Quienes mueren no
siempre se van a descansar en paz, incluso, para convencerlos a que olviden los
problemas de esta vida, a algunos difuntos es necesario emborracharlos.
Apareció de la nada, cuando lo vi estaba a mi lado. ¿Quién es
Usted y qué busca? le pregunté. Se sentó en el suelo, me miró y dijo: Mi propio
nombre era Víctor, pero, por lo flaco, todo el mundo me llamaba Canuto. Yo paso
por aquí cada rato. Esta discoteca era mi sitio preferido, y estoy muy
agradecido con Usted por las ayudas que me hizo cuando yo vendía mercancía.
Su rostro se me hacía conocido y mientras yo trataba de
recordar dónde lo había visto, él añadió: Recuerde que, en Tamalameque, Usted
me dio la mano cuando yo estaba llorando en el piso, porque sus compañeros me
habían retenido una mercancía. Usted me dio la mano, yo me levanté del piso, le
conté que tenía un hijo enfermo y que esa mercancía la había comprado con plata
prestada. En ese momento era como si el mundo me hubiera caído encima, y Usted
me salvó; les dijo a sus compañeros que yo era pariente suyo y ellos me
devolvieron la mercancía. Después, más que todo en Buritaca, me ayudó varias
veces, y si no lo recuerda es porque, a cambio de nada, Usted les ayudaba a los
merqueros pobres. Y, como ocurrió cuando Usted era aduanero y yo merquero,
vengo a pedirle una ayudita.
Para mí, ahora las
cosas estaban invertidas: De repente, el mundo me había caído encima. Antes de
renunciar del empleo había planeado y realizado varias cosas para que todo saliera
bien, y me estaba yendo bien, pero de un día para otro el gobierno prohibió la
circulación nocturna de motos. Y, en esa época, mi clientela, que casi toda era
gente de clase media, andaba en moto, y, por los efectos de esa prohibición,
las ventas de mi negocio se fueron al piso. Además, desde cuando mi negocio
cayó en la mala, mi mujer me tenía demandado, para separación y reparto de
bienes.
Destruyendo las instalaciones de la discoteca, para cambiar
de negocio, había trabajado todo el día. Cuando llegó ‘Canuto’, ya estaba
oscureciendo y yo estaba sentado en un arrume de escombros de concreto,
descansando y pensando cómo sacar algo positivo de las adversidades que estaba
afrontando.
Desde que lo vi supe que era un fantasma y de inmediato lo
examiné. Y descubrí que ‘Canuto’ era un espíritu débil y lleno de odios y
resentimientos. Me explicó que él era muy buena persona, pero que las
injusticias y la ingratitud de su familia le habían dañado sus sentimientos. Y
ahí empezó esa noche un duro trabajo; aunque él me tenía respeto y admiración,
resultó difícil la labor de liberar su alma.
La enseñanza del consejo que le di a ‘Canuto’ la aprendí de
El Rejugao de Dosbokas, un autodidacta que, espiritualmente, fue instruido por
un líder y sacerdote zenú que vivió en la época que su territorio fue invadido
y saqueado por bandidos españoles. El Rejugao me explicó que uno debe evitar
que el odio ingrese a su espíritu; decía que tener odio y/o resentimientos es
igual a llevar en el alma una energía negativa que actúa como una espina
espiritual que martiriza al portador y a la vez le impide el ingreso de Amor y
de Energía Positiva, dos elementos que son indispensables para la felicidad del
ser humano.
Lo primero que detecté
fue que los resentimientos y el odio tenían agobiada el alma de ‘Canuto’. Me
explicó que odiaba a su familia, especialmente a sus tres hijos porque lo
habían abandonado luego de él haberse sacrificado tanto criándolos y
educándolos. Me contó que poco antes de su muerte lo había atropellado un
vehículo y que sólo uno de sus hijos había ido a verlo al hospital, y que allí
había muerto luego de permanecer varias semanas en total abandono de su familia,
inclusive, añadió que sus hijos le cortaron las llamadas telefónicas que él les
hizo para despedirse de ellos.
En la práctica, ‘Canuto’ era lo que El Rejugao denominaba
como un espirisí, es decir un espíritu positivo e inofensivo que quería
favorecer a todo el mundo. Sin embargo, como en los viejos tiempos, llegó a
donde mí a pedirme el último favor. Fue al grano, me explicó que estaba perdido
en un laberinto de complicaciones surgidas por odiar a sus hijos y que había venido
a pedirme una ayuda que le permitiera a su espíritu irse a descansar en paz. Le
expliqué que nada ganaba con odiar a sus hijos, que el odio sólo sirve para
generarle martirios al alma y que su remedio era olvidar a quienes habían sido
ingratos con él.
‘Canuto’ era un ser
comprensivo, pero fue difícil que su alma aceptara desprenderse de la mezcla de
amor y odio que sentía por sus hijos. Me tomó un buen rato aclararle que él no
hacía parte de las personas que llevaban en el alma sus hijos y que para que
tuviera paz era necesario que ellos salieran de su alma y que en su espíritu no
quedaran huellas de que sus hijos hubiesen existido. Una y otra vez le repetía
que debía olvidar las ofensas de sus hijos, pero él insistía que le era más
difícil olvidar las causas de sus resentimientos que ser un fantasma en penas.
Hacía poco que se había acabado la discoteca. En el local
había quedado un enfriador y yo lo mantenía lleno de cervezas y gaseosas. Le
dije a ‘Canuto’ que esperara un momento mientras yo iba a traer cerveza; me
tomé una cuando abrí el enfriador y llevé dos, había decidido darle cerveza al
fantasma. Usando un cuerpo ajeno, los espíritus de los bebedores pueden tomar
licor y se emborrachan, mi plan era permitirle a ‘Canuto’ que se tomara unas
cuantas cervezas usando mi cuerpo. Se tomó cuatro y asunto arreglado, o al
menos eso fue lo que creí cuando me dio las gracias y se despidió. De repente
me dijo que por mis consejos ya no sentía odio ni rencores, se desvaneció y nunca
mas lo he visto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario