XIII, la reina Isabel I
seguía en su trono, el antes pacífico territorio de Romaña y toda Italia
estaban convertidos en un escenario de batallas entre toda clase de forajidos,
debido a las acciones de expropiación hechas por la ‘Santa Iglesia’. Pero los
hugonotes no festejaron la muerte del papa Gregorio ni hicieron ningún tipo de
recordatorio, porque para ellos ninguna muerte debía ser motivo de fiesta.
Para suceder al fallecido papa Gregorio XIII fue elegido papa el curtido
cardenal inquisidor Felice Peretti, enemigo político de su antecesor, quien
tomó el nombre de Sixto V (1585 a 1590). Este papa era un hombre sanguinario
que mucho antes había sido inquisidor en Venecia y por su crueldad lo habían
expulsado los venecianos.
Cuando este cardenal ascendió a papa, Italia era azotada por un gran
número de bandas y organizaciones criminales, generadas por su predecesor. El
sanguinario papa Sixto gozaba cuando el cardenal Colonna, en acciones para
controlar la delincuencia, llenaba el puente de San Ángelo con las cabezas de
toda clase de malhechores y prostitutas.
Es de aclarar que en el comienzo de esas operaciones, la temible policía
del Vaticano solo realizaba esas acciones en contra de bandas de peligrosos
delincuentes, a los que ejecutaba y exhibía sus cabezas en el puente de San Ángelo,
pero, cuando acabaron con los delincuentes peligrosos, para complacer al
cardenal y al papa siguieron con el evento de exhibición de cabezas,
abasteciéndose con la ejecución de prostitutas, ladroncillos y hasta personas
pobres que, acosadas por el hambre que habían generado los líos políticos
eclesiásticos, las agarraban robando comida y les aplicaban el ‘santo’ castigo.
En esa época, el puente de Fabricio, que une a Roma con la única isla
del río Tíber, estaba en mal estado. El papa Sixto V, para solucionar ese
problema, les encomendó el arreglo del puente a cuatro reconocidos arquitectos
romanos. Estando en ese trabajo, por desacuerdos profesionales, los arquitectos
tuvieron varios conflictos que provocaron un pequeño atraso en el arreglo del
puente. El día que finalizaron la obra, en el mismo puente realizó un proceso
el papa Sixto V, en el que acusó de peleones a los arquitectos y les hizo
cortar la cabeza, luego hizo esculpir en piedra sus cabezas y ordenó colocar
una de estas en cada una de las esquinas del puente. Ahora ese puente es
conocido como “el puente de las cuatro cabezas” y el papa Sixto V, igual que
san Ferrer, es considerado por
El papa Sixto V, antes de cortarles la cabeza a sus víctimas, hacía usar
métodos de tormento tan crueles que se ganó el odio y repudio general de sus
súbditos. Igual que el papa anterior, Sixto V odiaba a la ‘papisa’ reina Isabel
de Inglaterra y trató de organizar una cruzada contra los ingleses, pero todos
los gobernantes de Europa le respondieron que no hacían guerra para defender la
fe religiosa sino para aumentar sus riquezas y territorios, y que por el
poderío militar de Inglaterra no veían rentable esa aventura.
Eso de que las guerras cruzadas eran por asuntos económicos y no
religiosos no le molestó porque él y todos los monarcas sabían que era cierto,
pero lo que sí lo decepcionó fue el haber descubierto que todos los monarcas
europeos tenían al papa como un dictador cruel, pretencioso, oportunista,
incómodo para todos, y que para ellos él no era mas que un gobernante que, sin
legitimidad verdadera, se aprovechaba de la divinidad de Dios. Sin embargo, con
un poco de oro y tenacidad guerrera logró que Felipe II de España lo apoyara en
la conformación de un ejército, compuesto por tropas de los Estados Papales y
de España, bautizado por el papa con el nombre de “Armada Invencible” cuya
misión de eliminar a la reina Isabel I de Inglaterra fue un fracaso desastroso
para los ‘invencibles’, con la muerte de casi todos sus integrantes.
El papa Sixto V, convencido de que cuando muriera nadie le haría una
estatua en su memoria, hizo construir una de sí mismo en la cima del Capitolio
y se la dedicó él mismo, pero el pueblo romano la desmoronó el mismo día de su
muerte.
Después de la muerte del papa Sixto V, en un cónclave al que asistieron
54 de los 65 cardenales que en esa época integraban el colegio cardenalicio,
fue elegido papa el cardenal Giovanni Battista, hasta entonces Inquisidor
General de la Iglesia y ferviente aplicador del ‘Santo Oficio’. Tomó el nombre
de Urbano VII (del 15 al 27 de sept. de 1590), pero 12 días después murió, se
rumoró que envenenado, pero, según
El siguiente papa elegido tomó el nombre de Gregorio XIV (1590 a 1591).
Este papa no era político y fue elegido por votos de protesta, para no elegir a
ninguno de los candidatos del rey Felipe II de España, pero después le tocó
aliarse con él en contra de Enrique IV de Francia que lo acusaba de hereje, con
el propósito de deponerlo y quitarle territorio a
El sucesor del papa Gregorio XIV fue elegido por influencia del rey
Felipe II de España y al ser consagrado tomó el nombre de Inocencio IX (3 de
nov. a 30 de dic. de 1591), y no alcanzó a hacer nada porque murió ‘de repente’
antes de dos meses de estar en el cargo. Este rey de España cargaba la lacra de
haber sido rechazado en matrimonio por la ahora invencible reina Isabel I de
Inglaterra, con lo que la Iglesia había perdido todas las posibilidades de
recuperar sus enormes riquezas en ese reino, y por ese fracaso era mal visto
por gran parte de la monarquía eclesiástica, pero, como hemos visto, el monarca
español le dio brega por mucho tiempo a la rosca eclesiástica.
En el año 1592, la monarquía eclesiástica romana enfrentaba una enorme
presión del rey Felipe II de España, para influir en la elección del sucesor
del papa Inocencio IX. Los romanos lucharon con dureza y lograron elegir papa
al cardenal italiano Ippolito Aldobrandini, hijo del gobernador de Florencia y
hermano del cardenal Giovanni, quien tomó el nombre de Clemente VIII (1592 a
1605). Casi enseguida, el papa Clemente tuvo que afrontar un problema habido
entre jesuitas y dominicos, suscitado por el efecto de la publicación de un
libro, en el año 1588, escrito por el jesuita Luis de Molina, que trataba
acerca del libre albedrío humano en creencias religiosas. El papa instituyó una
comisión, llamada “Congregatio de Auxilillis Gratia”, compuesta en su mayoría
por inquisidores dominicos, supuestamente para que solucionara ese asunto, pero
que luego de más diez años de discusiones no pudo solucionar el lío interno
eclesiástico y el único resultado fue que estableció que de allí en adelante,
para publicar cualquier libro sería necesaria una autorización previa del Santo
Oficio.
Conviene señalar que a la monarquía eclesiástica lo que más le
preocupaba era que la gente le pagara los diezmos a
En cuanto a las trampas normales de las monarquías, el papa Clemente fue
un político astuto que le levantó la excomunión al rey de Francia y se alió con
él y, cuando murió sin dejar heredero Alfonso II de Ferrara, usó al rey francés
de respaldo militar para anexar a los Estados Pontificios el territorio del
ducado de Ferrara. Y fue también un inquisidor cruel que hizo condenar a morir
en la hoguera a un sin número de personas, entre estos el sabio Giordano Bruno,
un asunto tan injusto y lleno de falsedades que el papa Juan Pablo II, a nombre
de
Bruno Giordano era
monje y ejerció como profesor de astronomía en la misma época en la que el
cardenal Roberto Francisco Belarmino enseñaba esa misma ciencia en la
Universidad Católica de Lovaina, pero estos dos profesores enseñaban sobre
universos muy distintos. El universo de Giordano era un espacio infinito y en
éste la Tierra giraba alrededor del sol, que, según explicaba, era una estrella
que formaba uno de los tantos millones de grupos planetarios del universo, el
cual, como ya se dijo, Bruno describía como infinito, y en este universo el Cielo
no existía. Este científico enseñaba, de manera ampliada con sus
investigaciones, la teoría heliocéntrica de Nicolás Copérnico, cosa que era muy
distinta al universo que enseñaba Belarmino, que era el que reconocía la
Iglesia, en el cual la Tierra era el centro del universo y todo giraba
alrededor de ella y por debajo del Cielo, que era la Gloria o Paraíso de Dios.
El cardenal
Belarmino era un inquisidor convencido de que Dios había facultado a la Iglesia
para ejecutar a todos aquellos que no estuvieran de acuerdo con lo que
predicaba, ordenaba y exigía el pontífice romano, supuestamente, en
cumplimiento de la voluntad de Jesucristo. Como inquisidor y juez, Belarmino
ordenó un sinnúmero de ejecuciones y su fanatismo religioso lo convirtió en uno
de los hombres más sanguinarios y asesinos de su tiempo, pero él murió
convencido de que sus crímenes eran obras divinas aprobadas por leyes escritas
por el mismísimo Dios. Algunas veces dijo: “La
doctrina de que la Tierra no es ni el centro del universo ni inamovible, sino
que se mueve incluso con una rotación diaria, es absurda, tanto filosófica como
teológicamente falsa, y como mínimo un error de fe.”
Por discrepancias
científicas, la Iglesia hizo poner preso a Bruno Giordano y le asignó ese
proceso al inquisidor y profesor Belarmino, quien, ejerciendo como juez, no
dudó en condenarlo por herejía, por lo cual el científico fue quemado en una
hoguera, a la vista del público, el 17 de febrero del año 1600.
Belarmino fue un
inquisidor cruel que siempre actuaba a nombre de Jesucristo, el dios romano,
que, según la Iglesia, es el Salvador de almas de la humanidad, pero que, en
ese entonces, en vez de actuar como salvador de almas, el Cristo romano era un
supuesto ser divino manejado por la Inquisición como un fantasma desquiciado y
criminal, que con sus crímenes y delitos beneficiaba a la Santa Iglesia, la
entidad que lo implantó en Roma como un dios verdadero, pero del cual nunca se
han tenido registros históricos de su existencia ni mucho menos de que haya
salvado a alguien, sino que, al contrario, los historiadores registraron que la
Iglesia ha hecho asesinar tanta gente y cometer tantos robos y delitos por
infringir las absurdas reglas del Cristo romano, que, si éstos se pudieran
contar, podrían superar a los flagelos habidos en las dos guerras mundiales.
El inquisidor y
juez Belarmino, después de asesinar a Giordano, con el respaldo de la Iglesia
condenó al también científico y sabio Galileo Galilei porque respaldaba la
existencia del universo enseñado por Bruno, y con esa condena se llenó la copa
que, para fortuna de Occidente, produjo el divorcio perpetuo de la Iglesia y la
Ciencia.
Hoy en día, en el
Mundo Occidental, Bruno y Galileo son considerados como los pilares de la
ciencia moderna. Y Roberto Francisco Belarmino, el inquisidor que los condenó
fue beatificado y canonizado por el papa Pío XI en el año 1930, y declarado
como Doctor de la Iglesia en el año 1931; y el papa Pablo VI creó un título
cardenalicio a nombre de este santo exterminador de sabios y 'herejes', quien
decía que el Santo Papa Romano era el esposo de la Santa Iglesia y que los
hijos de esta familia divina eran la Santa Inquisición y el Santo oficio,
siendo en realidad esos inventos eclesiásticos la ‘familia’ más nefasta que ha
existido en este mundo.
Debido a su enorme
y famosa sabiduría, fue difícil condenar a Galileo, inclusive, la Iglesia no
logró quemarlo en la hoguera y a la vista del público, como había hecho con
Bruno y como era su deseo para disuadir a la gente ilustrada que empezaba a comentar
sus dudas respecto a la existencia del Cielo, es decir, a los líderes
estudiosos y poderosos que empezaron a insinuar que dudaban de que por encima
de la Tierra existiera la tan eclesiásticamente predicada Gloria y Paraíso de
Dios. En el año 1616 el inquisidor Belarmino le prohibió a Galileo publicar de
ahí en adelante sus nuevos descubrimientos y en 1634 fue condenado al encierro
perpetuo en una villa florentina.
Belarmino, quien
era sobrino del papa Marcelo II y considerado como 'el martillo de los
herejes', durante el proceso de Giordano declaró: "Afirmar que la Tierra gira alrededor del sol es tan erróneo
como proclamar que Jesús no nació de una virgen", y, por el beneficio
que le aportaba a la Santa Sede, para la Iglesia era mejor acabar con los
astrónomos que con la creencia de la existencia del Cielo por encima de la
Tierra, pues, si Jesucristo se quedaba sin cielo de donde vigilarnos, el Cristo
romano no sería tan real ni tan poderoso como afirmaba la Santa Iglesia,
entonces en poder del papa Clemente VIII.
Este papa inquisidor duró bastante en el trono, pero no ocurrió igual
con su sucesor, un político astuto de la familia Médici que al ser consagrado
tomó el nombre de León XI (del 10 al 27 de abril de 1605) y que como ocurrió
con varios papas incómodos, murió ‘de repente’ pocos días después de ser
consagrado.
El sucesor de León XI fue un abogado, perteneciente a la nobleza romana,
quien pocos años antes había sido nombrado cardenal por el papa Clemente VIII.
Tomó el nombre de Pablo V (1605 a 1621), y fue un papa guerrero que desde el
comienzo de su lapso buscó apoyo militar de Italia y Francia para guerrear con
Venecia, cuyo gobierno no permitía la expropiación de propiedades a favor de
En el año 1605, un radicalista cristiano, llamado Guy Fawkes, quiso
volar el edificio del Parlamento Inglés, con barriles llenos de pólvora, en un
hecho que después fue conocido como “la conspiración de la pólvora”, y que
falló porque las autoridades descubrieron a tiempo la caleta con los barriles
llenos de pólvora, ubicada debajo del edificio de los parlamentarios. Desde
mucho antes, el gobierno y la iglesia galas no admitían la superioridad
eclesiástica de la Iglesia Romana ni le pagaban impuestos religiosos y, como
resultado de ese atentado, el rey Jacobo I de Inglaterra le exigió un juramento
de fidelidad a sus súbditos que incluía un reconocimiento expreso de que el
papa no tenía facultades para deponer al rey de Inglaterra. Pero el papa Pablo
V les prohibió hacer ese juramento a los cristianos ingleses, lo cual provocó
una gran persecución oficial a quienes se acogieron a las prohibiciones del
papa y por efectos del adoctrinamiento de conciencia les causó remordimiento
religioso a quienes le juraron fidelidad al rey. -En este caso, jurando o no
fidelidad al rey, el gran perjudicado fue el pueblo inglés-.
En el año 1616, Pablo V se reunió con el astrónomo Galileo Galilei, a
quien pretendía acallar de sus declaraciones en el sentido de que la Tierra era
redonda y giraba alrededor del sol, cosa que apoyaba las teorías heliocéntricas
de Aristarco de Samos y de Nicolás Copérnico y que iba en oposición a la
doctrina de la Iglesia, que aseguraba que el sol giraba en torno a la Tierra y
que este planeta era plano y que arriba estaba el Cielo y debajo el Infierno.
El astrónomo Galileo no dio el brazo a torcer en cuanto a sus ideas.
Como la gran mayoría de los papas, Pablo V fue acusado de nepotismo,
debido a que delegó gran parte del manejo de
Cuando murió el papa Pablo V, por la influencia del cardenal Borghese
fue elegido papa el cardenal Alessandro Ludovisio, un abogado y miembro de la
nobleza italiana que tomó el nombre de Gregorio XV (1621 a 1623) y que tan
pronto fue consagrado nombró cardenal a un joven sobrino suyo, llamado Ludovico
Ludovisio, a quien le delegó casi todo el manejo de
Este papa sufría de numerosos achaques de salud que le impidieron
participar en asuntos políticos, pero hay que agregar a su favor el hecho de
haber establecido las normas básicas que se usarían desde entonces en la
elección de futuros papas, cuyo propósito era evitar que gobiernos extranjeros
pudieran influir en las elecciones pontificias, reglas aún vigentes y que de
alguna manera fueron el comienzo de la pérdida del poder político internacional
del papa y de la disminución de la perversidad eclesiástica. Y en su contra
están los hechos de haber promovido la cacería de brujas y de haberle
financiado a Fernando II de Habsburgo una ‘guerra santa’ contra los
protestantes; igual que el haber financiado la guerra que hizo Segismundo III
de Polonia en contra de los turcos.
Tras la muerte del papa Gregorio XV, en un cónclave donde solo
asistieron 54 de los 66 cardenales que en esa época conformaban el colegio
cardenalicio, fue elegido papa un cardenal miembro de la nobleza florentina.
Tomó el nombre de Urbano VIII (1623 a 1644), y fue este un papa bandido, astuto
y guerrero que, mediante engaños y artilugios de magia que había aprendido con
el mago Tommaso Campanela, convenció al anciano duque Francesco della Rovere
para que le cediera sus posesiones y territorios a
Poco después de ser entronizado, el papa Urbano VIII nombró cardenales a
sus sobrinos Antonio, Francesco y Tadeo Barberini, y tiempo después también a
su hermano Antonio lo nombró cardenal y jefe del ejército de los Estados
Eclesiásticos. De ese descarado nepotismo del papa surgió una frase del pueblo
romano que decía: “lo que no hicieron los bárbaros, lo hicieron los Barberini”.
Debido a que su familia quería hacerse a los ducados de Castro y
Ronciglione, el papa Urbano le hizo una guerra sucia a Odoardo Farnesio, duque
de Parma y poseedor de esos territorios. Tratando de provocar la quiebra
económica de Odoardo, el papa le prohibió a Roma la importación de granos
procedentes del ducado de Castro y, como así no consiguió su propósito,
excomulgó al duque a la vez que nominalmente le extinguió todos sus dominios e
invadió militarmente los territorios pretendidos. Ante esos flagelantes
atropellos del papa, el conde Odoardo hizo alianza con Módena, Toscana y
Venecia, con quienes organizó un poderoso ejército con el que derrotó a las
tropas de
Luego de esa derrota militar, el entonces alicaído papa, obrando como un
dictador o jefe mafioso, pero menos como religioso, usó todos los fondos del
Vaticano para construir una fábrica de armas en Tívoli; aumentó y tecnificó sus
tropas y construyó murallas y diversos tipos de defensa en todos los
territorios papales. Puede decirse que preparó militarmente a
Es de señalar que ninguna de las familias de las dinastías eclesiásticas
romanas ha sido religiosa y que lo único que les ha interesado a los miembros
de esa rosca eclesiástica ha sido el constante chorro de poder político y de
riqueza que reciben de los creyentes cristianos, y que, desde tiempos remotos,
dichas familias se han autoconsiderado como divinidades y únicas dueñas de ese
producto. De los oligarcas romanos Julio-Claudio, de alguna manera surgieron
los Constantino, los Teofilacto, los Crescencio, los Alberico, los Spoleto, los
Médici, los della Rovere, los Orsini, etc. Y estos oligarcas no creían en la
religión cristiana porque sabían de primera mano que toda la “fábula de
Jesucristo” había sido inventada por sus antepasados y soportada con toda clase
de engaños y crueldades, durante varios siglos, por ser una industria de
mentiras religiosas de gran producción económica y política para sus dinastías
oligarcas.
En esta época la religión cristiana era una entidad sin fronteras que,
con los controles y normas de la Inquisición y del Santo Oficio, funcionaba
como una dictadura sometedora de conciencia y productora de riquezas y poderes
que día a día se extendía más, mediante el lavado de cerebro a una gran
población humana indefensa, ingenua e ignorante, que, a las buenas o a las
malas, tenía que someterse y creer ciegamente en las divinidades prometidas por
los misioneros de la Iglesia, quienes en la práctica estaban por encima de las
autoridades gubernamentales.
Pero ese adoctrinamiento religioso no funcionaba en la élite de las
monarquías; en realidad, espiritualmente a ningún monarca le preocupaba la
excomunión, pues ellos sabían de la farsa del asunto religioso y tenía que ser
muy ingenuo un mandatario para que pudiera considerar al papa con poder real de
castigo divino o como una persona con alguna divinidad de Dios y no como a un
emperador ambicioso y perverso, con menos dignidad que los demás gobernantes.
Entonces, el temor que los monarcas le tenían a la excomunión del papa era
político, y surgía del poder que tenía el pontífice para causar la desobediencia
de la población civil a sus monarcas, resultando la excomunión, en la práctica,
un castigo político que, por el efecto que podía producir, ningún gobernante
quería afrontar en ese tiempo.
Tras la muerte del papa Urbano VIII, en el cónclave para elegir a su
sucesor, durante un mes hubo empate entre las facciones lideradas por los
cardenales Albornoz y Mazarino. Las cosas no avanzaron hasta cuando el cardenal
Mazarino tuvo necesidad de retirarse del auditorio y el cardenal Albornoz
aprovechó e hizo elegir papa a su favorito, un abogado llamado Giovanni
Batista, miembro de la monarquía romana. Este tomó el nombre de Inocencio X
(1644 a 1655), y fue éste un papa tan odiado por sus súbditos que cuando murió
nadie quiso colaborar en su entierro y su cadáver duró tres días tirado en el
Palacio Laterano, hasta que, por el mal olor que producía, lo sacaron y, según
algunos escritos, se lo tiraron a las aves de rapiña.
En el comienzo de su papado trató de quitarle a la familia de su
predecesor las enormes riquezas que en alianza con el papa Urbano le habían
robado a
Por esa bula surgió una pelea entre los capos de
Durante todo su lapso organizó y efectuó un gran número de masacres y
‘guerras santas’ para robar propiedades o por venganzas personales; cometió
adulterio con su cuñada, Olimpia Maldachini, y fue amante de su propia sobrina,
la princesa de Rossano, quien con su apoyo cometió toda clase de abusos y
desmanes. Se sabe que todos lo odiaban y que nadie quiso sepultarlo, pero no
hay registros históricos de la causa de su muerte.
