lunes, 22 de diciembre de 2025

LA LOCA DE TAMALAMEQUE


El Molino de la Gente es un libro que refleja la dureza de la vida humana. El tema principal de esta obra es la historia de un hombre que construyó un molino, para moler pescado y con la harina hacer abono, pero las cosas se complican y se ve obligado a moler toda clase de ´lacra´ humana. Pero en el transcurso de esa historia ocurren muchas cosas reales que rayan entre la genialidad y la locura, como es el caso de Mayupa, mas conocida como La Loca de Tamalameque, una mujer que fue famosa en los años 60 y 70 del siglo pasado, que vivió en dicho lugar y no debe confundirse con el mito de la Llorona.

A continuación, transcribo una parte de la historia de Mayupa, ´La loca de Tamalameque´, contada en El Molino de la Gente por el capitán Warner que es uno de los personajes principales de esa obra:

-Antes de él usar su molino para moler gente, Mayupa era conocida en Tierra Sana y nadie tenía quejas en su contra. Yo la conocía porque varias veces se colgó de mi camioneta, pero no sabía que ella había sido la primera persona molida en esta ciudad. El Comandante, tal vez para no lastimarme, no me contó toda la historia que escribió en su manuscrito, pero estoy seguro que él lamentó mucho el accidente que le causó la muerte a Mayupa.

Mayupa no era propiamente loca. Una mañana ella llegó en un caballo viejo, flaco y maluco a la ensenada del cerro Páratebien, un lugar cerca de aquí, en donde, en ese tiempo, estábamos analizando el proceso evolutivo de algunas plantas con los diferentes tipos de abono que se producían en el molino.

Mayupa llegó temprano y se quedó toda la mañana montada en el caballo, debajo de unos árboles de matarratón, cerca de unos obreros que estaban haciendo una zanja, hablando con ellos y a veces haciéndolos reír. Así duró hasta medio día, cuando íbamos a almorzar; entonces le pidió a un obrero que le hiciera el favor de decirle al Comandante que ella había venido a pedirle un favor, que si era posible hablar con él un momento.

En ese momento el Comandante y yo estábamos lavándonos las manos. Él, cuando escuchó al obrero, le hizo señas a Mayupa para que se acercara. Mayupa se acercó. Traía un saco sucio, con una caja adentro, amarrado de la tejuela de la silla del caballo. El Comandante le dijo que se bajara de ese animal si no quería que se cayera muerto con ella encima. Mayupa no quería bajarse, yo le hice seña, para que le obedeciera al Comandante. Entonces ella le dijo a un obrero: “Hágame el favor de recibirme a mi hijo”. Soltó de la silla el saco que contenía la caja y se lo dio al obrero, aconsejándole que lo agarrara con cuidado porque allí estaba su hijo. Se bajó del caballo. Tenía puesto un vestido negro, humilde pero decente; ella era bonita, agradable y segura al hablar. Empezó explicando que por tanta crueldad en su destino, a veces se le iban las luces y que la única forma de soportarlo era volviéndose loca. Añadió que en la caja que traía en el saco estaban los restos de su pequeño hijo que, junto con su esposo y padre del niño, había muerto en un ataque de la guerrilla al pueblito donde vivían.

Luego de ella hacer esa explicación, con mucha delicadeza sacó la cajita del saco, la abrió y, efectivamente, contenía los restos de un niño. El Comandante le preguntó por qué no lo había sepultado; ella le respondió que un juez de Tamalameque había ordenado sacarlo de la bóveda que ocupaba, porque era ajena y la dueña la necesitaba, y que el favor que ella venía a pedirle era que le regalara un lugarcito para enterrar a su hijo. El Comandante le interrogó que dónde quería ella enterrar los restos de su hijo. Ella miró el cerro Páratebien y señalándolo, dijo: “Allá encima de la tetica de esa loma”.

Después que almorzamos con Mayupa, subimos el cerro y enterramos los restos de su hijo. La loma es muy resbalosa, pero el lugar es espectacular. Desde allí se divisa, en redondo, hasta donde alcance la vista. El Comandante, después, abonó ese lugar con los restos de Mayupa, hizo un jardín allí y puso dos cruces enormes. Actualmente, desde muy lejos se ven las dos cruces en la cima del cerro Páratebien que, en la llanura, muchos las usan como punto de referencia para orientarse. En una lápida en la base de las cruces está escrita una declaración que hizo Mayupa el día que sepultamos los restos de su hijo. Dice: “Si vuelvo a vivir otra vida, en un lugar distinto a la Tierra, diré que aquí la vida, el amor y el tiempo me trataron con dureza.”

El Molino de la Gente es un alegorismo a la dureza de la vida humana; en esta obra, de una u otra forma, todos sus actores son tratados con ´dureza´. Es un libro antiguo; recomiendo su lectura, por la Red es fácil de conseguir, al comprarlo me dan una ayudita. Además, lo obsequio en pdf a quienes me lo soliciten por el correo edaloes1239@ahoo.es    

 

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