Imagínese que Usted es un campesino colombiano que no tiene tierra y
que siempre ha trabajado de jornalero en haciendas ganaderas, que con lo poco
que gana siempre ha vivido en la miseria y nunca ha podido tener un ahorro. Y supongamos
que el gobierno de Petro le obsequia una parcela de 10 hectáreas.
Pues, créase o no, lo cierto es que en tal caso Usted es convertido en
esclavo. Y la razón es que le va a tocar trabajar con las uñas y a pérdida (a
un campesino pobre de la costa le cuesta más de tres mil pesos producir una
libra de arroz), pues lo que produzca en su parcela le cuesta más del triple de
lo que les vale en otros países que tienen tecnología y manejan la agricultura
con maquinaria industrial.
Dígase lo que se diga, la única forma de hacer una reforma agraria
exitosa es acabando con las parcelas y convertir éstas en cultivos agrarios grandes
y tecnificados. Y a los campesinos, en vez de darles tierra deben ser
accionistas y/o trabajadores con todas las prestaciones sociales. Además, para
acabar con el reguero de casas en el campo, hay que construir pueblos
campesinos que cuenten con vías de acceso, centros de educación y todos los
servicios públicos.
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