El siguiente pontífice, sucesor del papa Inocencio X, había sido
inquisidor en Malta, su nombre era Fabio Chigi, al ser consagrado tomó el
nombre de Alejandro VII (1655 a 1667); era abogado y había protestado el
Tratado de Westfalia, que puso fin a la ya mencionada guerra de 30 años y que
había permitido la pacificación de Europa. Este papa fue un hombre sanguinario,
en su lapso hizo numerosas masacres y asesinó a un gran número de jansenitas,
un movimiento religioso que él consideraba hereje, y además fue acusado de
nepotismo porque puso en manos de sus familiares y parientes el manejo de
El siguiente papa tomó el nombre de Clemente IX (1667 a 1669), y fue
este un papa mucho más músico que religioso. Compuso y aplicó varios cantos a
las ceremonias religiosas. En su pequeño lapso,
Cuando murió el papa Clemente IX, el cónclave para elegir a su sucesor,
tras varias discusiones, debido a la influencia y pretensiones del rey Luis XIV
de Francia, no se podía poner de acuerdo. Acudieron entonces a la antigua
fórmula de elegir a un papa comodín, en este caso teniendo en cuenta que el
elegido fuera un cardenal de avanzada edad. Así resultó elegido un anciano, de
vieja trayectoria religiosa, quien cuando supo que había sido elegido papa se
encerró en su casa y después no fue fácil convencerlo de que aceptara el cargo.
El anciano tomó el nombre de Clemente X (1670 a 1676) y al momento de ser
entronizado tenía más 80 años de edad. Aparentemente, era un religioso sin
ninguna clase de ambiciones personales, su familia era de la nobleza italiana,
aunque ya en decadencia social y económica. Sin embargo, no obstante a su
avanzada edad y su fe religiosa, en realidad este papa viejito no había perdido
sus ambiciones de poderes y riquezas e hizo grandes esfuerzos para recuperar la
categoría de nobleza de su familia, propósito que logró al casar a un noble
italiano con una sobrina suya, cuyo matrimonio resultó de un negociado de
cargos eclesiásticos que recibió el noble a cambio de adoptar el apellido del
papa. De ese negociado resultó nombrado de “cardenal sobrino” un tío del esposo
de la sobrina del papa, un noble bandido que abusó de la confianza del
pontífice, pero, en sí, Clemente X fue un papa religioso y gran canonizador de
santos, no fue sanguinario y duró seis años en el cargo, quizá mucho más tiempo
del que esperaban sus electores.
Cuando murió Clemente X, el rey de Francia quiso influir en la elección
de su sucesor, pero en oposición a él la mayoría del colegio cardenalicio
eligió papa a un banquero y político que tomó el nombre de Inocencio XI (1676 a
1689). En el lapso de este pontífice hubo una gran agitación política de las
potencias europeas en contra del papa y de los Estados Pontificios. En varias
discusiones de política internacional se expusieron abiertamente las ventajas
que tenía el papa a su favor, si se comparaba al pontífice con los demás jefes
de gobierno, ya que él, además de ser el Jefe Universal de la Iglesia, era Jefe
de gobierno de los Estados Pontificios, de lo cual, decían en los alegatos,
resultaba una gran inequidad de fuerza política a favor del papa. Además, en
esas discusiones criticaban la costumbre de los pontífices, de autoproclamarse
facultados para deponer o legitimar gobiernos extranjeros; reconociendo los
involucrados en los alegatos el agravante de que la mayoría de los gobernantes,
mientras particularmente se negaban a reconocerle esa facultad al papa, casi
todos individualmente le aceptaban y reconocían como legales los ascensos o
coronaciones que éste les hacía.
Por primera vez, internacionalmente se propuso eliminarle la facultad
legal al papa de deponer o coronar gobernantes. Otro asunto, también discutido
en esas reuniones y considerado por algunos gobernantes incluso como de mayor
peso de desequilibrio que el resultante por el efecto religioso, era el
‘impuesto del alma’ que cada día le pagaba un mayor número de personas y
gobiernos del mundo al Vaticano, y que convertía a los Estados Eclesiásticos en
el imperio permanentemente más rentable y por ende el más poderoso del mundo.
Pero el papa Inocencio XI se opuso a que siguieran esas discusiones, usó el
poder religioso y logró que no prosperara la propuesta de marginar al pontífice
del poder político internacional; luego le estableció un manejo administrativo
bancario a los Estados Pontificios, y asignó varias ayudas para guerras
internacionales, dádivas que en la práctica fueron sobornos por lealtad con
El papa Inocencio XI no era religioso, pero permitió condenar por
herejía a su amigo el escritor Miguel de Molinos. En su administración, con más
impuestos enriqueció las finanzas del Vaticano y, desde el inicio de su
gobierno, estableció una gran austeridad en los gastos públicos de los Estados
Pontificios.
Cuando quedó vacante la silla de san Pedro, el rey de Francia siguió
presionando para influir en la elección del sucesor del fallecido papa
Inocencio XI. Su favorito era el cardenal Pietro Vito Ottoboni, un político
miembro de la oligarquía italiana, quien luego de varias dificultades fue
elegido papa y tomó el nombre de Alejandro VIII (1689 a 1691). Y, al contrario
de su predecesor, fue este un papa despilfarrador y nepotista que tan pronto
fue entronizado ocupó con sus familiares y parientes todos los puestos
importantes de
El papa Alejandro VIII, no era religioso ni se preocupó por los
problemas de
Las presiones de la monarquía eclesiástica romana, lo único que lograron
de este papa fue que condenara el intento francés y de su Iglesia Galicana de
seguir el ejemplo de independencia y libertades de la Iglesia de Inglaterra,
cuya mina de impuestos del alma había perdido la oligarquía eclesiástica romana
desde año 1530 cuando el papa Clemente VII le había negado el divorcio al rey
Enrique VIII de Inglaterra, para casarse con Ana Bolena, a la postre madre de
la invencible reina Isabel I de Inglaterra.
El sucesor del papa Alejandro VIII tomó el nombre de Inocencio XII (1691
a 1700), y su elección resultó de la influencia de los gobiernos de Francia y
del Sacro Imperio Romano Germánico. Encontró las finanzas de
Debió ser muy difícil la situación personal que le tocó enfrentar al
sucesor del papa Inocencio XII. Su nombre era Giovanni Francesco Albani, de
origen albanés y miembro de la aristocracia italiana, educado en escuelas y
universidades exclusivas. Era abogado y había ocupado varios cargos en los
Estados Eclesiásticos, pero conviene aclarar que en esa época, en Italia,
ninguna persona podía ser exitosa si no se vinculaba con
Gran parte de su biografía indica que él era un hombre digno y quería
estar marginado del manejo de los negocios religiosos, incluso, cuando el papa
Inocencio XII lo nombró cardenal, un cargo que sin hacer mucho producía enormes
ingresos económicos, él duró varios días rogándole que no le hiciera efectivo
ese nombramiento. Pero, en el cónclave para elegir al sucesor del papa
Inocencio XII, el ahora cardenal Albani fue elegido papa en tres ocasiones
seguidas y, habiendo renunciado en las dos primeras, no le quedó otra
alternativa que aceptar la tercera. Tomó el nombre de Clemente XI (1700 a
1721), y fue él un papa sabio y pacífico, a quien durante su largo papado le
tocó manejar una serie de peleas internas eclesiásticas, entre militaristas
jesuitas y otras facciones católicas, especialmente dominicos, y muchos
incidentes entre católicos con religiosos chinos.
En la época del papa Clemente, ya la religión católica se había
extendido por casi todo el mundo y estaba dividida en varias congregaciones,
con normas diferentes entre sí. Y mientras algunas facciones de
La mayor parte de su lapso, el papa Clemente XI, la dedicó a solucionar
los líos internos de
Poco después de la muerte del papa Clemente XI, por comodín político fue
elegido papa el cardenal Michel Ángelo Conti, un veterano político y miembro de
la alta aristocracia italiana. En homenaje a un papa pariente suyo tomó el
nombre de Inocencio XIII (1721 a 1724), y en su papado tuvo líos políticos con
el emperador del Sacro Imperio, Carlos VI, por asuntos territoriales. Y le tocó
involucrarse en varios conflictos entre jesuitas y dominicos, favoreciendo a
estos últimos en la suave aplicación de la religión católica en China. No murió
tan rápido como esperaban sus electores.
En el año 1724, tras la muerte del papa Inocencio XIII, el turno en la
silla de san Pedro fue para el último papa de la familia Orsini. Su nombre era
Pietro Francesco Orsini, quien, a los nueve años de edad, por la muerte de su
padre, había heredado ser patricio de Nápoles, duque de Gravina, conde de Muro,
príncipe de Solafra y príncipe de Vallata. Cuando tenía 23 años había sido
nombrado cardenal por el papa Clemente X, y se veía que tenía vocación
religiosa. En esa época, muchos aseguraban que desde niño quería ser papa; al
ser consagrado tomó el nombre de Benedicto XIV y poco después, cuando le
informaron que se había saltado un número, lo cambió por Benedicto XIII (1724 a
1730), un nombre que ya había sido usado por el famoso ‘Papa luna’ o antipapa
Benedicto XIII, entre los años 1394 y 1423.
El nuevo y eclesiásticamente reconocido papa Benedicto XIII fue un
hombre austero, casi siempre cenaba con huevos que él mismo preparaba, cuya
fórmula dio origen al plato llamado “huevos benedictinos”, que después se hizo
popular en Europa. Era un hombre puritano, prohibió la lotería de Roma porque
sospechaba que hacía trampas, luego eliminó casi todos los impuestos y se gastó
todos los fondos de
El sucesor del papa Benedicto XIII fue un miembro de la oligarquía
italiana que, cuando joven, le había comprado a
Conviene aclarar que la compra o venta de los cargos o puestos de
Con esas inversiones, el millonario Lorenzo Corsini, perteneciente a una
de las familias de la vieja rosca del Vaticano, aumentó enormemente sus
riquezas y luego se convirtió en tesorero y recaudador general de
Como primeras medidas, para que
Debido a que había quedado ciego,
al papa Clemente XII le tocó depender de su familia, en los asuntos de
gobierno, resultando su papado lleno de nepotismo y corrupción y, aunque
realizó algunas obras públicas y artísticas, dejó las arcas de
En este tiempo,
Desde mucho antes
El sucesor del papa Clemente XII, tomó el nombre de Benedicto XIV (1740
a 1758), siendo este un hombre culto y honesto, a quien le tocó luchar con
numerosos problemas internos en
En el año 1758, en el cónclave para elegir al sucesor del papa Benedicto
XIV, tras casi cuatro meses de deliberaciones, los cardenales no se podían
poner de acuerdo en la elección del nuevo pontífice, porque el rey Luis XV de
Francia había vetado la elección del cardenal Carlo Guidobono Cabalchini, el
favorito del colegio cardenalicio. A ese inconveniente se agregaba el problema
de que la facción de los jesuitas era rechazada en España, Francia y Portugal,
países poderosos que no querían tener en sus territorios posesiones
territoriales bajo el dominio directo de
El influyente cardenal, Girotamo de Bardi, en protesta por las presiones
políticas en la elección del papa, se retiró del cónclave, salida que facilitó
la elección de Carlo Della Torre Rezznico, un cardenal y miembro de la
monarquía veneciana que tomó el nombre de Clemente XIII (1758 a 1769). Este
papa fue un político de fuerte carácter, pero bastante razonable en sus
acciones; fue capaz de ceder territorios a Francia y a España para no tener que
disolver la indeseable Compañía de los Jesuitas, a quienes ordenó el retiro de
los países donde no era grata su estadía. España, Francia y Portugal, entre
otros, exigieron y lograron el retiro de la Orden de los Jesuitas de sus
territorios; ya era evidente que la dinastía monárquica de los Borbón no quería
seguir siendo ordeñada por la Iglesia y, para debilitarla, estaba haciendo todo
lo posible para eliminar la secta militarista jesuita y a la vez reducir las
propiedades de tierra del Vaticano en sus reinos.
Poco antes de iniciarse este papado, el canónigo alemán Johann Nicolaus
von Hontheim había fundado una congregación cristiana, conocida como
Febronianismo, que exigía menos poder para el papa y más autoridad y poder para
los obispos, cuyo argumento era que el modo religioso de Jesús no había sido un
sistema monárquico. El papa Clemente condenó el febronianismo y trató de
arreglar los conflictos internos de
El siguiente papa, antes de ser elegido para ocupar la silla de san
Pedro, era jinete, músico, poeta y gran estudioso. Al consagrase tomó el nombre
de Clemente XIV (1769 a 1774). Este papa, al contrario de su predecesor quien
apoyó a esta orden religiosa, mediante el breve “Dominus ac Redemtor” disolvió
En esa época, la monarquía Borbón no estaba a gusto con
En este punto histórico, en el mundo la gente formalmente educada era
escasa y la gran mayoría de la gente culta de Europa creía en la existencia de
Dios, pero no creía que alguna religión o persona tuviera vinculación divina
directa con Él, ni que alguien hubiera sido autorizado por el propio Dios para
cobrar por la salvación divina del alma de los humanos como, descaradamente, lo
hacía la Iglesia Católica con sus muy numerosas y diversas organizaciones
eclesiásticas en todo el mundo. Pero nadie podía hacer nada en contra de los
robos y abusos de la ‘Santa Iglesia’, porque la inmensa mayoría del pueblo raso
era ignorante e ingenuo, y, mediante el adoctrinamiento eclesiástico, había
sido sometido de conciencia y por eso respaldaba a la Iglesia y creía
ciegamente en la divinidad del Cristo romano, razón por la que el papa, cuando
le daba la gana, le podía provocar la desobediencia civil del pueblo a
cualquier gobernante.
Poco después de la muerte del papa Clemente XIV fue elegido papa el
cardenal y miembro de la nobleza italiana Giovanni Braschi, quien tomó el
nombre de Pío VI (1775 a 1799) y quien fue el último papa que vivió en el
Antiguo Régimen, ya que en su época empezó
La situación política del Vaticano jamás había estado en las duras
condiciones que existían al ser consagrado el papa Pío VI. Las dos Sicilias,
bajo el mando de Bernardo Tanucci, le habían declarado rebeldía al Vaticano, se
negaban a pagar el ‘impuesto del alma’ y estaban expropiando las tierras que
habían sido de los jesuitas. Pero, como si este lío fuera pequeño, en Austria
había un problema aún más grave para el monarca cristiano; José II de
Habsburgo, emperador del Sacro Imperio Romano, había prohibido a los obispos
austriacos solicitar permiso a Roma para tomar cualquier decisión eclesiástica
y estaba eliminando los impuestos eclesiásticos y los monasterios. Con mucho
temor, el papa Pío VI viajó a Viena con la intención de recuperarle esos
‘impuestos del alma’ a la Iglesia, pero lo único que consiguió del emperador
fue la promesa de que el gobierno austriaco no violaría ningún dogma católico.
El 23 de diciembre de 1783, el emperador José II de Habsburgo se
apareció de repente en Roma, con el propósito de separar la Iglesia Germana de
la Iglesia Romana, pero desistió de ese asunto al ser informado por el político
español José Nicolás de Azara del problema social que se estaba viviendo en
Francia. El político español le explicó al emperador que la gravedad de la
situación en los reinados borbones era de tal magnitud, que la única forma de
salvación que veía para las monarquías europeas era que, junto con el imperio
eclesiástico, actuaran unidas en contra de los bien vistos movimientos
democráticos, cosa que así se hizo y que en la práctica fue el comienzo de la
asociación de las monarquías europeas con la monarquía eclesiástica romana, en
contra del modo de gobiernos democráticos, acuerdos entre las monarquías y el
Vaticano que aún siguen en pie. Y, a cambio de desistir de la intención
separatista, el papa Pío VI le otorgó facultades al emperador del Sacro
Imperio, para nombrar obispos en Milán y Mantua.
Poco antes del comienzo del lapso del papa Pío VI, debido a las
revueltas populares en Francia, los Borbones se vieron obligados a hacer las
paces con el Vaticano. Las dos monarquías, es decir, la monarquía borbona y la
monarquía eclesiástica, cayeron en cuenta de que estaba en peligro la
existencia misma del modo de gobierno monárquico, pero reaccionaron tarde, el
borbón rey de Francia, Luís XVI, durante
El papa Pío VI se unió a la coalición europea de potencias conservadoras
en contra de
En esta época, muchos franceses daban por hecho que Pío VI sería el
último papa y le perdieron el miedo al Santo Oficio; en la novela Juliette o las prosperidades
del vicio, del marqués de Sade, publicada en 1798 y cuya prohibición por el
Santo Oficio resultó inútil, hay un segmento con una narrativa acerca del papa
Pío VI, a quien desde el inicio de una orgía sexual la prostituta Juliette
trata como ‘Braschi’, con un contenido de inmoralidades que pretende demostrar
que el papa es tan perverso como ella. Pero, en sí, el contenido del libro es
tan asqueroso que hasta el propio Napoleón lo consideró como ‘aberrante’. Una
parte del comienzo del segmento mencionado dice así.
“¡Oh, Juliette! ―me dice Pío VI abrazándome― eres una criatura muy
singular; tu fuerza me vence, seré tu esclavo; con la cabeza que me estás
mostrando espero de ti los placeres más excitantes... No tengo más fe que tú en
todas esas supercherías espirituales, ángel mío: pero conoces nuestra
obligación de imponernos a los débiles.
Soy como el charlatán que distribuye sus drogas: es preciso que parezca
que creo en ellas si quiero venderlas
-Eso me prueba que eres un zorro -digo interrumpiendo a Braschi- si fueses
honrado, preferirías iluminar a los hombres que engañarlos; rasgarías el velo
que cubre sus ojos, en lugar de hacerlo más opaco.
-¡Pero me moriría de hambre!
-¿Y qué necesidad hay de que vivas? ¿Acaso es perentorio que estén en el
error cincuenta millones de hombres sólo para que tú digieras?
-Sí, porque mi existencia lo es todo para mí, y porque esos cincuenta
millones de hombres no me importan nada... porque la primera de las leyes de la
naturaleza es la autoconservación... sin importar a expensas de quién.
-Te has desenmascarado, pontífice, es todo lo que yo quería. Démonos
pues la mano, puesto que ambos somos iguales de bribones, y que en adelante no
haya nada oculto entre nosotros.
De acuerdo ―dice el papa―, ahora ocupémonos sólo de los placeres……..”
En el año 1800, debido a la revolución que había en Roma, el cónclave
para elegir al sucesor del papa Pío VI tuvo que reunirse en Venecia. Luego de
pocas deliberaciones, con dos cardenales vetados por el emperador del Sacro
Imperio, Francisco II, fue elegido papa el cardenal Barnaba Chiaramonti, hijo
del conde Scipione Chiaramonti, quien tomó el nombre de Pío VII (1800 a 1823),
y quien antes, siendo obispo de Imola, había sido favorable con el modo
político de Napoleón Bonaparte, cuando éste había invadido el norte de Italia y
había establecido
Napoleón no era religioso, pero era consciente de que la religión
católica estaba muy enraizada en la población francesa, por lo que consideró
políticamente conveniente no pelear con el nuevo papa. El papa no era contrario
a los principios democráticos de
En el año 1804, el papa Pío VII fue a París con la intención de coronar
al emperador Napoleón Bonaparte, pero fue desplantado por el muy cauteloso
gobernante francés, quien no reconocía ninguna dignidad humana ni mucho menos
divina en el monarca eclesiástico romano y se coronó él mismo, ya que
consideraba que, de permitir que lo coronara el papa, sería considerado por la
muy astuta Iglesia como emperador del ‘Sacro Imperio Francés’, título que
estaba muy lejos de llenar las aspiraciones democráticas y revolucionarias de
Napoleón.
Pío VII no creía que pudiera funcionar esa revolución democrática en
manos de éste dictador que, además de gobernar la Iglesia Francesa, pretendía
que el papa fuera un mandadero suyo. Pensó que sería un ‘Barbarroja’ moderno y
decidió manejar las cosas napoleónicas con prudencia, pero las pretensiones del
emperador cada vez chocaban más con la Iglesia y con sus monarquías aliadas; en
asuntos bélicos el papa no aceptó aliar los Estados Eclesiásticos en el bloqueo
marítimo continental que Napoleón, en forma obligatoria para todos los países
europeos, pretendía aplicarle a Inglaterra. Napoleón, en respuesta a esa
negativa del Vaticano, invadió los Estados Eclesiásticos, los anexó a Francia y
puso prisionero al pontífice en Sanova. Poco después lo deportó a Francia y lo
encarceló en Fontainebleau hasta 1814 cuando quedó en libertad, poco antes de
que Napoleón se viera obligado a abdicar, a causa de varias derrotas militares.
Entonces, el papa Pío VII retornó a Roma y continuó con sus funciones papales,
en medio de una gran anarquía que se había generado con la ocupación francesa.
En ese año, este papa revivió a la muy polémica Compañía de Jesús, una orden
religiosa que es sospechosa de ser la gestora del asesinato del presidente
Kennedy, cuyas causas son explicadas más adelante.
Napoleón fue definitivamente derrotado por una coalición de las
monarquías europeas, liderada por Inglaterra y, según rumores, murió envenenado
por orden de la monarquía inglesa en la lejana isla africana de posesión
británica Santa Elena, siendo éste el prisionero político más importante del
mundo.
En el año 1815 se realizó un congreso en Viena, donde, todavía con
bastante influencia política de las viejas monarquías, se reordenó
En enero de 1816, el papa Pío VII emitió la encíclica Etsi Longissimo
Terrarum dirigida a los eclesiásticos de América. Y en una parte de cuyo
contenido les decía:
“….
para redimir al género humano de la
tiranía de los demonios quiso anunciarla a los hombres por medio de Sus
ángeles, hemos creído propio de las Apostólicas funciones que, aunque sin
merecerlo, Nos competen, el excitaros más con esta carta a no estimar esfuerzo
para desarraigar y destruir completamente la funesta cizaña de alborotos y
sediciones que el hombre enemigo sembró en esos países.
Fácilmente
lograréis tan santo objetivo si cada uno de vosotros demuestra a sus ovejas con
todo el celo que pueda los terribles y gravísimos perjuicios de la rebelión, si
presenta las ilustres y singulares virtudes de Nuestro queridísimo Hijo en
Jesucristo, Fernando, Vuestro Rey Católico, para quien nada hay más precioso
que la Religión y la felicidad de sus súbditos….”.[]
Pero ni el papa Pío VII ni el rey ‘católico’ español pudieron evitar que
Simón Bolívar, en contra de España, siguiera el ejemplo libertador del general
George Washington, quien ya había liberado a los Estados Unidos del yugo inglés
y en esa nación había establecido la mayor democracia del mundo.
