martes, 21 de mayo de 2019

COSAS DE LA VIDA


Éramos 10 hermanos y dormíamos apilonados en un camastrote de palo que tenía casi medio siglo pero estaba intacto; arriba era de tablones de ceiba roja y estaba sostenido en cuatro orquetas de corazón de ébano, con medidas disparejas y clavadas a más de un metro de profundidad. El piso de la casa era de tierra, en vez de colchón el enorme camastrote era cubierto con varias esteras y encima se le colocaba un tendido con dos sobrecamas grandes o tres si eran medianos.

En menos de 10 años, mi mamá había parido 10 hijos, 7 hembras y 3 varones, Mayo era la mayor y yo era 11 meses menor que ella, y por ser varón y el segundo de la camada, desde niño me tocó trabajar con dureza. Pero a mi hermana mayor también le tocó trabajar con dureza; le tocaba cocinar, lavar la ropa y el cuidado de los pequeños. Mi mamá, cuando no estaba recién parida estaba embarazada y eran muy pocas sus actividades caseras. Además, cuando parió el décimo hijo, dijo que ya había hecho su tarea y de ahí en adelante se volvió cristiana y se dedicó de lleno a ese asunto.

En el camastrote cabíamos los 10 cuando éramos pequeños, pero, a medida que íbamos creciendo, cada día era más insuficiente; cuando mi hermana última y menor tenía 4 años, empezaron a quedar pies y nalgas de nosotros en el aire, luego brazos y hasta tetas de mis hermanas quedaban colgando. Los ronquidos y los peos eran un tormento, era casi imposible conciliar el sueño.

Cuando cumplió 15 años, mi hermana Mayo se ennovió con un muchacho bien parecido que tenía fama de flojo. En mi familia, las opiniones acerca de ese noviazgo estaban divididas, unos estaban de acuerdo y otros no; yo no estaba ni a favor ni en contra de ese afanado matrimonio, pensaba que Mayo, cuando se casara, nos haría falta pero que quedaríamos más holgados en el camastrote.
El noviazgo duró menos de 3 meses y de aguinaldo mutuo se casaron el 24 de diciembre. Se fueron de luna de miel y regresaron el 2 de enero siguiente y desde entonces, en vez de 10 empezamos a ser 11 los que dormíamos en el camastrote. Así ocurre con frecuencia en las cosas de la vida.