Cuando la silla de san Pedro quedó vacante, el papa sucesor de Pío VII
fue elegido con la fórmula de comodín, debido a varias circunstancias políticas
infiltradas en ese cónclave. El elegido fue el cardenal Annibale Sermattei
quien tomó el nombre de León XII (1823 a 1829), y su salud estaba en tan malas
condiciones que cuando supo de su elección él mismo dijo que habían elegido
papa a un hombre muerto. Pero, contrario a lo que ocurrió en las épocas en que
los pontífices jóvenes morían de repente, este papa enfermo se recuperó y duró
mucho más de lo presupuestado en el cónclave, cosa que no debió preocupar a los
electores porque en esta época ningún cardenal quería ser papa. Este hombre era
hijo de un conde y siendo obispo había sido acusado de desorden económico y de
llevar una vida desordenada, pero eso eran cosas del pasado; ahora su problema
era que el pueblo de los Estados Eclesiásticos no quería tener gobierno
religioso. Esa resistencia popular más que todo se debía a que en
En el año 1825, luego de un jubileo con resultados mucho más pobres de
lo esperado, el papa León XII, para conseguir fondos emitió la bula “Cheritate
Christe”, donde extendía los beneficios espirituales a toda la humanidad y,
tratando de aumentar el recaudo del ‘impuesto del alma’ en el exterior,
recordaba la obligación universal de contribuir con la Santa Iglesia.
Este papa fue injusto con el pueblo y cruel con algunas divisiones de
Conviene aclarar que, como gobernantes, casi todos los pontífices fueron
injustos y odiados por los pueblos que gobernaron, pero, por estrategias
económicas y políticas, los misioneros católicos, que antes de ser enviados al
exterior eran cuidadosamente adoctrinados y adiestrados por la Iglesia, en sus
prédicas les cambiaban la imagen de monarcas tiranos a los papas y a los
extranjeros se los hacían parecer como verdaderos santos. Ese cambio de imagen,
debido a la falta de medios de comunicaciones, en la antigüedad era fácil que
funcionara y cuando hubo transmisiones por radio,
El motivo por el que casi todos los papas fueron romanos o de los
Estados Eclesiásticos se debió a asuntos económicos y políticos y no a que
éstos fueran hombres religiosos. Eso ocurría porque para la monarquía
eclesiástica romana, lo más importante siempre fueron los ingresos económicos y
políticos que producía la Religión Católica, y la oligarquía romana todo el
tiempo ha monopolizado el manejo de esos intereses y se ha considerado ama
exclusiva de los beneficios que produce ‘La Fábula de Jesucristo’.
Como hemos visto, antiguamente el papa, además de ser Jefe de Estado de
los Estados Eclesiásticos, heredaba la facultad de disponer de la enorme
cantidad de riquezas que, con ninguna inversión, de todas partes le llegaba al
Vaticano. En otras palabras: Para el papa y la monarquía eclesiástica romana,
la religión católica era una mina que, a cambio de nada, además de un enorme
poder político, les producía un sin número de prebendas internacionales y un
gran chorro de riquezas. Entonces, por ser así las cosas, aunque un extranjero
fuera tan religioso como se cree que fue Jesús, la monarquía eclesiástica no
permitía que fuera elegido papa.
El siguiente papa tomó el nombre de Pío VIII (1829 a 1830); antes, su
nombre y grados eran cardenal y conde Francesco Castiglani, quien siendo obispo
había sido perseguido por Napoleón Bonaparte, por ser contrario a sus
libertades revolucionarias. Este papa, en su corto lapso, trató con dureza las
divisiones de
En el año 1830, pocos meses antes de su muerte, este papa sufrió el
destrone de su gran aliado, el ultramonárquico rey Carlos X de Francia, a quien
le tocó salir huyendo y murió en el exilio. Este monarca fue reemplazado por
Luis Felipe I, un Borbón liberal y burgués que fue el último rey que tuvo
Francia, nación que desde la abdicación de este rey se volvió democrática.
De cualquier manera, para la monarquía eclesiástica,
Desde entonces, en el exterior, la Santa Sede condenaba la esclavitud
que ella misma había reglamentado y que en la práctica seguía aplicando en el
Estado de la Iglesia, y, para beneficiar su farsa religiosa, a nivel mundial
usaba sus incontables centros de educación tanto como negocio rentable como
para adoctrinamiento y sometimiento de conciencia. Más tarde, tratando de
recuperarse de los daños que le estaban causando los gobiernos democráticos, la
Iglesia organizó sindicatos y partidos políticos cristianos en varios lugares
del mundo, pero nunca pudo recuperar el poder político perdido.
A principios de diciembre de 1830 se inició el cónclave para elegir al
sucesor del papa Pío VIII, y por los cambios mundiales de la época se daba por
hecho que el elegido sería el cardenal Giacomo Giustiniani, el más liberal de
los cardenales de
En el lapso de este papa rompieron relaciones diplomáticas con la Santa
Sede los monarcas de España, Portugal, Prusia y Rusia. El emperador
Austrohúngaro Fernando I fue el único monarca de la vieja guardia que siguió
siendo aliado de la Iglesia, pero vale aclarar que este monarca era de
mentalidad escasa y, en forma personal, nunca ejerció el poder.
Debido a que en Europa ya no tenían buen espacio los ‘curas camorreros’,
este papa hizo un gran despliegue de eclesiásticos a Sur América, una región
enorme en la que la gran mayoría de la gente era analfabeta y presa fácil para
el sometimiento de conciencia eclesiástico.
Ya en ese tiempo en América no había monarquía, y las cosas en ese
sentido estaban complicadas porque, en el año 1832, James Monroe, presidente de
los Estados Unidos, que ya era una potencia mundial que no le temía a ningún
imperio, le hizo saber al mundo que de ahora en adelante América sería para los
ciudadanos de América, y que Estados Unidos consideraría como acto de guerra
cualquier intento extranjero de establecer colonia en cualquier lugar de este
continente.
En sus funciones pontificias, a favor del papa Gregorio se reconoce su
lucha en contra de la esclavitud, y uno de los detalles en su contra es el
haber nombrado 75 cardenales, algunos mediante soborno.
El siguiente papa fue el cardenal Giovanni Mastai Ferretti, quien era
hijo de un conde italiano y quien resultó elegido por votos de cardenales
liberales que no pudieron elegir a su candidato, y porque llegó tarde el veto
que le hizo Fernando I de Austria-Hungría, el emperador limitado mental que era
aliado de la Iglesia. Y, por esos hechos inusitados, no hubo modo de evitar su
consagración y vivió más que todos los cardenales que lo eligieron. Tomó el
nombre de Pío IX (papa desde el 16 de junio de 1846 hasta el 7 de febrero de
1878), y hasta la fecha él ha sido el pontífice que más tiempo ha durado
ocupando la silla de san Pedro.
Mastai Ferreti era un hombre culto y estudioso, en su largo papado
decretó numerosas normas aprobando o condenando un sin número de creencias
religiosas, y de diversos comportamientos humanos, sociales y políticos. Al
inicio de sus funciones, su mayor problema era que la población de los Estados
Eclesiásticos no quería soportar por mas tiempo el gobierno pontificio, porque
casi todos sus habitantes estaban seguros de que el sistema de gobierno
religioso, además de ser injusto con la población que gobernaba, impedía el
progreso nacional.
En el lapso del papa Pío IX, el rey Víctor Manuel de Cerdeña, con la
tolerancia de la población que los habitaba, ocupó casi todo el territorio de
los Estados de
Luego de quedar sin Estado, el papa Pío IX inició la aplicación de una
política religiosa de diversas tendencias sociales, de las que algunas eran
proselitismos defensores de los derechos de los trabajadores. Condenó con
dureza la masonería e hizo una gran lista de enseñanzas prohibidas, o sea que
entre otras cosas anatematizó el panteísmo, el
naturalismo, el racionalismo, el indiferentismo, el latitudinarismo, el
socialismo, el comunismo, el liberalismo, las sociedades secretas, las
sociedades bíblicas. En una de las tantas encíclicas que les envió a todos los
obispos del mundo les decía:
“Las cuales opiniones, falsas y perversas, son tanto más
abominables, cuanto miran principalmente a que sea impedida y removida aquella
fuerza saludable que la Iglesia católica, por institución y mandamiento de su
Divino Autor, debe ejercitar libremente hasta la consumación de los siglos, no
menos sobre cada hombre en particular, que sobre las naciones, los pueblos y
sus príncipes supremos; y por cuanto asimismo conspiran a que desaparezca
aquella mutua sociedad y concordia entre el Sacerdocio y el Imperio, que fue
siempre fausta y saludable, tanto a la república cristiana como a la
civil.”
Algunas de las
máximas o teorías condenadas como herejes o blasfemas por el papa Pío IX con su
agrupación de encíclicas, titulada Quanta Cura, fueron las siguientes:
De autorías
del Panteísmo, Naturalismo y Racionalismo absoluto
I No existe ningún Ser divino supremo, sapientísimo, providentísimo,
distinto de este universo, y Dios no es más que la naturaleza misma de las
cosas, sujeto por lo tanto a mudanzas, y Dios realmente se hace en el hombre y
en el mundo, y todas las cosas son Dios, y tienen la misma idéntica sustancia
que Dios; y Dios es una sola y misma cosa con el mundo, y de aquí que sean
también una sola y misma cosa el espíritu y la materia, la necesidad y la
libertad, lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto.
II. Dios no ejerce ninguna manera de acción sobre los
hombres ni sobre el mundo
III. La razón humana es el único juez de lo verdadero y
de lo falso, del bien y del mal, con absoluta independencia de Dios; es la ley
de sí misma, y le bastan sus solas fuerzas naturales para procurar el bien de
los hombres y de los pueblos.
IV. Todas las verdades religiosas dimanan de la fuerza
nativa de la razón humana; por donde la razón es la norma primera por medio de
la cual puede y debe el hombre alcanzar todas las verdades, de cualquier
especie que estas sean.
V. La revelación divina es imperfecta, y está por
consiguiente sujeta a un progreso continuo e indefinido correspondiente al
progreso de la razón humana.
VI. La fe de Cristo se opone a la humana razón; y la
revelación divina no solamente no aprovecha nada, sino que además daña la
perfección del hombre.
VII. Las profecías y los milagros expuestos y narrados en
la Sagrada Escritura son ficciones poéticas, y los misterios de la fe cristiana
resultado de investigaciones filosóficas; y en los libros del antiguo y del
nuevo Testamento se encierran mitos; y el mismo Jesucristo es una invención de
esta especie.
De autoría de Indiferentismo.
Latitudinarismo
XV. Todo hombre es libre para abrazar y profesar la
religión que guiado de la luz de la razón juzgare por verdadera.
XVI. En el culto de cualquiera religión pueden los
hombres hallar el camino de la salud eterna y conseguir la eterna salvación.
XVII. Es bien por lo menos esperar la eterna salvación de
todos aquellos que no están en la verdadera Iglesia de Cristo.
XVIII. El protestantismo no es más que una forma diversa
de la misma verdadera Religión cristiana, en la cual, lo mismo que en la
Iglesia, es posible agradar a Dios.
Denuncias
como errores acerca de la Iglesia y sus derechos
XIX. La Iglesia no es una verdadera y perfecta sociedad,
completamente libre, ni está provista de sus propios y constantes derechos que
le confirió su divino fundador, antes bien corresponde a la potestad civil
definir cuales sean los derechos de la Iglesia y los límites dentro de los
cuales pueda ejercitarlos.
XX. La potestad eclesiástica no debe ejercer su autoridad
sin la venia y consentimiento del gobierno civil.
XXI. La Iglesia carece de la potestad de definir
dogmáticamente que la Religión de la Iglesia católica sea únicamente la
verdadera Religión.
XXIII. Los Romanos Pontífices y los Concilios ecuménicos
se salieron de los límites de su potestad, usurparon los derechos de los
Príncipes, y aun erraron también en definir las cosas tocantes a la fe y a las
costumbres.
XXIV. La Iglesia no tiene la potestad de emplear la fuerza,
ni potestad ninguna temporal directa ni indirecta.
XXV. Fuera de la potestad inherente al Episcopado, hay
otra temporal, concedida a los Obispos expresa o tácitamente por el poder
civil, el cual puede por consiguiente revocarla cuando sea de su agrado.
XXVI. La Iglesia no tiene derecho nativo legítimo de
adquirir y poseer bienes.
XXVII. Los sagrados ministros de la Iglesia y el Romano
Pontífice deben ser enteramente excluidos de todo cuidado y dominio de cosas
temporales
XXXVIII. La conducta excesivamente arbitraria de los
Romanos Pontífices contribuyó a la división de la Iglesia en oriental y
occidental.
Errores tocantes a la sociedad civil considerada en sí
misma o en sus relaciones con la Iglesia
XL. La doctrina de la Iglesia católica es contraria al
bien y a los intereses de la sociedad humana.
XLII. En caso de colisión entre las leyes de una y otra
potestad debe prevalecer el derecho civil.
XLV. Todo el régimen de las escuelas públicas, en donde
se forma la juventud de algún estado cristiano, a excepción en algunos puntos
de los seminarios episcopales, puede y debe ser de la atribución de la
autoridad civil; y de tal manera puede y debe ser de ella, que en ninguna otra
autoridad se reconozca el derecho de inmiscuirse en la disciplina de las
escuelas, en el régimen de los estudios, en la colación de los grados, ni en la
elección y aprobación de los maestros.
XLVII. La óptima constitución de la sociedad civil exige
que las escuelas populares, concurridas de los niños de cualquiera clase del pueblo,
y en general los institutos públicos, destinados a la enseñanza de las letras y
a otros estudios superiores, y a la educación de la juventud, estén exentos de
toda autoridad, acción moderadora e injerencia de la Iglesia, y que se sometan
al pleno arbitrio de la autoridad civil y política, al gusto de los
gobernantes, y según la norma de las opiniones corrientes del siglo.
XLVIII. Los católicos solo pueden aprobar aquella forma
de educar a la juventud, que esté separada, disociada de la fe católica y de la
potestad de la Iglesia, y mire solamente a la ciencia de las cosas naturales, y
de un modo exclusivo, o por lo menos primario, los fines de la vida civil y
terrena.
LIV. Los Reyes y los Príncipes no sólo están exentos de
la jurisdicción de la Iglesia, sino que también son superiores a la Iglesia en
dirimir las cuestiones de jurisdicción.
LIX. No se deben de reconocer más fuerzas que las que
están puestas en la materia, y toda disciplina y honestidad de costumbres debe
colocarse en acumular y aumentar por cualquier medio las riquezas y en
satisfacer las pasiones.
LXIII. Negar la obediencia a los Príncipes legítimos, y
lo que es más, rebelarse contra ellos, es cosa lícita.
Tenidos como errores en el matrimonio cristiano
LXV. No se puede de ninguna manera decir que Cristo haya
elevado el matrimonio a la dignidad de sacramento.
LXVI. El sacramento del matrimonio no es sino una cosa
accesoria al contrato y separable de este, y el mismo sacramento consiste en la
sola bendición nupcial.
LXVII. El vínculo del matrimonio no es indisoluble por
derecho natural, y en varios casos puede sancionarse por la autoridad civil el
divorcio propiamente dicho.
LXVIII. La Iglesia no tiene la potestad de introducir
impedimentos dirimentes del matrimonio, sino a la autoridad civil compete esta
facultad, por la cual deben ser quitados los impedimentos existentes.
LXIX. La Iglesia comenzó en los siglos posteriores a
introducir los impedimentos dirimentes, no por derecho propio, sino usando el
que había recibido de la potestad civil.
LXXIII. Por virtud de contrato meramente civil puede
tener lugar entre los cristianos el verdadero matrimonio; y es falso que el
contrato de matrimonio entre los cristianos debe ser siempre con el sacramento,
o que el contrato sea nulo si se excluye el sacramento.
Errores acerca
del principado civil del Romano Pontífice
LXXVI. La enajenación del Estado imperio, que la Sede
Apostólica posee, ayudaría muchísimo a la libertad y a la prosperidad de la
Iglesia.
Errores del liberalismo de nuestros días
LXXVII. En esta nuestra edad no conviene ya que la
Religión católica sea tenida como la única religión del Estado, con exclusión
de otros cualesquiera cultos.
LXXVIII. De aquí que laudablemente sea establecido por la
ley en los países católicos, que a los extranjeros que vayan allí, les sea
lícito tener público ejercicio del culto propio de cada uno.
LXXIX. Es sin duda falso que la libertad civil de
cualquiera culto, y lo mismo la amplia facultad concedida a todos de manifestar
abiertamente y en público cualesquiera opiniones y pensamientos, conduzca a
corromper más fácilmente las costumbres y los ánimos, y a propagar la peste del
indiferentismo.
LXXX. El Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y
transigir con el progreso, con el liberalismo y con la moderna civilización.
Ante las condenas
hechas por el papa Pío IX, los masones decidieron realizar un anticoncilio
internacional y elaboraron un libreto publicitario que entre otras cosas decía:
“El Anticoncilio quiere luz y verdad, quiere ciencia y
razón, no fe ciega, no fanatismo, no dogmas, no hogueras. La infalibilidad
papal es una herejía. La religión católica romana es una mentira; su reino es
un delito.”
En el lapso del papa Pío IX ocurrió el famoso secuestro eclesiástico del
niño Edgardo Mortara, hijo de padres judíos, un asunto difícil de que ocurra en
el tiempo actual, y que si ocurriese ahora la humanidad no dudaría en acusar de
secuestro a la Iglesia. Por orden eclesiástica, el niño Edgardo Mortara fue
secuestrado por el Vaticano, porque sus padres eran judíos y, según la Iglesia,
Edgardo había sido bautizado por la cuidadora del niño, una empleada doméstica
cristiana que creyó que el niño se iba a morir y, sin autorización de los
padres de Mortara, en el nombre del
Padre, del Hijo y del espíritu santo lo bautizó ella misma. Aunque después
la Iglesia le hizo un gran lavado de cerebro a Mortara para que éste cuando se
hiciera adulto rechazara a su familia y sirviera de testigo a favor del
Vaticano, ese secuestro infame le ha impedido la canonización al ahora beato
papa Pío IX.
En el año 1870 se realizó el concilio Vaticano I, en el que entre otras
cosas se decretó la infalibilidad del papa, o sea que quedó establecido que el
papa es inmune a cometer error al decretar normas o hacer cosas que conlleven
fallas o pecados, norma que es sostenida con el argumento de que el pontífice
está asistido por el espíritu santo.
El día que iban a sepultar al papa Pío IX, una manifestación pública del
pueblo romano, según rumores atizada por masones, estuvo a punto de quitarle el
cadáver del pontífice a la guardia vaticana, para tirarlo al río Tíber. El
féretro se salvó de ser echado al río gracias a que la guardia era numerosa y
porque rápidamente llevaron el ataúd a un lugar secreto y seguro.
El siguiente papa elegido tomó el nombre de León XIII (1878 a 1903),
siendo antes un abogado conservador, cardenal y miembro antiguo de la monarquía
eclesiástica romana.
Pero algunos de los nuevos gobiernos de América no querían ataduras
religiosas; en el año 1884 el presidente chileno, Domingo Santa María, aprobó
las Leyes Laicas, con las que separó
De esa circunstancia internacional nació el conservatismo cristiano, una
nueva fórmula política de
A principios del año 1891, el papa León XIII emitió la encíclica Rerum
novarum, una guía eclesiástica populista que, entre otros eventos, con toda
clase de patrañas, sobornos y ventajas para la Iglesia fue usada después para
legitimar la dictadura del franquismo español.
Ya en esta época todos los monarcas eran instruidos, pero casi todos
seguían siendo esclavistas y sanguinarios; ya sin la existencia de los Estados
Eclesiásticos y esta vez sin participación de la Iglesia, tal como el papa
Alejandro VI en el año 1494 había repartido América entre España y Portugal; en
el año 1884, en una conferencia que convocaron Francia y el Reino Unido en
Berlín con la intensión de hacerse a nuevos territorios, en unos alegatos de
derechos monárquicos, el continente africano fue repartido entre alemanes,
belgas, británicos, españoles, franceses, italianos, portugueses y
anglo-egipcios. En la conferencia no hubo representante africano, y, tal como
había hecho el papa Alejandro VI con ‘Las Indias’, además del territorio de
África, el reparto incluyó sus habitantes y sus riquezas; el mal llamado Estado
Libre del Congo, luego de ese acuerdo fue ratificado como propiedad personal
del rey Leopoldo II de Bélgica.
El papa León XIII era autoritario y, como casi todos los monarcas
romanos, tenía complejos de divinidad. A sus visitantes les exigía permanecer
de rodillas durante todo el tiempo que durara la audiencia; con tales fines
decretó varias reglas humillantes de formalismo en el trato de particulares con
el papa, permaneciendo la mayoría de esas normas hasta la llegada del papa Juan
XXIII. Este pontífice fue un gran tratadista internacional que le dio gran
importancia a la introducción de
En el año 1903, el cargo de papa no era apetecido por la oligarquía
italiana. Tras la muerte del papa León XIII, el nuevo papa que eligió la monarquía
eclesiástica era hijo de un cartero con una costurera, pero religiosamente bien
educado, y al ser consagrado tomó el nombre de Pío X (1903 a 1914).
El otrora poderoso imperio de la Iglesia había sido ignorado en la
repartición de África y en respuesta a la pérdida de poderes políticos del
Vaticano, en el año 1904, el papa Pío X prohibió los vetos a la elección papal,
por parte de los Estados que por tratados antiguos gozaban de tal privilegio.
Aunque no era abogado, fue él quien hizo organizar el derecho canónico que
hasta entonces estaba en total desorden. Recibió la Santa Sede casi en quiebra
y él fue un papa pobre, religioso y bondadoso, tal como se dice que fue Jesús y
como debieron ser todos los papas de
El sucesor del papa Pío X tomó el nombre de Benedicto XV (1914 a 1922),
y comenzó su pontificado cuando empezó la primera guerra mundial, cuya causa
más que todo se debió a conflictos entre las monarquías europeas por
desacuerdos en los manejos económicos y políticos del ya explicado reparto de
África.
Este papa era un hombre muy bien ilustrado, estudioso y actualizado en
los aconteceres de la época; en contra del deseo de las dos partes en guerra,
sabiamente él mantuvo la neutralidad eclesiástica en el conflicto mundial.
Durante y después de ese conflicto realizó numerosas campañas humanitarias y
luego elaboró y propuso una fórmula para crear mecanismos internacionales que
evitaran en el futuro la ocurrencia de conflictos de esa magnitud.
El papa Benedicto XV les dio gran importancia a las relaciones
internacionales de
El sucesor del papa Benedicto XV también era un hombre ilustrado y
actualizado en asuntos internacionales, pero con poca experiencia en manejo
eclesiástico. Tomó el nombre de Pío XI (1922 a 1939), y en su pontificado fue
firmado el Pacto de Letrán, que le dio vida formal a la actual Ciudad del
Vaticano, como Estado libre dentro de la ciudad de Roma. Ese tratado fue
suscrito entre
En el año 1931 nació Radio Vaticano, una emisora que transmitía las
opiniones de
Este papa fue un gran hacedor de santos y beatos, en su pontificado
canonizó 33 santos, entre estos a san Roberto Belarmino, el cardenal inquisidor
que condenó a los sabios Giordano y Galileo, y gestionó alrededor de 500
beatificaciones.
Se rumoró que la muerte del papa Pío XI había sido por envenenamiento,
según se dijo tramada por el entonces dictador fascista Benito Mussolini,
debido a la mala publicidad que hacía el Vaticano del fascismo italiano y del
nazismo alemán, y por haber publicado en contra de los
asesinatos del nazismo, el 14 de marzo de 1937, su encíclica Mit brennender
Sorge (Con ardiente inquietud), un razonamiento político que hizo enojar a
Hitler.
El siguiente papa tomó el nombre de Pío XII (1939 a 1958) y fue
pontífice durante todo el tiempo que duró la Segunda Guerra Mundial. Se dice
que este papa les tenía pavor a los insectos y que era hipocondríaco. Su nombre
era Giovanni Pacelli, miembro de una familia de gran trayectoria eclesiástica,
y antes de ser papa había tenido vínculos con los nazis, tratados que han
puesto en duda su neutralidad durante el conflicto mundial.
Se dice que el
inspirador del exterminio judío fue Hitler pero, por las actividades que
desarrolló en Alemania el cardenal Pacelli con el nazismo, muchos expertos en
ese tema han creído que el exterminio judío fue el último intento de la Iglesia
para hacerse dueña del Mundo, y que la intención de la Santa Sede era utilizar
la Segunda Guerra Mundial para acabar con las religiones judía y musulmana, el
comunismo, la masonería y todas las logias religiosas, y eliminar a los indios
y a los negros instruidos de todo el planeta, como hizo en el siglo XVI con los
sabios nativos de América, para dejar únicamente pueblos rasos y luego
esclavizarlos en beneficio del nuevo Imperio Ario Romano soñado por Hitler y
planeado por el Vaticano. Y lo que sí está claro a estas alturas de análisis del
nazismo, es que Hitler no hubiera podido obtener el poder alemán sin el apoyo
del Vaticano y que el papa Pío XII tenía el propósito de convertirse en
emperador del Mundo cuando terminara esa guerra.
En este sentido vale señalar que, antes de la Segunda
Guerra Mundial, el cardenal Pacelli y futuro papa Pío XII fue nuncio papal en
Alemania por muchos años y siempre estuvo engranado con los movimientos
políticos alemanes, con los cuales tenía diversas relaciones, entre estos, con
el poderoso partido nazi Zentrum, inclusive, siendo un gran amigo de Ludvig
Kaas, un sacerdote alemán que llegó a ser presidente de ese movimiento
político, y que, a través de este religioso, Pacelli presionó al partido nazi
para que negociara un concordato entre Hitler y la Santa Sede, tratado que fue
realizado pero del que no se conocen los detalles. Sin embargo, se
sabe que en éste se convino la confirmación del Kirchensteuer, un
impuesto eclesiástico a la población alemana que ya existía, y que, por haber
sido revalidado, fue cobrado durante toda la Segunda Guerra Mundial y aún está
vigente. Además, se sabe que durante la guerra acordaron dejar a España como
país neutral para usarlo de plataforma para el envío de invasores y espías
nazis a Suramérica, igual que para la huida de criminales nazis disfrazados de
religiosos cristianos o aparentando ser funcionarios de la Cruz Roja
Internacional, y que también convinieron la neutralidad de Suiza, país que destinaron y usaron
para depositar los tesoros y la gran cantidad de riquezas que, al estilo de las
cruzadas cristianas, fueron robados o saqueados por los nazis en las naciones
que ocuparon.
Cuando
con el respaldo del partido Zentrum fue elegido canciller Heinrich Brüning, el
nuncio Pacelli le insinuó a éste que le diera a Hitler un puesto en el
gabinete, pedido al que Brüning se negó y razón por la que tanto el Vaticano
como el presidente de ese partido le retiraron el apoyo y lo dejaron a merced
de sus enemigos, abandono este del que surgió la oportunidad para que Hitler se
convirtiera en canciller.
Por las
declaraciones de Hitler no hay duda de que él fue adoctrinado por la Iglesia;
en uno de sus tantos discursos antijudíos dijo: “No importa si el judío
individual es decente o no. Posee ciertas características que le han sido dadas
por la naturaleza y nunca podrá librarse de ellas. El judío es dañino para
nosotros... Mis sentimientos como cristiano me inclinan a ser un luchador por
mi Señor y Salvador. Me llevan a aquel hombre que, alguna vez solitario y con
sólo unos pocos seguidores, reconoció a los judíos como lo que eran, y llamó a
los hombres a pelear contra ellos... Como cristiano, le debo algo a mi propio
pueblo”.
Hitler no
negaba que era católico ni renunció a ser cristiano, y la Iglesia, a pesar de
sus incontables delitos, jamás lo cuestionó ni mucho menos lo excomulgó, sino
que, al contrario, el papa Pío XII, en diciembre de 1942, se negó a firmar una
declaración de los Aliados que condenaba la exterminación de judíos. Y el
famoso religioso y político nazis, Franz Michael von Papen, en una campaña de
propaganda nazis dijo:
“Nosotros, los católicos alemanes, apoyaremos
con toda nuestra alma y plena convicción a Adolf Hitler y su gobierno (...) El
catolicismo alemán tiene que participar activamente en la edificación del
Tercer Reich.”
Pero, según los expertos en ese asunto, si en la Segunda Guerra Mundial hubieran funcionado las cosas como
pretendía el Tercer Reich, el resultado no hubiera sido igual a lo que pensaba
y quería Hitler, es decir, que él gobernaría el mundo desde Berlín, cuya ciudad
se convertiría en la capital del planeta, sino que ahora en el mundo no habría
mas religión que la cristiana y un solo partido político que muy seguramente
sería una versión amoldada a un nacionalismo cristiano, y así el papa se
hubiera convertido en el Jefe de los Estados del Mundo, claro está con Despacho
en la Santa Sede, cosa que ya había intentado en su lapso (1073 a 1085) el papa
Gregorio VII.
En el año 1946, el papa Pío XII le ordenó a su
nuncio en Francia que instruyera a los católicos a que no devolvieran los niños
judíos que les habían confiado sus padres, si éstos habían sido bautizados.
Esta situación se había generado porque numerosos judíos franceses alcanzaron a
huir de este país, en condiciones precarias para escapar del exterminio nazi,
confiándoles sus hijos a familias católicas francesas que eran amigas o de
buena voluntad, y muchas de esas personas, con el fin de garantizar la
seguridad de estos niños, procedieron a ocultar su origen étnico llegando
incluso a bautizarlos como católicos, y, por haber finalizado la guerra, estos
judíos estaban reclamando sus hijos.
Para fortunio de
los judíos, el nuncio en Francia era Ángelo Roncalli, futuro papa Juan XXIII,
quien orientándose por la lógica humana de: ¡El amor está por sobre todo! y no
por la idea eclesiástica de que “no hay salvación fuera de la fe católica”
desobedeció la instrucción papal y permitió que todos los niños judíos salvados
de los nazis, bautizados o no, pudieran volver a sus hogares familiares. Por
este hecho, para gran parte de la humanidad resultó desconcertante que se
hubiera abierto el proceso de canonización de Pío XII, quien es considerado
como el último “Papa-Rey” medieval de la Iglesia.
Después que terminó la segunda guerra mundial, el papa Pío XII participó
directamente en política apoyando al partido Democracia Cristiana y
excomulgando a los católicos comunistas. En el año 1955, por arrestar jefes
religiosos y expropiarle propiedades a
El sucesor del papa Pío XII fue Ángelo Roncalli, un cardenal religioso
que fue elegido a modo de transición y que tomó el nombre de Juan XXIII (1958 a
1963). Este papa resultó ser uno de los pontífices más queridos por la
humanidad; en esa época las monarquías civiles ya habían perdido gran parte del
poder político mundial, pero ese no era el caso de la monarquía eclesiástica,
en cuanto al manejo del cristianismo, que había usado una bien elaborada
estrategia diplomática y de publicidad escrita en diversos libretos y por Radio
Vaticano, para evitar que la humanidad supiera el historial criminal de la
Iglesia, así como impedir que se informara de las eternas perversidades de la
monarquía eclesiástica romana, modelo publicitario que benefició a Juan XXIII.
Desde la época del papa Pío IX había sido erradicado el nombramiento de
cardenales sin ninguna preparación política y/o religiosa. Ahora la monarquía
de
El 3 de enero de 1962, por no pagarle los impuestos del alma al Vaticano
y perseguir a los ‘curas camorreros’, el papa Juan XXIII excomulgó al dictador
cubano Fidel Castro, y poco antes de morir presidió la primera fase del
Concilio Vaticano II, convocado por él al iniciar su mandato, cuyo propósito
era renovar
A partir del año 1959, la Santa Sede empezó a trasladar a Estados Unidos
una parte del oro que habían depositado los nazis en Suiza y, cuando empezó la
Guerra Fría, empezó a llegar a esta nación un numeroso grupo de extranjeros
eclesiásticos que ingresó en las mejores universidades del país, quienes al
cabo de un año eran nacionalizados como ciudadanos estadounidenses.
El 22 de noviembre de 1963 fue asesinado John F Kennedy, presidente de
los Estados Unidos, y según numerosas personas que investigaron o escribieron
acerca de ese magnicidio, el autor intelectual de ese asesinato fue el
Vaticano.
Los registros históricos de dichos investigadores pueden resumirse en
que la Iglesia, liderada entonces en Estados Unidos por el cardenal jesuita
Francis Spellman, con la alianza de la Compañía de Jesús y el Opus Dei planeó y
ejecutó el asesinato de Kennedy, porque el mandatario gringo había tomado dos
decisiones que perjudicaban a la Santa Sede, tanto en lo económico como en el
adoctrinamiento religioso.
Una de esas decisiones era el retiro de las tropas americanas de la
guerra de Vietnam, cosa que no le convenía al Vaticano porque la Iglesia estaba
aprovechando ese conflicto para convertir a Asia en región cristiana; y la otra
decisión perjudicial para la Santa Sede tenía que ver con la orden del
presidente de Estados Unidos, de eliminar el manejo mafioso que en provecho
eclesiástico le estaban dando los jesuitas a las Reservas Federales.
Según los registros de numerosos investigadores, antes de Kennedy ser presidente,
gran parte del oro depositado en Suiza durante la Segunda Guerra Mundial fue
trasladado por la Iglesia a los Estados Unidos para ser usado por los jesuitas
como respaldo de las emisiones del dinero americano, y así dicho tesoro, sin
hacer nada, le producía enormes intereses a la Iglesia, entidad que además
estaba usando las Reservas Federales para blanquear las enormes utilidades
económicas que recibía el Vaticano del narcotráfico asiático, detalles que
después de la muerte del presidente gringo dieron, entre otros, los
investigadores y escritores Avro Manhattan, Rober Morrow y el coronel
estadounidense James Gritz, concluyendo que por haber tomado las decisiones de
retirar las tropas de Vietnam y eliminar el manejo mafioso en las Reservas
Federales, el Vaticano asesinó al presidente Kennedy.
El sucesor del papa Juan XXIII
había sido un experto y veterano diplomático de la Iglesia, quien al ser
entronizado tomó el nombre de Pablo VI (1963 a 1978), y quien poco después de
ser consagrado presidió el exitoso Concilio Vaticano II, convocado por su
predecesor. Fue él un papa viajero y gran reformador de la Iglesia, en cuyo
lapso internacionalizó el Sacro Colegio Cardenalicio, redujo el enorme dominio
italiano en las estructuras de la Iglesia y aumentó el poder de los jesuitas al
interior del gobierno de los Estados Unidos, detalle este último que ha sido
considerado como un refuerzo para sellar la impunidad en el asesinato del
presidente Kennedy.
El papa Pablo VI creó un título cardenalicio a nombre de san Roberto
Francisco Rómulo Belarmino, el cardenal inquisidor y exterminador de sabios y
'herejes' de la época de Galileo, cátedra de la cual es director Jorge Mario
Bergoglio, un cardenal jesuita, nacido en Argentina, pero hijo de italianos que
era uno de los cardenales favoritos en la elección del sucesor del papa Juan
Pablo II.
Tras la muerte del papa Pablo VI, fue elegido papa el cardenal Albino
Luciani Tancon, quien tomó el nombre de Juan Pablo I (26 de agosto a 28 de
septiembre de 1978), y quien murió un mes después, envenenado, según varias
investigaciones posteriores, aunque
Hasta el presente no se sabe con certeza quién asesinó al papa Juan
Pablo I; el primer sospechoso fue el obispo americano Paúl Marcinkus, apodado
‘el gorila Marcinkus’, director del Instituto para las Obras Religiosas y
presidente del Banco del Vaticano, en tal caso con la colaboración del cardenal
Villot, secretario de Estado del Vaticano que iba a ser relevado. Pero la mafia
eclesiástica dijo que fue un asesinato orquestado por
Hay versiones que aseguran que gran parte del grupo de cardenales
neoliberales que eligió papa al cardenal polaco Karol Józef Wojtyla estuvo
involucrado en el asesinato del papa Juan Pablo I, pero lo cierto es que fue un
asesinato hecho por criminales profesionales y, al alcance del público, no
existen pruebas en tal sentido. Y también es cierto que la elección del sucesor
de Juan Pablo I fue una elección novedosa; desde Adriano VI (1522 a 1523), fue
este el primer papa no italiano, y al ser consagrado tomó el nombre de Juan
Pablo II (1978 a 2005), siendo él un hombre que había sufrido las crueldades de
la segunda guerra mundial y, en cuanto a lo político, fue un papa pacifista.
Pero en su contra está el hecho de haber protegido a un gran número de
funcionarios eclesiásticos criminales, inclusive, hasta en el propio Vaticano,
como ocurrió con el cura asesino, pedófilo y adicto a las drogas Marcial
Maciel, que en esa época era un gran productor de riquezas para la Iglesia, con
su organización perversa Legión de Cristo.
El papa Juan Pablo II fue un gran aliado y protector de este delincuente
full delitos y no le dio importancia a ninguna de las casi mil denuncias que
religiosos y numerosas personas violadas o víctimas de Maciel hicieron en su
contra, demandas que, aunque estaban en su despacho, jamás tuvo en cuenta este
carismático pontífice. Y, en todo el mundo, con traslados y diversas patrañas
protegió a un gran número de eclesiásticos pedófilos o delincuentes.
En junio del año 1983 fue secuestrada en el Vaticano Emanuela Orlandi,
de 15 años de edad, secuestro que fue acallado por este papa y que, según
investigaciones recientes, fue ejecutado por gente del Vaticano. Según el cura
Gabriele Armoth, luego de ser secuestrada, Emanuela fue hecha esclava sexual en
la Santa Sede y tras hacer con ella toda clase de orgías sexuales, fue
asesinada y enterrada al interior del Vaticano. Nadie ha asegurado que el papa
hubiera participado en este crimen, pero, por haber ocurrido los hechos dentro
de la Santa Sede y él no haber ordenado una investigación rigurosa, es obvio
que debió ser cómplice.
El jefe de la banda mafiosa ‘Mogliana’, Enrico de Pedis, alias
‘Renatino’, quien era el mafioso y criminal más temible de Italia, fue
asesinado en el año 1990. Este sujeto era amigo del papa Juan Pablo II, y luego
de ser asesinado, mediante el pago de alrededor de trecientos mil euros, con el
visto bueno del pontífice fue sepultado al lado de varios papas, en la Basílica
de san Apolinar, un lugar que hasta entonces era exclusivo para descanso eterno
de la monarquía eclesiástica.
Pero la mayor obra criminal de este papa fue la aprobación como
‘Prelatura personal’ al Opus Dei, entidad que desde entonces se convirtió en la
organización criminal más oscura del mundo, o sea que organizó a esa entidad en
una secta que es el equivalente a un cartel de multimillonarios, dictadores y
mafiosos, cuyos miembros son dirigidos y protegidos por el Vaticano.
Es poco lo que se sabe del engranaje interno del Opus Dei, muchos dicen
que maneja la mafia eclesiástica mundial, inclusive, se cree que el Grupo
Bilderberg hace pare de su dirigencia, y cabe añadir que la permisidad de Juan
Pablo II en los hechos corruptos que se suscitaron en esa época, apuntan a que
él fue cómplice del manejo mafioso del sistema bancario de la Iglesia.
En su largo periodo nombró 232 cardenales y hasta la fecha él ha sido el
papa más viajero. En la plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981, el papa Juan
Pablo II sufrió un atentado a balazos de parte del terrorista Mehmet Ali Agca,
resultando afectada su salud por el resto de su vida.
Hasta el presente ha sido Juan Pablo II el único papa que públicamente
ha pedido perdón por los errores de
Este papa excomulgó al obispo
francés, Marcel Lefebvre, por haber ordenado cuatro obispos y, hasta el
presente, esa es la última excomunión famosa de la Santa Iglesia. Juan Pablo II
fue uno de los papas más hipócritas, pero, por su gran carisma, murió como un
ídolo de la humanidad, a los 84 años de edad.
El sucesor del papa Juan Pablo II tomó el nombre de Benedicto XVI, y
desde el año 2005 es el actual monarca de la Iglesia. Hay indicios de que hubo
soborno en la elección de este papa, inclusive, un cardenal que estuvo en ese
concilio y que no votó por él para pontífice le dijo al periódico O Globo de
Brasil que el actual papa no había sido elegido por inspiración del espíritu
santo sino por el millón de dólares de soborno que el Opus Dei le había pagado
a cada uno de los cardenales que votaron por el cardenal Ratzinger. Como es
obvio, el papa Benedicto XVI hace parte del grupo todopoderoso que dirige la
Prelatura del Opus Dei. Y su más fuerte rival fue el cardenal jesuita Jorge
Mario Bergoglio, un argentino hijo de italianos, que, según rumores, el
Vaticano desea convertir en el primer pontífice americano.
Luego de visitar varios países africanos, Benedicto XVI fue duramente
cuestionado por haberse opuesto al uso del preservativo sexual en África, el
continente más afectado por el sida, y algunos expertos aseguran que, si se
cumpliera ese deseo del papa, el resultado sería el contagio de sida a casi
toda la población africana, con rápida extendida al resto del mundo. No hay
prueba de que la intención del papa sea la eliminación de la población
africana, pero ese sería el resultado si se cumpliera su deseo en cuanto al no
uso del preservativo.
En cuanto al antiguo Imperio Eclesiástico, en la actualidad Argentina es
el único país de América que no tiene gobierno laico. Y al menos 35 naciones
europeas, que estuvieron obligadas a ser Estados cristianos, hoy en día tienen
gobiernos laicos. Sin embargo, debido al enorme poder económico del Vaticano,
en ningún país del antiguo imperio de fe cristiana se le ha podido quitar a la
Iglesia el monopolio de adoctrinamiento cristiano en la educación académica, o
sea que los gobiernos en el antiguo imperio cristiano son laicos, pero la
educación es obligadamente cristiana, y de ese modo la Santa Sede sigue
sometiendo de conciencia a la gente del área que perdió cuando surgió la
democracia.
LA RELIGIÓN MUSULMANA
Para saber cómo empezó la religión musulmana, ahora volvamos a los años
seiscientos de nuestra era, la época en que nació esta organización religiosa.
Ya vimos el poder que tenía la religión cristiana en esa época y su permanente
crecimiento; ahora veamos donde y cómo empieza el asunto musulmán; quiénes son
los protagonistas, qué hacen, y cómo se comportan entre ellos.
Desde el año 500, el papa Símaco (498 a 514), había normalizado que
El antes poderoso Imperio Romano poco a poco se había desmoronado, y en
el año 476, su parte sobreviviente pasó a ser el inestable Imperio Bizantino,
con gobiernos y fronteras que cambiaban con frecuencia. Por el contrario, en
Roma, el cada vez más poderoso catolicismo seguía unido y en Europa cada día
era más difícil que un gobierno, ya fuera de un Estado lejano, ciudad o
territorio, sobreviviera sin ser dominado por el papa o sin su alianza.
Mediante dos requisitos, la oligarquía romana se aseguró el control de
nombramiento de papas. Esos requisitos eran: Que el elegido fuera un obispo
romano nombrado por ellos; y que el obispo ejerciera en Roma. O sea que ningún
religioso que estuviera ejerciendo sus funciones religiosas fuera de Roma podía
ser candidato a papa; y, por regla, era obligatorio que el elegido a pontífice
fuera un ciudadano romano.
Conviene aclarar que desde que la religión católica se convirtió en
religión oficial del imperio romano, el puesto de papa o jefe del cristianismo
dejó de ser ejercido por los pobres y perseguidos religiosos de la plebe y pasó
a ser ocupado por miembros o funcionarios de la monarquía romana que por lo
general no tenían ninguna devoción por la religión que representaban. El hecho
de convertir el cristianismo en religión del imperio romano fue un acto de
estrategia político social que, como era de esperarse, devoró la necesidad de
fe religiosa como guía fundamental en sus directivos y la reemplazó por actitud
de función político económica. Y la endiosada de Jesús fue una estrategia
política de la monarquía romana para usar al Cristo romano de escudo divino
para convertirse ellos en jefes de las demás monarquías del mundo.
Desde el comienzo, el resultado de esa estrategia religiosa fue tan
bueno que, como en todos los negocios que resultan demasiado rentables, fue
imposible evitar el surgimiento de la competencia. Y esa competencia nació en
Arabia, un lugar lejano de Roma que no les interesaba a los romanos, por ser
desértico, pobre y poblado por tribus de beduinos analfabetas y guerreros.
El comienzo de la historia del Islam o religión musulmana tiene varios
ingredientes de los comienzos de las religiones judía y cristiana. El
protagonista de este asunto se llamaba I-Qasim Muhammad, más conocido en
español como Mahoma, quien nació en
El conjunto de los hechos que componen la historia de Mahoma es llamado
Hadices por los musulmanes. Según esos relatos, Mahoma nació huérfano de padre
y siendo niño fue dejado al cuidado de mujeres beduinas que, tradicionalmente
en ese territorio, eran las encargadas de cuidar y educar a los niños. Uno de
esos hadices dice que siendo niño Mahoma, una tarde estando él jugando en el
desierto con varios niños, de repente descendió el ángel Gabriel, le abrió el
pecho, le sacó el corazón y le extrajo un coágulo negro y dijo: “Esta era la
parte por donde Satán podría seducirte”. Y el relato añade que el ángel después
lavó el corazón con agua Zam Zam, en un recipiente de oro, y luego se lo colocó
en su sitio. Además, explica que los niños compañeros de Mahoma corrieron a la
tienda donde vivían y avisaron que éste había sido asesinado, y que enseguida
las mujeres beduinas acudieron al lugar y lo encontraron sano y tranquilo. -En
este caso conviene aclarar que en la antigüedad se creía que la gente tenía el
espíritu en el corazón, y por eso debió ser que los autores de este cuento
inventaron así esta farsa-.
Según los hadices, por ese hecho Mahoma fue devuelto a su madre y más
tarde quedó al cuidado de su tío Abu Talib, jefe de la tribu más poderosa de
Analizando esos escritos, se puede concluir que Mahoma andando con su
tío adquirió experiencia de guerrero y conocimientos de comerciante y de
caravanero del desierto. A la edad de 25 años Mahoma trabajaba para una viuda
rica, llamada Jadiya, con quien se casó después y tuvieron seis hijos, dos
varones y cuatro hembras, y Mahoma se convirtió en un rico comerciante. Los dos
hijos varones murieron pequeños; las hijas habidas con Jadiya fueron llamadas
Fátima, Rugayyah, Umm Kulsum y Zainab.
Según datos históricos, Jadiya, la millonaria esposa de Mahoma fue su
primera creyente y lo patrocinó para que con ella y con su tío Abu Talib
fundaran en sociedad la religión musulmana. Y, gracias al dinero de Jadiya que
les donaba su esposo a los pobres, los creyentes musulmanes crecieron como
espuma y, rápidamente, el desde entonces profeta Mahoma organizó un poderoso
ejército con el que sometía y obligaba a los pueblos vencidos a creer en las
reglas o leyes que, supuestamente, por orden de Alá (Dios), le daba a él el
ángel Gabriel.
Mahoma era analfabeta, los musulmanes dan por hecho que los hadices y
todas las reglas del Islam fueron dadas al luego profeta Mahoma por el ángel
Gabriel y que él, para que las memorizaran, se las encomendó a unas personas
denominadas como “hafiz”, quienes, según los musulmanes, para no olvidar ni
cambiar nada de lo dicho por el ángel al profeta Mahoma, repetían esos datos
varias veces durante todos los días de sus vidas.
Según la creencia de los musulmanes, con la recopilación de esos
hadices, muchos años después de muertos los hafiz o memoriadores que los
recibieron de Mahoma, pero sin que estos sufrieran ningún cambio de fondo ni de
forma, fue armado y escrito el Corán, que en la práctica es una constitución
religiosa y que además puede considerarse como el reemplazo de
Un hadice o relato del Corán cuenta que después de tener seis hijos con
Jadiya, su primera esposa, ya siendo Mahoma un rico comerciante y poderoso
líder de los qurayshi, la tribu más poderosa de
Según el relato, su esposa Jadiya lo apoyó y lo animó en ese asunto y
fue ella la primera persona que se convirtió en musulmana, y desde entonces
Mahoma se dedicó de lleno a predicar las normas religiosas que, aseguraba él,
le daba directamente el ángel Gabriel. Mahoma, con la riqueza de su esposa
ayudaba a la gente y muy pronto sus seguidores crecieron en tal número que
despertaron la desconfianza de las tribus locales, que se beneficiaban con la
llegada de peregrinos a
Es de señalar que el monoteísmo religioso que predicaba Mahoma
perjudicaba a todas las tribus, incluida la suya, ya que el paganismo religioso
de peregrinos era la mayor fuente de riqueza que recibía La Meca, y al eliminar
el paganismo se acababa lo que más producía riqueza para todos. Pero el
profeta, con muchos gastos, se dedicó de lleno a ese asunto y en ese momento
nadie descubrió el verdadero propósito de la nueva fe religiosa que predicaba
Mahoma.
Igual a lo que ya había ocurrido con el cristianismo, en poco tiempo el
Islam, imitando con sus intimidaciones a la Iglesia Romana, también se
convirtió en una organización religiosa que, además de riqueza, le dio un poder
político enorme a su fundador, quien hasta entonces había vivido holgadamente
de la riqueza de su esposa Jadiya y quizá por eso durante los 24 años que
estuvo casado con ella no tuvo mas esposa ni romance conocido, aunque las cosas
sentimentales de Mahoma cambiaron en el año 619 cuando, de repente, murieron
Jadiya y el tío y socio del profeta, quedando el Islam, que ya era una gran
organización religiosa, guerrera y productora de riqueza, bajo el control
absoluto de Mahoma.
Los musulmanes definen la época de la muerte de Jadiya como 'El año de
los dolores', y suelen exagerar la tristeza que sintió Mahoma ese año cuando
murieron su esposa y su tío Abu Talib, pero, según registros históricos, poco
después de esos sucesos el profeta se casó dos veces y la segunda vez fue con
una niña, de nombre Aisha, que solo tenía 9 años; y en los 13 años que vivió
después de la muerte de su esposa Jadiya, el profeta contrajo matrimonio
alrededor de 30 veces, aunque de sus esposas sólo es conocido el nombre de poco
mas de una docena.
En el año 620 Mahoma y sus seguidores fueron perseguidos en La Meca y
tuvieron que irse para Jerusalén, en cuyo viaje, aseguran los escritos sagrados
musulmanes, una noche el profeta ascendió a los siete cielos e hizo contactos
con los profetas Abraham, Jesucristo, Moisés y otros que lo precedieron. -Es de
notar que los musulmanes a Jesús no lo consideran hijo de Dios sino un profeta,
sin ninguna divinidad, y que lo de los siete cielos se debe a que esta farsa
fue inventada cuando todavía la humanidad creía en la existencia de cielos
planos, por arriba de la tierra, con supuestas residencias divinas-.
Tiempo después, habiendo regresado a su patria y siendo un odiado líder
político en La Meca, Mahoma viajó a Medina invitado como mediador para resolver
unas querellas religiosas entre bandos árabes aws y khazraj, pero el arreglo
que él hizo fue que convirtió en islamistas a ambas tribus y prohibió el
derramamiento de sangre entre musulmanes. Poco después, teniendo bajo su
control esa ciudad, Mahoma emitió un decreto que es conocido como “La Constitución
de Medina”, donde se establecieron las reglas en que podían vivir en ese Estado
musulmán los seguidores de otras religiones, particularmente judíos y
cristianos, a quienes mediante el pago de un tributo, llamado dhimmi, se les
permitía seguir con sus creencias religiosas. Pero, a partir de entonces, las
religiones paganas fueron prohibidas en Medina. El acontecimiento de haberse
radicado Mahoma en Medina dio origen a la Hégira, que es el comienzo del
calendario musulmán.
Cuando Mahoma se radicó en Medina, además de cobrador de impuestos, se
dedicó con sus guerreros a asaltar las caravanas que se dirigían a La Meca y
muy pronto empezaron los problemas de sus seguidores religiosos en esa ciudad,
por los cuales allá fueron expropiadas las propiedades de los musulmanes.
No hay muchos registros históricos del profeta, pero, sin lugar a dudas,
Mahoma fue un gran oportunista. Se sabe que siendo joven se casó con una mujer
rica que, según algunos historiadores, era una viuda oligarca bastante mayor
que él, y todo apunta a que durante todo ese matrimonio la que mandaba era
ella, inclusive, según rumores históricos, el cuento de las aparecidas del
ángel Gabriel no lo inventó él sino ella, cosa que pudo ser cierta ya que sus
prédicas religiosas contenían una mezcla bien hecha de las escrituras sagradas
judía y cristiana, y Mahoma, por ser pobre era analfabeta y quizá incapaz de
inventar ese lío, pero su esposa, que hacía parte de la oligarquía de una tribu
árabe poderosa, lo más seguro es que sí fue instruida y por eso tuvo la
capacidad para armar esa magistral farsa.
Pero, aunque hubiera sido pobre y analfabeta, los detalles históricos
apuntan a que Mahoma era un hombre sumamente astuto y conchudo pues, luego de
dar a conocer la farsa de las aparecidas del arcángel Gabriel, en vez predecir
y anunciar la fecha de ‘El Día del Juicio Final’, se inventó el cuento de que
por 'prescripción coránica', él no podía participar físicamente en ningún
combate y con ese pretexto ganó o perdió todas sus guerras sin participar físicamente
en ninguna de ellas, y, por haber tenido tantas esposas, es deducible que buena
parte de su tiempo, en vez de orándole y adorando a Alá, la pasara conquistando
romances y teniendo relaciones sexuales.
Por los historiadores se sabe que sus suegros de confianza sí eran
bravos combatientes y que a ellos les delegaba el mando de sus ejércitos y el
reparto de los botines de guerra. Y de igual manera se sabe que supuestamente
para repartir entre los necesitados, a Mahoma había que darle una quinta parte
de todo lo que producía el Islam, tanto en guerras como en impuestos
religiosos; y que además, para agrandar su parte, él cobraba 45 onzas de plata
por la libertad de cada prisionero de guerra.
En marzo de 624 Mahoma al mando de 300 guerreros condujo el asalto a una
caravana que se dirigía a
Mahoma, sin terminar sus dos matrimonios anteriores, en Medina se casó
varias veces, entre otras con Hafsah, hija de Umar quien luego sería el sucesor
del califa Abu Bakr, el padre de Aisha, la tercera esposa de Mahoma, en cuyas
nupcias ella tenía nueve años.
Un hijo del tío de Mahoma, llamado Alí y futuro califa, se casó con
Fátima, una de las hijas del profeta; y Ruqayyah, otra de las hijas de Mahoma,
se casó con el líder guerrero y rico comerciante de La Meca, Uthman Ibn Affan,
pero ésta murió pronto y Uthman enseguida se casó con Umm Kulsum, hermana de la
recién fallecida y por lo tanto también hija del profeta. De los miembros
componentes de estos matrimonios surgieron después los herederos del trono del
Estado de la religión musulmana.
Mahoma murió el 8 de julio del año 632. No se sabe la causa de su
muerte, pero se sabe que convivía con varias esposas y que sus hombres de mayor
confianza eran algunos de sus suegros y sus dos yernos, y, quizá por no tener
hijo varón vivo, el profeta no eligió heredero para que lo sucediera en la
jefatura del Islam.
Los cuatro primeros ‘califas’, todos dirigentes guerreros, políticos y
religiosos de los musulmanes, son considerados por los seguidores del Islam
como “califas bien guiados”. El título de ‘califa’ fue inventado poco después
de la muerte del profeta; los dos primeros califas fueron suegros de Mahoma y
los dos siguientes habían sido yernos suyos. Es de añadir que, teniendo varias
esposas, Mahoma se casó como treinta veces, entre otras mujeres con Sawdah,
Hafsah, Zaynab, Ramlah, Umm Salama, Mariyah, Safiah y otras de diferentes
lugares, religiones, edades y colores. Se sabe que sus dos esposas Mariyah y
Safiah eran cristiana y judía respectivamente, y que entre sus esposas además
de blancas había indias y negras. Y hay registros que aseguran que tenía un
gran reguero de esposas, esparcidas en Arabia, Siria y Palestina.
Si nos atenemos a los registros históricos, Mahoma no fue un individuo
religioso sino un hombre tramoyista, full bandido, mujeriego, ambicioso y
astuto líder guerrero que, apoyado en las farsas religiosas del Islam, gestó un
gran número de masacres, guerras y asesinatos, eventos con los que logró
establecer la religión musulmana en Arabia, parte de Siria y de Palestina. No
conformó un Estado o gobierno musulmán, sino que, tal como hacían los
pontífices romanos, prefirió exprimir pueblos y ser él el jefe de los
gobernantes de los territorios que eran sometidos por sus guerreros.
Luego de la muerte de Mahoma, por tener propósitos y ambiciones
diferentes, los líderes musulmanes no lograron ponerse de acuerdo para elegir
al jefe de la religión musulmana. Los dirigentes de las tribus chiíes eran
partidarios de que Alí y los descendientes de su esposa Fátima, hija de Mahoma,
fueran los herederos del trono musulmán. Pero los dirigentes de los sunníes
pidieron que el sucesor fuera elegido entre los dirigentes quraysh, la tribu
originaria de Mahoma y, tiempo después, los jariyíes, una división que nació de
la primera guerra entre musulmanes, pedían que fuera elegido de entre todos los
musulmanes, sin importar color ni linaje. El resultado fue que nunca hubo
acuerdo religioso y que desde entonces los musulmanes están divididos entre
chiítas, sunnitas y jariyíes, sectas de las que han surgido numerosas
subdivisiones, y sin jefatura religiosa unificada. Sin embargo, en asuntos
políticos y militares Mahoma fue sucedido por su suegro Abu Bakr, que fue el
primero de los jefes musulmanes en tomar el título de ‘califa’, rango que
quiere decir “sucesor del mensajero de Dios”. –Ese grado no se ajusta a la realidad
musulmana, pues se supone que el mensajero de Dios era el ángel Gabriel, y Abu
Bakr sucedió en el trono fue a Mahoma, el profeta que en realidad no cumplió la
supuesta misión de Alá, pues jamás le anunció a sus sometidos creyentes la
fecha del supuesto Día del Juicio Final-.
El califa Abu Bakr (632 a 634), padre de Aisha, estrenó su gobierno con
una guerra en la región de Nechd, porque sus habitantes se negaban a pagarle
los impuestos religiosos que les había establecido Mahoma. Pero en poco tiempo el
califa Abu derrotó al gobernador Musailma, saqueó su territorio y lo sometió al
Islam. Poco después le arrebató Irak al imperio sasánida, y estaba preparando a
sus generales para acciones en conjunto cuando murió envenenado, en agosto de
634. En su lapso se inició la elaboración del Corán. Debido a que no gustaba de
Alí, había elegido como sucesor suyo al líder Omar.
Tras el asesinato del primer califa yerno de Mahoma, con la oposición de
Alí y sus partidarios, los demás dirigentes musulmanes ratificaron la elección
de Omar como sucesor del califa Abu Bakr. El nuevo califa Omar (634 a 644) era
el padre de Hafsa, una de las tantas esposas de Mahoma, o sea que, igual a su
predecesor, él también fue suegro del profeta.
Omar nunca fue religioso, sino que había usado la fórmula de que cuando
no se puede derrotar al enemigo lo más conveniente es unirse a él. La poderosa
tribu de Mahoma había sido enemiga de la suya y como no pudieron derrotarla se
unieron a la alianza musulmana del erótico profeta, quien pronto se casó con
Hafsah, hija de Omar.
Omar era un hombre astuto, delincuente todo delito, que al ser elegido
jefe político y militar de la ya entonces poderosa alianza musulmana conquistó
enormes territorios del mediterráneo oriental, Persia, Egipto, Mesopotamia;
agrandó Palestina y le quitó Siria al imperio bizantino.
El éxito musulmán se debía al poderío militar que aplicaba y, tal como
ocurría con la monarquía católica romana, esta liga de guerreros, saqueadores y
esclavistas también fingía ser religiosa, pero su verdadero propósito también
era el poder económico.
Para soporte religioso y manejo rentable del Islam, muchos de los
ingredientes de la religión musulmana fueron tomados de las religiones judía y
cristiana, incluidos Jesús y los profetas bastante conocidos como Adán, Noé,
Moisés, Abraham, Juan Bautista; el monoteísmo, la aparición del ángel Gabriel,
el uso de la justificación religiosa para cometer toda clase de delitos, y la
ambición de poder y el objetivo económico como verdaderos propósitos de sus
inventores y jefes protagonistas. Pero, a diferencia de los cristianos, los
musulmanes no fueron opuestos a los sabios o científicos, sino que, al
contrario, los apoyaron y no han tenido que afrontar las consecuencias
históricas de casos tan absurdos como el de
En Medina, Omar había aprendido de Mahoma la aplicación del ‘dhimmi’, un
‘impuesto del alma’ que les aplicó el profeta musulmán a judíos y cristianos
para que ellos pudieran seguir con sus creencias religiosas. Y sabía que había
sido un mal negocio para Mahoma la expulsión del líder religioso judío Banu
Qainuqa, seguido de la conversión musulmana a sus seguidores en Medina; y que
había sido peor cuando los cristianos, quienes le pagaban dhimmi a su gobierno,
se convirtieron en musulmanes y dejaron de ser contribuyentes económicos del
gobierno musulmán.
El califa Omar no quiso perder contribuyentes y prefirió ir con sus
ejércitos saqueando y sometiendo pueblos, pero sin cambiarles sus reglas de
gobierno ni sus religiones sino que, ya sometidos, a quienes no se convirtieran
en musulmanes les aplicaba el dhimmi, y a quienes se convertían a la religión
islámica les imponía el ‘azaque’ un impuesto menor y con mayores garantías que
el dhimmi. A sus tropas les pagaba con los botines conseguidos en saqueos; las
ubicaba en lugares estratégicos de los territorios sometidos y eliminaba sin
piedad a quienes no pagaran los impuestos. Se hacía llamar “Príncipe de los
creyentes”; en su gobierno fue establecido el calendario musulmán, cuyo primer
año empezó a contarse a partir del 16 de julio del año 622 de nuestra era.
Nombró gobernador de Siria a su pariente cercano Muawiya Ibn Abi Su, futuro
califa y luego fundador de la dinastía Omeya. En su lapso, el Corán fue
astutamente remodelado y empezó a usarse como cartilla de enseñanza. Es poco lo
que se sabe de la vida particular de este califa, en el año 644 murió asesinado
por un hombre persa, llamado Firuz, que él había esclavizado.
El sucesor del califa Omar fue el hasta entonces rico comerciante Uthman
ibn Affan (644 a 656) quien se había casado con dos de las hijas de Mahoma.
Este califa tuvo grandes conflictos con la monarquía musulmana, debido a que
confiscó a favor de su familia gran parte del botín traído de los saqueos en
África, Asia Menor y Persia. Debido a que la versión existente del Corán no le
pareció apropiada para el propósito del Islam, ordenó destruir la que había e
hizo elaborar una versión nueva y diferente, modo de edición que le causó la
enemistad de un gran número de jefes musulmanes y lo enfrentó con Aisha, hija
del fallecido califa Abu Bakr y a la vez una de las numerosas viudas del
profeta. Todos los datos históricos acerca de este gobernante indican que como
persona él no fue el ‘califa bien guiado’ que siempre han creído los musulmanes
sino un gran ladrón de botines de guerra, pero no es mucho lo que se sabe de su
vida particular. Murió asesinado, en el año 656, por un dirigente musulmán que
era hermano de Aisha.
El sucesor del califa Uthman, fue el ya veterano líder Alí (656 a 661),
primo y yerno de Mahoma, quien desde la muerte del profeta venía reclamando el
califato. Pero ya en esa época los musulmanes no tenían una jefatura
gubernamental unificada, sino que el Islam estaba bajo el mando de varios jefes
políticos y militares, teniendo cada jefe sus propias metas y propósitos
personales. Tan pronto Alí fue ascendido a califa, el gobernador de Siria, el
ya poderoso jefe musulmán Muawiya Ibn Abi, quien exigía el califato y ejercía
un gobierno independiente, acusó a Alí de estar incriminado en el asesinato del
califa Uthman. Alí varias veces retó a Muawiya a un duelo a muerte y que se
quedara el vencedor con todo el poder, pero el gobernador sirio no aceptó ese
modo de solución.
En el año 657, en la primera guerra civil entre musulmanes, los
ejércitos de estos dos jefes islamitas se enfrentaron en Siffin, pero Alí se
resistía a la guerra entre musulmanes y, estando en pleno combate, para zanjar
el pleito sin tantos muertos, volvió a retar al gobernador. Y, debido a que
éste no aceptó, con la misma propuesta Alí retó al general Amr Ibn al-As, jefe
militar de las tropas sirias, quien tampoco aceptó el desafío.
La guerra se tornó con dureza y después de un gran avance de Alí, los
sirios, estando ante una derrota inminente, pidieron un cese de hostilidades y
luego solicitaron que el conflicto fuera solucionado mediante un árbitro,
neutral en el asunto, que decidiera cual de los dos jefes era el legítimo
califa. Alí quería tratar con dureza al gobernador sirio, no aceptó el arbitraje
propuesto y les pidió a sus tropas que acabaran con los sirios, pero gran parte
de los suyos estuvieron de acuerdo con la propuesta siria, incluyendo al
general Malik Ashtar, máximo comandante del ejército de Alí. Para inclinar la
balanza a favor de su propuesta, los sirios pusieron hojas del Corán en la
punta de sus lanzas y se negaron a seguir combatiendo, modo de protesta por el
que Alí se vio forzado a aceptar el arbitraje propuesto, el cual fue realizado
por un tal Ashas Ibn Qays y dado a favor de Muawiya, el gobernador sirio, quien
fue admitido como califa por la mayoría de las tropas que habían participado en
la batalla. Pero no todos aceptaron pacíficamente ese resultado; desde antes de
realizarse el arbitraje hubo un sector que se opuso a ese modo de arreglo, de
lo que nació una división conocida como jariyíes, siguiendo entonces una guerra
civil que causó el debilitamiento militar a los contrarios del nuevo califa.
Mas tarde Alí fue asesinado por musulmanes resentidos y, con el califa Muawiya,
ya estaba en marcha el califato musulmán que daría inicio a la dinastía omeya,
con capital en Damasco.
Desde el califato de Muawiya, los musulmanes además de no tener jefatura
religiosa unificada han estado políticamente divididos entre chiítas, sunnitas
y jariyíes.
El propósito de esta obra es demostrar y dejar claro que las religiones
judía, católica y musulmana, en asuntos religiosos han sido tres grandes
farsas. En este segmento, no hay interés de contar en detalle la historia de
los gobiernos musulmanes, el propósito de este resumen histórico es demostrar
que el verdadero propósito del invento de la religión musulmana no fue
religioso sino que lo que se buscaba con esa farsa religiosa era amedrentar a
la gente, someter pueblos y esclavizarlos al antojo y bienestar de los
farsantes monarcas del Islam, quienes en sus acciones criminales y de
sometimiento de conciencia fueron muy similares a los pontífices cristianos.
Ya vimos que Mahoma, su inventor, fue un astuto comerciante, asaltante
de caravanas, guerrero y esclavista que, teniendo como 50 años de edad, tuvo el
descaro de casarse con una niña de 9 años. Y lo más seguro es que Aisha no fue
la única niña víctima sexual del depravado Mahoma. Después de la muerte del
profeta Mahoma, todos los califas han ejercido de gobernantes y jefes
religiosos musulmanes y, tal como ocurrió con los papas cristianos, casi todos
han carecido de vocación religiosa. Y, aunque han fingido ser religiosos, todos
gobernaron o gobiernan muy similar a las monarquías tradicionales de Roma, es
decir, al antiguo modo de los pontífices del desaparecido imperio cristiano. En
otras palabras: La realidad histórica es que esas religiones fueron inventadas
para incubar el surgimiento de otras monarquías políticas.
En el año 680 murió el califa Muawiya, quien aunque fingió ser religioso
ejerció como un monarca en todo el sentido de la palabra. Sobornó a Hasan, hijo
mayor del califa Alí, y dejó establecido un sistema de monarquía sucesoria de
gobierno, habiendo elegido de heredero suyo a su hijo Yazid, y con este
califato se había iniciado el gobierno de la dinastía Omeya, que duró hasta el
año 750, cuando tomaron el poder los Abasíes que eran de la rama de los suníes.
Pero, cuando murió el califa Muawiya, los líderes musulmanes seguidores
del asesinado califa Alí no estuvieron de acuerdo con la elección de Yazid y
pidieron que el nuevo califa fuera Husayn, hijo menor de Alí.
Husayn estaba radicado en
Luego de esos sucesos, entre musulmanes hubo cruentas guerras internas
por el control del poder político y económico del imperio musulmán. Yazid
abdicó en el año 684 y fue sucedido por su primo Marwan I (684 a 685), quien
gobernó poco mas de un año, todo su lapso en guerra civil musulmana, y murió
asesinado por sus propios seguidores.
El siguiente califa fue Abd al-Malik (685 a 705), hijo del asesinado
califa anterior, quien trató con dureza las rebeliones internas y logró unir de
su lado a casi todas las divisiones musulmanas. Para facilitar el cobro de
‘impuestos del alma’ estableció el árabe como idioma oficial musulmán, apoyando
ese recaudo con un eficiente sistema de correos. Este califa fue un guerrero
estratega que, por conveniencia, apoyó la lucha interna del general Al Hajjaj
bin Yousef, y luchó en Asia con el imperio bizantino y hacia occidente expandió
hasta Túnez el territorio musulmán. No era religioso, pero sí fue un gran
cobrador de impuestos por asuntos religiosos, incluso, para reemplazar el
dinero bizantino hizo acuñar monedas con leyendas: “En el nombre de Dios”; y
“Dios es Único, Dios es eterno”. Pero los comerciantes del imperio bizantino se
negaban a recibir dicho dinero y por ese inconveniente hubo un gran problema
monetario en el intercambio comercial.
El padre del califa Abd al-Malik, antes de ser asesinado le había
ordenado a éste que debía ser sucedido por su hermano, Abd al-Aziz, pero él
hizo envenenar a su hermano y nombró heredero del trono a su propio hijo Walid
I. Es poco lo que se sabe de la vida particular de este califa, en los asuntos
de gobierno ejerció como un monarca seglar.
El sucesor del califa Abd al-Malik fue su hijo Walid I (705 a 715),
quien continuó con la expansión del ya enorme imperio islámico. Los asuntos
militares los dejó en manos de Al Hajjaj bin Yousef, quien había sido un gran
colaborador de su padre. En el lapso de este califa, con la ayuda de Yousef, el
Imperio Musulmán organizó su gran ejército, conformó una marina de guerra y
conquistó Transoxiana y
No hay claridad de las circunstancias de la muerte del califa Walid I,
pero es casi seguro que murió asesinado. Se sabe que su hermano Suleimán, el
nuevo califa (715 a 717), había sido gobernador de Palestina, y que en el
Cercano Oriente él estaba aliado a un grupo yamaní que era contrario a Al
Hajjaj bin Yousef, el hombre clave de Walid I. Y hay datos acerca de que luego
de la muerte de Al Hajjaj bin, ocurrida en el año 714, Suleimán persiguió y
asesinó a sus aliados políticos, incluidos Qutaibah bin Muslin y Muhammad bin
Qasin, dos famosos generales que habían sido sus fieles aliados, a quines él
apresó y asesinó en prisión, y es posible que también hubiera asesinado a su
hermano califa.
En el año 715, el nuevo califa envió al general Moslama ibn Abdul-Malik,
al mando de un gran ejército, a atacar y tomarse Constantinopla, actual
Estambul, entonces capital del Imperio Bizantino. Esa operación fue un fracaso
militar para el califa Suleimán que estaba desprestigiado por haber asesinado a
los dos generales ya mencionados. Murió en el año 717; aunque algunas versiones
aseguran que fue asesinado, no están bien claras las circunstancias de su
muerte. Este califa, por peleas familiares, dejó elegido de sucesor suyo a Umar
II (717 a 720), un familiar que no era ni hijo ni hermano suyo.
Durante el gobierno de Umar II se incrementaron las guerras internas en
el imperio musulmán; los hermanos del califa anterior casi no dejaron gobernar
a este califa.
El califa Umar II fue sucedido por Yazid II (720 a 724), hermano del
califa anterior, y fue este hombre un gran destructor de los íconos y templos
cristianos que estaban ubicados en los territorios musulmanes. Por ser un
empedernido perseguidor de todas las cosas católicas descuidó los asuntos
internos del gobierno, falencia que fue aprovechada por los musulmanes abasíes,
para tomar fuerza y construir bases políticas que más tarde usaron para
derrotar a los omeyas.
El califa Yazid II murió de tuberculosis y fue sucedido por su hermano
Hishan I (724 a 743), quien en su largo lapso de gobierno arregló y estableció
el Sharia, un reglamento de leyes religiosas que es el equivalente del Derecho
Canónico Católico. En ese tiempo, el imperio musulmán tuvo varias rebeliones
internas y numerosas guerras con el imperio bizantino, así como con España y
con Francia. Y los musulmanes abasíes continuaban ganando poder político en
Irak y Jorasán.
Tras la muerte del califa Hishan I, para sucederlo fue elegido califa
Walíd II (743 a 744), sobrino de su predecesor, cuya elección tuvo gran
oposición entre la monarquía musulmana, debido a la vida licenciosa que llevaba
este sujeto. Walíd, enseguida que asumió el poder, asesinó a varios familiares
y opositores suyos y por esas muertes resultó asesinado él. Después, mediante
numerosas trampas y promesas que no cumplió, se hizo elegir califa un primo
suyo, conocido como Yazid III (744) quien, por no cumplir sus promesas
burocráticas generó un gran número de conflictos internos que terminaron en dos
focos enormes de rebeliones musulmanas en su contra. Murió envenenado por su
hermano, Ibrahim ibn Al-Wali, el califa siguiente. Pero este nuevo califa solo
duró en el poder los meses de octubre y noviembre del año 744 y su gobierno no
fue reconocido en todo el imperio musulmán. La ciudad de Homs, por negarse a
reconocer el nuevo gobierno, fue sitiada por un gran ejército comandado por dos
hermanos del califa. La monarquía musulmana era como una jauría de fieras;
debido al enorme chorro de riquezas que permanentemente producía la religión
musulmana, todos los dirigentes del Islam peleaban entre sí por el califato.
Marwan ibn Muhammad, poderoso gobernador de Armenia y Azerbaiyán, había hecho
varios intentos de tomarse el poder, pero había sido sobornado con aumentos
territoriales que incluyeron la gobernación de Yazira. Sin embargo, Marwan ya
no quería mas sobornos sino el premio mayor que era el califato y, tras la
muerte de Yazid III, con su ejército se dirigió a Siria, con la intención de
derrocar al califa y tomarse el poder. En Alepo derrotó a los hermanos del
califa y le hizo levantar el cerco a Homs. De represalia por estos hechos, en
Damasco fueron asesinados Nakam y Utman, dos hijos de Walid II que eran
apoyados por el gobernador Marwan en sus derechos y pretensiones al califato.
Sin embargo, Marwan no se enojó por esos asesinatos sino que, al contrario,
consideró que le habían despejado el camino para él ser el legítimo califa. Sin
pensarlo dos veces, entró a Damasco, ejecutó a Ibrahim y se proclamó como nuevo
califa.
El califa Marwan II (744 a 750) fue el último miembro de la dinastía
omeya que gobernó el imperio musulmán en Damasco. Para esta época, por intrigas
y peleas familiares, los omeyas habían provocado la partitura del gobierno y no
tenían el control del Estado musulmán. El imán de Persia, Ibrahim, se rebeló y
luego fue aprisionado y asesinado en prisión, pero su hermano, Al-Saffah,
continuó luchando por el poder y obtuvo el control de un gran territorio.
Entre los miembros de la dinastía omeya, como ha ocurrido en todas las
monarquías que han existido, peleando por el trono se mataron entre sí un gran
número de familiares y entre ellos se convirtieron en sus propios enemigos, por
lo cual el imperio musulmán fue repartido en varios gobiernos
territoriales.
La monarquía musulmana, igual que la monarquía eclesiástica católica,
todo el tiempo usó las creencias religiosas para amedrentar y someter pueblos
ingenuos o analfabetas. El Corán es casi una constitución religiosa, y la
monarquía musulmana le ha dado uso de cartilla de aprendizaje de lectura, con
lo que reemplazó a los ‘curas camorreros’ de
En el año 750 el califa Marwan II fue derrotado militarmente y ejecutado
por sus parientes, los abasíes, luego de ser capturado cuando pasaba el río
Nilo, huyendo para salvar su vida. Luego de esa ejecución, al poder musulmán
ascendió el califa abasí Al-Saffah (750 a 754), quien, ya se dijo, también era
de la rama familiar del profeta Mahoma, siendo éste apoyado por los chiítas,
por haberles prometido a ellos la sucesión del califato, y por ser él
originario directo de la antigua tribu del profeta.
El califa Al-Saffah, luego de tomar el poder, ordenó capturar a todos
los miembros de las familias omeyas y desenterrar los familiares muertos y
quemar sus restos para que de ellos no quedara ningún recuerdo. Siguió entonces
el asesinato masivo de los dirigentes omeyas, salvándose únicamente el príncipe
Abd al-Rahman I, quien huyó un tiempo por Asia y África y terminó formando un
califato independiente en España, donde prohibió a sus súbditos rezar por los
musulmanes extranjeros.
El califa Al-Saffah no les cumplió la promesa a los chiitas, acerca de
la sucesión del califato. Fue sucedido por su hermano Al-Mansur (754 a 775),
quien para ascender al poder acudió a la ayuda del tramoyista y misterioso Abu
Muslim, con quien derrotó y asesinó a su rival y tío Abd Allah. Poco después
asesinó o hizo prisioneros a un gran número de familiares suyos; se enemistó con
los chiítas y ejerció su gobierno de una forma similar a la de los emperadores
de Occidente. Fundó la ciudad de Bagdad y trasladó a ella la sede del gobierno.
Por celos políticos hizo asesinar a su antes aliado Abu Muslim, siendo éste
ahora su fiel colaborador y subalterno, pero además siendo un líder que había
adquirido un gran poder social y político en Irán y Transoxiana. En su lapso,
los musulmanes invadieron la península ibérica, lugar desde donde él reinó por
un tiempo. Murió en camino hacia
En su lapso, Al-Mahdi, con prisioneros y científicos chinos hizo
construir fábricas de papel en Bagdad, elemento este que no era conocido en el
imperio musulmán ni en Occidente. Hasta entonces, los árabes y los persas
habían usado papiros y los europeos pergaminos; de allí en adelante, por mucho
tiempo, Bagdad fue cuna de expansión cultural para todo el imperio musulmán y
Occidente.
El califa Al-Mahdi quería que lo sucediera su hijo menor Al-Harún
al-Rashid, pero su hijo primogénito Al-Hadi no estuvo de acuerdo y se rebeló en
su contra. El califa murió en un combate con las tropas de su hijo, en el año
785, y fue sucedido por Al-Hadi (785 a 786), pero la jerarquía interna de la
monarquía musulmana se anarquizó. En Medina, el sunita Husayn ibn Ali se
proclamó califa. Al-Hadi, estando en guerra con el imperio bizantino, venció y
ejecutó a Husayn, pero poco después él fue asesinado y sucedido por su hermano
menor Al- Harún al-Rashid (786 a 809), y fue este un califa famoso, de cuya
vida y la de su esposa Zobeida está basada la inmortal obra, Las mil y una
noches.
El califa Al- Harún, para disponer de todo el gobierno, asesinó a casi
toda su familia, pero, a pesar de su poder y esplendor, el imperio musulmán
empezó a desmoronarse y la soberanía del gobierno de Harún nunca fue reconocida
por los musulmanes aglabíes de Túnez, los idrisíes de Marruecos ni de los
omeyas de España.
Este califa era un apasionado de los lujos; para aumentar sus riquezas y
territorios aplicó y fomentó las Yihad o ‘guerras santas’, unas masacres que
eran el equivalente de las ‘cruzadas domesticas’ del cristianismo; y se hacía
llamar “La sombra de Alá en la Tierra” un rango ‘divino’ que, en la práctica,
para la población sometida era exactamente igual al grado de ‘El Vicario de
Cristo’ y de los otros que adoptaron los papas.
En el lapso de gobierno de este
califa hubo numerosas rebeliones, los jarayíes en dos ocasiones se tomaron
Mosul, pero las tropas del califa derribaron las murallas que los protegían,
los trataron con dureza y los pocos rebeldes que no murieron combatiendo fueron
sometidos y ejecutados por las tropas oficiales.
En el año 802, Nicéforo, un funcionario del imperio bizantino, encarceló
y luego asesinó a la emperatriz Irene, por lo que después fue proclamado
emperador de Bizancio, es decir emperador bizantino. Nicéforo, al iniciar de
emperador, se negó a seguir pagando los impuestos religiosos que la emperatriz
bizantina Irene le pagaba al califa de Bagdad desde el año 798, negación que
disgustó a “La sombra de Alá en la Tierra” y razón por la que el califa envió
un poderoso ejército que lo sometió, le hizo pagar los impuestos atrasados, más
una multa y un rescate por su libertad y la de su hijo Estauracio.
En una peregrinación a
Tras la toma de Bagdad, tal como lo había ordenado el califa Al-Rashid,
el sucesor del califa Al-Amin fue su hermano Al-Memun (813 a 833), y fue este
califa un poeta y gran gobernante que apoyó en grande la cultura y la sabiduría
en el imperio musulmán. Estableció que todos los pleitos fueran solucionados
mediante procesos legales y justos, siendo este decreto un modelo que disminuyó
las peleas internas de la monarquía musulmana, pero, por haber anunciado que el
sucesor suyo sería el imán chiíta Al-Rida, generó casi una guerra civil, razón
por la que este líder de su rosca política tuvo que ser “convenientemente
envenenado” y con su muerte las cosas se calmaron.
El califa Al-Memun hizo construir una enorme biblioteca en Bagdad, donde
fueron traducidas al árabe todas las obras importantes del mundo antiguo,
siendo estas el pilar de donde luego surgieron los conocimientos de álgebra y
de otras cosas que después se extendieron por todas las élites del imperio
musulmán y en las clases altas de Occidente.
Tras la muerte del gran califa y poeta Al-Memum, tomó el mando su medio
hermano Al-Mutasim (833 a 842), quien fue un político inepto, incapaz de evitar
las divisiones heréticas en varias gobernaciones de Asia Central, repartos con
los que empezó a dividirse el imperio y a debilitarse el poder central. El
problema era tan grave que el califa, para su ejército personal, tuvo que
reclutar soldados turcos, traídos desde más allá de las fronteras del imperio
musulmán, un error que después tuvo que pagar caro la monarquía musulmana.
En el año 839, Maziar, el gobernador de Tabaristán, perteneciendo su
territorio al imperio musulmán tahirida, le pagó impuestos al gobierno de
Al-Mutasim y se rebeló contra su superior, de nombre Abdallah, gobernador de
Jorasán y del Estado casi libre tairida, a quien le apresó gente y le destruyó
murallas fronterizas. Pero el califa Al-Mutasim no apoyó a Maziar sino que se
alió con Abdallah y los dos formaron un ejército que capturó a Maziar y lo
llevó preso a Bagdad, para ser juzgado y ejecutado, habiéndose éste envenenado
antes de ser procesado. Se dijo que el error fue haber llevado a Bagdad el
prisionero, pero, de todos modos, por ese asunto surgieron después rebeliones
tanto en el ya casi imperio tahirida como en el abasí y ambos lados se
anarquizaron.
El califa Al-Mutasim, por sus lujos y las ostentaciones de los emires
(oficiales) y soldados turcos, era odiado en Bagdad; tratando de solucionar esa
incomodidad, el califa trasladó la sede del gobierno de Bagdad a Samarra, pero
la injusticia social con los campesinos era terrible y los problemas políticos
del imperio continuaron.
Antes de morir, el califa Al-Mutasim eligió de sucesor a un hijo suyo,
cantante, quien después fue el califa Al-Wathiq (842 a 847), en cuyo lapso hubo
numerosas rebeliones, las más fuertes en Siria y Palestina. Este califa apoyó
la educación y compuso más de cien canciones. Fue sucedido por su hermano, el
califa Mutawakkil (847 a 861), un hombre amante de las grandes construcciones y
quien para construir sus numerosos palacios de placer usó una gran población de
esclavos turcos, católicos y judíos. Fue un gran perseguidor religioso y
destructor de templos de religiones diferentes a la musulmana. Y también
persiguió a religiosos musulmanes, como fue el caso del imán Alí al-Hadi, un
famoso religioso que predicaba la religión musulmana en Medina, y que sin
ninguna justificación fue hecho prisionero por orden suya. Este califa tuvo un
acercamiento religioso con los seguidores del teólogo católico Cirilo y
persiguió con dureza a los nestorianos, a quienes les hacía usar ropas y marcas
que los identificaran. Le arrebató Sicilia al imperio bizantino y obtuvo varias
victorias militares, pero se sentía presionado por el poder que habían
obtenido, dentro de su gobierno, los militares turcos. Para librarse de ellos
hizo construir un enorme palacio, llamado Al-Gajariyya, donde no les permitía
entrar, pero con eso quedó desprotegido de sus enemigos familiares y, por orden
de su hijo Al-Muntasir, fue asesinado por un soldado turco.
El siguiente califa fue Al-Muntasir (861 a 862) quien llegó al poder
gracias a su alianza con la ya poderosa facción militar turca. Para evitar la
venganza del asesinato de su padre excluyó a su familia del gobierno y ascendió
a los turcos, con cuyo apoyo nombró a un hijo suyo de sucesor. Por celos de
popularidad envenenó al imán Alí al-Hadi, quien continuaba prisionero por orden
de su padre. Por ese asunto hubo un tremendo lío político y religioso, con un
gran número de asesinados, incluido el califa Al-Muntasir.
El siguiente califa fue impuesto por la poderosa facción militar turca.
El elegido fue Al-Musta’in, (862 a 866), nieto del califa Al-Mustasim, de quien
se sabe que fue depuesto por los turcos. Su sucesor también fue impuesto por
los militares turcos, el elegido fue el califa Al-Mu’tazz (866 a 869). Este
califa fue un criminal todo delito que asesinó a casi toda su familia,
incluidos el califa depuesto Al-Musta’in, su hermano heredero del trono y otro
hermano de estos dos que era militar y aliado de su gobierno.
En esa época el imperio musulmán estaba anarquizado, una parte la
gobernaban los emires turcos y el resto era manejado, con muchos problemas
internos, por el califa y varios parientes de los distintos califas que habían
gobernado el imperio. El califa fue asesinado por los turcos y en su reemplazo
estos eligieron al califa Al-Muhtadi (869 a 870), quien fue asesinado antes de
cumplir un año de gobierno.
El siguiente califa fue Al-Mu’tamid (870 a 892), quien trasladó la sede
del gobierno de Samarra a Bagdad. Y desde entonces los califas se convirtieron
en burócratas inútiles que con los impuestos de la religión musulmana vivían
como reyes. Con el tiempo, el recaudo de impuestos disminuyó bastante y los
califas, para solucionar sus problemas económicos, arrendaban por adelantado el
cobro de impuestos a pueblos y veredas, casi siempre a militares o funcionarios
del imperio, quienes para enriquecerse trataban con gran injusticia a los
campesinos y a la clase trabajadora, resultando casi siempre arruinados o
esclavizados los contribuyentes, por los arrendadores de impuestos.
La monarquía musulmana todo el tiempo siguió oprimiendo a los habitantes
del Mundo Musulmán, habitado casi en su totalidad por gente en condición de
indefensión y con el cerebro religiosamente manipulado, por lo que a los
monarcas les ha resultado fácil someter a sus pueblos, y estos casi nunca
renuncian a sus creencias religiosas islamitas, siendo el factor religioso lo
único que ha mantenido unidos a los seguidores del Islam.
Los abasíes continuaron eligiendo califas hasta el año 1258, pero el
imperio musulmán en la práctica era un reguero de Estados independientes, donde
cada jefe de región hacía lo que quería, no era nombrado ni controlado por el
califa sino que, cuando no podía evitarlo, le pagaba al califa los impuestos
inevitables. Después, los miembros de la monarquía abasí continuaron con sus
luchas internas y siguieron matándose, no por asuntos religiosos sino por el
control y apropiación del producto de los impuestos de la religión musulmana. Y
en todo el territorio musulmán hubo problemas por las injusticias en el cobro
de esa doble tributación, pues, aunque con el Islam y
Hasta aquí hemos visto que la religión musulmana ha sido dirigida por
una monarquía sucesoria de Mahoma que para nada tenía en cuenta el aspecto
religioso en la elección de los califas, quienes además de gobernantes eran los
jefes religiosos del Islam.
El último califa de la dinastía abasí fue Al-Muta’sim (1242 a 1248),
pero ya en esa época en los territorios musulmanes existían varios Estados,
califatos, y gobiernos independientes. También había áreas musulmanas con
gobierno laico, como ocurría en los territorios que les arrebataron los
mongoles Iljanato, cosa que también ha ido ocurriendo en algunos de los
territorios que les han quitado gobiernos laicos de países del área católica.
Entre los años 1096 y 1099 hicieron los católicos la primera Cruzada,
una guerra supuestamente religiosa que fue dirigida contra los turcos
selyúcidas, y para liberar de musulmanes la ciudad de Jerusalén. Pero el
verdadero motivo de esa operación militar no fue religioso sino político y el
propósito era quitarles a los musulmanes turcos los territorios que ellos le
habían arrebatado al imperio bizantino, y a la vez robarles a éstos todo lo que
se pudiera. En el mes de julio de 1099 los cruzados católicos se tomaron
Jerusalén y masacraron a casi toda su población, sin importar que fueran
judíos, niños o mujeres. Ostentando el respaldo de Jesús, reconocido como
mecías o profeta por las tres religiones de los involucrados en ese conflicto,
los ejércitos cristianos masacraron numerosos pueblos musulmanes y judíos, para
robar tierras y riquezas.
En el año 1187, el musulmán Saladino, en nombre del Islam se tomó
Jerusalén, esta vez con menos masacres que las que hicieron los cristianos,
pero cobró sumas enormes por la liberación de prisioneros y esclavizó a la
población pobre que no tenía recursos para pagar su libertad.
Por asuntos religiosos nunca han existido razones que justifiquen guerra
entre judíos, católicos y musulmanes, puesto que las tres religiones son
abrahámicas, reconocen a un mismo Dios que tiene los mismos ángeles y
arcángeles y casi los mismos profetas. Lo que ha venido ocurriendo ha sido que,
con gran astucia, todo el tiempo, numerosas dinastías de monarcas han engañado
con sus farsas religiosas a una enorme población humana y, amparados con esas
farsas, han cometido todos los delitos humanamente posibles y se han adueñado
de casi todas las riquezas del mundo.
Las guerras que fingieron ser religiosas duraron varios siglos; en
total, en dos siglos, los cristianos les aplicaron ocho Cruzadas grandes a los
musulmanes. Pero, durante varios siglos, fingiendo motivos religiosos, tanto
musulmanes como cristianos, además de guerras hicieron numerosos asesinatos
políticos, masacres y ‘cruzadas domésticas’ internas, para robar propiedades.
Iguales cosas hicieron numerosos emperadores y reyes en todo el mundo,
escudados en causas religiosas.
RESUMEN Y CONCLUCIONES
ACERCA DE
LAS MONARQUÍAS
Con las historias que hemos visto en esta obra, acerca del
comportamiento de las monarquías, debe ser suficiente para que nos quede claro
que las ‘noblezas’ no han sido nada de lo noble que se ha creído o que han
fingido ser los monarcas. Además, hay que tener en cuenta el absurdo de que por
el mero hecho de ser hijos de monarcas, numerosos niños, menores de seis años,
han sido reyes o emperadores. Y, por lo mismo, de manera absurda fueron
entronizados numerosos monarcas que jamás desearon ejercer trono ni mucho menos
tener la responsabilidad de gobernar. Pero lo narrado aquí es solo una pequeña
parte de los males y fallas de unas pocas monarquías, y las mencionadas en esta
obra no han sido las más nefastas que han existido, puesto que éstas existen
desde antes de ser inventada la escritura. Y de los tantos reyes o como sea que
se les llame que han sido documentados, son muy reducidos los monarcas que
fueron tan siquiera medianamente justos con la población rasa.
Es de reconocer que a estas alturas de cultura, nada justifica que un
Estado sea heredado como empresa de propiedad familiar, y la humanidad debe
entender y asumir que el Estado es un bien público, que les pertenece por igual
a todos los habitantes que lo conforman, y que por lo tanto ninguno de sus
ciudadanos debe nacer con más derechos públicos que los demás. Y los pueblos
‘plebeyos’ deben entender que heredar trono no es un asunto de legitimidad sino
una ineptitud humana de la sociedad que lo permite. Por lo demás, con lo que
hemos visto en este recorrido histórico de las reglas y sistemas del gobierno
monárquico, es fácil resumir que las monarquías han sido sumamente nefastas
para la humanidad y que son un modo absurdo de elegir gobierno.
ACERCA DE LA
RELIGIÓN JUDÍA
En cuanto a la religión judía, para poder hacer un resumen amplio de su
contenido religioso conviene regresar a la explicación de su origen. Toda esa
explicación está en
Según
Según la Tora, Adán nació adulto y cuando tenía como veinte años, ya
estando separado de Lilit, Dios le hizo entrega de numerosas parejas de
animales. Después, Adán copuló con todas las hembras de los animales y no se
sintió a gusto con ninguna, incomodidad por la que le pidió a Dios que, para
compañera, le hiciera otra hembra de su especie. Ya Adán tenía una costilla
defectuosa -debió ser que lo había pateado la yegua o quizá la burra, pero, por
lo fuerte, no pudo ser la jirafa-, Dios se la sacó y de ella hizo a Eva, la
segunda mujer de Adán que, después, por culpa de ella él perdió el Edén.
La Torá dice que la culebra –debió ser la que copuló con Adán y quizá
por celos- le hizo comer a Eva de una fruta que Dios les había prohibido que
comieran. Por ese asunto, Dios se enfureció con Adán y lo despidió de la
burocracia divina, por lo que a éste no le quedó otro remedio que ganarse la
vida trabajando. Por informaciones de la Torá se sabe que la prostitución es la
profesión humana más antigua, pero no se sabe cuál fue el empleo que consiguió
o a qué se dedicó Adán luego de ser despedido del Edén.
En
Según la Torá, todos estos personajes fueron servidores de Dios y,
aunque no hay datos de que alguno de ellos hubiera alcanzado a pensionarse, el
libro sagrado asegura que Matusalén, el descendiente cercano de Adán, murió de
969 años y Noé de 950, y, en esos escritos, además de otros detalles, figuran
las largas edades que alcanzaron varios de los primeros descendientes de Adán.
Además, hay relatos acerca de que algunos de ellos se casaron con descendientes
de Lilit y que con esa mezcla se generaron unas tribus de sujetos llamados
Nefilim, quienes eran gigantes, pecadores y escandalosos y quienes, con la
excepción de Noé y su familia, dañaron al resto de la humanidad y con sus
pecados y bullerengues hastiaron a Dios, quien para eliminarlos hizo desatar un
diluvio universal.
Según los escritos judíos, Abraham era de origen semita, es decir de la
descendencia de Sem, el hijo mayor de Noé. Tanto Abraham como su hijo
primogénito Isaac, son considerados profetas por las religiones judía,
cristiana y musulmana. Y esas tres religiones reconocen la existencia de
Moisés, el profeta malas pulgas ya mencionado en el segmento histórico
cristiano, que, según los textos religiosos judíos, recibió de manos del
mismísimo Dios dos tablas de piedra que contenían los Diez Mandamientos
“escritos con su dedo”, pero las hizo trizas cuando vio al pueblo judío
adorando a un becerro de oro. -Si eso fuera cierto puede decirse que, con ese
acto, Moisés nos quitó la posibilidad de conocer la letra y caligrafía de
Dios-.
En los textos religiosos de la Torá, figuran numerosos profetas, reyes y
personajes que también figuran en los textos religiosos cristianos y
musulmanes, ya que los escritos sagrados judíos fueron plagiados por los
inventores de estas otras dos religiones. En los escritos de la Torá, en la
narración del comportamiento de esos personajes ancestrales, además de los
pecados, adoraciones y contactos divinos; los asesinatos, el incesto y las
traiciones son cosas cotidianas de los protagonistas de casi todos los relatos.
Y, en la Torá, hay unos escritos extensos que aseguran que con la torre
de Babel los humanos estuvieron a punto de subir al Cielo, vivitos y coleando, cosa
que, además de ser una farsa, en realidad es imposible de lograr por el simple
hecho de que el Cielo que allí se describe jamás ha existido.
De las tres religiones analizadas en esta obra, la judía es la única que
sus monarcas no la han establecido humanamente obligatoria. Sin embargo, los
sacerdotes judíos fueron los primeros religiosos que establecieron los diezmos
obligatorios a su pueblo, con lo que entonces convirtieron a esa religión en el
mejor negocio de la época, pero después surgió la competencia de la religión
cristiana que saqueó sus escrituras sagradas, usó su fórmula de cobrar
‘impuestos del alma’, la desbancó y tomó el liderazgo criminal en ese tema.
Haciendo un resumen directo, puede decirse que los judíos, además del
enorme negocio de los diezmos religiosos, les legaron a cristianos y musulmanes
la forma de enseñanza y justificación del comienzo de la humanidad, la
existencia de un Dios universal, del Demonio, de los ángeles, de los profetas y
una gran cantidad de normas y creencias religiosas de donde surgieron
En la antigüedad, los líderes religiosos judíos predicaron y
establecieron que el dios de Israel era el único Creador del universo que
existía y que Él había elegido y bendecido únicamente a las tribus de los 12
hijos de Jacob que se hallaban esparcidas en Judea, es decir, al pueblo judío,
y que a ellos los había designado para que en el futuro dirigieran y gobernaran
al resto de la humanidad y les había concedido el Don para que, con el correr
del tiempo, todos los demás pueblos humanos fueran sus esclavos o vasallos.
Los judíos proclamaban y creían que ningún otro pueblo había sido
elegido de Dios y, cuando podían, marcaban las viviendas de los integrantes de
otras tribus y por el mero hecho de no ser judíos los asesinaban. Por sus
creencias religiosas estaban seguros de que ellos algún día podrían eliminar o
esclavizar a los seguidores de las demás religiones, y a quienes no fueran
judíos los consideraban de una clase social mas baja.
Debido a que muchas veces en Judea había pestes o escaseaba la comida,
con frecuencia había emigraciones judías y, con propósitos expansionistas, los
judíos siempre trataban de formar Estados judíos independientes dentro de las
tribus o naciones que los acogían, sin importarles a ellos lo bien que los
recibieran o trataran en los lugares extranjeros, comportamiento que los
convertía en inmigrantes indeseables.
Para ellos, el mero hecho de ser judíos significaba tener una posición
divina y social mas alta que el resto de la humanidad, ya que, según sus
creencias, ese único dios, en dos láminas de piedra les escribió, "con su
propio dedo", los Diez Mandamientos, en los cuales basaban sus ideas
religiosas y por lo tanto creían que, en general, sus enseñanzas eran
instrucciones directas de Dios y que con su apoyo se tomarían el Mundo.
ACERCA DE LA RELIGIÓN CRISTIANA
Para resumir la historia de la religión cristiana conviene aclarar que
la palabra “Cristo” quiere decir mesías o salvador. Cuando supuestamente nació
Jesús, los judíos llevaban varios siglos esperando la llegada de un mesías que
los liberara del yugo extranjero. Y muchos detalles hacen suponer que Jesús fue
un filósofo judío que con el modo de religión que predicaba les hizo creer a
sus seguidores que era el mesías que ellos estaban esperando. En apoyo a esa
suposición, hay que tener en cuenta que la gran mayoría de la gente de esa
época debió ser sumamente ingenua e ignorante.
Según lo que se sabe, Jesús aseguraba que Dios está en todas partes y
que para rezarle no había que ir a templos o sinagogas, ni que pagar diezmos
para alcanzar la Gloria Divina, lo cual, aunque iba en contra de la tradición
del pueblo judío, debió ser un gran alivio económico para la casi esclavizada
población judía. Pero, si se asumían las cosas de esa manera, los todopoderosos
sacerdotes y rabinos judíos perdían el obligatorio chorro de diezmos que les
tenía que pagar toda la población judía, gravamen que les permitía a ellos
vivir como reyes. Y, si nos atenemos a la lógica, por eso debió ser que los
sacerdotes judíos hicieron matar a Jesús. Según los pocos datos que existen
acerca de ese asunto, Pilato, el prefecto romano, sabía que la acusación de los
sacerdotes judíos en contra de Jesús era falsa, pero el acusado no era una
persona importante, y al jefe romano le convenían mucho las buenas relaciones
que tenía con los jefes de la religión judía y, para sostenerlas, autorizó la
ejecución de Jesús, a la vez habiéndose lavado las manos en señal de que su
conciencia no asumiría el crimen que se iba a cometer. Pero lo de la lavada de
las manos ha sido puesto en dudas y se ha dicho que eso fue inventado por la
monarquía eclesiástica, para eludir la responsabilidad romana en el asesinato
de su endiosado Jesús.
Es casi seguro que el éxito que consiguió la religión de Jesús, más que
a lo religioso se debió a que él predicaba que para obtener la Gloria de Dios
no era necesario el pago de diezmos, siendo esta una doctrina que se convertía
en un gran alivio económico para la enorme población pobre judía, entonces
sometida a pagar el ‘impuesto del alma’ y a creer que el espíritu del que no
pagara diezmos iría directo al infierno.
Históricamente, Jesús sólo es mencionado por Flavio Josefo y Tácito, dos
historiadores confiables y cercanos a la época en que él vivió, pero éstos lo
mencionan como un hombre religioso y nada mas. Y lo más seguro es que Jesús sí
existió, pero sin ser Dios ni hijo de Dios, sino un ser humano normal, pues
resulta imposible que los historiadores de esa época hubieran pasado desapercibida
la existencia de un dios hombre que hubiera resucitado después de muerto y que
supuestamente logró resucitar a tres personas, entre estas al supuesto Lázaro,
un hombre que, según los cristianos, tenía varios días de muerto. Y también
resulta increíble que los historiadores no se hubieran preocupado en registrar
las vidas y muertes de esos resucitados, si tales cosas hubieran ocurrido, pero
lo cierto es que no hay registros históricos de tales personas resucitadas ni
de esas resurrecciones.
Si nos atenemos a los registros históricos, las divinidades de Jesús
nunca existieron, y es deducible que fueron una farsa conciliada por la
monarquía romana en los concilios de Nicea y de Éfeso, cuando hacían casi 300
años que él había muerto. Y no hay duda de que la endiosada de Jesús fue
planeada y decretada en Roma, pero, analizando la Historia, queda descartado
que Jesús hubiera participado en la farsa religiosa cristiana hecha con los
evangelios, de cuya autoría nadie sabe. Pero, quienesquiera que hayan sido los
inventores de los evangelios, es seguro que el motivo y el propósito de esa
farsa fueron asuntos políticos y económicos.
A estas alturas de cultura, creer en que Jesús es Dios es sencillamente,
por ingenuidad o ignorancia histórica, validar en forma personal la gran farsa
y calumnia que le hizo la antigua oligarquía romana al Creador del universo.
De todos modos, el proceso de la endiosada de Jesús fue lento y
complicado y no hay duda de que las aristocracias romanas han sido de lejos las
más beneficiadas con la riqueza económica y política que ha producido la
Religión Cristiana, habiendo que reconocer que a la oligarquía romana, en lo
económico y en lo político, le ha ido muy bien con “
En sí, históricamente no hay duda de que la oligarquía y la nobleza
romanas fueron las inventoras de la divinización del Cristo romano, y conviene
recordar que Calígula se creía y se hacía tratar como Dios, y que él no fue la
excepción pues, tradicionalmente, las oligarquías romanas han sido frecuentes
creadoras de divinidades propias falsas. Sin embargo, la endiosada del Cristo
romano fue distinta a las que habían hecho antes, y en esta usaron un modelo
diferente y cosas que nunca habían usado, pues, el endiosado fue un extranjero
y, para soportar históricamente esta farsa, editaron a sus conveniencias los
evangelios y con ellos endiosaron al judío Jesús de Nazaret. El resto del
soporte de la historia de la religión cristiana lo hicieron con el saqueo a los
escritos sagrados judíos, es decir, el Antiguo Testamento. O sea que a la
Biblia de religión cristiana le añadieron, editado a sus conveniencias, todo lo
que les convino de la religión judía. Y, al principio, a la fuerza y para
beneficio de ellos, los monarcas romanos establecieron en su jurisdicción, como
obligatorios, los diezmos y primicias cristianos y luego los aplicaron en todos
los territorios que lograron conquistar y más tarde pretendieron hacerlos
obligatorios para toda la humanidad. En otras palabras: La monarquía romana,
usando de apoyo político la religión cristiana, a la fuerza y a perpetuidad
pretendió gobernar el mundo y ordeñar económicamente a toda la humanidad.
Pero, pese a las divinidades que le atribuyen los evangelios a la
llegada de Jesucristo, no deja de ser una falta de respeto con el Creador, el
hecho de asegurar que Él embarazó a María sin consultar su voluntad y
poniéndole los cuernos a José, el supuesto novio de María, cosa que, vista
desde el punto humano, sería mucho más inmoral que divina.
Según la realidad histórica, los monarcas romanos embarazaban y cometían
cualquier abuzo con las mujeres que les diera la gana, sin importar que
estuvieran casadas o comprometidas, comportamiento que es comparable al
supuesto abuso de Dios con María en la farsa que narran los evangelios. Además,
en varias actuaciones, es bastante notable el parecido de los gustos del Cristo
romano con los gustos de la vieja monarquía romana, pero su universo resultó
ser infinitamente mas pequeño y muy distinto al que los científicos han
demostrado que existe, incluso, el azul que ellos aseguraban que era el Cielo,
donde supuestamente está el Edén y la casa de Dios, resultó ser un enorme vacío
o espacio universal, tal como aseguraron los ‘herejes’ Bruno y Galileo. Y nada
de lo que asegura la religión cristiana puede servir de prueba verdadera de que
Jesús fue engendrado por el Creador ni que haya tenido poderes divinos, ni
mucho menos que Dios les hubiera dado su representación a los monarcas
cristianos romanos para que en su nombre hagan en la Tierra negocios de gloria
divina y cometan los delitos y abusos que, amparados en esa farsa, han cometido
con la humanidad.
Y hay que añadir que
Según las explicaciones de la Iglesia, los evangelios están soportados
con el contenido de unas cartas que escribieron los apóstoles, pero, no
obstante a que todos aseguran que son cosas ciertas los hechos que relatan, hay
numerosas contrariedades y falta de coincidencia en los mismos acontecimientos
que todos o varios de ellos cuentan.
Si analizamos, sin fanatismo religioso, las divinidades del Cristo
romano, en la práctica no hay nada concreto que pueda ser comprobado, es decir,
algo que se pueda ver sin necesidad de la cháchara y las ambigüedades de la
Iglesia. Los grandes logros de la humanidad los ha hecho la Ciencia, por
efectos de Jesús no se han notado cambios o aportes divinos en la evolución
humana. En ese sentido hay un detalle negativo para el cristianismo: Jerusalén,
la patria de Jesús, ahora es más violenta que cuando se supone que él nació. O
sea que, en casi veinte siglos, el supuesto Salvador de la humanidad ni siquiera
ha hecho el milagro de aliviarles los conflictos a los habitantes de su patria.
Y todo apunta a que los israelitas, para que Israel pueda lograr la paz,
tendrán que seguir el ejemplo de Italia y apartarse del modelo de gobierno
religioso y convertir el país en Estado laico.
Históricamente es claro que la monarquía eclesiástica romana ha sido
sumamente perversa y descarada. Además de cometer toda clase de delitos usando
como escudo sus divinidades falsas, durante varios siglos ha amedrentado a la
gente haciéndole creer que si no cree ciegamente en sus absurdos religiosos y
no paga los diezmos a
Pero, volviendo al tema de la endiosada del supuesto Mesías, conviene
aclarar que hasta hoy no se ha podido establecer quiénes fueron los verdaderos
autores de los evangelios, que son los escritos religiosos donde se cuenta la
supuesta vida y obras divinas de Jesús; y también vale aclarar que los
apóstoles, como tales, históricamente no existieron, o sea que lo más probable
es que éstos no existieron. Los expertos en esos asuntos creen que dichos
escritos religiosos cristianos fueron hechos por autores desconocidos,
contratados por
De todos los evangelios escritos, el más antiguo que se ha encontrado es
el conocido como Papiro P52, cuya edad científicamente establecida es del año
150 de nuestra era, por lo que sería imposible atribuirle su escritura a alguno
de los supuestos apóstoles.
Pero hay que reconocer que fue ingeniosa y fantástica la farsa de
hacerle creer a tanta gente que una mujer parió un hijo de Dios, prédica que en
la práctica debe ser un irrespeto y una calumnia al Creador del universo.
Según
El Concilio Vaticano II reconoció que
Es obvio que, por las comunicaciones modernas, la Santa Sede ya no le
podrá seguir ocultando al mundo ni negando su enorme historial criminal, y
cuando la gente del común se entere de su espantoso rollo de delitos, es
posible que los países del área cristiana sigan el ejemplo separatista de
Inglaterra, y así finalice la jefatura cristiana del Vaticano.
Pero vale aclarar que Dios no tiene nada que ver en los crímenes
eclesiásticos, y que Jesús tampoco ha estado involucrado en los delitos de la
mafia de la Santa Sede; en el auténtico cristianismo no había obligación de fe
religiosa, ni asesinatos, sectarismo, cobro de diezmos, matrimonio, inclusive,
ni siquiera tenía iglesia o templo; en este sentido vale recordar una de las
máximas del antiguo cristianismo que aseguraba que “Dios está en todas partes y para ganar su gracia no hay que ir al
templo ni que pagar diezmos y primicias”; y que “lance la primera piedra quien se sienta libre de pecados”, cuando
querían lapidar a Magdalena por ser prostituta, ejemplo este que no aplicó la
monarquía eclesiástica romana en el caso de la papisa Juana.
La Historia del Cristianismo no registra ningún asesinato cometido por
los cristianos, antes de que la mafia romana se apoderara de la religión
cristiana. Así pues, sin lugar a dudas, el cartel mafioso y criminal cristiano
fue planeado y organizado por la oligarquía romana; por gente de la talla de
los Julio-Claudio, los Constantino, los Teofilacto, la dinastía que generaron
Teodora y Marozia, los Crescencio, los Colonna, los Orsini, los Médices….en
fin: las tantas familias oligarcas romanas e italianas que han manejado el
Cartel Cristiano y que para beneficiarse lo convirtieron en una teocracia
capitalista.
ACERCA DE LA
RELIGIÓN MUSULMANA
La farsa religiosa musulmana es mucho menos ingeniosa que la cristiana,
pero sus inventores fueron igual de astutos que los romanos: Se aprovecharon de
las ideas de los inventores del Cristo romano y saquearon todo lo que les fue
útil, tanto de las escrituras sagradas judías como de las cristianas.
Por lo costoso y difícil que debió resultar el proyecto, lo más seguro
es que para que funcionara la farsa islámica, además de Mahoma, estuvieron
involucrados Fariya, la rica y primera esposa del profeta, y el gran jefe de su
tribu, Abu Talib, el tío del profeta que fue quien lo crió y entrenó en toda
clase de delitos.
Numerosos datos históricos aseguran que Fariya fue la primera persona
que se convirtió en musulmana y que ella hizo grandes aportes económicos en
ayuda a esta religión, cuando la estaba desarrollando Mahoma. Y lo más seguro
es que ella fue la autora intelectual de las enseñanzas que los musulmanes le
atribuyen al ángel Gabriel. Es fácil notar que mientras Fariya fue esposa de
Mahoma él estuvo sometido a ella, cosa que queda clara al saberse que no tuvo
ninguna otra mujer durante los 25 años que ellos duraron casados. Pero, en los
15 años que vivió después de la muerte de Fariya, él se casó como 30 veces.
Como cosa rara, los dos socios del profeta en la religión musulmana, Fariya y
el tío de Mahoma, murieron ‘de repente’ el mismo año. Sin embargo, por esas
muertes, el profeta Mahoma en vez de tristeza debió sentir una gran renovación
de su energía sentimental, pues en los días siguientes a esos fallecimientos se
casó dos veces, y su tercera esposa fue Aisha, una niña de nueve años de edad.
En un relato de Tabari Hadith hay una nota supuestamente escrita por
Aisha, cuyo contenido dice:
“Mi madre vino a mi cuando me estaba meciendo
en un columpio entre dos ramas. Mi cuidadora me lavó la cara y me llevó de la
mano. Cuando llegamos a la puerta se detuvo para que yo recuperara la
respiración. Me introdujeron en la habitación, donde esperaba el profeta
sentado en una cama de nuestra casa. Mi madre me hizo sentar en el regazo de
él. Entonces, los hombres y las mujeres se levantaron y nos dejaron solos. El
profeta consumó el matrimonio conmigo en mi casa cuando tenía nueve años…… ”.
Para los musulmanes, el hecho de que Mahoma hubiera abusado sexualmente
de una niña de 9 años, teniendo él como cincuenta años de edad, no es visto
como una falta humana del profeta sino como parte de su poder divino. Pero,
para los defensores de derechos humanos, particularmente para quienes defienden
los derechos de los niños, Mahoma cometió el delito de pedofilia, por lo que
debió ser encarcelado de por vida. Y, si lo hubieran puesto preso, es seguro
que en la cárcel los investigadores le hubieran sacado a Mahoma toda la verdad
acerca de la farsa de las aparecidas del ángel Gabriel y en este momento no
sobreviviría nada de su cuento absurdo.
Por lo demás, si nos atenemos a
la lógica, ese sujeto guerrero, esclavista, mujeriego y asaltante de caravanas
que fue Mahoma no es posible que fuera un hombre con alguna virtud divina, ni
mucho menos puede ser creíble que él haya tenido contactos con un ser
especialmente enviado por Dios para instruirlo. Y, con el comportamiento
histórico de los califas, queda más que demostrado que la religión musulmana es
una farsa religiosa, inventada con el propósito de combatir a los cristianos y
para conseguir poderes político y económico.
Lo más seguro es que al profeta Mahoma lo querían o lo buscaban los
necesitados y las mujeres porque repartía dinero a montones, pero, cuando él
murió, finalizó ese reparto y empezaron los problemas internos en su
organización, porque, como ya se dijo, el profeta no dejó sucesor elegido, y la
plana mayor de sus ejércitos estaba compuesta por dos suegros y dos yernos
suyos que eran jefes guerreros, saqueadores y sometedores de pueblos, es decir,
cuatro hombres bandidos y curtidos en guerras, entre los cuales ninguno tenía
la audacia de Mahoma ni vocación religiosa alguna, sino que por orden del
profeta, para lograr sus propósitos económicos y políticos, éstos fingían ser
religiosos y usaban el Islam para sometimiento religioso y como herramienta de
chantaje y de adoctrinamiento político.
Para abreviar las cosas resumo en que, después, la enemistad a muerte
entre las divisiones musulmanas ha evolucionado mediante un sometimiento
religioso que ha consistido en que el líder de cada nueva secta musulmana,
mediante un adoctrinamiento perverso, convence a los pueblos sometidos o
aliados suyos de ser él el verdadero mensajero de Dios y el único reemplazo del
profeta, y que las demás sectas musulmanas están dirigidas por falsos profetas
y que todas aquellas, por haber traicionado al profeta Mahoma y a Alá, por
orden de Dios deben ser eliminadas. Y vale añadir que, por asuntos económicos
y/o políticos, de esas tres divisiones han surgido numerosas sectas religiosas
radicales y terroristas, como, por ejemplo, Al Qaeda y el Estado Islámico, que
casi todas son o en cualquier momento se convierten en enemigas a muerte entre
sí.
Y no obstante a que los cuatro primeros jefes musulmanes fueron los causantes
del problema que todavía mantiene divididos y en guerra a los islamistas,
debido al adoctrinamiento coránico de los creyentes, esos cuatro legendarios
líderes guerreros son considerados por los musulmanes como "los cuatro
califas bien dirigidos", siendo que, según los registros históricos, esos
cuatro califas fueron cuatro sujetos esclavistas, asesinos y perversos que
murieron asesinados entre ellos mismos, en conflictos por asuntos económicos y
políticos, y además fueron ellos quienes suscitaron los conflictos por los que
se dividió el imperio musulmán, líos por los que las poblaciones de cada una de
las divisiones musulmanas que surgieron por sus individualismos, se han
mantenido en guerras y en enemigas a muerte entre sí, desde entonces.
Es de aclarar que la causa de esos conflictos surge del hecho de que
cada división es adoctrinada con la convicción religiosa de que Alá y el
profeta Mahoma aman sólo a la secta individual a la que pertenecen y que, por
traidores, Dios les ordena asesinar a sus enemigos musulmanes. Y que, por ser
diabólica, también les ordena exterminar a la población de Occidente, creencia
que es similar a la que predicaban en la antigüedad los líderes judíos y los
pontífices romanos.
CONCLUSIONES GENERALES
Si Usted nació plebeyo y se siente feliz y orgulloso de sostener a sus
monarcas, esta obra no tiene como propósito hacer proselitismo para arruinar su
‘plebeya’ felicidad.
En cuanto a las religiones, hay que recalcar que, todo el tiempo, los
dirigentes religiosos han explicado las divinidades de sus dioses con las
ambigüedades de la jerga religiosa, es decir, con palabras dichas de una manera
que no hay posibilidad de entender y que desde siempre ellos han fingido
comprender, siendo que, al explicar así sus farsas, el resultado final de
cualquier situación es que, desde sus puntos de vista, ellos siempre resultan
teniendo la razón.
La farsa de la religión judía ha sido tan aniquilada por el
cristianismo, el islamismo y la ciencia que ya no es una religión sino un
idiosincrático modo de vida.
Los registros históricos no dejan duda de que el dios Jesucristo fue una
farsa conciliada por la monarquía romana en los concilios de Nicea y de Éfeso.
Y, siendo así las cosas, creer en las divinidades de Jesucristo no es otra cosa
que estar sometido de conciencia por la Iglesia, y se necesita ser ciego mental
para no darse cuenta que el verdadero dios de la Iglesia ha sido y sigue siendo
‘El Señor Dinero’ que le producen sus muy numerosas empresas y el poder
político que aún surge de su adoctrinamiento perverso.
Y creer en la farsa musulmana no es otra cosa que estar sometido de
conciencia por el Corán y/o por la perversa monarquía musulmana, pues resulta
imposible creer que, sin que hubiera una sola falla, un montón de analfabetas
hubiera podido memorizar el enorme contenido del Corán, farsa a la que hay que
añadirle que casi todos los hafiz o ‘memoriadores’ estaban muertos cuando fue
hecha la primera versión de dicho libro, que, como fue explicado, su primera
edición fue destruida por el califa Uthman ibn y su contenido fue reemplazado
por el del Corán existente.
Para explicar lo imposible que en la práctica puede ser tal cosa, vale
poner de ejemplo que el himno de Colombia tiene once estrofas y que, aunque a
todos los estudiantes se las enseñan en detalle, desde el presidente para
abajo, casi ningún colombiano las recuerda en su orden ni se sabe mas de tres
estrofas. Y, aunque la historia de la humanidad tiene registrados los detalles
del proceso de la farsa de Mahoma, con un poco de imaginación basta para
deducir que las aparecidas del ángel Gabriel fue un asunto perverso, fríamente
planeado por los inventores del Islam.
Ningún historiador ha registrado la ocurrencia de hechos divinos. Y no
obstante a todo lo que se cree o se dice, la realidad histórica es que los
humanos nada hemos podido saber acerca de Dios, y tampoco hemos logrado saber
algo de la existencia del Diablo. Además, es un hecho que, debido a la
evolución cultural, esas farsas religiosas que desde tiempos remotos se han
venido vendiendo y predicando, van en camino a desaparecer.
Todo el contenido de esta obra fue tomado de escritos históricos que hoy
en día, por Internet, son fáciles de verificar. Lo que hice fue resumir y
escribir en un solo ‘paquete’ los relatos que consideré más importantes; creo
que hacía falta esta obra y me hubiera gustado poder leerla sin tener que
escribirla. Tal como lo explico a continuación en la NOTA IMPORTANTE, con este
libro no pretendo causar resentimientos; la idea es que la humanidad conozca su
verdadera historia religiosa y así evitar repetir los errores y crímenes que se
han cometido por el desconocimiento de estos asuntos.
NOTA
IMPORTANTE
Si una persona, para orientarse en el tema de la fe religiosa, lee la
Torá, la Biblia y el Corán, al final de la lectura va a quedar con el dilema de
no saber cuál de los tres dioses de estos tres libros es el Dios verdadero,
pues son distintos y cada uno de ellos asegura que la única forma de hallar la
salvación divina es siguiendo ciegamente las exigencias del dios verdadero
expresado en sus páginas. El resumen es que los tres dioses de los tres libros
son muy distintos, pero se parecen en lo pretenciosos, alabanciosos, injustos,
exigentes, maniáticos, incomprensibles, sanguinarios y con un sinnúmero de
adjetivos negativos en sus contras, a quienes no obstante a que en los libros
se reconoce que nada necesitan, en ellos se instruye que de obligado hay que
hacerle toda clase de servicios, oraciones, sacrificios y adoraciones. Sin
lugar a dudas, eran dioses alienígenas, de orígenes desconocidos y que por
alguna razón generaron las monarquías humanas, en épocas remotas, a las que
adoctrinaron y les hicieron creer que ellos eran dioses, y por eso ninguna de
las enseñanzas de los tres libros engrana bien con el pensamiento, acerca del
Creador, de la cultura humana actual.
CRÓNICA DE FARSAS Y ABSURDOS
HISTÓRICOS es mi aporte
personal a la humanidad y mi propósito al obsequiar esta obra es sólo con fines
académicos, el único objetivo es demostrar la evolución histórica de las
creencias religiosas; por ningún motivo deseo que este libro cause rencores,
roces o discriminaciones por los temas que explica. Con el relato de estas
historias no pretendo hacer proselitismo a favor ni en contra de la fe
religiosa, el objetivo es que con la lectura de esta obra la gente sepa cómo ha
sido la evolución de las creencias religiosas y además le sirva para saber que,
en realidad, los humanos nada sabemos acerca de Dios ni del Diablo. Y que,
ojalá, la lectura de este libro sea útil para evitar actos suicidas y muertes
por fanatismo religioso, y también para evitar estafas por ingenuidad en este
tema.
Para evitar dudas en el obsequio de este libro, en este párrafo doy por
hecho que esta obra es de mi autoría y que está libre de derechos de autor, es
decir: Autorizo a todas las editoriales,
empresas y/o personas jurídicas o de cualquier otra consideración social a
publicar esta obra y venderla u obsequiarla impresa en papel, sin tener que
pagarme derechos de autor ni solicitar mi permiso para imprimirla; la idea en
este sentido es que, el libro, a un precio bajo, pueda vendérsele en papel a la
gente que no tiene o no maneja tecnología, y que la obra pueda ser publicada en
cualquier parte del mundo.
En idioma español, en formato virtual no autorizo la venta libre de esta
obra, pero cualquier empresa, entidad o persona, sin consultarme, puede pegarla
en su página o blog para que de allí pueda ser bajaba de Internet como lectura
gratuita. Además, autorizo la traducción y venta de esta obra en cualquier otro
idioma y en cualquier formato. La única exigencia es que, al ser traducida, el
contenido en otro idioma sea literalmente igual al de la obra en español, y
ojalá usando palabras que puedan ser entendidas por la gente del pueblo raso. Y
vale aclarar que en la actualidad hay algunas editoriales autorizadas para
vender esta obra en ambos formatos (digital y en papel), cosa que tuve que
aceptar para que el público pueda obtener el libro en papel, habiendo el
inconveniente de que las editoriales que venden el libro físico no aceptaron
regalarlo en modo virtual.
LISTA DE NOMBRES DE LOS PAPAS
Adeodato I
(615-618)
Adeodato II
(672-676)
Adriano (772-795)
Adriano II
(867-872)
Adriano III
(884-885)
Adriano IV
(1154-1159)
Adriano V (1276)
Adriano VI
(1522-1523)
Agapito I (535-536)
Agapito II
(946-955)
Agaton (678-681)
Alejandro I
(105-117)
Alejandro II (1061-
1073)
Alejandro III
(1159-1181)
Alejandro IV (1254-1261)
Alejandro V
(1409-1410)
Alejandro VI
(1492-1503)
Alejando VII
(1655-1667)
Alejandro VIII
(1689-1691)
Anacleto (76-88)
Anastasio I
(399-401)
Anastasio II
(496-498)
Anastasio III
(911-913)
Anastasio IV
(1153-1154)
Aniceto (155-166)
Antero (235-236)
Benedicto I
(575-579)
Benedicto II
(684-685)
Benedicto III
(855-858)
Benedicto IV
(900-903)
Benedicto V (964)
Benedicto VI
(973-974)
Benedicto VII
(974-983)
Benedicto VIII
(1012-1024)
Benedicto IX
(1032-1044; un mes de 1045; 1047-1048)
Benedicto XI (1303-1304)
Benedicto XII
(1334-1342)
Benedicto XIII
(11724-1730)
Benedicto XIV
(1740-1758)
Benedicto XV
(1914-1922)
Benedicto XVI
(2005-2013)
Bonifacio I
(418-422)
Bonifacio II
(530-532)
Bonifacio III (607)
Bonifacio IV
(608-615)
Bonifacio V
(619-625)
Bonifacio VI (896)
Bonifacio VIII
(1294-1303)
Bonifacio IX
(1389-1304)
Calixto I (217-222)
Calixto II
(1119-1124)
Calixto III
(1455-1458)
Cayo (283-296)
Celestino I
(422-432)
Ceferino (199-217)
Celestino II
(1143-1144)
Celestino III
(1191-1198)
Celestino IV (1241)
Celestino V (1294)
Clemente (88-97)
Clemente II
(1046-1047)
Clemente III
(1187-1191)
Clemente IV
(1265-1268)
Clemente V
(1305-1314)
Clemente VI
(1342-1352)
Clemente VII
(1523-1534)
Clemente VIII
(1592-1605)
Clemente IX
(1667-1669)
Clemente X (1670-1676)
Clemente XI
(1700-1721)
Clemente XII
(1730-1740)
Clemente XIII
(1758-1769)
Clemente XIV
(1769-1774)
Cleto (76-88)
Conon (686-687)
Constantino
(708-715)
Cornelio (251-253)
Dámaso I (366-384)
Dámaso II (1048)
Dionisio (259-268)
Dono (676-678)
Eleuterio (175-189)
Esteban I (254-257)
Esteban II
(752-757)
Esteban III
(768-772)
Esteban IV
(816-817)
Esteban V (885-891)
Esteban VI
(896-897)
Esteban VII
(928-931)
Esteban VIII
(939-942)
Esteban IX
(1057-1058)
Eugenio I (654-657)
Eugenio II
(824-827)
Eugenio III (1145-1153)
Eugenio IV
(1431-1447)
Eusebio (309)
Eutiquiano
(275-283)
Evaristo (97-105))
Fabián (236-250)
Felix I (269-274)
Felix III (483-492)
Felix IV (526-530)
Formoso
(891-896)
Gelasio I (492-496)
Gelasio II
(1118-1119)
Gregorio I (Magno)
(590-604)
Gregorio II
(715-731)
Gregorio III
(731-741)
Gregorio IV
(827-844)
Gregorio V
(996-999)
Gregorio VI
(1045-1046)
Gregorio VII
(1073-1085)
Gregorio VIII
(1187)
Gregorio IX
(1227-1241)
Gregorio X
(1272-1276)
Gregorio XI
(1371-1378)
Gregorio XII
(1406-1415)
Gregorio XIII
(1572-1585)
Gregorio XIV
(1590-1591)
Gregorio XV
(1621-1623)
Gregorio XVI
(1834-1846)
Higinio (136-140)
Hilario (461-468)
Honorio I (625-638)
Honorio II
(1124-1130)
Honorio III
(1216-1227)
Honorio IV
(1285-1287)
Hormisdas (514-523)
Inocencio I (401-417)
Inocencio II
(1130-1143)
Inocencio III
(1198-1216)
Inocencio IV
(1243-1254)
Inocencio V (1276)
Inocencio VI
(1352-1362)
Inocencio VII
(1404-1406)
Inocencio VIII
(1484-1492)
Inocencio IX (1591)
Inocencio X
(1644-1655)
Inocencio XI
(1676-1689)
Inocencio XII
(1691-1700)
Inocencio XIII
(1721-1724)
Juan I (523-526)
Juan II (533-535)
Juan III (561-574)
Juan IV (640-642)
Juan V (685-686)
Juan VI (701-705)
Juan VII (705-707)
Juan VIII (872-882)
Juan IX (898-900)
Juan X (914-928)
Juan XI (931-935)
Juan XII (955-964)
Juan XIII (965-972)
Juan XIV (983-984)
Juan XV (985-986)
Juan XVII (1003)
Juan XVIII
(1003-1009)
Juan XIX
(1024-1032)
Juan XXI
(1276-1277)
Juan XXII
(1316-1334)
Juan XXIII
(1958-1963)
Juan Pablo I (1978)
Juan Pablo II
(1978-2005)
Julio I (337-352)
Julio II
(1503-1513)
Julio III
(1550-1555)
Landón (913-914)
León Magno
(440-461)
León II (682-683)
León III (795-816)
León IV (847-855)
León V (903)
León VI (928)
León VII (936-939)
León VIII (964-965)
León IX (1049-1054)
León X (1513-1521)
León XI (1605)
León XII
(1823-1829)
León XIII
(1878-1903)
Liberio (352-366)
Lino (67 a 76)
Lucio I (253-254)
Lucio II
(1144-1145)
Lucio III
(1181-1185)
Marcelino (296-304)
Marcelo I (308-309)
Marcelo II (1555)
Marcos (336)
Melquiades
(311-314)
Marino I (882-884)
Marino II (942-946)
Martín I (649-655)
Martín IV
(1281-1285)
Martín V
(1417-1431)
Nicolás I (858-867)
Nicolás II
(1059-1061)
Nicolás III
(1277-1280)
Nicolás IV
(1288-1292)
Nicolás V
(1447-1455)
Pablo I (757-767)
Pablo II
(1464-1471)
Pablo III
(1534-1549)
Pablo IV
(1555-1559)
Pablo V (1605-1621)
Pablo VI
(1963-1978)
Pascual I (817-824)
Pascual II
(1099-1118)
Pedro (¿?-67)
Pelagio I (556-561)
Pelagio II
(579-590)
Pío I (140-155)
Pío II (1458-1464)
Pio III (1503)
Pio IV (1559-1565)
Pio V (1566-1572)
Pio VI (1775-1799)
Pio VII (1800-1823)
Pio VIII
(1829-1830)
Pio IX (1846-1878)
Pio X (1903-1914)
Pio XI (1922-1939)
Pio XII (1939-1958)
Ponciano (230-235)
Romano (897-897)
Sabiniano (604-606)
Sergio I (687-701)
Sergio II (844-847)
Sergio III
(904-911)
Sergio IV (1009-1012)
Severino (640)
Silvestre I
(314-335)
Silvestre II
(999-1003)
Silvestre III
(1045)
Silverio (536-537)
Símaco (498-514)
Simplicio (468-483)
Siricio (384-399)
Sisinio (708)
Sixto I (115-125)
Sixto II (257-258)
Sixto III (432-440)
Sixto IV
(1471-1484)
Sixto V (1585-1590)
Sotero (166-175)
Telesforo (125-136)
Teodoro I (642-649)
Teodoro II (897)
Urbano I (222-230)
Urbano II
(1088-1099)
Urbano III
(1185-1187)
Urbano IV
(1261-1264)
Urbano V
(1362-1370)
Urbano VI
(1378-1389)
Urbano VII (1590)
Urbano VIII
(1623-1644)
Valentín (827)
Victor I (189-199)
Víctor II
(1055-1057)
Víctor III
(1086-1087)
Vigilio (537-555)
Vitaliano (657-672)
Zacarías (741-752)
Zosimo (417-418)